Aunque el termino de tolerancia está ahora de actualidad, es
cierto que a lo largo de la historia, en todas las sociedades donde ha
habido diversidad ha habido también algún grado de tolerancia
y de intolerancia para garantizar el hecho de la convivencia; el concepto
de tolerancia no es, por tanto, ni nuevo ni original. En general, las sociedades
no son homogéneas; suelen estar formadas por familias, clanes, grupos,
culturas o clases sociales con intereses diferentes y frecuentemente enfrentados.
La tolerancia está muy vinculada al reconocimiento de la "pluralidad",
así lo consideran Locke, Voltaire, Kant y Mill, y lleva
asociada la existencia de razones que la hagan necesaria (políticas,
morales, jurídicas, etc..). Es necesario algún grado de tolerancia
al otro, al grupo o individuo diferente, con sus costumbres, creencias,
opiniones y modos de hacer para que haya cooperación en el bien
común, la paz social, convivencia política, cohabitación
religiosa o el bienestar económico. El fin último de la tolerancia
es la "convivencia", por eso muchos autores consideran necesario
seguir la norma moral por la cual es preferible comprender que juzgar a
los hombres.
Quizá sea la libertad religiosa, como afirman algunos autores
liberales, la primera de las libertades reivindicadas en la época
moderna, el origen del desarrollo de las demás libertades. El problema
de la libertad y la tolerancia religiosa constituyó uno de los temas
fundamentales de la teoría política de Occidente, fundamental
para el pensamiento moderno. Locke en su Carta sobre la Tolerancia
(1689) trató de fundamentar sobre bases firmes la libertad religiosa
y de conciencia, y significó la condena de la intolerancia; consagró
la libertad religiosa y de conciencia como un derecho político.
La lucha por la tolerancia religiosa abrió el camino que llevará
a la "libertad de conciencia".
Sea como fuere, lo que si se aprecia es que en la actualidad y desde
la modernidad la tolerancia está muy ligada al derecho, los derechos
humanos y los derechos de las minorías. En los últimos años,
y debido a los cambios ocurridos en el mundo como el aumento de la población
y las migraciones, el problema de la tolerancia, al menos en occidente,
se ha deslizado hacia el reconocimiento de las distintas culturas y cómo
hacer posible su convivencia, hacia el "multiculturalismo",
relegando los temas de convivencia religiosa y política a un segundo
plano.
POLISEMIA DEL TÉRMINO.
La palabra tolerancia tiene muchos significados diferentes que dependen de los contextos y de los usos que se le de: desde soportar, sufrir, dejar pasar a algo o a alguien, disimular, aguantar animosamente, etc. La idea de tolerancia va con frecuencia asociada a la "idea de mal"; toleramos aquello que nos desagrada, aquello que supone un esfuerzo, porque tolerar aquello que nos es grato no tiene sentido, no es tolerar; la dialéctica entre bien y mal ha sido uno de los grandes temas de la filosofía, y es esta dialéctica la que está en el origen de toda intolerancia. El diccionario de la Real Academia Española nos dice de este término:
Del lat. tolerantia.
1. f. Acción y efecto de tolerar.
2. Respeto o consideración hacia las opiniones o prácticas
de los demás, aunque sean diferentes a las nuestras.
3. Reconocimiento de inmunidad política para los que profesan
religiones distintas de la admitida oficialmente.
4. Diferencia consentida entre la ley o peso efectivo y el que tienen
las monedas.
5. Margen o diferencia que se consiente en la calidad o cantidad de
las cosas o de las obras contratadas.
6. Máxima diferencia que se tolera o admite entre el valor nominal
y el valor real o efectivo en las características físicas
y químicas de un material, pieza o producto.
Tolerancia de cultos.
1. Derecho reconocido por la ley para celebrar privadamente actos de
culto que no son los de la religión del Estado.
Un significado muy interesante de la tolerancia es "vivir y dejar vivir". Ya nos dice Baltasar Gracián (1601-1658) en el aforismo 192 del interesante Oráculo Manual y Arte de la Prudencia: "hombre de gran paz, hombre de mucha vida. Para vivir, dejar vivir". También Voltaire nos dice en el Tratado de la Tolerancia (1763) que "no se trata ya de conceder inmensos privilegios ni lugares de seguridad a una facción, sino de dejar vivir a un pueblo pacíficamente, suavizar edictos, tal vez necesarios en otro tiempo, y que ya no lo son" [2,36].
Otros significados pueden ser los que nos apunta José María Hernández: "La palabra tolerancia puede significar: a) indiferencia; b) indulgencia; c) diálogo; d) búsqueda personal; y e) realización personal " [6,189]; yo añadiría respeto al otro. Con el diálogo se hacen visibles las diferencias y se permite buscar lo que hay de común entre los interlocutores, se permite llegar a un consenso. Se deberá estar dispuesto a cambiar algo de nuestras concepciones en el proceso de diálogo y acercamiento al otro como persona, como ser humano. Para ello es necesario reconocer la pluralidad y respetar al otro. La tolerancia también puede ser concebida como un arreglo político, religioso, social, cultural, etc.; en todo proceso negociador es necesario el diálogo, la flexibilidad y la tolerancia. Aunque la tolerancia tiene un significado negativo, va frecuentemente asociada a la idea de mal, o neutro como indiferencia, hoy en día se considera también un valor, el fruto de una realización personal, una característica de la calidad humana de algunas personas. Para Kant y Mill la tolerancia es más que nada una "virtud" del ser humano. La tolerancia es virtud de lo público, virtud cívica. Algunos autores consideran que la tolerancia es la virtud de la modernidad.
También es posible acercarse al concepto de tolerancia desde el concepto de "intolerancia". Es familiar utilizar la palabra intolerancia como miedo, daño, ignorancia, cólera o manifestaciones torpes de prepotencia. Pero hay que hablar en favor de la tolerancia más que contra la intolerancia como suele ser habitual. No hay una única intolerancia ni todas las intolerancias son lo mismo; tampoco todo es tolerable.
Desde la Ilustración es frecuente distinguir entre al tolerancia activa y la tolerancia pasiva. Esta distinción se suele hacer dependiendo del grado de compromiso y actividad que se realice. La tolerancia activa o visible se asocia a diálogo, búsqueda en común, solidaridad, benevolencia, etc. La ONU le confiere a la tolerancia este aspecto positivo "porque exige un cambio de mentalidad y en el corazón; requiere un esfuerzo para comprender las verdaderas razones de nuestras diferencias que permitan a los seres humanos aceptarse y respetarse para vivir en paz los unos con los otros". Algunos autores consideran que, en la actualidad, cuando se habla de tolerancia se hace referencia a éste tipo de tolerancia, ya que sugiere algún grado de actividad y compromiso; la tolerancia implica intervención para cambiar lo intolerable. Así, la tolerancia estaría relacionada con la medida en que estamos dispuestos a cambiar nuestra sociedad, a mejorarla. Algunos autores distinguen entre “tolerancia positiva” como comprender al diferente y “tolerancia negativa” como restricción de nuestros desacuerdos.
Por otro lado la distinción de la tolerancia como tolerancia pasiva o invisible está asociada con significados de indiferencia, indulgencia, dejar pasar algo a alguien, vivir y dejar vivir, soportar, etc. Algunos autores consideran que esta tolerancia es una falsa tolerancia, porque se confunde con la indiferencia y el escepticismo. El peligro de este tipo de tolerancia es la ausencia de todo tipo de compromiso y actividad; para algunos autores es falsa porque tiende a tolerar lo intolerable.
Ser tolerante es asumir que nadie posee la razón y la verdad absoluta y que nadie está absolutamente equivocado, aunque no se deba rechazar la búsqueda de la verdad; se debe facilitar el diálogo. En este sentido la fenomenología ha influido positivamente para asentar este concepto. Para Mill "toda época ha sostenido opiniones que las épocas posteriores han demostrado ser, no sólo falsas, sino absurdas; y es tan cierto que muchas opiniones ahora generalizadas serán rechazadas por las épocas futuras " [4,48] y añade que "la verdad de una opción es parte de su utilidad" [4,54]. También Ortega y Gasset (1883-1955) con su "perspectivismo" permite reflexionar sobre el tema; para Ortega "la sola perspectiva falsa es esa que pretende ser la verdadera". La razón absoluta nunca estará de nuestra parte porque nada es nunca completamente verdadero o completamente falso.
La tolerancia indica la actitud práctica moral y política
del ser humano, de reconocimiento de las diferencias de otros individuos
con los que se convive, y de establecimiento de formas de respeto y convivencia
entre los individuos o grupos diferentes en sus creencias y prácticas.
En última instancia no hay que olvidar que la tolerancia es la actitud
que un grupo "más poderoso" o una mayoría tiene con
respecto a un grupo menos poderoso o una minoría, entre la mayoría
y las minorías. No tiene mucho sentido que la minoría tolere
a la mayoría; la mayoría simplemente se impone y es la que
puede y debe tolerar a las minorías, aunque la verdadera tolerancia
está en el diálogo constructivo entre ambas; la tolerancia
no es una relación "simétrica". Por esta razón
con frecuencia los debates sobre la tolerancia han sido debates sobre qué
leyes deberían existir para permitir la convivencia. Pero aunque
la tolerancia también es derecho siempre será algo más
que derecho. La política imperial, poco tolerante y nada respetuosa,
pertenece a todos los tiempos, y siempre que un país ha sido más
fuerte que otro a tendido a aprovecharse de ésta situación:
Roma, España en el siglo XVI, Francia y Gran Bretaña en el
XIX, Estados Unidos en el XX, etc...
ASPECTOS HITÓRICOS
La tolerancia y la intolerancia han estado siempre de alguna manera presentes en la historia. Los clásicos, como Séneca, llamaron clemencia a la tolerancia política. Desde el cristianismo el hombre está marcado por el pecado original y no podrá borrar su huella hasta el día del juicio final. Algunos autores consideran que el "Edicto de Milán" (313) puede ser la primera redacción de tolerancia; el edicto garantizó la libertad para los cristianos. En la España medieval tenemos ejemplos de tolerancia en ciudades como Córdoba o Toledo para facilitar la convivencia entre las tres culturas: árabe, judía y cristiana. Los primeros que reflexionaron sobre este concepto de tolerancia fueron los pensadores renacentistas en el siglo XV que en su humanismo cristiano conocían el sentimiento contradictorio del hombre; para Erasmo de Rotterdan los mortales "no nace ninguno sin defectos". La filosofía humanista no ha querido negar la condición maligna e imperfecta de los hombre. Para Montaigne el mal no viene de Satán, sino de nuestro propio corazón. Algunos autores consideran que en realidad este humanismo es más bien intolerante; en la polaridad "belleza/barbarie" defienden un ideal de belleza de la civilización cristiana frente a la barbarie y el mal que hay en el mundo. Un ejemplo de ello lo tenemos en Tomas Moro (1478-1535) para quien la verdadera tolerancia exige el compromiso irrenunciable a nuestros principios e intolerancia frente a la barbarie. Hasta ahora la lucha contra la herejía, como error en materia de fe, era considerada necesaria. La herejía era incompatible con un orden social saludable; por eso, el poder político estaba obligado a dar su apoyo al poder religioso. Los motivos principales eran religiosos, aunque los motivos políticos siempre han estado allí latentes. También la polaridad "belleza/barbarie" está presente en Fray Bartolomé de las Casas (1484-1566) aunque su originalidad consiste en que invirtió los términos usuales: la belleza está representada por el indio y la barbarie por el conquistador cristiano; abogó por la tolerancia rechazando toda forma de barbarie. "En estas ovejas mansas, y de las calidades susodichas por su Hacedor y Criador así dotadas, entraron los españoles, desde luego que las conocieron, como lobos e tigres y leones cruelísimos de muchos días hambrientos" [5,14]. Retoma la idea, ya adelantada por San Agustín, de que la verdadera fe sólo debía ser recibida por la libre voluntad; al final, por la fuerza de la razón y la fe, se impondría el cristianismo. Ibn al Arabi, español del siglo XII nacido en Murcia, musulmán aladid de los derechos humanos, escribió haciendo apología de la tolerancia religiosa.
La idea de tolerancia alcanzó pleno sentido en Occidente como consecuencia de la división religiosa llevada a cabo por la Reforma. Tras la Reforma y la extensión del luteranismo y el calvinismo, consideradas herejías por la iglesia católica, esta lucha se ve interminable. Se superó la polaridad "belleza/barbarie", aunque siempre presente, y se pasó a la polaridad "necesidad/virtud" donde con la tolerancia se defiende la necesidad del arreglo político para evitar males mayores y se vincula a la coexistencia pacifica. Se concibió la tolerancia como una actitud y una herramienta necesaria para restaurar la armonía ciudadana rota por las disputas religiosas. La tolerancia en los lo siglos XVI y XVII fue promovida exigiendo una mayor intervención de los Estados para evitar las guerras de religión. La "Paz de Westfalia" (1648) trata de poner fin a las guerras de religión en Europa. Voltaire nos aclara que "Alemania sería un desierto sembrado de osamentas de católicos, evangelistas, reformados, anabaptistas, degollados unos por otros, si la paz de Westfalia no hubiera procurado, en fin, la libertad de conciencia" [2,35]. Comienza a tomar fuerza la idea de que la salvación exige un acto de fe íntimo y voluntario incompatible con la coacción. Pero la tolerancia sólo significaron la exclusión de la violencia de la esfera religiosa, sin que ello suponga el reconocimiento de la libertad de conciencia. A partir de entonces la tolerancia tiene argumentos más políticos que religiosos, aunque los religiosos estén de fondo; comienza a concebirse el poder político como una instancia neutral del religioso, aunque no indiferente al mismo.
La reflexión moderna sobre la tolerancia nace, según algunos autores, del reconocimiento de la libertad de religión y expresión de los siglos XVI, XVII y XVIII con las aportaciones de Montaigne, Spinoza, Locke y Voltaire. Para Montaigne, fundador del humanismo moderno, el mal "no viene de Satán, sino de nuestro propio corazón". La Ilustración, con la crítica religiosa y política que promueve invita a nuevos planteamientos; vincula la tolerancia a la idea de bien. La tolerancia Ilustrada propone que existan buenas razones para tolerar las creencias y opiniones diferentes, pero sin dejar de proponer también que existan ciertos "límites" a la idea de tolerancia y, por tanto, también buenas razones para la intolerancia. El legado normativo de la Ilustración también afectó a las reflexiones sobre la tolerancia; tiene la característica de utilizar un nuevo lenguaje, el lenguaje de la razón y los sentimientos humanos; se pasó del conflicto "belleza/barbarie", que de alguna manera siempre está presente, a los Derechos Humanos. Se considera que se podría distinguir entre tolerancia "positiva" y tolerancia "negativa"; una cosa es consentir aquello que nuestra razón y nuestros sentimientos nos piden y otra, muy diferente, es actuar de forma positiva para crear las condiciones que aseguran el ejercicio de todos los derechos y las libertades. No se trata de una tolerancia neutral sino activa. Para Kant la tolerancia, en la polaridad "necesidad/virtud" es más que necesidad virtud; la tolerancia va ligada con el respeto, que lo considera una relación moral entre personas en virtud de su autonomía y su dignidad.
En los siglos XIX y XX, la idea de tolerancia se desarrolló fuertemente en el "liberalismo" con Mill y Rawls. El liberalismo proviene de la Ilustración inglesa que tiene ya muy desarrollado el concepto de tolerancia. El liberalismo, que como filosofía política hizo su aparición en el siglo XIX, considera como fundamental la aceptación de la pluralidad de doctrinas y opiniones evitando juicios previos sobre la corrección o incorrección de estas creencias, aunque también se pregunta por la justificación racional y los límites de la tolerancia. La aceptación de este hecho es enormemente interesante y productivo en todos los ámbitos; también lo es para el concepto de tolerancia. La tolerancia liberal, para muchos la tolerancia moderna, descansa sobre los principios de pluralidad y neutralidad; "ahora bien: si el pluralismo presupone la conciencia de pluralidad, la neutralidad presupone la pluralidad de conciencias" [6,192]. Para Ortega el liberalismo es suprema generosidad, el derecho que la mayoría otorga a la minoría y "proclama la decisión de convivir con el enemigo". Ya los antropólogos culturales del siglo XIX nos enseñaron que existen otros modelos culturales que debían ser reconocidos, entendidos y respetados. La antropología cultural al sustituir el concepto de raza por el de "cultura" nos hacen más conscientes de la pluralidad de culturas y del derecho de toda cultura a sobrevivir, siempre que su supervivencia no perjudique a los derechos de los demás. No hay que olvidar que "hacia finales de la Segunda Guerra Mundial tres cuartas partes de la geografía de la Tierra habían sufrido el colonialismo europeo" [6,56]. También hace Ortega una distincíon magistral entre cultura y barbarie: "Cultura consiste en la resolución de contradicciones. Barbarie, en cambio, es aquella ceguera para la contradicción que nos permite quedarnos con uno solo de los términos". Así, la tolerancia se encamina hacia el ámbito cultural y el respeto a las minorías.
Pero la relación entre pluralismo y tolerancia, el ideal de tolerancia, variable a lo largo de la historia, puede resumirse en tres formas diferentes : Pluralismo y tolerancia legal, tolerancia política y pluralismo moral. Estas tres nociones nos proporcionan tres modelos o perspectivas históricas diferentes que hacen referencia a un ideal de convivencia entre los hombres y las condiciones necesarias para que la convivencia sea posible: "legal, político y moral".
1- Modelo legal o de legitimidad, propuesto por Fray Bartolomé De las Casas (1484-1566) es un rechazo de la barbarie. El modelo aboga por un "imperio multicultural" de respeto organizado donde el respeto a la ley es de primordial importancia; identifica la ley con la justicia, que es producto de la voluntad colectiva. En este modelo se considera que es posible una federación entre los diferentes pueblos y culturas con un gobierno común que tendría legitimidad por el consenso popular; la obediencia no debe ser impuesta por la fuerza. El poder del emperador debe estar fundado en el derecho, en la libre voluntad de los pueblos. El gobierno imperial no debe invalidar la soberanía de los diferentes pueblos, debe respetar su libertad, reconocer la diversidad cultural y la pluralidad de autoridades políticas soberanas. Para Bartolomé De las Casas el dominio de América sería legítimo si estuviera fundado en el consenso de los pueblos americanos; la federación debería ser posible entre España y los pueblos indígenas bajo el dominio del emperador. Es un modelo de persuasión, no de obligación ni coacción: "Y persuadidos de los frailes hicieron una cosa que nunca en las indias hasta hoy se hizo (...) se subjectaron de su propia voluntad al señorío de los reyes de Castilla, rescibiendo al Emperador, como rey de España, por señor supremo e universal" [5,66]. Este modelo es propuesto en Brevisima relación de la destrucción de las Indias (1552)
2- Modelo político, propuesto por J. Locke (1632-1704) es un modelo de coexistencia pacífica. El modelo propone que lo mejor es tolerar y llegar a acuerdos políticos para evitar problemas mayores de confrontación. Así, se consolida el pensamiento repetido desde la Edad Media: es propio del sabio legislador permitir las transgresiones menores para evitar las mayores. El modelo surgió debido a la existencia de guerras de religión, tolerar para evitar la guerra y para que puedan convivir las diversas creencias; había que tener cuidado para que no fuese "peor el remedio que la enfermedad". Este modelo aboga por la separación Iglesia-Estado; limita la acción del Estado y la influencia de la Iglesia. "No es la diversidad de opinión (que no puede evitarse), sino la negativa a tolerar a aquellos que son de opinión diferente la que ha producido todos los conflictos y guerras que ha habido en el mundo cristiano a causa de la religión" [1,65]. Este modelo es propuesto en Carta sobre la Tolerancia (1689).
3- Modelo moral, propuesto por J. Stuart Mill (1806-1873) es un modelo de interés y de respeto a la diversidad. El modelo considera que la diversidad es deseable porque amplía las posibilidades de elección. Mill considera que el ser humano se distingue por su capacidad de elección. "Son tales las diferencias entre seres humanos en sus placeres y dolores, y en la manera de sentir la acción de las diferentes influencias físicas y morales, que si no existe una diversidad correspondiente en su modos de vivir ni pueden obtener toda su parte en la felicidad ni llegar a la altura mental, moral y estética de que su naturaleza es capaz." [4,109]. Para Mill la tolerancia es la búsqueda del término medio, virtud. Este modelo es propuesto en Sobre la Libertad (1859)
Los ideales de tolerancia de rechazo a la barbarie, de coexistencia pacífica y de interés humano, que responden a los anteriores modelos (legal, político y moral), tienen sus "límites" que muchas veces son los exigidos en su época. El modelo Imperial de De las Casas supone una reflexión acerca de la conquista de América, de cómo legitimar la conquista de otros pueblos y culturas; hace referencia sólo a los indios como civilizados, a los que hay que tolerar; respeta en modelo del sistema político en el cual vive, el Imperio español. Supone que todos aceptarán el sistema por convicción y no por coacción. Este modelo de origen religioso es una mezcla de los otros dos (político y moral). El modelo de Locke sólo hace referencia al ámbito de los pueblos cristianos que son los que representan el problema; surgió en la época de las guerras de religión en Europa; es un modelo fundamentalmente político. El modelo de Mill no incluye a los pueblos colonizados, pues considera que son menores de edad, surgió en pleno colonialismo. "Casi es innecesario decir que esta doctrina es sólo aplicable a seres humanos en la madurez de sus facultades. (...) Por la misma razón podemos prescindir de considerar aquellos estados atrasados de la sociedad en los que la misma raza puede ser considerada como en su minoría de edad" [4,38]. El modelo de Mill, al igual que el de Locke, es un modelo político, pero también filosófico y moral.
Estos modelos, con breves adaptaciones, son los modelos con los que se trabaja en la actualidad. Autores contemporáneos como Will Kymlicka, Michel Walzer, John Gray, Charles Taylor, entre otros, nos dan muestras de que en la actualidad se sigue trabajando sobre estos modelos aunque actualizados y adaptados a los entornos y contextos sobre los que se van a aplicar; multiculturalismo, democracia liberal, etc.
Con la creación de la ONU a mediados del siglo XX y la
firma por parte de la mayoría de los países del mundo de
la Carta de los Derechos Humanos el espíritu de tolerancia
y la lucha para favorecer las condiciones donde ésta sea posible,
al menos en teoría, ha supuesto un gran avance para la tolerancia
y la convivencia a nivel mundial.
LA TOLERANCIA EN LA ACTUALIDAD.
El concepto de tolerancia ha ido evolucionando y enriqueciéndose a lo largo de la historia. Con la Ilustración la tolerancia se enriqueció en la confrontación de "la razón" y la superstición, superando los aspectos puramente religiosos y la polaridad "belleza/barbarie"; el hombre tolerante era aquel hombre razonable y no dogmático ni neutral, consciente del otro como ser humano, que trataba de crear las condiciones para ejercer la tolerancia. Con el liberalismo el concepto de tolerancia se enriqueció con nuevas perspectivas y nuevos matices, sobre todo teóricos, superando los aspectos puramente políticos: la importancia de la libertad, el reconocimiento de la pluralidad, la importancia del individuo y el lenguaje de los derechos son, quizá, los más importantes. Desde entonces la tolerancia está vinculada al lenguaje del derecho, y en especial, de los derechos humanos. Los antropólogos culturales del siglo XIX, al organizar el concepto de "cultura", provocan un giro en el interés de las reflexiones acerca de la tolerancia, superando los aspectos meramente religiosos, políticos, morales o raciales. A partir del siglo XX la cultura y el respeto a los derechos de las minorías son el centro de reflexión de la tolerancia en Occidente. La descolonización, los movimientos migratorios de las excolonias hacia las antiguas metrópolis, el pensamiento después del holocausto, el surgimiento de sociedades duales en los países descolonizados son aspectos que van a llevarnos al siglo XXI en las reflexiones sobre la tolerancia. Hoy podemos decir, sin duda alguna, que la diversidad cultural es una realidad, pués, existe una inmensa variedad de visiones del mundo, de creencias, de prácticas y valores.
Con el liberalismo, que viene del empirismo inglés y del utilitarismo, se pasó de la política a la moral, de la necesidad a la virtud, de la idea del bien al concepto de justicia formal; la reflexión sobre la tolerancia se hace sobre nuevos ideales de humanidad, una síntesis de razón y sentimientos. Además, al aparecer vinculados con el lenguaje de los derechos se refuerza el acercamiento del concepto de tolerancia al liberalismo. En la actualidad es frecuente hablar de globalización, neoliberalismo, democracia liberal, libertades individuales, derechos humanos, derechos de las minorías y "multiculturalismo", conceptos que se anclan en la tradición liberal, que han empapado el lenguaje que predomina en los medios de comunicación de masas. Algunos autores consideran que el concepto de tolerancia actual responde al de tolerancia liberal. Para José María Hernández "es preciso reconocer que la clave del éxito de la revolución neoliberal ha consistido justamente en esa genérica identificación del liberalismo con la cultura de los derechos y las libertades" [6, 204]. Pero el respeto a ciertos derechos no sustituye a la tolerancia; la tolerancia es algo más que derecho. Si en "La Dialéctica de la Ilustración" Adorno y Horkheimer analizan la crisis de la razón ilustrada y consideraron que la idea de progreso encierra una ideología etnocéntica y colonial, para Herber Marcuse el liberalismo, como descendiente directo de la Ilustración, representa al tipo de tolerancia que al intentar ser neutral es falsa tolerancia. Otros autores consideran que con el liberalismo la tolerancia se vuelve indiferencia. Para Thiebaut debemos “aprender a ver como daño la barbarie” [7,17], a no tolerar lo intolerable. Al dilema liberal por el cual "lo que es bueno para todos no es necesariamente bueno para cada uno"; yo añadiría también una reflexión inversa, que lo que es bueno para cada uno no es necesariamente bueno para todos. En realidad hay una pluralidad de formas y conductas sociales, y han existido muchas formas en la historia de tolerancia política que no se basan en la idea de los derechos individuales, sino, más bien, en derechos colectivos. Uno de los retos actuales del liberalismo es hacer compatible el pluralismo moral, la libertad individual y la estabilidad y justicia social.
La tolerancia ha despertado gran interés en los últimos años. Por iniciativa de la UNESCO, 1995 fue declarado Año de las Naciones Unida para la tolerancia y en su transcurso se realizó una campaña mundial en favor de la tolerancia y la no violencia. El día Internacional de la Tolerancia, 16 de noviembre, tuvo su origen en el impulso de este año; además, existen numerosas publicaciones acerca de este tema. Se considera que la tolerancia debe estar presente en todos los ámbitos de la sociedad: en la política, la justicia, etc.
Actualmente se habla con frecuencia de distintos tipos de tolerancia: cuando el individuo convive y respeta a otros individuos de raza diferente, creencias distintas, sexos opuestos, culturas o pueblos diferentes, ideales o principios diferentes, clases sociales diferentes, etc.; así se habla de tolerancia racial, religiosa, sexual, étnica, de ideales, social, etc. Pero la tolerancia tiene su reverso y está íntimamente ligada a la intolerancia; así también hay intolerancia racial como el racismo, religiosa como los fundamentalismos, sexual como el machismo y el feminismo, étnica como la xenofobia, de ideales como los extremismos políticos, social como el clasismo, etc. En definitiva, todos éstos son diferentes aspectos de la actitud tolerante y la actitud intolerante, aunque es cierto que no todo se puede tolerar ni todas las intolerancias son iguales. Algunos autores consideran que son tres los tipos de tolerancia: tolerancia moral, tolerancia política y tolerancia legal, que corresponden con los modelos anteriormente mencionados. Otros reducen los tipo de tolerancia básicamente a dos: tolerancia moral y tolerancia política, al considerar la tolerancia legal una mezcla de las otros dos.
Para Kant y Mill la tolerancia es virtud y, por tanto, está ligada inevitablemente a la ética. Algunos autores, como Heyd, hablan de la tolerancia como "virtud imposible" puesto que se exige siempre una actitud intolerante frente a quienes vulneran el sistema de valores donde se practica la tolerancia. "Los primeros teóricos del Estado moderno no trataban de hacer del lenguaje de los derechos una filosofía pública. Al menos, esto sí los distingue claramente de los nuevos liberales, para quienes la tolerancia es imposible en la práctica pero necesaria para la moderna teoría política" [6, 241]. Además, la existencia de una autoridad u organismo que "tolere", parece ir en contra de la idea misma de libertad, pues tiene el poder de tolerar las diferentes opiniones y también de no tolerar. Así, desde el punto de vista de la filosofía moral la tolerancia es, en cierto modo, una virtud imposible, mientras que desde la filosofía del derecho, la tolerancia comienza a ser una "virtud innecesaria".
Los nuevos retos para la tolerancia pueden ser algunos como: el nacionalismo y el problema de la homogeneidad, el multiculturalismo, el problema y el respeto de las minorías, la gestión de la emigración, cómo y cuando intervenir, cuando tolerar, etc. En la actualidad vivimos en una época de grandes migraciones y la inmigración y su correcta gestión, es uno de los principales retos para los próximos años que necesitan amplitud de miras, inteligencia, flexibilidad, diálogo y, en definitiva, tolerancia. La globalización no consiste sólo en extender la economía de mercado o las transferencias de capitales, sino que también estraña un flujo constante de ideas que cruzan la fronteras.
El concepto de tolerancia siempre ha mantenido, y mantiene, una relación dinámica en la historia entre polos opuestos: teoría y práctica, belleza y barbarie, virtud y necesidad, falsa y verdadera tolerancia, tolerancia activa y tolerancia pasiva, ideal e interés de humanidad, etc. Se han heredado los problemas aunque se han enriquecido con las experiencias y nuevos enfoque. En las reflexiones sobre la tolerancia en la actualidad es necesario detenerse en algunos aspectos, que aunque ya clásicos, no requieren menor dedicación, como son: la pluralidad, la libertad, la razón, el derecho, justicia e igualdad, la cultura y la intervención.
LA PLURALIDAD.
Se he dicho repetidas veces que el reconocimiento de la pluralidad es uno de los fundamento de la tolerancia, que la tolerancia es el valor básico del pluralismo; se debe tolerar al otro, a lo diferente, la mayoría a las minorías. Voltaire nos indica que "Si no hubiera en Inglaterra más de una religión, sería de temer el despotismo; si hubiese dos, se cortarían mutuamente el cuello; pero como hay treinta, viven en paz y felices" [3,61]. El pluralismo deriva de la propia condición humana, es una consecuencia del libre juego de la razón humana; todos somos iguales pero todos somos diferentes. También Mill puntualizó dos condiciones necesarias para "hacer a las gentes desemejantes unas de otras, a saber: libertad y variedad de situaciones." [4,115]. Mill consideró que la pluralidad es deseable porque amplía la posibilidad de elegir. Además, el pluralismo no es un obstáculo para la existencia de sociedades bien ordenadas y estables, siempre que sean sociedades tolerantes y donde se reconozca al otro como un ser igualmente digno, libre y razonable. Añade Mill que: "sólo a través de la diversidad de opiniones puede abrirse paso la verdad" [4,84]. Las diferencias que hay entre la pluralidad cultural entrañan la necesidad de diálogo, un diálogo que implique un cierto tipo de intercambio de visiones del mundo. La tolerancia puede ser diálogo, búsqueda de consenso, la experiencia práctica de la pluralidad y la actitud del grupo mayoritario hacia las minorías. Pero cuando defendemos la diversidad estamos invitados a escuchar al "otro"; estamos transformando una forma de pensar centrada en la idea del "nosotros contra ellos", y esa tranformación nos ayuda a reconocer que cada cual tiene su parte de verdad.
Pero aun aceptando el reconocimiento de la pluralidad, no toda opción
es igualmente aceptable; el pluralismo indiscriminado puede volverse
escepticismo e indiferencia. Con el relativismo si todo es equivalente,
nada tiene valor, los valores desaparecen. La tolerancia aconseja el respeto
a los valores de los otros, pero respetarlos no quiere decir que los aceptemos.
Cada uno debe tener sus propios valores y defenderlos si cree en ellos.
Por la pluralidad no se debe renunciar a lo ya conquistado, a unos mínimos
que deberían ser comunes en toda opción: la justicia, la
actitud tolerante, los derechos humanos, el respeto a las minorías,
el espíritu democrático, etc. Algunos autores, aunque distinguiendo
el respeto a la pluralidad y al hecho diferencial propios del liberalismo,
consideran que el nacionalismo político, en su afán homogeneizador,
puede amenaza la libertad y el pluralismo. También el liberalismo,
en su afán de univeralizar los derechos individuales y las instituciones
que lo sustentan puede erosionar la pluralidad y favorecer el pensamiento
único, caer en su propia trampa.
En los últimos años se ha reflexionado acerca de la pluralidad
de culturas y los derechos de las minorías. Dentro del pensamiento
democrático liberal, se ha desatado la polémica entre los
partidarios del "absolutismo" y los partidarios del "relativismo"
en torno al valor democrático de la tolerancia. Estas posturas están
representadas por John Rawls y Will Kymlicka, aunque ambos autores tienen
la misma preocupación: armonizar la pluralidad de creencias, valores
y doctrinas con un orden político único.
LIBERTAD.
La libertad es uno de los fundamentos de la tolerancia. La libertad es el derecho del individuo de actuar conforme a la razón y a sus convicciones, a ser dueño de sus decisiones sin estar sometido ni a la presión de la autoridad, ni de la mayoría, ni a la más sutil ejercida por la sociedad, mucho más poderosa que cualquier otra como advertía Mill en su ensayo Sobre la Libertad. Lord Acton (1834-1902) consideraba que el gran principio ideológico que debía presidir la vida política era la libertad. Pero, a diferencia de Stuart Mill, creía que la libertad no era un simple medio, sino un fin en sí mismo, el fin más elevado que podía perseguir un Estado. Ortega consideró que vivir es sentirse forzado a ejercer la libertad.
La tolerancia y libertad de conciencia están fuertemente relacionadas. La libertad de conciencia ha supuesto un paso decisivo en el camino de la autonomía del sujeto. La importancia del individuo y la libertad individual en nuestra sociedad es muy importante. Para Mill "es sólo el cultivo de la individualidad lo que produce, o puede producir, seres humanos bien desarrollados" [4,104]. Algunos autores liberales consideran que Rousseau, en su tesis del Contrato Social, sacrificaba la libertad individual y de las minorías al poder absoluto de la comunidad. Otros autores, como Hobbes, no creen que el individuo tenga libertad para elegir sus creencias. Hay una lucha histórica entre la libertad y la autoridad, y la necesidad de llegar a un compromiso entre estos dos polos, un punto medio entre el despotismo y la anarquía; en esta búsqueda puede ayudar el talante tolerante. Al habla de la libertad como libertad individual no se debería olvidar que el hombre no vive sólo, aislado, sino que vive en sociedad, y por ello, la libertad también es un proyecto colectivo. Pero si la tolerancia es un talante del individuo, una virtud para Kant, tampoco es menos cierto que la tolerancia no sirve para mucho si no se practica entre personas, en la sociedad, para favorecer la convivencia. Algunos autores consideran que el grado de libertad de un país se puede medir, entre otros indicadores, por la situación y el nivel de seguridad de que gozan sus minorías, pues, donde las minorías no tienen derechos, no hay libertad.
También la libertad religiosa presupone la libertad del individuo para la libre profesión y expresión de sus creencias, la posibilidad de que cada individuo persiga libremente sus fines espirituales. Para Locke "el cuidado, por tanto, del alma de cada hombre le corresponde a él mismo y debe serle dejado a él sólo" [1,26]. Libertad religiosa y tolerancia son conceptos próximos que constituyen aspectos diferentes de la misma realidad, la libertad personal. Pero la tolerancia no ha sido precisamente la virtud que tradicionalmente ha caracterizado a las religiones. Si nos limitamos a la esfera religiosa podemos afirmar que toda Iglesia conlleva un cierto grado de intolerancia espiritual, como consecuencia del hecho de que cada una de ellas cree poseer la verdad. Tolerar al disidente religioso significa que el grupo dominante renuncia a elevar los criterios religiosos a criterios políticos y que acepta, en alguna medida, la neutralización de la vida religiosa. Pero es difícil compaginar la falta de democracia interna de la Iglesia con una defensa externa de sus valores; defender un sistema oligárquico y jerárquico para el gobierno de la Iglesia y un sistema político democrático es difícil de compaginar. No es la religión la que es incompatible con la democracia, sino unas instituciones jurídicas y económicas que pretenden ejercer en una sociedad plural y laica el monopolio de la verdad.
Pero la libertad, además de ser un derecho también es un deber: hay que hacer buen uso de la libertad. Para los especialista en ética, una de las claves del pensamiento filosófico es la "razón práctica", la moral es una invención de la libertad, una reflexión sobre la misma, una búsqueda del bien común.
LA RAZÓN.
Desde la Ilustración la razón aparece como fundamento de la tolerancia. Así, la razón, lo razonable, no debería estar fuera de la reflexión sobre la tolerancia; la tolerancia es un ejercicio de racionalidad. La razón nos ayuda a decidir la mejor opción y, con prudencia, cómo y cuando se debe tolerar, también cómo y cuando intervenir para asegurar la tolerancia y la convivencia. Desde la Ilustración el hombre tolerante es el hombre razonable, abierto al diálogo, no dogmático. La razón nos hace tolerantes, libres y plurales. Para Ortega la razón debe ser para vivir, para guiarnos en la vida, lo más importante que tenemos. Hay que tratar de buscar la racionalidad común que tienen los hombres.
Pero la filosofía después del holocausto nos advierte
que hay que tener cuidado con el concepto de razón. Habermas, Horkheimer,
Adorno, Marcuese, entre otros, nos hablaron de la ""Razón Instrumental",
de lo irracional que puede haber en la razón; a veces, detrás
de lo aparentemente razonable se esconden otro tipo de intereses: económicos,
de clase, de cultura, religiosos, de poder, etc.
DERECHO, JUSTICIA E IGUALDAD.
Desde una perspectiva liberal cualquier definición de la libertad debe hacer referencia al derecho, a la ley; así, se puede decir que se es libre cuando se puede hacer todo lo que no está prohibido por la ley. Ante los conflictos sociales e individuales no queda más remedio que confiar a la ley el trazo que marca la frontera entre lo tolerable y lo intolerable. Pero la tolerancia, si bien es derecho, debe ser algo más que derecho. Para Kant el derecho es la limitación de la libertad de cada uno a la condición de una concordancia en la libertad de todos, en tanto que sea posible. Los derechos humanos marcan una pauta de derechos, protecciones y garantías mínimas que deberían ser aceptadas por todas las sociedades. Locke puntualizó: "Acerquémonos a una conclusión. En suma, todo lo que pretendemos es que cada hombre pueda disfrutar de los mismos derechos que son concedidos a los demás" [1,62]. Cuando se lexionan los derechos de los otros, sobre todo de aquellos a los que no terpenecemos, se lexionan los derechos de todos los ciudadanos. Los derechos personales y colectivos van acompañados de responsabilidad y obligaciones respecto al otro, que frecuentemente olvidamos.
Es frecuente identificar derecho y justicia, pero son conceptos diferentes: la justicia es el bien común. Para los comunitaristas el liberalismo no termina de aceptar la idea del bien ya que tiene un marcado contenido social. Los derechos humanos son una buena herramienta porque tratan de alcanzar la justicia como parte de un problema político y no sólo como un problema humano. Pero tampoco sería correcto hacer de los derechos humanos una nueva religión. La tolerancia nos habla de derechos, pero también, y sobre todo, tiene que hablar de deberes para con el otro, para con la sociedad.
Si la igualdad liberal es imparcialidad legal frente a las diferencias, la igualdad socialista es distribución justa de la riqueza material; ambas, por si solas, son insuficientes. Es interesante apuntar que "aunque por un lado Rawls se sitúa coherentemente en la tradición liberal clásica de privilegiar el valor de la libertad por sobre cualquier otro principio moral y político, por otro hace de la nivelación y la redistribución de la riqueza un requisito ineludible para la existencia de una sociedad justa" [6,106]. En sociedades justas las condiciones para la tolerancia son mayores que en sociedades duales o fragmentadas, en definitiva, injustas. Para Michael Walzer "las nociones de igualdad y justicia son complejas, dinámicas, y surgen ligadas a una determinada comunidad política" [651]. La tolerancia puede ser camino de justicia.
LA CULTURA.
La cultura es un conjunto de valores y creencias. Desde los estudios de la antropología cultural del siglo XIX la cultura es un centro de interés fundamental para las reflexiones sobre la tolerancia. En la actualidad, especialmente en Europa, la cultura ha desplazado a intereses religiosos y raciales. En los últimos años los conflictos etnoculturales son, quizá, la fuente de conflictos y violencia más común, conflictos que para su resolución necesitan de la tolerancia. Pero las culturas no son estáticas ni homogéneas, evolucionan, han aprendido históricamente unas de otras, son dinámicas.
El multiculturalismo es un concepto que hace referencia al hecho de que en un mismo espacio social convivan culturas diferentes, personas con distintos bagajes culturales, que comparten una unidad política o un proyecto común. Dentro del mismo espacio social hay diversidad en las formas de entender la vida y la muerte, las normas que regulan las relaciones entre sus individuos, las distintas concepciones de justicia, y esto plantea unos problemas que hay que tratar de resolver. El multiculturalismo así entendido es tan antiguo como la humanidad. Para José María Hernández "desde una óptica liberal se ha sugerido que cabría diferenciar entre pluralismo como mera aceptación de las diferencias dentro de una sociedad y multiculturalismo como la celebración y defensa pública de esas diferencias" [6,229]. La "interculturalidad" designa la dinámica de relaciones de estas especificidades culturales en el espacio social en el que conviven. En la actualidad este tipo de relaciones son habituales dentro de nuestras sociedades. Lo ideal sería que todos pudiéramos ejercer nuestras especificidades culturales en condiciones de igualdad, pero la interculturalidad es, con frecuencia, injusta y no democrática, ejercida en desigualdades económicas. Cuanto más plural sea la sociedad, tanto más es necesario el respeto a los "diferentes", sea cual sea su orientación sexual, religiosa, nacional o cultural. La tolerancia facilitará la convivencia. El multiculturalismo impone grandes desafíos a la filosofía política en la actualidad. A nivel global el espacio social es el mundo, y buscar soluciones para la convivencia es una tarea compartida porque la interdependencia entre los distintos países, en un mundo globalizado, cada día es mayor. A nivel local es necesario engarzar la diversidad de culturas con las exigencias de justicia que plantea la ética y la política. En las democracias liberales se han desarrollado tres sensibilidades o formas de enfrentarse al problema de la multiculturalidad: liberalismo intolerante por temeroso, liberalismo multicultural (acuñado por Will Kymlicka en Canadá) y liberalismo radical intercultural. Al "liberalismo intolerante por temeroso" le asusta la entrada de inmigrantes con culturas diferentes y aconseja no tolerar culturas no liberales, pero realmente sólo le preocupa la inmigración pobre, es apofobia, de odio al pobre, al que ve como un peligro, como fuente de delincuencia, competencia laboral e intransigencia cultural; desde esta sensibilidad gustaría la integración pero no la ven factible. Para superar esta sensibilidad sería necesario resolver el problema de la pobreza, integrar a los que huyen de ella, dialogar con su cultura y hacer creíble con la acción que el respeto a los derechos humanos es un buen programa ético-político. El "liberalismo multicultural" es un proyecto político de fomentar la polietnicidad y la asimilación de los inmigrantes, que apuesta por la integración de los distintos grupos, reconociendo que tienen derecho a mantener sus diferencias participando en la vida común, pues, ninguna cultura es a priori rechazable totalmente. El problema es que el reconocimiento de los derechos colectivos puede crear guetos y situaciones de injusticia al primar unos grupos sobre otros, que limiten los derechos individuales, fundamentales para el liberalismo. El "liberalismo radical intelectual" entiende que la autonomía de la persona es irrenunciable y tiene que garantizar que los grupos no coarten la libertad de sus miembros. Desde este punto de vista es importante respetar las culturas porque los individuos se identifican y estiman desde ellas; es imprescindible un diálogo intercultural, pero el diálogo no tiene que ser sólo de líderes sino que han de intervenir todos los ciudadanos. Esta última sensibilidad es la que está más de actualidad para tratar de superar los problemas de la multiculturalidad. La convivencia cultural en el seno de una sociedad puede ser una riqueza o un problema. Para algunos pensadores la tradición política dominante en Occidente no se encuentra bien equipada para afrontar este reto, claro que tampoco encontramos otras tradiciones mucho mejor preparadas. Hay que huir de dos errores de signo opuesto pero igualmente perjudiciales: el universalismo y el relativismo cultural. La solución del problema está más cerca de la tolerancia limitada que del relativismo por el cual todo posee el mismo valor. Hay que distinguir entre multiculturalismo como situación de hecho (Suiza, Canada, etc...) y la ideología del multiculturalismo. Cuando el multiculturalismo se convierte en ideología y reivindica las raices y cinsidera positivo reinventar o reforzar la propia identidad, también puede fomentar cerrarse en comunidades que pueden crear guetos cerrados. Hay autores como Giovanni Sartori que consideran que las sociedades deben ser pluralistas y no multiculturales.
Algunos autores consideran al nacionalismo como la búsqueda teleológica de la homogeneidad sociocultural, aunque otros consideran que esta postura responde a una apreciación simplista del verdadero asunto. El problema es que de la identidad cultural o colectiva se derivan otras obligaciones públicas que no son sólo el respeto a los derechos y la autonomía de los individuos que participan en ella; pero esto ocurre no sólo con el nacionalismo.
Se ha hablado de metáforas como espejo, crisol, injerto, mosaico o acuñación, etc., para referirse a la convivencia de la pluralidad de modelos multiculturales. Pero toda metáfora está cargada de ideología y no es ni inocente ni neutral. Quizá fuese más deseable el mestizaje cultural que el multiculturalismo, mejor la tolerancia activa que la pasiva. Lo que si es cierto es que la tolerancia es una virtud cívica, indispensable en sociedades cada vez más mestizas o multiculturales, a partir del derecho que tiene cada uno a defender sus propias creencias.
En los últimos años la polémica entre Rawls, absolutista, y Kymlicka, teórico liberal del multiculturalismo y relativista, ha favorecido el debate de los fundamentos del multiculturalismo en las democracias liberales. Rawls apuesta por su principio de lo razonable y la justificación pública de la justicia, mientras que Kymlicka apuesta por las restricciones internas de grupo y su relación con las minorías liberales. Kymlicka ha intentado justificar los derechos de las minorías. Además, con el multiculturalismo se pone de manifiesto la poca viabilidad de la estricta separación entre lo público y lo privado del modelo liberal; estas demandas ponen de relieve la necesidad de un replanteamiento del modelo actual de la democracia libera. Además, "la mediación tradicional del modelo de separación Iglesia-Estado ni el de los Derechos Humanos por sí solos no son válidos en la actualidad, no son capaces de dar respuesta a las exigencias de las minorías" [6,49]. Autores como Tzvetan Todorov consideran que la convivencia entre indivíduos y culturas diferentes parece fácil en teoría pero que en la práctica esta convivencia ofrece múltiples resistencias; la práctica es mucho más difícil, pero la tolerancia es necesaria.
Pero en todas las culturas existe un conflicto entre los valores
de los pluralistas y los valores de los absolutistas. Hoy no existe conflicto
entre culturas. El verdadero conflicto ocurre entre aquellos que defienden
la idea de la diversidad y aquellos que se oponen a la misma. Se trataría
la la misma antígua confrontación entre el odio y el miedo,
por un lado, y la esperanza y el valor, por otro. Es una lucha entre la
arrogancia de la violencia y la responsabilidad del pacifismo.
LA INTERVENCIÓN.
Desde la Ilustración la tolerancia va asociada al concepto de
actividad; la tolerancia debe ser tolerancia activa, no neutral. Se debe
actuar para crear las condiciones adecuadas donde se pueda ejercer libremente
los derechos y los deberes, donde la tolerancia sea posible.
Antes de intervenir en un conflicto es necesario evaluar adecuadamente
la situación de algunos parámetros. Hay tres contextos posibles
donde se pueden satisfacer nuestras demandas: Sociedad internacional, Estados
soberanos y comunidades; estos ámbitos en los cuales se puede aplicar
la tolerancia "internacional/nacional/ comunitario" tiene
sus límites: los derechos humanos, la segregación y la democracia
interna respectivamente. Si nos fijamos en los ideales de convivencia pueden
ser "legal/político/moral"; sus límites son: la evidencia
del delito, que no sea peor el remedio que la enfermedad y la defensa de
una integridad moral respectivamente. También podemos fijarnos en
otros parámetros como los tipos de razonamientos posibles, que pueden
ser "necesidad o seguridad/interés o bien/identidad o valores".
Si analizamos consideraciones de tipo "belleza/barbarie" y "razón/sentimientos"
para una posible intervención podemos ver la existencia de relaciones
entre la legalidad, el ámbito internacional y los razonamientos
de necesidad o seguridad; otras relaciones entre lo político, el
ámbito nacional y el interés o bien común. También
existen una relaciones entre lo moral, el ámbito comunitario y la
identidad o valores. La intervención estaría justificada
si se vulneran varias, al menos tres, de estas relaciones. Si se interviene
porque hay evidencia de delito (legal), se tiene en cuenta que no sea peor
el remedio que la enfermedad (político) y que sea en defensa de
la integridad moral, la intervención será ampliamente aceptada.
Si la intervención se debe sólo a la defensa de la integridad
moral se podría caer en el riesgo de reducir la intervención
al clásico “belleza/barbarie”.
La intervención, frecuentemente necesaria, también está
recomendada por organismos internacionales como la ONU para situaciones
límite como ocurre en los Balcanes, Ruanda, etc. A veces es necesaria
la intervención, puntual en el tiempo, para evitar males mayores.
Otras veces la intervención puede responder a otro tipo de intereses
lejanos a la tolerancia.
LIMITACIÓN DE LA TOLERANCIA.
La tolerancia esta ligada a la intolerancia y la frontera que las separa es difícil de delimitar; pero no todo es tolerable. Tampoco cabe hablar de intolerancia absoluta puesto que siempre se tratará de una intolerancia respecto de algo o de alguien. Siempre ha existido cierto grado de intolerancia religiosa, política, racial, etc., que es una constante en la naturaleza humana. Lo que ha variado es el modo en que esta actitud de intransigencia se exterioriza. El Estado y la sociedad han de poner ciertos límites a la tolerancia, aunque los mínimos posibles, para asegurar el ejercicio de la misma; la tolerancia depende de un marco de condiciones que hagan posible su aplicación; siempre hay un rango fuera del cual la tolerancia ya no es posible, siempre habrá diferencia entre lo que "es" y lo que se espera que "sea".
Locke entiende que deben ser excluidos de la tolerancia aquellas opiniones contrarias a la sociedad humana o a las reglas morales que son necesarias para preservar la sociedad civil. El ejercicio de la tolerancia impone el límite de que no se cuestione la propia tolerancia. Para Thiebaut intolerable es “lo percibido como daño” [7,76]. El pluralismo es imposible cuando se intenta que una ética privada, una concepción del bien, de la virtud, de la felicidad o de la salvación se convierta inevitablemente en la ética pública de la sociedad; es propio de las filosofías totalitarias. También la neutralidad podría oponerse a la idea de que algún modelo de vida es moralmente superior, y la promoción del mismo compete al Estado. Pero esto nunca ocurre en la realidad; la neutralidad es sólo un concepto utilizado a nivel teórico. Voltaire nos recuerda que "Es preciso que los hombres empiecen por no ser fanáticos para merecer la tolerancia" [2,103]. A veces un grupo o cultura no es democrático y es el jefe el que decide por el grupo; el padre por la madre y por los hijos, porque no tienen desarrollado el concepto de individuo, la autonomía de la mujer frente al hombre; en estos ámbitos la tolerancia tiene otros significados. La práctica habitual de la intolerancia hoy adopta la forma extrema de "fundamentalismo". No se deberían tolerar actitudes como el terrorismo, la violencia, la discriminación, la injusticia o el fanatismo, que ponen en peligro nuestro modo de vida. Locke deja claro que, al menos en los aspectos religiosos, no se debería utilizar la violencia. "Cualquiera puede emplear cuantas exhortaciones y argumentos guste para promover la salvación del alma de otro hombre, pero debe prescindir de toda fuerza o coacción" [1,50].
La tolerancia se puede dar y exigir en una sociedad donde existe un grupo dominante que tiene, en principio, la posibilidad de imponer coactivamente sus creencias, como ocurre en la mayoría de las sociedades. En democracia la voluntad del pueblo significa prácticamente la voluntad de la opción más numerosa o más activa del pueblo, aunque es posible y frecuente que la opción más numerosa no sea seguida ni por la mitad de los ciudadanos. Precisamente esta opción más numerosa circunstancialmente debe ser tolerante con las menos numerosas, pues, en un futuro puede ella convertirse en opción minoritaria y demandar tolerancia y respeto. La mayoría debe tolerar a las minorías pero este es un problema difícil de resolver. Surgen cuestiones como ¿qué es una minoría? o ¿cuantos se necesitan para ser una minoría?.
Siempre hay límites que poner a la tolerancia, el problema es ver donde poner los límites. Para el liberalismo la tolerancia es derecho; es la ley la que pone el límite entre lo tolerable y lo intolerable. Es tolerable todo aquello que no está expresamente prohibido por la ley. Pero la tolerancia debe ser más que derecho porque hay leyes injustas que toleran la injusticia y jueces y gobernantes que no aplican correctamente las leyes justas. Para Mill, que la tolerancia es una virtud y término medio; dice que "hay un límite a la intervención legítima de la opinión colectiva en la independencia individual: encontrarle y defenderle contra toda invasión es tan indispensable a una buena condición de los asuntos humanos, como la protección contra el despotismo político" [4,32]. Pero para que la tolerancia tenga sentido es necesario un compromiso ético. Para Voltaire no todo vale; nos dice "Pero aquella caritativa gente no reflexionaba que no está permitido hacer un pequeño mal por un gran bien" [2,104]. Deberíamos ser tolerantes con los grupos que viven con otras morales diferentes a la nuestra, salvo que su moral les imponga elementos prohibidos por nuestro código moral. Mientras no haya una conducta moral individual limpia, todo lo demás puede no ser suficiente. La aplicación del principio de tolerancia no significa necesariamente un igual trato ante la ley de los diversos grupos, sino simplemente el reconocimiento de cierto grado de libertad para los mismos.
Los problemas surgidos de las migraciones necesitan de sentido común y tolerancia para ser resueltos correctamente. No cabe duda de que se debe luchar por cambiar las formas actuales de inmigración canalizadas por vías no legales. El error más grave de las políticas de inmigración es reducirlas a una cuestión de orden público o de control policial, cuando es de sobra sabido que se trata de problemas económicos, demográficos, de distribución, justicia social, carencia de libertad y autonomía moral. También hay que tener cuidado con la limitación de la tolerancia y la intervención. Algunas intervenciones pueden responder más a intereses económicos y concepciones etnocénticas y de poder que a la idea misma de tolerancia. No se debería supeditar la tolerancia a la rentabilidad económica, de votos, etc. Además, está sobradamente demostrado que la discriminación produce intolerancia y pobreza. Se debería intervenir sólo para facilitar y garantizar las condiciones donde sea posible ejercer la tolerancia.
CONCLUSIONES.
Después de analizar el concepto de tolerancia vamos a finalizar este trabajo aportando algunas conclusiones que considero de interés.
El liberalismo ayudó a consolidar el concepto de tolerancia; amplió su ámbito a la moral, a la justicia formal, al derecho. Para el liberal está permitido todo aquello que la ley no prohibe expresamente, pero no todo puede estar legislado; la tolerancia es más que derecho. Tampoco la neutralidad pretendida por el liberalismo respecto a la pluralidad es suficiente, pues, pudiendo ser indiferencia, puede tolerar lo intolerable. El liberalismo tiene cuestiones graves no resueltas como son la cuestión social, tan poco interesante para él pero fundamental para hablar de tolerancia, la justificación moral de la libertad e igualdad, con amplio disenso dentro de la propia corriente liberal, trata de compaginar el individualismo y la autonomía moral con el universalismo de sus principios, la coordinación de la pluralidad de opiniones y de opciones en un modelo único, la compatibilida real entre liberalismo y democracia, etc.. El liberalismo es, pues, demasiado teórico, trata los problemas humanos como problemas políticos, alejados de las preocupaciones cotidianas de la mayoría de las personas. La tolerancia es algo mucho más real, es praxis. La tolerancia liberal es más bien tolerancia pasiva mientras que la verdadera tolerancia es tolerancia activa. El liberalismo parece ser un sistema político válido especialmente cuando las cosas van bien, no para tiempos de crisis. La tolerancia no debe ser vista como un modus-vivendi, vivir y dejar vivir, buscando modos de convivencia, porque cualquier manera de vivir puede terminar imponiéndose como buena, lo que no sería correcto. Algunos autores consideran la tolerancia como un cansancio, sin ningún tipo de fe. La renuncia a lo conquistado más que tolerancia es indiferencia. Esta degeneración puede ser debido a la falta de fuerza moral.
La individualidad sacada de contexto puede llevar a una creciente separación y aislamiento de los individuos dentro de la sociedad en la que viven, como ocurre en la actualidad. Hay muchos indicadores que dan fe de ello: elevado número de divorcios, aumento del número de personas que viven solas, declive de filiación a sindicatos, partidos políticos, iglesias, disminución de la participación en los procesos electorales, aumento del número de personas que viven en la calle, precariedad laboral, paro, desarraigo, etc. Si el fin último de la tolerancia es la convivencia, la excesiva individualidad de nuestra sociedad, no facilita el diálogo y, por tanto, tampoco favorece la convivencia. En última instancia los individuos, lo quieran o no, viven en sociedad.
La pluralidad, la variedad, es una enorme riqueza, pero en la realidad se observa poco respeto a la diferencia. La pluralidad hacen del mundo un lugar interesante para vivir. Los países plurales, con paisajes variados, las opciones diferentes son lo más apreciado, pero siempre que la pluralidad no sea anarquía. A pesar de estas reflexiones se aprecia una tendencia hacia la homogeneidad. En la práctica la aceptación de la máxima pluralidad como hecho de partida no es tan evidente ni toda pluralidad es aceptable. Con la globalización se está produciendo una concentración económica que puede mermar la pluralidad. La fusión de empresas, la simplificación del espectro político al bipartidismo, la concentración de medios de comunicación, etc, tiene sus ventajas y sus inconvenientes; se amenaza el pluralismo político, informativo, etc.. En nuestra sociedad aceptar todo puede degenerar en que todo carezca de valor, que sea análogo a no aceptar nada, pero en verdad no todo se acepta, más bien ocurre lo contrario. La lucha por la diversidad es también la lucha por unos valores morales compartidos.
La tolerancia es diálogo permanente con la pluralidad, pero un diálogo que implique cierto tipo de intercambio de visiones del mundo. No es bueno identificar diálogo con debilidad. La tolerancia es buscar en el diálogo el consenso, el término medio, lo mejor de ambos. Debería surgir algo nuevo en el hombre y en la sociedad al aplicar la tolerancia. Al establecer los límites de la tolerancia de conducta u opinión es interesante tener en cuenta que la tolerancia no puede ser separada de la verdad, como si cualquier opinión deba se defendida o haya de ser respetada. Pero la verdad se encuentra en una búsqueda en la reflexión, en la razón y el diálogo. El diálogo implica un avanzar conjuntos por el camino elegido para eliminar el prejuicio, la intolerancia y la incomprensión.
Para poder tolerar al otro primero hay que tolerarse a uno mismo. Para respetar al otro hay que respetarse a uno mismo; el otro es una prolongación del uno. En la actualidad los medios de comunicación, las películas, las novelas, etc., alientan una visión del "otro" como malvado. Ser diferente no significa ser malo, pero nos hacemos malos cuando queremos impedir a los demás que sean como son, que sean diferentes. La igualdad puede significar que cada uno tiene derecho a ser distinto de los demás. Hay poco respeto a la diferencia. En los últimos años se ha producido un auge del reconocimiento en detrimento de la distribución, hay una mayor preocupación por el reconocimiento de los derechos de las minorías que hacer que estas diferencias sean posibles materialmente. Además prima lo justo sobre lo bueno, el derecho sobre la justicia.
Considero que lo más importante de la tolerancia es la actitud, la actividad, y en este sentido la tolerancia se aproxima a la ética. La moral es universal, como la tolerancia, pero, a diferencia de ésta, no es abstracta, está volcada en lo concreto. La regla de oro de la ética es: no hagas a los demás lo que no desearías que te hicieran a tí. La tolerancia, si es falsa, puede ser indiferencia: que decida el derecho. Así, se puede reducir la moralidad a la legalidad. La tolerancia no puede ser sólo derecho, debe ser algo más. Considero que la tolerancia tiene una conexión fuerte con la ética, pero la moral no es única ni todas las personas son universalista, y, además, hay morales que excluyen al otro.
Estamos es una época de grandes migraciones y la inmigración es un hecho que hay que aceptar y tratar de gestionarla lo más acertadamente. En nuestra sociedad es habitual la convivencia con personas provenientes de otros países, de otras culturas, y es necesaria la tolerancia para facilitar la convivencia; la diversidad existe y hay que reconocerla. En la actualidad las diferencias identitarias están organizándose sobre la cultura. El multiculturalismo aparece asociado al problema de la acomodación entre diversos grupos que se hallan en conflicto dentro de una misma sociedad. Las demandas provenientes de la diversidad cultural ponen de relieve la necesidad de replanteamiento de la democracia liberal; es necesario compatibilizar el pluralismo moral, la libertad individual y la paz social. No se debería caer en la dialéctica simplista y alejada de la realidad del "choque de civilizaciones" y del "fin de la historia" propuesta por la literatura norteamericana.
Intervenir no es obligar al otro a renunciar a sus convicciones para que asuma las nuestras. Intervenir no es exportar nuestro modelo de vida y de civilización como si fuera el único válido, la verdad absoluta, con el convencimiento que es lo mejor posible. A veces se extiende interesadamente la concepción leibniziana de que vivimos en el mejor de los mundos posibles y que no es ni necesario ni conveniente intentar cambiarlo. Las actitudes etnocéntricas distorsionan la realidad y limitan nuestra visión y comprensión del mundo que nos rodea, que no es ni piensa ni se comporta como nosotros. El etnocentrismo invita a la intervención pero desde enfoques alejados del respeto y la tolerancia.
Es un deber de la sociedad difundir la tolerancia y el conocimiento de otras culturas; aunque el saber y el conocimiento no traen automáticamente la tolerancia hay que educar en una visión positiva de la diversidad étnica, religiosa y cultural en la tolerancia. Se debe educar en valores y dar a cada estudiante una serie de razones y motivos por los que respetar y tolerar al resto de sus compañeros y seres humanos. Esta función también debe llevarse a cabo en casa, por los padres desde una temprana edad fomentando el diálogo y la flexibilidad. La tolerancia no se garantiza sólo con la formación en tolerancia; la tolerancia puede producir intolerancia, pueden surgir individuos intolerantes (racismo, xenofobia..). Hay que tener conciencia del problema que representa la tolerancia y la intolerancia para poder resolverlo.
Hay un abuso actualmente de la palabra tolerancia y este exceso puede ocasionar que la palabra, por repetición, quede vacía de contenido. No sólo hay que hacer declaraciones de buenas intenciones - pura teoría -, sino que, adem&aaacute;s, hay que llevarlas a cabo - hacer praxis -. Tanta insistencia parecce ocultar su deficiencia; a veces hay intolerancia enmascarada. Es frecuente ver como en nombre de la tolerancia se esconden comportamientos intolerantes, en nombre de la libertad se llevan a cabo intervenciones interesadas; queda bien decir que se es tolerante, pero puede ocurrir que en realidad no se sea así. Se dice que en la actualidad sólo una minoría es intolerante, pero con frecuencia percibimos que, en diversos aspectos, la mayoría es intolerante y sólo una minoría es tolerante.
Los problemas de intolerancia y fundamentalismo que parece que proliferan en nuestra sociedad actual pueden llevar al pesimismo. Pero los problemas de la tolerancia no son nuevos, son los de siempre. Es difícil hablar de democracia y de tolerancia cuando el poder en el mundo es poder económico y no es ni democrático ni tolerante. Además, una cosa es aceptar la pluralidad de formas y conductas y otra, muy diferente, aceptar la autonomía del individuo para elegir. Los filósofos de la sospecha - Marx, Nietzsche y Freud - nos alertan de nuestras graves limitaciones y nuestras inmensas carencias. La historia nos demuestra que Europa cuando se siente amenazada, cuando tiene problemas graves, se vuelve más intolerante y aumentan las tendencias totalitarias y las aventuras fascistas. En la actualidad estamos asistiendo a un incremento de este tipo de movimientos y de simpatías racistas, xenófobas y fascistas. Algunos autores han creído ver el 11 de septiembre como una confirmación del choque de culturas, pero más bien parece estar fraguándose una alianza de movimientos de diversa especie que tiene mucho de fundamentalismo y poco de tolerancia; parece tratarse de nuevo de la polaridad "belleza/barbarie" que recobra actualidad. No sólo en EEUU, también en Europa hay síntomas de ello, basta leer los periódicos para intuir el avance de los partidos poco tolerantes de extrema derecha.
En definitiva, hablar de tolerancia es correcto, pero es lo de siempre. El concepto se ha ido enriqueciendo con el tiempo y si bien ha podido ser un modus-vivendi, ahora se le exige algo más. Estamos en una época de grandes cambios, de grandes migraciones, donde la globalización es evidente e inevitable y comunidades culturales diferentes tienen que convivir en los mismos ámbitos geográficos. La tolerancia desde la perspectiva liberal, donde tolerancia significa quedarse lo más lejos posible porque no se tolera su cercanía, cuando permitimos que el otro sea pero que no haya acoso, ya no satisface las nuevas exigencias del concepto y pone en evidencia la necesidad de reelabora los enfoques. Fácilmente se convierte en indiferencia. El pragmatismo individualista que se desentiende de lo que no le afecta personalmente, es una de las formas más extendidas hoy de insolidaridad. Los ámbitos de tolerancia se deberían hacer mayores, pero teniendo presente que no todo puede ser tolerado ni los valores ni las conquistas sociales deben ser cedidas. Pero si el siglo XX ha sido una época compleja para la tolerancia, el mundo del siglo XXI no muestra síntomas que permitan ser optimistas. A pesar de todo hay que luchar, trabajar y educar por y para la tolerancia. De ello dependerá que el mundo sea mejor de lo que es.
BIBLIOGRAFÍA.
[1] Carta sobre la Tolerancia | John Locke, Edit. Tecnos (1994). |
[2] Tratado de la Tolerancia | Voltaire, Edit. Crítica - Drakontos (1992) |
[3] Cartas Filosóficas | Voltaire, Editora Nacional (1976) |
[4] Sobre la Libertad | John Stuart Mill. Edit. Sarpe (1984) |
[5] Brevísima Relación de la Destrucción de las Indias | Bartolomé de las Casas. Sarpe (1986) |
[6] El Espejo, el Mosaico y el Crisol | Francisco Colom. Edit. Anthropos (2001) |
[7] De la Tolerancia | Thiebaut, C. Edit. Visor (1999) |
www.unesco.org/tolerance
www.academie-universelle.org