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La Música


Dice Thoreau: "podría, según pienso, escribir un poema que titularía: Concordia. Y serían sus capítulos: el Río, los Bosques, los Lagos, las Colinas, los Campos, las Lagunas y las Praderas…"

¿No os parece que cada uno de estos capítulos evoca un ritmo en tono suave, ya dulce, ora infinito y recóndito, que se adentra en el alma y la llena de armonía?

Yo os diría: con silencio y más silencio podría lograrse las notas inauditas que atraviesan las capas fluídicas del Universo, para sumergir nuestro sensorio-luz, en un éxtasis de profundo arrobamiento.

Los colores, ¿quién diría que los colores emiten sonidos armoniosos y extraños? Pues bien, los emiten en forma tan sutil y vaga, que bastaría contemplar –en divino trance de percepción anímica- el verde delirante de la montaña enhiesta para sentir la música celeste de la altura.

El viento, el arroyo y las olas plañideras, dan música a los senderos del ensueño. Ensueño: divina escala para traspasar los límites de lo burdo y material.

¡Alma, tú también eres música! Pliega tus alas hacia el sideral encuentro. ¡Alma, tu vuelo silencioso, será un oasis de ternura! ¡Alma, prepárate para el encuentro con la gran armonía de la Muerte!

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