El Perseguidor

        I.

        Unas veces, la noche desciende callada.
        Se aproxima, silenciosamente, cayendo desde el cielo.
        Lentamente.
        Como una sábana de fría seda negra 
        que viene a posarse sobre mis hombros.
        Y yo acepto, envuelto por ella, la segunda piel que esta me ofrece.

        Otras veces, la noche irrumpe atormentada.
        Aparece, delirante, golpeando a mi puerta.
        Ataca y retrocede.
        Es un yonqui estremeciéndose, 
        una caballo que destroza, con sus cascos, las sienes del jinete abatido,
        vagabundos que agradecen los favores de una vieja ramera.

        Esta vez, la noche se escapa entre mis dedos febriles.
        Huye por esta hoja, de mi pluma que la persigue.
        Por momentos creo verla en el fondo de tus ojos,
        influido, tal vez, por el alcohol 
        y el efecto narcótico que sobre mis sentidos ejerce.

        Y es entonces cuando comprendo que es a tí
        a quien siempre he estado buscando.
        Y que el rostro que cada noche me muestra,
        es en realidad el tuyo..

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