Los
Arboles
¿No os parece que donde hay árboles hay siempre paz y alegría? Estos amigos del hombre,
han humanizado tanto su vida que éste, busca diariamente su sombra para meditar y su
frescor para serenarse el espíritu.
¿Qué poeta al hablar de los árboles, no sintió un profundo deseo de hacer
comprender, que ellos saben interpretar el motivo de nuestras alegrías y tristezas?
Filósofo o artista, pastor o labriego, han sentido en el grado que corresponde a
las pulidas facetas del espíritu, la excelsitud del árbol sobre la tierra.
¿Qué tesoro más grande puede desearse en la vida, que una franja de tierra
húmeda y fragante?
Ellos, nuestros hermanos mudos y elocuentes; son los únicos que tienen la gracia
de elevarse a los cielos por encima de todas las cosas materiales.
Hundidos en la tierra y abiertos en el espacio, parece que tienen la misión de
proteger eternamente al hombre. Viven sobre nosotros; nos dan esencia, miel y abrigo. Y un
día cualquiera cuando bajamos a la tumba, con sus raíces blancas y salobres de horadar
la tierra, nos envuelven silenciosamente, y nos sorben poco a poco en un abrazo lento de
química fusión. Entonces; comprendemos que somos savia de una misma fibra y formas de un
mismo destino que se traduce en Dios.
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