¿Por qué no recordamos? Si hemos habitado este planeta antes de la presente existencia, ¿qué objeto tiene si no podemos recordarlo? I si la mente y la memoria no nos sirven para comprobar esa verdad, ¿quién puede, entonces demostrarlo? ¿Cuántas veces hemos venido a la tierra, y qué hemos hecho en esas vidas anteriores? Estas son las preguntas que a menudo nos formulan muchas personas. como si se tratara con ello, de confundirnos o llevarnos a un callejón sin salida. ¿Qué recordamos -preguntamos nosotros a la vez- de nuestra dorada infancia? Todo lo que podemos decir, acaso, es que nos sentimos protegidos por el profundo afecto de nuestros padres, y quizás, recordaremos un jardín o patio soleado donde solíamos jugar con los niños de la vecindad. Si al contrario, tuvimos una niñez desgraciada, sentiremos una sensación de tristeza al recordar los días sin pan ni lumbre; pero por muy grande que sea nuestro esfuerzo, no podemos nunca recordar los detalles de tres o más días seguidos de nuestros primeros años. ¿Por qué no recordamos si el tiempo transcurrido es tan breve, en comparación al que transcurre de una existencia a otra? I ¿qué ganaríamos con recordar nuestros errores pasados, si espiritualmente nos hemos superado a fuerza de amargas experiencias en las diferentes vidas sucesivas? Nos desagradaría, desde luego, saber que en una existencia anterior, hurtamos, cometimos un crimen o vivimos, en cualquier forma al margen de la ley. I para reafirmar copiamos un párrafo de Charles Lancelin que dice: "Si cada cual se acordase de sus anteriores existencias, el mundo no sería más que un caos de ruinas causadas por la persecución sin fin de odios insatisfechos y de inextinguibles venganzas. ¿Puede uno figurarse a un Nerón o a un Calígula reconocido en el curso de sus vidas subsiguientes por todas las víctimas que ha causado?" El olvido contribuye a la relativa felicidad del hombre en la tierra. Su cadena de desatinos se borra totalmente de su memoria en beneficio de la paz que reina en su Yo interno; y que se perfecciona, no con el recuerdo, sino con la sana intención de su mente y la moralidad de sus actos. Sin embargo, muchas personas recuerdan pasajes de una o más existencias precedentes. Al abrir una investigación formal de nombres citados, ambientes, fechas y otros detalles minuciosos, se ha podido comprobar que esas personas describen hechos de una vida anterior, ocurridos en lugares o países que en la presente existencia desconocen por completo. Es cierto que son muy escasos, pero de una gran veracidad para los que se dedican al estudio de las vidas sucesivas. A continuación, tomamos un caso al azar de un libro de León Denis que relata Isaac G. Forster: "Hace doce años habitaba yo en el condado de Effingham (Illinois), en donde se me murió una hija llamada María, en la época que entraba en la pubertad. Al año siguiente fui a establecerme en Dakota, en donde hace nueve años nació una nueva hija a quien dimos el nombre de Nellie. Cuando empezó a hablar, pretendió que ella no se llamaba Nellie y sí María como la llamábamos anteriormente." "Ultimamente me vi obligado, por asuntos comerciales, a volver al condado y me lleve a Nellie. A la llegada, reconocio en seguida nuestra antigua morada y a muchísimas personas que jamás había visto, pero que mi hija conocía muy bien." "A una milla de distancia, hállase el edificio-escuela a que concurría María. Nellie, que jamás lo había visto, me hizo una exacta descripción del mismo, expresándome el deseo de volverlo a ver, a lo que accedí en seguida. Una vez dentro, fuese directamente al pupitre que ocupó su hermana, diciéndome: "Este pupitre es el mío." Como este, pudiéramos citar varios casos, a pesar de que no abundan como hemos dicho antes. Otras de las anomalías que nos inclinan a creer en la reencarnación son, las características o tendencias al crimen y a los vicios que traen ciertos individuos que descienden de padres sanos y de no escasa cultura. Constantemente se habla de "la pesadilla de la familia, como de algo que nació así por desviaciones de la Naturaleza. Este estigma en el orgullo de la familia, aligera el karma por la obligada compasión del caso; ya que no siempre se juzga a un familiar con el mismo rigor que a un extraño. I el delincuente, puede que busque un ambiente totalmente ajeno a sus tendencias, como un nuevo centro de experiencias para tratar de corregirse. Sin embargo, muchas veces resulta inútil como lo vemos en la practica. Ahora bien, a esas honorables familias no les gusta que se les recuerde que tiene a alguien que deshonra el apellido aunque bien convencidas están de ello. I de hecho, cuando este espíritu vuelve a la tierra muchas veces, logrando superar su estado moral a fuerza de presidios, dolores y humillaciones sin cuento, no puede agradarle, en ninguna forma, que alguien le recuerde su pasado porque él sería el primero en quererlo olvidar. He aquí pues, la razón, por la cual olvidamos las vidas anteriores.
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