Ciudad Iberoamericana

  Cartas de nuestros miembros:

 

Marcela (de Capital Federal). "Cuento erótico".

 

Antes del cine

Llegué a tu casa, un poco antes de lo acordado, habíamos quedado para ir aquella noche al cine. Llamé a la puerta, tras unos minutos de espera me abriste.

Te estabas duchando pues me recibiste cubierta por una toalla que remarcaba todas tus curvas. Me invitaste a pasar mientras mis ojos te devoraban.

Me senté en el sillón a la vez que te dirigías de nuevo al baño.

Aquellos minutos de espera fueron eternos, mi corazón latía con brío de sólo pensar en tu suave fragancia... Mis nervios se electrizaban al recordar tu perfecto busto marcado por la toalla.

Al rato apareciste tú, te encontrabas delante de mí con un vestido negro, corto, que marcaba a la perfección toda tu figura y mostraba tus doradas piernas.

Me incorporé y me acerqué a ti, te di un leve beso en los labios, me apresaste en un intenso abrazo y respondiste a mi llamada, pero no como otras veces, esta vez nuestros labios rebosaban de erotismo.

Te aferrabas con vigor a mi espalda al tiempo que mi lengua te exploraba con frenesí. Con un leve salto cruzaste las piernas detrás de mí, te ayudaba a mantenerte elevada con mis brazos.

Con pasos lentos fuimos a la cocina continuando los besos y caricias. Te senté en la mesa y cogí un bote de nata montada que esparcí cuidadosamente en tu boca y cuello.

Compartimos la nata de tu boca con el beso más dulce, tras saborearlo bajé a tu esbelto cuello, y comencé a devorarlo con delirio. En un instante te despojaste del vestido para quedarte cubierta sólo con un exquisito conjunto de lencería blanca.

Introduje la nata entre la fina tela y tus pechos. Besé tu busto oculto por la tela, hasta que retiraste el tejido para permitirme deleitarme con la visión de tu torso desnudo.

Comencé a lamer la nata suavemente por tu seno, haciendo círculos cada vez más pequeños, que concluyeron al rodear con mis labios tu erecta aureola que succioné lascivamente haciendo arquear tu cuerpo.

Descendí al profundo valle donde me embelesé en besarte hasta limpiar todo resto de nata, para ascender hacia el otro pecho repitiendo la misma actuación, delicadamente al principio, pero con delirio finalmente.

Tu boca emitía leves gemidos, pidiendo más goce, así pues bajé hacia tu ombligo donde te besé ardientemente. Retomé mi marcha hasta posar mis labios sobre la cara interna de tus muslos.

Abrías las piernas ofreciéndome tu sexo, pero yo continuaba besando y acariciándote los alrededores de tus  bragas, pero tras unos momentos deslicé mi boca hasta colocarla encima de la húmeda tela a la que di rápidos besos.

Necesitabas más, así que con un veloz movimiento te desprendiste de la última prenda que cubría tu cuerpo. Deslicé mi lengua entre los pliegues, al mismo tiempo que introduje dos de mis dedos en tu abertura.

Los movía rítmicamente, acompañando a mi lengua que rodeaba tu inflado clítoris. Otro de mis dedos perforó tu esfínter haciéndote agitarte más rápido.

Tus gemidos se convirtieron en jadeos, tus gritos de placer inundaban mis sentidos mientras el olor de tu sexo impregnaba el ambiente.

El sabor de tu concha saturaba mi paladar. Al poco te contorneaste en un rápido movimiento, para luego dejarte caer exhausta después de alcanzar el clímax.

Tras unos momentos de relax, te incorporaste y me diste un cálido beso en la boca. Abriste con entusiasmo los botones de mi camisa, para pasar a acariciar mi pecho.

Tus hábiles manos se deslizaron lentamente a mi cintura, donde comenzaste a desabrocharme el pantalón, muy despacio, eso hacía que mi excitación alcanzara límites insospechados.

Pausadamente liberaste mi sublime miembro, que contaba ya con una enorme erección. Al sentir tu cálido aliento sobre él me estremecí.

Lo acariciaste con dedicación mientras besabas mi escroto, pronto pasaste a lamer mi falo de arriba a abajo... Tras recorrerlo con tu lengua te lo introdujiste en tu boca, pero sólo el extremo, que absorbiste con lujuria, para luego engullir mi asta totalmente.

Dentro de tu boca, la lengua lo recurría con rapidez haciéndome disfrutar mientras entraba y salía. Tras esto no podía resistir más, así que descargué mi carga en tu boca, lejos de importarte seguiste lamiendo con más pasión que antes si cabe.

Sacaste mi satisfecha verga. Te incorporaste pidiéndome más, así que te besé desenfrenadamente hasta que estuve preparado para continuar.

Posé mi revitalizado aparato sobre tu fisura y la froté por tu clítoris, acto seguido la deslicé hasta tu cueva y la introduje levemente, sólo hasta la mitad, la volví a sacar y embestí con fuerza. Emitiste un gran suspiro, que callé con mi boca.

Nuestros cuerpos se movían rítmicamente. Abrías más las piernas en busca de más placer mientras yo aumentaba la velocidad. En un arrebato de pasión te levanté salvajemente de la mesa, agarrándote de las nalgas férreamente clavándote totalmente mi pétrea pica.

Tus uñas arañaban mi espalda, nuestros movimientos eran ágiles e indómitos, nuestros cuerpos no respondían, nos exigían llegar al clímax.

Pegué tu espada a la pared, en ésta dupliqué la fuerza de mi arremetida. Extasiada mordías mi cuello, el placer era tan grande que necesitabas explotar...

Finalmente culminaste con un gran espasmo que me ayudó a mí a alcanzar mi propio orgasmo. Al sentirte llena de mi leche el placer se prolongó. Al final nos besamos, ya calmados y nos tomamos un relajante baño.

Pero por desgracia no pudimos ir al cine.

 

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