Oz
El cielo pudo escuchar las suplicantes súplicas provenientes de tu alma
y te envió al mejor Mago de entre los que figuraban en el "Listado
Oficial de Magos",
una organización sin fines de lucro
destinada a satisfacer las suplicantes súplicas que provinieran de tu
alma.
Fue así,
que un día aparecí
vestido de sobra ante ti,
y procedí a decir las palabras Mágicas aprendidas durante mis
años mozos.
Obviamente,
y por razones de Seguridad Emocional,
me está vedado el revelar dichas palabras,
so riesgo
de que algún duende pelado, espinilludo o pirimpimpludo,
pueda llegar a conquistar tu almita.
Como Mago,
un buen día me transformé en Peta Zeta
y exploté al interior de tu boca,
conociendo cada uno de sus oscuros rincones.
(... y tus muelas
ya no tuvieron secretos para mí...).
Un segundo acto de magia,
consistió en convertirme en guitarra,
y así pude penetrar con facilidad en tus oídos.
(... y fui yo quien dio el equilibrio a tu vida,
compenetrándome con tu oído medio...).
Finalicé mi acto de Magia,
cuando me reencarné en un lápiz
y pude escribirte las cosas más bellas
que jamás un lápiz pudo escribirte.
Pero hay algo que nadie me enseñó
durante mis años mozos...
o durante ese-año-más-que-tú que he vivido.
Ni Merlín, ni Charly, ni Sandro
fueron capaces de enseñarme esa cosa .
Hablo,
del poder llegar a ser
el gusanito en la manzana,
que se nutre de tu interior,
te recorre,
te conoce,
se retroalimenta de ti,
y deriva
-final y compenetradamente-
en larva eterna
en tu alma
-igualmente-
eterna.
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- Esteban Gómez