Este relato, cuyo protagonista es Ángel, va dedicado para toda
la peña
castejonera de Alberto.
'Esa noche'
Esa noche transcurría como en las películas de cine negro. Había perdido mi trabajo, la bolsa había caído en picado justo después de que yo invirtiera todos mis ahorros, y para colmo de males mi novia se había largado con mi mejor amigo. Con un rictus de fatalidad caminaba en la penumbra, por las calles desoladas del viejo barrio. Mi aspecto era un presagio de la calamitosa realidad; sin afeitarme en los últimos tres días, llevaba la corbata desencajada, el traje arrugado y lleno de lamparones.
Mi fiel "Saxo" era lo único que me esperaba, siempre fiel, para transportarme a lo más lejano del mundo. Desaparecer tras las montañas de un lejano país, significaría enterrar también todas mis desgracias.
Pero antes quería apurar mi último trago en la ciudad
que había conseguido hundirme. Me invitó a entrar el primer
antro de mala muerte que se me cruzó en el camino. Su aspecto desolado
era una sórdida carcajada que podría ahuyentar mis penurias
aunque fuera por tan solo un instante.
En el interior, el barman frotaba un vaso vacío con vehemencia,
mientras su mirada oscilaba entre un viejo televisor y una máquina
tragaperras. Una mujer solitaria, sentada en la barra, daba un poco de
vida al lúgubre ambiente. Nuestras miradas se entrecruzaron; pudo
más la suya y yo con cierta timidez dirigí la mía
hacia el suelo mientras me encaminaba a un asiento en el otro extremo de
la barra. Pedí un tequila doble. Luego uno tras otro. La mujer continuaba
mirándome. Estaba preciosa, con aquel vestido rojo ajustado a un
cuerpo que tenía unas medidas de escándalo. Cuando el alcohol
me había envalentonado lo suficiente, respiré profundamente.
-"Valentía y al toro" - pensé en voz alta.
Con el pecho henchido de ilusiones caminé lentamente,
con paso firme y decidido hacia ella.
-"Bajo la luz de la luna podría amarte eternamente",- le susurré
al oído.
Ella pareció asentir y al alzar la cabeza sus ojos azules iluminaron, cual relámpago cruzando la penumbra, mi alma entera; al tiempo sus brazos me envolvieron, recorriéndome un escalofrío desde la nuca hasta los pies. La suave música nos transportaba en un suave vaivén y nos fundimos en un largo y profundo beso.
-"Me llamo Ramón" - mentí, tratando de olvidar hasta mi nombre.
Cerré con fuerza los ojos y apreté los dientes, esperando no despertar nunca de ese idílico sueño.
-"Me llamo... Lily" - vaciló un instante. "...y eres lo mejor que me ha pasado en mucho tiempo". -añadió.
Al fin algo de felicidad me estaba aconteciendo. Una ola de paz y frescura me estaba embriagando. De pronto algo duro, metálico, parecido a un cañón de una "Magnum 99" me oprimía, por detrás, en la entrepierna.
-"Descuida muñeca, mayor será el tiempo que pasaréis los dos bajo tierra." - fue la última voz que oí después de un tremendo estruendo.
Me di media vuelta y encontré a aquel tipo, aullando de dolor, con las manos ensangrentadas y retorciéndose en el suelo.
-"Esto se está poniendo feo, preciosa" - le dije mientras la agarraba de la cintura.
-"Crucemos la frontera, cariño, vayámonos a las montañas. Allí estaremos a salvo para siempre. Sácame de este infierno". - me suplicó, sellando sus labios en los míos.
... y cerró los ojos para no abrirlos nunca más. Un trozo
de proyectil había segado su prometedora vida y también nuestra
felicidad. Ya lo decía mi abuelo: "la vida es como el café,
Cargada, Agria,
Fuerte y Espesa".
Original de Enrique, Febrero de 1999.