Ciudad Iberoamericana

  Cartas de nuestros miembros:

 

Marta (de Buenos Aires). Mis poemas.

 

MILAGRO

 

Fuiste vendaval sin tiempo

y sin memoria,

que azotó tierra desolada

sin misericordia.

 

Lleno de furia, viento feroz

y agua densa, despiadada,

me bañaste en rítmicas

y salvajes oleadas.

 

Y en ese furor de fuerzas

tremendas, desatadas,

sucedió el milagro...que aun contemplo

sin comprender nada.

 

Luego del agua y del viento,

de la furia sin medida derramada

sobre aquel lugar desierto y triste

volvió la luz del día

ya sin recuerdo de la noche

terrible y agitada.

 

Surgieron capullos...

aquí y allá,

resplandeciendo blanda,

dulcemente sobre mi piel

nueva, fresca, joven...

por milagro furioso de amor

casi...perfecta...

casi de nácar irisada.

 

 NO SE

 

No se si fue amor

lo que a tu fuerza cedía

y se entregaba.

Quizá era un antiguo mandato

que mi condición de mujer

encerrado llevaba...

 

Un darse de ofrenda, por dar...

por saberse buscada y anhelada.

Una entrega hecha de generosidad

sin calculo y sin lágrimas,

un darse por que sí,

sin pedir a cambio nada.

 

Un trasvasar energía a tu carne

y a tu alma,

a tu pena, a tu apremio,

y a tu soledad tan mal disimulada.

Una luz de esperanza,

un manantial fresco ante la boca

seca, áspera,

de fiebre y sed resquebrajada.

 

Una bella manera de pasar por esta vida

dejando un dulce gusto a fruta mordida

con ansia y con placer...con ganas.

Gusto de fruta con perfume maduro,

fresca y jugosa

como...como...recién cortada...

 

  

NOCHE BUENA

 

Tibia noche de verano

donde el viejo milagro

se repite.

Noche santa y antigua

que de dulce e infinito amor

mi alma reviste.

 

Quizá no sólo

el viejo milagro se repita...

Quizá se cumplan

todos los deseos

Quizá pueda ser feliz

y abandone la angustia

de añorarte

si por fin te apareces,

y...te veo!!!

 

Quizá el niño del milagro

te traiga desde mi memoria,

desde nostalgia y ausencia,

como el final feliz

de una bella y amorosa historia.

 

Quizá te apareces cuando

den las doce campanadas.

Quizá grite tu nombre,

llena de amor y alborozada.

Y quizá, por fin, vuelva

a ser niña...

y con dulce inocencia

volver a creer en todo.

Tenerte a vos y tener todo...

y nunca más, para ser feliz,

faltarme nada.

 

Por: Marta Ofelia Cejas.

 

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