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La Reencarnación y los niños prodigios

Pudiera escribirse una brillante página en la historia de las letras y las artes respecto a los niños prodigios. ¿Qué padre no desearía que su hijo viniese al mundo dotado de facultades extraordinarias? Pero como esas facultades no son hereditarias, ni tienen relación alguna con el ambiente o dinero, a nadie sorprenderá que un niño nacido en la opulencia resulte escasamente dotado, mientras que un niño descalzo y de humilde origen, a la edad de diez años o menos, dibuje cosas sorprendente, modele o talle a perfección. Ahora, si no fuese por la reencarnación, ¿se justificaría la diferencia de esos pequeños seres en la vida? ¿Existe otra teoría que pudiese explicarlo con más abundancia de razones? No, I decir que el Ser Supremo sabe como hace sus leyes, no satisface ni resuelve nada en el proceso de la evolución.

Muchos de los grandes problemas que presenta la vida, las anomalías todas, y lo que calificamos como injusticias del destino o mala suerte, tienen, sin lugar a dudas, su explicación y se comprenden fácilmente cuando se analizan y se busca el origen en las vidas sucesivas, ya que no hay efecto sin causa.

En todos los países de la tierra, han nacido y seguirán naciendo los "niños prodigios", los cuales, son para nosotros los "reencarnacionistas" , espíritus más preparados porque han hecho más veces y con más´provecho la jornada.

Para no abundar en ejemplos citaremos algunos casos:

"Víctor Hugo fue laureado en los juegos florales a la edad de trece años."

"Lucio Gautray publicó a los nueve años su primera obra: Colette y Susana."

"Liszt, Beethoven, Rubinstein, se hacían aplaudir a los diez años."

"Felipe Baratieri, a los cuatro años habla el francés, el alemán y el latín: a los siete años sabia el griego y el hebreo; a los once publicaba un diccionario de los términos griegos controvertidos, y dio a la publicidad, a los trece años, la primera traducción, hecha por él, del hebreo de los viajes de Benjamín de Tudela."

"Pascal poseía a fondo, a los doce años, la geometría de Euclides, publicando a los dieciséis, una obra de investigaciones matemáticas sobre las secciones cónicas y provocando en torno suyo tal admiración, que Descartes se resistía a creerle tan joven."

Hildegart Rodríguez (España) sabía escribir con ortografía a los tres años, aprendiendo simultáneamente inglés, alemán y francés, que se le iban enseñando al mismo tiempo que la perfección del castellano. A los trece años se la veía terminar el bachillerato, a los diez y siete es ya abogada. A fines de 1.931 se determino a estudiar Derecho, terminando rápidamente la carrera, para seguir Filosofía y Letras y emprender Medicina, que estaba terminando exitosamente, ante el asombro de los profesores, cuando muere asesinada por su madre a los dieciocho años. A pesar de su juventud y de su labor intensísima, deja en total trece libros escritos, entre los cuales figuran: "Los tres amores históricos", "Cómo se curan y evitan las enfermedades venéreas", "Malthusianismo y neumalthusianismo", Revolución y Sexo", "Se equivocó Marx?" y otros. Se dice que desde pequeña fue sometida a una dura disciplina pedagógica por su madre; pero de todas maneras, Hildegart Rodríguez era un ser privilegiado que se gano la admiración de los que conocieron su fugaz y brillante carrera.

Carlos Alberto Fonseca, peruano y uno de los más grandes poetas de la actualidad, publicó a los doce años su primer poemario: "Rosas Matinales".

Gladys Le Bas, "La pianista más joven de América", de siete años de edad -según informa la prensa de nuestros días- conquista la admiración del público con sus maravillosos conciertos de piano.

¿Para qué más ejemplos?

I lo mejor es que, dichos niños ejecutan o aplican sus facultades con la mayor simplicidad del mundo.

¿Cuántas veces -nos preguntamos- el pequeño Sarasate, cuando entró a los 11 años al Conservatorio de París y del cual salió a los diez y ocho meses con su primer premio de solfeo y violín, había venido al mundo a pulsar las cuerdas de un instrumento? ¿Cuántas veces más tendrá que volver?

¡Oh, infinito! ¡Oh, arcano!

 

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