Magníficos estadios, clubes prestigiosos
de talla internacional y una experta afición cobijada bajo el lema
“25 millones de argentinos jugaremos el mundial”, prepararon un extraordinario
terreno para que rodara con alegría y toque gaucho el redondo “tango”.
A pesar de las turbulencias militares y la
cruenta dictadura, el presidente José Rafael Videla declaro oficialmente
inaugurado el Campeonato Mundial de Fútbol el 1 de Junio, incitando
a “La paz entre todos los hombres”.
Para la disputa de la primera parte de esta fase final con sede Argentina, continuo el mismo sistema presentado cuatro años antes en Alemania: los dieciséis equipos participantes quedaron distribuidos en cuatro grupos con cuatro selecciones cada uno. Por el sistema de liga a una sola vuelta, cada uno de los cuatro grupos definió los dos primeros equipos clasificados, eliminándose el tercero y cuarto. Por ello, culminada la primera ronda en base a este esquema, del primer grupo siguen en la pelea la selección de casa y la de Italia; en el segundo, dicen presente dos equipos europeos: Polonia y Alemania Federal, campeona hasta ese momento; en el tercero, Austria y la flamante selección de Brasil, cerrando el cuarto contingente los equipos de Perú y Holanda.
Con estas ocho selecciones se conformaron dos
grupos integrados por cuatro equipos cada uno. En el primero hay supremacía
europea: Holanda, Italia, Alemania y Austria; en el segundo, predomina
la garra latinoamericana: Argentina, Brasil, Polonia y Perú. Se
iniciaba la primera parte de la recta final: de nuevo, todos se verían
las caras en el terreno de juego y ante un balón, con la diferencia
de que ya algunas fuerzas estaban mermadas y las lesiones y presiones psicológicas,
tarde o temprano, iban a mermar el empuje de los jugadores.
Holanda, en el primer grupo, siempre se destaco.
Venía de un Subcampeonato en Alemania, hacía cuatro años,
y no podía dejar escapar la valiosisima oportunidad de coronarse
en tierras americanas. La ya conocida “Naranja Mecánica”, aplastó
a la selección austríaca con cinco goles, venció a
una inspirada Italia dos tantos a uno y, de alguna manera, venga la derrota
de la pasada edición mundialista al empatar a dos goles, con la
República Federal Alemana.
Los expertos del fútbol, sin embargo, no vieron en esta maquinaria el toque distinguido del pasado mundial; para muchos, faltaba el cerebro que impregnara de magia el juego naranja: Johan Cruyff. El seleccionador del equipo holandés, el austríaco Ernst Happel, había intentado por todos los medios que Cruyff capitanease a sus compañeros en el torneo de Argentina; sin embargo, nadie haría cambiar el parecer de este genial jugador, como el mismo confirmaría en el prologo sobre un libro referente al Campeonato Mundial de 1974, “Hay una razón mas para que este libro se escriba hoy, y es que no había otra ocasión para escribirlo. Porque solamente digo que no volveré nunca mas a jugar otros mundiales”
En el segundo grupo toda la expectativa se centraba en los dos colosos sudamericanos: Brasil y Argentina, aunque no había que subestimar a las otras dos selecciones integrantes del mismo, Polonia, que venia de obtener un meritorio tercer lugar en Alemania, pero sus veteranos Lato, Deyna, Tomaszewski, Gorgon, Kasperczak y Szarmach ya no tenían la fuerza y el empuje de cuatro años atrás, a pesar de que en la primera fase resaltaron por la buena técnica individual y la fortaleza del sistema defensivo; y Perú, sin las características futbolísticas de estas tierras y hombres destacados como Chumpitaz, Cubillas, Oblitas, pero quienes vieron derrumbarse su sana ambición de aspirar a mas, posiblemente por el desconcierto y falta de atino de uno de sus protagonistas: el portero peruano argentino Quiroga.
Fue la selección Peruana el ojo del huracán en esta segunda ronda, ya que permitió le fueran encajados seis tantos por el equipo gaucho, el inspirado dueño de casa, para vencer a Brasil por gol average y de esta manera acceder la selección argentina a la fase final, a pesar de que ambos equipos, brasileños y argentinos, habían culminado sus acciones cero a cero en su encuentro respectivo, desarrollando ambos conjuntos un fútbol espectacular con jugadas artísticas cargadas de emoción. En este grupo, Argentina y Brasil, culminaron sus acciones con dos juegos ganados, un empate, cero perdidos, para un total de cinco puntos; la diferencia la marco aquella selección que acribillara con mas tantos a la selección peruana; y Argentina accedió a ese honor, con el permiso del portero peruano Quiroga.
La denominada “pequeña final”, el encuentro que definía la tercera y cuarta posición de este Mundial, fue protagonizada por brasileños e italianos; ambos compartían idéntica desmoralización, ya que albergaban la esperanza de encontrarse, pero para mas altos honores: disputarse la Copa del Mundo de 1978. La selección “canarhiña” se despidió de esta fiesta futbolística sin haber conocido la derrota y con la pincelada genial de Riverlino, quien contribuyo decisivamente a la destacada fulguración de su equipo.
El 25 de Junio, en el Estadio Monumental de River Plate, se congregó multitudinariamente el pueblo argentino, dejando a un lado insatisfacciones políticas, dolor y censura, para aupar con una sola voz: a sus selección. El italiano Sergio Gonella esta al frente de las decisiones arbitrales, algo cuestionadas ya que permitió la dureza en medio del espectáculo.
La defensa y ataque argentina estaban muy bien
representadas, y con el máximo de efectividad: destacada actuación
del arquero “Pato Fillol” bajo los tres palos y de Mario Alberto Kempes,
mortal atacante, quien concreto con goles, el triunfo de los de casa. A
pesar de estos dos bastiones de lucha no resultó fácil.
Después del tiempo reglamentario, con
el empate a 1 en el marcador, se procede a la prorroga de quince minutos.
Sorprendentemente, a pesar del cansancio, Argentina pasó a imponerse
claramente, en estos tensos espacios de tiempo, y tuvo en “el matador”
Kempes el hombre que deshizo el empate; de nuevo Kempes combina con
su compañero Bertoni, penetrando con furia en el área holandesa,
marcando este ultimo a puerta vacía.
En el medio de la rutina y el dictatorial
acontecer argentino, una descontrolada alegría se apoderaba de este
pueblo.
Durante dos días interrumpidos se lanzaron a la calle a festejar el mayor éxito de su selección de fútbol, que en Mexico’86 repetiría la hazaña en este continente, bajo la batuta de uno de sus mas grandes ídolos: Diego Armando Maradona
Como dato resaltante
se anota el gol N° 1000 de los
Mundiales, anotado por el
holandes Rob Rensenbrink
el 11 de junio de penalty.
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Primer Mundial conquistado por la
selección Argentina, la cuál estaba conformada por Fillol, Kempes, Tarantini, Passarella, Ardiles, Bertoni, Luque, Ortíz, entre otros. D.T. César Luis Menotti. |
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El máximo anotador fue el
argentino Mario Alberto Kempes con 6 goles, seguido por 5 goles de Teófilo Cubillas de Perú. |