EL SUEÑO DEL TEPUI
Exploraciones sobre 'El Mundo Perdido' de Sir Arthur Conan Doyle
(elemental, mi querido dinosaurio)
Luis Córdova
En el año de 1912 un autor que detestaba su creación más trascendente
realizó un viaje tan vertiginoso como imaginario hacia las profundidades de América del
Sur. Los protagonistas de 'El Mundo Perdido' llegaron hasta una extraña meseta donde
encontraron... dinosaurios. Eran los habitantes del Tepui.
Pero ésta no es la historia de una superproducción efectista
alimentada con millones de dólares de finales de este siglo, sino la expedición hacia
una obra fundacional escrita por un inventor de detectives llamado Arthur Conan Doyle.
Apenas comenzaba el siglo cuando se escribió la primera novela sobre dinosaurios. Y por
si fuera poco dio origen a la primera aparición de estos seres en una superproducción
del cine mudo.
El viaje ciberespacial explora la aparición de los dinosaurios en el
imaginario colectivo, el asombroso descubrimiento de los Tepuis de Venezuela, el destello
en la vida gris de un novelista de éxito. La aventura en estado sólido...
El primer paso es, justamente, visitar 'El Sueño del Tepui'.
1. La escena
Existe un lugar del planeta en el cual las miradas vagan a través de una planicie
verde, adornada con suaves colinas que parecen olas, desde donde en forma casi repentina
se alzan hacia el cielo islas de una geometría inquietante: son mesetas de paredes
verticales cuyas cumbres a menudo están sumergidas en las nubes, alejadas del resto del
planeta, habitadas por misterios y maravillas.
La parte superior de esas mesetas conocidas desde tiempos ancestrales como Tepuis es
aplanada, por lo tanto invisible desde abajo, un hecho que contribuyó a alimentar la
fantasía humana... ¿Qué paisaje podría existir allí arriba? ¿Tal vez una naturaleza
desencadenada habitada por seres de otro tiempo? ¿Dinosaurios, quizás?
El escritor Sir Arthur Conan Doyle apostó a la imaginación y en 1912 publicó una
novela sobre dinosaurios.
La novela 'El Mundo Perdido' colocó por primera vez a los dinosaurios en la lista de
los bestsellers y dio origen a una superproducción del cine mudo que dejó boquiabiertos
a los espectadores. Después de todo, era una obra publicada por uno de los autores más
exitosos de esa época, creador del detective Sherlock Holmes. Y para Doyle, fue una
divertida manera de distanciarse del flemático detective de Baker Street 221 B, cuya
sombra llena de ficciones lo acechaba en su realidad de cada día.
El argumento no tenía nada de elemental. El siglo XX estaba comenzando, en aquel
tiempo las osamentas de los dinosaurios apenas empezaban a dar una idea sobre esas formas
de vida que habitaron el planeta en tiempos remotos. Y sólo los más atrevidos se
aventuraban a profundizar en la Gran Sabana de Venezuela, donde están ubicados los
Tepuis.
Arthur Conan Doyle nunca había visto un dinosaurio en persona, pero los conocía bien
y seguía de cerca los hallazgos paleontológicos. Además, nunca había visitado
Sudamérica y ni que decir de aquellas lejanas islas aéreas, pero tenía noticias de
ellas.
La novela comenzó a aparecer por entregas desde abril de 1912 en la revista inglesa
'Strand', la misma donde el escritor había publicado varias de sus obras. Los lectores
sentían un interés morboso estimulado por el espanto que producía la posibilidad de un
encuentro entre los humanos y esas bestias inmensas. Era una época en la que la gente
estaba mucho más dispuesta a dejarse sorprender por la ilusión de la aventura, y más
aún si tenía efectos especiales. Décadas después, una mirada a ese libro revela una
obra audaz para su tiempo, cargada con algunas intuiciones interesantes: el escritor vio
en esas mesetas la posibilidad de una evolución de las especies distinta a la del resto
del planeta, mientras confiaba en el poder hipnótico de los dinosaurios, que muchos años
después causan furor entre la población.
Los Tepuis o Tepuys son más de un centenar y están sembrados en la Gran Sabana, donde
confluyen ríos, sabanas y selva. Muchas de esas cumbres siguen ocultando sus secretos
pues la exploración es difícil, pero otras son objeto de expediciones científicas y
algunas de ellas ya son destino regular del turismo de aventura. Los investigadores
encontraron allí un universo donde la fantasía parecía convertirse en realidad, pues si
bien no hay dinosaurios sí aparecen especies que tuvieron una actitud muy particular
frente a la evolución, lejos de la superficie del planeta.
Arthur Conan Doyle situó la escena principal de su aventura en la cumbre del Roraima
(2.772 metros), un Tepui impresionante ubicado donde en tiempos mucho menos prehistóricos
confluyen tres entidades inventadas por los humanos, llamadas Guyana, Brasil y Venezuela.
En medio de la presión comercial generada por ese producto mediocre y vacuo de los 90
que fue la novela 'El Mundo Perdido' de Michael Crichton, transformado en la increíble
(por lo mala) 'Parque Jurásico II, El Mundo Perdido' por el midas del cine Steven
Spielberg, siempre pueden ocurrir algunas cosas mágicas: por ejemplo descubrir un
ejemplar de la novela de Arthur Conan Doyle tirada entre un montón de libros usados, o
conseguirla íntegra en algunos sitios de Internet desde donde ya se puede bajar, leer,
imprimir e intervenir su texto en inglés, o enterarte por ahí del lanzamiento de nuevas
aventuras fílmicas basadas en este texto original.
Pero la travesía no termina allí... También se puede emprender la aventura de
rastrear las pistas que pueden haber conducido hacia la creación de una novela
primigenia, para descubrir cómo fue que un próspero habitante de Londres de principios
de siglo se asomó a la cima de un Tepui americano, donde descubrió un mundo perdido
dominado por los dinosaurios.
2. La novela
'En medio del silencio más absoluto se sintió un pisoteo profundo, regular. Eran las
pisadas de algún animal, el sonido de unas patas blandas pero pesadas que se apoyaban con
cautela sobre el suelo. Se movían con lentitud alrededor del campamento, hasta que se
detuvieron cerca de nuestra puerta. Se escuchó un jadeo sibilante, que subía y bajaba,
la respiración de la bestia. Sólo una débil empalizada nos separaba de ese horror
nocturno... tuve la visión momentánea de una máscara horrenda, parecida a un sapo
gigantesco, de piel arrugada y leprosa, con una boca desencajada y baboseante de sangre
fresca', cuenta el periodista Edward Malone, de la Daily Gazette de Londres, el narrador
de 'El Mundo Perdido' de Arthur Conan Doyle.
Ese ser, que según el relato respiraba con la potencia de un motor, sugería 'un
organismo monstruoso'. El protagonista de la novela, el profesor Challenger, advirtió a
sus compañeros de aventura que 'esta noche estuvimos a punto de entrar en contacto con un
dinosaurio carnívoro'.
Hace más de 80 años estos densos encuentros con dinosaurios, las visiones de su
enorme tamaño, los alaridos de animales desconocidos que rompen la noche, eran
ingredientes para un nuevo escenario de acción y emoción. Y, seguramente, también para
el horror hacia lo desconocido.
La trama sigue el modelo clásico de una novela de aventuras de la época. Tiene su
punto de partida en la civilizada y prejuiciada Londres, donde Malone está perdidamente
enamorado de Gladys, quien le dice en forma terminante que sólo entregara su corazón a
un hombre famoso, valeroso, capaz de grandes hazañas. Se trata de la Inglaterra
Victoriana, imperialista por naturaleza, donde nadie estaba pendiente de las pequeñeces.
El periodista, desconsolado por su vida rutinaria, conoce luego al Profesor Challenger,
un impulsivo científico que lo conduce a una de las agitadas sesiones del Instituto de
Zoología, donde hay un debate sobre nuevos descubrimientos, una escena clásica de tantas
obras literarias de aventuras... Pero nadie le cree a Challenger la historia sobre una
meseta habitada por seres prehistóricos vivos, pese a que presenta como evidencias las
anotaciones y los objetos del explorador Maple White, un estadounidense que había
visitado el sitio antes de morir consumido por las fiebres en la selva.
En medio del tumulto, el Instituto decide enviar una expedición que queda integrada
por Challenger, acompañado el escéptico profesor Sumerlee, el audaz explorador Lord
Roxton y el narrador de la aventura, el periodista Malone, quien como buen romántico de
aquellos tiempos sólo piensa en conquistar a su amada a través de una hazaña épica.
Tras una serie de divagaciones, la expedición surca el río Amazonas hasta pasar
Manaos, donde toman un tributario hacia el norte. Malone se reporta a los lectores de la
Daily Gazette, pero recuerda que los datos geográficos han sido alterados para no revelar
la verdadera posición del lugar desconocido hacia el cual se dirigen.
Después de una serie de peripecias llegan hasta la pared vertical de la montaña, que
en realidad es un Tepui. La única forma de subir hasta el planalto es utilizar un árbol
como puente desde un promontorio cercano. Ya en la superficie de la meseta se produce el
descubrimiento de los seres prehistóricos, primero una garrapata gigante, luego los
iguanodontes pastando en una pradera, más allá los nidos de pterodáctilos que hacen
chasquear sus picos con furia.
'Nos han ocurrido las cosas más maravillosas, y continúan ocurriéndonos', escribe
Malone.
La interacción con el mundo prehistórico genera todo tipo de peripecias para el grupo
de aventureros quienes, en el clímax de su paso por el Tepui intervienen con sus rifles
en una contienda entre indígenas y una especie de hombres-mono, quienes resultan
brutalmente castigados tras su derrota por los blancos, en una muestra de la moral propia
de una Inglaterra racista que encabezaba la lista de las potencias coloniales.
Las aventuras en la meseta llegan a su final, descubren una salida hacia la 'tierra
firme' donde los espera (¡por supuesto!) un fiel criado negro. Luego regresan a Londres,
Malone para descubrir que Gladys se había casado con un monótono escribiente de una
procuraduría, y Challenger para enfrentar nuevamente la incredulidad del Instituto de
Zoología.
Sólo que en esta oportunidad tiene un as bajo la manga. Para aplacar las críticas el
profesor abre una jaula desde la cual emerge un pterodáctilo. Ante los gritos de terror,
el ser prehistórico alza el vuelo.
'Circulaba lentamente alrededor del recinto del Queen's Hall con el aleteo seco y
correoso de sus alas de 10 pies, mientras un olor pútrido invadía toda la sala', según
el recuento de la Daily Gazette sobre ese memorable acto. Al final, los héroes de la
aventura son aclamados como tales, sin que a nadie le quede nada por dentro.
El ser alado, entretanto, se escapa a través de una ventana abierta y su sombra
revolotea, misteriosa, en las profundidades de la noche londinense.
3. De Sherlock a Challenger
Puede que sentado en un club inglés de El Cairo, a comienzos de siglo, te pongas a
pensar en los Tepuis de Venezuela... Son cosas que pasan.
Arthur Conan Doyle (1859-1930) tenía poco más de 50 años cuando publicó esta novela
de aventuras, y fue muy claro en sus propósitos al encabezarla con una breve estrofa en
la cual dice que se consideraba satisfecho si lograba dar una hora de alegría al niño
que ya es casi un adulto, o al adulto que sigue siendo un poco niño. Era un experimento
para él, que hasta entonces había vadeado con éxito las narraciones policiales y
algunas de corte histórico con argumentos de capa y espada. Y el resultado le gustó
mucho, según recuerdan sus biógrafos.
Comenzó a demostrar gran predilección por el personaje del Profesor Challenger,
peludo, desconsiderado, franco, irritable, y sobretodo muy diferente al gélido Sherlock
Holmes, que le había generado fama y dinero en grandes cantidades, pero al mismo tiempo
le ocasionaba grandes molestias. La principal era que no podía deshacerse del detective,
cuya lógica sorprendente lo perseguía donde fuera, mientras seguía siendo el tema
principal de las cartas de sus admiradores.
Cuando visitaba Estados Unidos pasaba algunos de sus peores momentos, pues los diarios
omitían su verdadero nombre y anunciaban en grandes titulares la llegada de 'Sherlock'.
Uno de sus biógrafos, Hesketh Pearson, dice en un libro publicado en los años 40 que
'los lectores nunca se saciaban de Sherlock, siempre pedían más, lo cual provocó que
Doyle odiara a Holmes'.
El escritor estaría desolado al ver lo que ocurre en estos 90. Casi toda su obra está
en el olvido, salvo aquella relacionada con los casos de Sherlock Holmes: basta realizar
una búsqueda por 'Doyle' en Internet para encontrarse a cada paso con el detective y su
asombrado compañero, el doctor Watson. De 'El Mundo Perdido' casi nada, uno suele
terminar en lugares donde se habla mas bien de quienes le usurparon el título a esa obra.
¿Quién era este escritor? Nacido en Escocia, de familia irlandesa, radicado en
Inglaterra, Conan Doyle -el apellido en realidad es Doyle a secas- estudió medicina en la
facultad de Edimburgo. De joven ejerció esta profesión, al principio en un barco
ballenero, más tarde en una nave de pasajeros llamada "Mayumba" que hacía
travesías africanas. Terminó atendiendo pequeñas clínicas, hasta que en 1887 apareció
'A Study in Scarlet', el primer misterio que desafió a Sherlock Holmes. Muy pronto llegó
la fama.
Más allá de los relatos policiales Conan Doyle escribió numerosas obras, entre
novelas, cuentos, ensayos, textos políticos y relatos de viajes. Challenger, que debutó
en 'El Mundo Perdido', fue su último gran personaje y protagonizó una serie de aventuras
posteriores. 'Entre todos los personajes que he inventado, este es el que más me
entretiene', comentó el autor al referirse a su profesor de zoología.
Cuando las aventuras en la selva sudamericana iban a estrenarse en la revista 'Strand',
Conan Doyle estaba tan entusiasmado que incluso sugirió disfrazarse de Challenger en una
foto trucada, para generar más impacto, pero su editor lo disuadió.
Después de la epopeya de los dinosaurios, Challenger y amigos reaparecen en 'The
Poison Belt', una curiosa novela de ciencia ficción en la cual hacen frente a la muerte
colectiva de los habitantes del planeta, que después resulta ser un complejo estado
catatónico, no muy bien explicado. Hubo relatos cortos y 'The Land of Myst', quizás la
obra más débil, en la cual el profesor Challenger es convencido por un medium sobre la
existencia del más allá.
Durante los últimos años de su vida Conan Doyle fue un ardoroso defensor del
espiritismo. Recopiló información, dictó conferencias y escribió cientos de páginas
sobre este tema, lo cual le valió unas cuantas polémicas.
Era el corolario para la vida de una persona que no se marginó de las polémicas.
Discutió cuando se produjo el hundimiento del Titanic, propuso construir un túnel por
debajo del Canal de La Mancha y comentó ácidamente la política exterior británica.
Este trayecto también lo condujo hasta el mundo perdido.
A mediados de la década de 1890 Conan Doyle y su esposa estaban alojados en el Mena
House Hotel de El Cairo, no muy lejos de las pirámides. Por las tardes el autor visitaba
el Turf Club, uno de esos lugares inventados por los ingleses para reunir varones
aristócratas. Y un asunto sobre el cual se debatía en ese momento era la actitud
calificada de "hostil" que habría asumido Estados Unidos contra Inglaterra, en
una disputa que involucraba los límites entre la Guyana Británica y Venezuela. Justo en
la zona donde está el Roraima.
Los británicos exploraron las guayanas y el río Orinoco en el siglo XVI, cuando Sir
Walter Raleigh se adentró en esa zona y al retornar a Europa escribió sobre montañas
llenas de diamantes y seres humanos que no tenían cabeza y llevaban el rostro en el
pecho. Luego los holandeses conquistaron territorios vecinos a los de la actual Venezuela,
que en esa época era colonia de España. Y finalmente los ingleses regresaron,
entusiasmados por la posibilidad de explotar oro en los ríos de la zona, según algunos
historiadores.
En medio de fuertes presiones territoriales de los británicos, los gobernantes
venezolanos hicieron una gestión diplomática ante Estados Unidos para plantear que la
controversia era contraria a la Doctrina Monroe (otra joyita colonizadora) de ese país,
que planteaba el cese del expansionismo europeo en América. El presidente Grover
Cleveland expresó su molestia a Londres y no descartó la posibilidad de intervenir a
favor de la nación sudamericana.
La disputa fue seguida de cerca por Conan Doyle, quien en sus cartas a la prensa
londinense criticaba la falta de habilidad de la política exterior inglesa. Después los
ánimos se apaciguaron, pero uno de sus biógrafos anota que en medio del paisaje egipcio,
en tardes dedicadas a la discusión del mundo en el Turf Club, 'el asunto de Venezuela le
preocupaba'.
¿Cómo era la zona en disputa? Algunos exploradores habían descrito una naturaleza
irreal.
4. El Roraima
La primera referencia europea a los Tepuis, y por lo tanto la primera registrada por
nuestra influenciada historia, corresponde al misionero capuchino Mariano de Cervera,
quien los divisó de lejos hacia 1780. 'Parecen artificiales', reportó, y sugirió que
tenían la apariencia de 'torres y castillos'.
Durante el siglo XIX el geógrafo alemán Robert Hermann Shomburgk viajó por la zona
de las Guayanas y vio el Roraima. 'Me quedé atónito al mirar el gigantesco paredón y,
dominado por una sensación de opresión casi angustiosa mi corazón comenzó a latir con
violencia, como si fuera amenazado por algún peligro oculto frente al cual mi fuerza
diminuta era impotente... mirando esta vertiginosa altura, la masa rocosa parecía salvaje
y tremenda', dice en una de las descripciones de su libro 'Reisen in British Guiana...'.
Shomburgk hizo varios viajes a la zona entre 1834 y 1844 por encargo de los británicos
para realizar un estudio sobre la demarcación fronteriza, con la obvia misión de
favorecer a la potencia europea. Atravesó por primera vez junglas y ríos que sólo
conocían los indígenas de la zona y en varias oportunidades vio las paredes del Roraima,
al cual no logró ascender pese a haberlo intentado. Pero sugirió que su cima estaba
llena de tesoros naturales, y en sus escritos al retornar a Europa pronosticaba un 'El
Dorado' para la botánica.
Por cierto que el entusiasmo de explorador no le impidió realizar su misión original
en la justificación del expansionismo al cual se sentían con derecho sus empleadores. No
dudó en colocar postes demarcadores de la frontera en lugares decididos por él mismo.
Era una época en la cual los descubrimientos americanos provocaban emociones muy
intensas en los centros de la civilización occidental. Los relatos que llegaban hasta el
viejo mundo provocaban sueños vaporosos y desataban grandes fantasías. Las exploraciones
eran aventuras de grueso calibre a través de paisajes desconocidos donde se presumía que
existían toda clase de peligros, y a menudo estaban matizadas por hallazgos científicos
o por narraciones extraordinarias
Un inglés llamado Charles Waterton, que recorrió Guayana el siglo XIX, regresó a su
país contando cómo había matado una desmesurada serpiente y también dijo que había
cabalgado, pero encima de un cocodrilo.
Un rastro muy especial, que quién sabe si podría conducir hacia la creación de 'El
Mundo Perdido', apareció en una exposición realizada por el Museo de Ciencias de Caracas
a comienzos de los 90. Allí se mostraba un cuadro titulado 'View of the Curipung River'
que mostraba la pared vertical del Roraima y, a su lado, un promontorio similar al que
habrían utilizado Challenger y sus amigos. ¿Es posible que Conan Doyle haya visto este
cuadro? La ilustración fue realizada por J.W.Boddam Whetham y la publicó en 1879 en su
libro 'Roraima and British Guiana'. La reproducción debe estar en algún lugar del
museo...
Una de las exploraciones más difundidas de la segunda mitad del siglo XIX fue la de
Wallace y Bates al río Amazonas. En Manaos se separaron y Alfred Rusell Wallace navegó
hacia el norte por el río Negro, y si bien no llegó al Roraima si cruzó el entretejido
de ríos rumbo a Venezuela, en un viaje famoso porque le permitió llegar a las mismas
conclusiones de Charles Darwin sobre la evolución, casi en forma paralela. El Profesor
Challenger, por cierto, cita a la expedición de Wallace y Bates como una inspiración
para su aventura.
No es de extrañarse, pues Wallace había relatado sus viajes en libros donde abundaba
en detalles amazónicos como el agua negra y transparente de algunos ríos o el uso de una
mezcla del portugués con dialéctos indígenas llamada Lingoa Geral, características que
también destaca el periodista Malone en 'El Mundo Perdido'.
Finalmente llegamos a un año clave, el de 1884. Fue entonces cuando el explorador y
naturalista Everhard Im Thurn, acompañado por Harry Perkins, logró alcanzar la cima del
Roraima. Los resultados de su expedición, incluyendo el análisis de varias muestras,
fueron publicados en Londres en 1885 y él mismo dio numerosas charlas sobre las extrañas
muestras de vida encontradas en el Tepui. Los resultados de la expedición de Im Thurn
están considerados como el detonante de la novela de Conan Doyle, quien habría asistido
a sus charlas.
Aunque es cierto que no hay referencias explícitas al Roraima, las descripciones de
Malone coinciden con las de algunos de los exploradores que ya habían hablado de este
Tepui en Londres. También podemos imaginar una ruta fluvial que saliera de Manaos hacia
el norte por el río Negro, luego por el Branco y después por algún otro tributario que
se acercara a la zona, quizás el Cotinga. No sabemos si es navegable, pero tampoco lo
sabía Conan Doyle.
Antes de partir en la expedición uno de los personajes que conoce bien la zona, el
aventurero profesional denominado como Lord Roxton y calificado como 'sudamericómano',
juguetea con teorías sobre su posible destino. 'Tal vez aquí, donde estos tres países
se tocan', dice. Otra vez, se apunta hacia el Roraima.
5. Saurios ingleses
Y los dinosaurios, ¿cómo aparecen en una historia de 1912? La idea de traer a estas
criaturas a la literatura se le ocurrió a Conan Doyle cuando su vista se detuvo en uno de
los adornos que tenía en su sala de billar, dice el biógrafo John Dickson Carr. Se
trataba de las huellas fosilizadas de un iguanodonte que habían sido encontradas muy
cerca del lugar donde tenía su estudio, en Sussex.
El tema no le era ajeno a una persona culta con inclinaciones científicas en la
Inglaterra de principios de siglo, pues desde hacía algunas décadas los paleontólogos
de ese país habían comenzado a desenterrar y clasificar huesos, mientras ilustradores
especializados trazaban dibujos con los cuales sugerían cuál podía haber sido la forma
de esos seres enormes, entre los más famosos figuraban los de Charles Knight.
Gideon Mantell, quien vivía cerca de Londres, descubrió el primer iguanodonte en
1925, mientras que Mary Anning desenterró los huesos de otros dinosaurios mencionados en
la novela, como el ichthyosaurio, una especie de pez con mandíbulas temibles.
Una de las personalidades que protagonizó varias contiendas entre los sabios de la
Inglaterra del siglo XIX fue el extravagante Richard Owen. Pero los comentarios sobre su
carácter quedaron relegados para siempre después que saltó a la fama con la creación
de la palabra dinosaurio. Saurio, por los lagartos, mientras que dino lo tomo prestado del
griego para sugerir algo terrible. Así pues, eran los terribles lagartos. Y la dinosauria
era una especialidad en auge.
Al iniciarse el siglo XX los hallazgos se multiplicaban, y se sumaban los de Estados
Unidos. Megalosaurio, iguanodonte, hylaeosaurio, paleosaurio, mesasaurio, ichthyosaurio,
brontosaurio, estegosaurio, eran nombres que comenzaban a sonar por ese entonces.
'¿Acaso estos huesos secos pueden vivir? Sí, responderíamos nosotros, pueden volver
a la vida... la razón y la imaginación nos darán poder, si les dejamos actuar, para
restaurar estas creaciones perdidas', anotaba el reverendo H.N. Hutchinson en un artículo
sobre 'Monstruos Prehistóricos' publicado por la Pearson's Magazine en 1900, con una
descripción de varios tipos de dinosaurios, un texto que se considera como una influencia
importante.
Pero el acceso definitivo de Conan Doyle hacia el mundo de los dinosaurios se produjo a
través del libro ilustrado 'Extinct Animals', publicado por Edwin Ray Lankester en 1905.
Para que no queden dudas sobre su influencia, el propio Profesor Challenger se refiere a
Lankester al comienzo de 'El Mundo Perdido' y lo califica como 'mi querido amigo'. Antes
de partir de Londres, le muestra a Malone uno de los dibujos de esta obra: 'posible
apariencia de un dinosaurio del Jurásico, el estegosaurio'.
Lankester, por su parte, estuvo encantado de aparecer en la novela y le escribió una
carta a Conan Doyle en la cual calificaba como 'espléndida' la aventura descrita en la
obra, y advertía sobre la existencia de detalles que le daban consistencia y
verosimilitud a la trama. 'Me siento orgulloso de haber tenido algún grado de
influencia', advertía el naturalista.
Claro que también aportaba ideas sobre nuevos seres, no tan verosímiles: una bestia
enorme similar a un conejo, un pterodáctilo vegetariano domesticable, culebras de una
longitud inconcebible...
No sólo Lankester había sido cautivado. La fantasía, por suerte, no tiene fronteras
y suele transpirar hacia la realidad así que poco después de la publicación de la
primera novela sobre dinosaurios de la historia, un diario inglés informó que el yate
'Delaware' había partido de Filadelfia, Estados Unidos, con rumbo hacia el río Amazonas.
Llevaba una tripulación compuesta por 'un osado grupo de exploradores' que pretendían
recorrer a fondo ese cauce y sus tributarios, pues 'en interés de la ciencia y de la
humanidad buscan el mundo perdido de Conan Doyle, o alguna evidencia física sobre su
existencia'.
La expedición fue patrocinada por la Universidad de Pennsylvania y estaba encabezada
por un capitán Rowan, mientras que la parte científica estaba a cargo de un profesor
Farrable.
'Déjalos que vayan, si no encuentran la meseta con seguridad van a encontrar alguna
otra cosa de interés', le comentó el escritor a su preocupada mujer, según se narra en
una de sus biografías.
6. Historia de película
La aventura traspasó fronteras y en la década del 20 recibió un respaldo importante
pues le llegó la hora del cine. En 1925 una productora cinematográfica lanzó a las
salas de todo el mundo la primera gran producción con efectos especiales perfeccionados.
Al igual que ocurría con la recreación de dinosaurios y con la exploración de los
Tepuis, el cine era una actividad que estaba dando sus primeros pasos. El escritor no era
ajeno a esta nueva dimensión de la creación, pues Sherlock Holmes ya había aparecido en
la pantalla. En esta ocasión, sin embargo, se trataba de una verdadera superproducción
de un millón de dólares que debía enmudecer a los espectadores de las películas mudas
de ese entonces.
También significó el inicio en la consagración de el primer mago de efectos
especiales de Hollywood. Se trataba de Willis O'Brien, quien revivió los dinosaurios y
usó modelos a escala para recrear las diversas situaciones consideradas por el guión,
incluyendo una estampida y peleas entre las criaturas. O'Brien creó efectos que lo
harían famoso unos pocos años después, cuando se hizo cargo de un trabajo similar para
la película King Kong.
'El Mundo Perdido' fue lanzada por la compañía First National, antecesora de la
Warner, con una gran campaña publicitaria. Así recorrió el mundo.
La película vuelve a proyectarse hacia la imaginación desde las apolilladas páginas
de una revista chilena, 'Cine Novela', que dedicó su número de junio de 1928 a comentar
esta producción, que llegaba para ser exhibida en los cines de este país sudamericano.
La publicación era dirigida por Cándido Marimé y, tal como se usaba en esos tiempos,
daba rimbombantes recomendaciones mientras explicaba la trama. En este caso se trataba de
'una creación del famoso actor Wallace Beery, del simpático Lloyd Hughes, de la
encantadora Bessie Love, y del famoso Lewis Stone', y no duda en calificarla como 'un
espectáculo maravilloso por su fantasía y su técnica' y 'una audacia del
cinematógrafo'.
Una de las sorpresas de la película fue la inclusión de una mujer entre los
expedicionarios. Se trataba de Paula White, la norteamericana hija del explorador Maple
White, descubridor del mundo prehistórico. La revista chilena no ahorra comentarios ni
epítetos para referirse a la intensidad y la pureza de los sentimientos de Paula, de
cómo el joven Malone termina enamorado de ella.
También se comentan la escenas más estremecedoras: por ejemplo la decisión de
Challenger de llevarse un inmenso brontosaurio, en vez del pterodáctilo del libro, que
luego acarrea en balsa por el río Amazonas... hasta llegar a Londres. El inmenso animal
escapa de sus captores en pleno centro de la ciudad y según la revista se ven escenas en
las cuales 'va corriendo por las calles, aplastando con sus patas inmensas a hombres,
mujeres y niños' mientras ceden edificios y caen palacios. Acto seguido, el brontosaurio
se precipita al río Támesis y se aleja nadando con destino desconocido.
El delirio que produce esta historia lleva a 'Cine Novela' a intentar una descripción
de la meseta basada en las escenas en blanco y negro: 'era una naturaleza nueva, algo que
nunca vieron ojos humanos, flora desconocida, apretada como los cabellos de una mujer,
árboles gigantescos, enredaderas interminables, selva verde como los ojos de las mujeres
de Islandia, y un perfume de flores que embriagaba'.
Por desgracia los compradores de los derechos de esta película en 1929 acordaron
detener su distribución y quemaron todas las copias disponibles en Estados Unidos, salvo
un negativo que luego desapareció. Ese mismo año se había hecho un arreglo para generar
una versión resumida a la mitad del tiempo original, en 16 milímetros, destinada a las
escuelas. Hasta hace poco el único rastro que quedaba, aunque fuera difícil encontrarlo,
de la primera gran superproducción de cine con dinosaurios.
Pero el año pasado se inició una campaña internacional de fondos con la finalidad de
salvar una copia íntegra del film. ¿Cómo lo harán? Pues bien, primero aparecieron
algunos pedazos por allí, y luego se descubrió una copia casi completa, a la que le
faltan sólo un par de minutos, en un depósito de películas en Praga.
Aunque aún no se terminó la restauración, a comienzos de agosto de 1997 se realizó
la primera exhibición del material disponible, y al iniciarse 1998 se informó que ya
habían sido recolectados los 80.000 dólares necesarios para completar el rescate de 'El
Mundo Perdido'.
En 1960 se hizo una nueva versión de la película, y en los años 90 unos productores
canadienses no sólo volvieron a filmar El Mundo Perdido de Conan Doyle, sino que le
agregaron una secuela. Por desgracia el presupuesto era bajo, y quienes las han visto
aseguran que el resultado fue lamentable.
Luego vino la superproducción de Steven Spielberg 'Parque Jurásico II: El Mundo
Perdido' que uso el título de Doyle sin mencionar de donde se lo había copiado.
Pero la historia fílmica de la novela de 1912 no termina allí. En las salas de
conferencias de Hollywood se informó que en 1998 debe iniciarse la producción de una
serie para la televisión, de unas 22 horas, dirigida por el conocido John Landis. Y
existen rumores, e incluso afiches, que apuntan hacia otra producción de cine
independiente.
Pero además, no todo se termina en el cine. Existe un disco compacto, de música que
calificaría como New Age, grabado por Michael Stearns tras una visita a los Tepuis
inspirada por el libro de Conan Doyle. La canción principal es The Lost World, el mundo
perdido...
7. Mundo real
Una carretera angosta, que parece una serpiente de asfalto, atraviesa un paisaje de
gran intensidad. A medida que se avanza por La Gran Sabana el mundo cambia, se torna verde
y húmedo, recorrido por la brisa. De pronto, comienzan a verse a lo lejos las primeras
siluetas de los Tepuis, que parecen objetos de otro planeta.
La carretera llega hasta Santa Elena de Uairén, la última población venezolana antes
de cruzar a Brasil, un lugar donde se produce una mezcla interesante de agricultores,
mineros, buscafortunas, turistas y funcionarios de la frontera. Aunque muy pocos de ellos
leyeron la novela de Conan Doyle, todos saben que son habitantes de la región de El Mundo
Perdido, pues así se promociona (hasta el cansancio) esa zona para captar la atención de
los visitantes quienes, seguramente, tampoco saben demasiado sobre la novela original.
Desde allí es posible organizar un ascenso al Roraima o alguna otra formación
cercana. No es una cosa del otro mundo, algunos llegan arriba, duermen y bajan al día
siguiente. El sendero está bien trazado, y el principal problema son las lluvias que
acompañan en forma permanente a estas montañas donde nacen los poderosos ríos de la
zona. Otro inconveniente, que se reporta ante la proliferación de excursionistas (en
Internet llueven las ofertas para ir al Lost World), es el aumento de basuras y el
deterioro de algunos sectores de la cumbre.
La superficie del Roraima es muy distinta a la que describe Conan Doyle. Mientras la
novela habla de selva, praderas y un pantano, en la realidad se trata de un terreno
rocoso, con formaciones inquietantes donde escasea el suelo apto para las plantas. Los
científicos llevan un siglo visitando
el lugar y han descubierto pocas especies, pero todas son consideradas muy valiosas.
Una de las características que las investigaciones atribuyen a esas mesetas es la de
una evolución de la vida que ha seguido un camino diferente. Las paredes verticales
impusieron un aislamiento que convirtió a los Tepuis en laboratorios donde se ven
resultados sobre el desarrollo de las especies y la historia geológica del planeta. Se
afirma que son depositarios de una naturaleza que, en gran parte, no existe en ningún
otro lugar de la tierra.
Y algunas especies vivas sólo tienen equivalentes en lugares muy alejados. ¿O es que
alguna vez estuvieron unidos?
La clave para entender la fisonomía y la naturaleza de los Tepuis la han dado los
geólogos. Son los restos de una antiquísima y enorme meseta, una de las formaciones más
antiguas del mundo, que en algún momento comenzó a hundirse. Las erosiones a su
alrededor contribuyeron a aislar a los Tepuis, mientras no se descarta que fuerzas
tectónicas de gran poder hayan contribuido a garantizar su altura actual.
En 1910 Alfred Weneger planteó la teoría de la deriva continental, según la cual
hace unos 135 millones de años comenzó a desmembrarse un continente único, llamado
Pangea, y luego ocurrió lo mismo con una de sus secciones, a la cual se denomina
Gondwana, que agrupaba a Sudamérica, Africa y Australia. Algunos estudiosos de los Tepuis
han sugerido que esos violentos movimientos contribuyeron a la formación de los Tepuis.
Cuando se produjeron esos cambios, en todo caso, las formaciones que existen en
Venezuela ya eran antiguas. Estudios realizados en la roca sedimentada del Roraima hablan
de más de mil millones de años de historia.
Un territorio como ese está lleno de aventuras, leyendas, maravillas. En los años 30
el piloto Jimmy Angel llegó con su avión, por un accidente, hasta la pared enorme de un
Tepui por donde cae la cascada más alta del mundo, el Salto Angel. En 1989 un cronista de
The National Geographic, Uwe George, relató que un conocedor de esa montaña, llamada
Auyán-Tepui, le contó que en los años 50 había visto allí pequeños lagartos con
forma de dinosaurios.
Los científicos han bajado de esas cumbres con millares de muestras y numerosos
descubrimientos. Entre ellos hay orquídeas únicas, plantas carnívoras, insectos
extravagantes, incluso animales de mayor tamaño. Las expediciones de investigación a
veces pasan meses recorriendo la parta alta de las mesetas en busca de sus secretos. Y en
otras oportunidades deben hacer esfuerzos aún más grandes, como ocurre en las fosas
conocidas como Sari-Sariñame, dos cuevas verticales de un diámetro inmenso que se abren
en la cumbre de un Tepui, donde se albergan nuevos mundos perdidos.
Conan Doyle, vale la pena reiterarlo, intuía la existencia de secretos en esas
cumbres, en la parte alta de una meseta que él describe como "plutónica".
En la novela el Profesor Challenger le explica a Malone que "un área tan grande
como Sussex fue levantada en bloque junto con toda la vida que albergaba y quedó aislada
por precipicios verticales de una dureza tal que desafían la erosión del resto del
continente. ¿Y cuál es el resultado? Que las leyes ordinarias de la naturaleza ya no
tienen efecto... sobreviven seres que de otra forma hubieran desaparecido. Notará usted
que tanto el pterodáctilo como el estegosaurio son del jurásico, por lo tanto pertenecen
a una era muy antigua en el orden de la vida".
Sudamérica, le dice el alucinado personaje de Lord Roxton a Malone, "es la
porción más grande, rica y maravillosa de este planeta".
(fin)