Los niños y el desenvolvimiento mental Es muy dañino para la mente del niño presenciar películas de guerra, escenas de terror y cuadros horripilantes. I peor aún, si dichos cuadros tienden a crear en ellos, un concepto falso de las leyes de la naturaleza. Los cuadros de la ánimas del purgatorio, dan la idea a los niños de un Dios iracundo y sordo al llanto de los condenados, y viven sobrecogidos de temor, en el perenne conflicto de no hacer esto o aquello para no correr la misma suerte que las víctimas del fuego. En todo caso, sería más conveniente que se enseñase a los niños a educar sus impulsos, haciéndoles comprender que el niño bueno es útil a la patria, al hogar y a las leyes del Creador. El sentimiento y la moral encauzados hacia la verdad por las observaciones espontaneas del propio niño, resultan de más valor que las teorías impuestas en forma inquisitorial; pues a la larga, el niño tiene que hacerse su vida y sus ideas propias con el proceso evolutivo del tiempo y jamás olvidará que ha sido víctima de un engaño. Los maestros, tan preocupados hoy de la psicología científico-espiritual, debieran hablarle a sus alumnos de la reencarnación. ¡Cuán fácil o asequible a sus mentes resultaría la explicación, si se tomasen como ejemplo a los árboles y las cosas que nos rodean! "Volver a nacer". Retornar a la vida es algo maravillosamente sencillo de hacerlo entender, ya que, si nacimos una vez, es de todo punto razonable que reencarnemos muchas veces. No se puede vivir sin un concepto de la evolución espiritual o del futuro del hombre. Es el eterno problema que preocupa a la humanidad desde el punto filosófico, moral y religioso. I conviene, desde temprano enseñarlo en la forma más humanista -en cuanto a razón de ser-, y en la forma más idealista -en cuanto a los valores del espíritu-, para lograr la perfección a través de muchas reencarnaciones por las cuales tenemos que pasar todos. De consiguiente, los padres teósofos, rosacruces, espiritistas y masones, debieran hablarle a sus hijos constantemente de la reencarnación, sin ningún rigor filosófico o dogmático en respeto al libre albedrío, sino desde el punto sencillo que entraña toda ley de progreso universal.
|