Ella


Ella no calzaba en el intenue andar.
No cruzaba ruinas con forma de cueva.
Miradas no eran circuncidadas entre ojos ciegos.
Ella no caminaba en cuatro patas para no arrastrar su cola.
No flirteaba con polillas entre clósets húmedos.
No abría sus piernas en busca de bembos cálidos.
No cautelaba sólidos baúles.
No se sacaba los aros de noche para no olvidar su nariz.
No auscultaba puertas tras dinteles altos.
Secreciones no eran emitidas por su mente.
Sus neuronas no rechinaban en el vacío.
No pintaba cuadros en cuartos desnudos.
No usaba el negro.
No creía en el hombre.
No vivía por el hombre.
No susurraba antinotas en bares desolados.
No oía música de octópodos.
No visitaba parques con flores.
No abría ventanas con rejas.
No roía muebles con taladros sin tarugos.
Su clítoris no renegaba su oscuro semblante.
No perfumaba su tórax con diáfanos afrodisíacos.
No lamía antenas de cables oxidados.
No bebía oxígeno en gamberros lugares.
No mamaba frascos de coca bajo el plumón.
No fumaba tabaco nacional.
No conocía el placer de palpar la lana.
No vivía en una mediagua grande.
No visitaba lares de día.
No se maquillaba con tonos azules-prado.
No vestía ropas elegantes ni harapos caros.
No cercenaba gatos con sus muelas tapadas.
No escribía versos puros.
No perceptía cuadras de bloques oblongos.
No se depilaba con aguarrás.
No machacaba tumbas con cinceles cortos.
No violaba cuentos eróticos por su catolicismo.
No aceptaba mormones en lata.
No dormía bien.
No enmarcaba fotos añejas con pegafix en el velador.
No leía plumas de pavo real porque la observaban.
No comía verduras.
No chupaba líquidos semánticos de embriones podridos.
No tomaba cápsulas embellecedoras.
No usaba hipoglós en sus pezones.
No cagaba Vírgenes en bidés color crema moka.
No soportaba el café con hiel.
No vivía.
No era.
Ella no era ella.
Ella no era nada.




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