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La Dádiva


Al finalizar el día, ¿Puedes enumerar tus cosas malas y buenas? Todos podemos hacerlo, porque se trata de un pequeño esfuerzo mental. ¿Podaste los árboles de tu jardín, peinaste la blonda cabellera de un niño, admiraste una obra de arte en el museo más cercano, saludaste al cruzar la calle a la amiga de la esquina…?


Todo encuadra bien en el plan de tus actvidades diarias. Pero, ¿has sentido verdadera satisfacción al hacer una de estas cosas?


Has visitado un hospicio de niños y dejaste un juguete de bellos colores, o llevaste una moneda a la pobre mujer que muere en el barrio miserable por falta de recursos. Pero, de nuevo vuelvo a interrogarte: ¿has sentido verdadera satisfacción al hacer una de estas cosas?


¡Pobre dádiva si no te ilumino por dentro cuando alargaste la mano! "La alegría más grande es la de dar", pero cuando se dá con la moneda o el mendrugo, un pedazo de alma y una sonrisa de satisfacción.


Si partieses tu pan con el hambriento, tu ración se mermaría. Pero, ¿se mermaría tu manantial de fe o tu fuente de sonrisas si llegasen a las puertas de tu alma todos los mendigos del mundo? ¡No! Por eso te repito: aprende a dar con verdadera satisfacción, y tu dádiva será la verdadera misericordia que piden los hambrientos de la tierra.

 

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