Fábula nocturna


Fíjense que murió la noche, fijensé,
por volar de teja en teja, fijensé,
que se cayó a la vereda, filensé,
como gato negro muerto, fijensé.

La taparon con diarios negros, fijensé,
con plumas de ángel alquitranado, fijensé,
con negra sangre de carboneros, filensé,
y con tinieblas llenas de ojeras, fijensé.

Después llegaron curas negros
y se ofrecieron a enterrarla,
después llegaron los caníbales
y se ofrecieron a enterrarla.
Los curas negros, donde fuera,
los caníbales en la panza.

Fíjense que murió la noche, fijensé,
se cayó como los mudos, fijensé,
que no pueden sepultarla, fijensé,
no hay ataúd para ella, fijensé.

Después volvieron esos curas
con un paquete de beatas
y me metieron en la boca
la noche toda hasta mi alma
como una hostia ennegrecida
por el negror de las sotanas.

Fíjense que ellos hallaron, fijensé,
ataúd para la noche, fijensé:
me la metieron al alma, fijensé.

Fíjense que murió la noche, fijensé,
y la metieron en mi alma: ¡fijensé!




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