La
Puerta Abierta
Abre de par en par las puertas de tu casa. El mendigo que recorre la calle en demanda de
pan, llegará a tu puerta con plena confianza. El niño que pase, volverá su inquieta
cabecita y sus azules ojos hacia el interior de tu casa. El sol y la brisa, entrarán
iluminando y perfumando todo. Y cada día, un visitante inesperado llegará a tu puerta y
se llevará o te dejará algo para engrandecer tu existencia.
Si alguien tuviese sed y marchase fatigado en pos de agua; sin duda, llegaría a la
última casa si esta fuese la única que permanece abierta. Los presidios y los manicomios
están siempre cerrados. En las casas cerradas, parece que se retiene algo o se niega la
entrada a alguien. La felicidad jamás toca la puerta ni llama a grandes voces. Llega
donde la esperan y donde hay confianza plena. Entra sin llamar ni saltar tapias; y con
mucho sigilo, acaricia los niños y despierta los botones en los rosales.
Si en tu lugar se incuban las sombras; se entumecen los cuerpos y se mustian las rosas
porque tu puerta permanece cerrada; entonces, no esperes nada de la vida, ya que el
ensueño, la felicidad y el amor, son dones maravillosos que no llaman ni esperan para
entrar.
Abre tu puerta, para que todo aquel que la mire sin ir a pedir ni a darte algo, diga
siquiera al pasar: ¡Aquí vive la Esperanza!
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