Gime Shelter (1970)Película de Albert Maysles, David Maysles y Charlotte Zwerin Con los Rolling Stone |
GIMME SHELTER (1970)gusto de conocerlos Entré a la sala de cine con un prejuicio: noches atrás leí unas consideraciones morales sobre los documentales, en un libro de Jonathan Rosenbaum. Gimme Shelter aparecía con una mancha algo pronunciada. La escena del asesinato que Mick Jagger mira en la sala de edición fue filmada después, según entiendo. He buscado otras críticas de la película y no hallo mencionado este hecho clave. Al contrario, se destaca más bien lo de la cámara justa en el momento preciso. Pero las implicaciones de un hecho “documental” como este, de ser ciertas, son profundas. Reduplica, entre otras cosas, el papel de víctima de la estrella, que es sobrepasada por una violencia que no contribuyó a fabricar, ni alimentó. La película cierra con un congelado sobre el rostro de Jagger que se levanta de la silla en la sala de edición. Es como una empujadita al espectador, a una meditación sobre la verdad, y sobre como se yuxtaponen en Jagger retazos que no son suyos. La estrella desamparada o la identidad volatilizada? Por cierta experiencia sé que los documentales son una especie de “tierra de nadie”. Ahí como en ninguna otra parte se pueden “aglomerar las percepciones” con el título de verdad y traspasar la creencia a un terreno dudoso. Mis documentales favoritos de todos los tiempos, [supongo que] son Fata Morgana (1971) de Werner Herzog, y L’ Opéra Mouffe (1958) de Agnes Varda. Menos que la “verdad” en ellos, me interesa su súbito rompimiento hacia otra esfera: la que dicta la simulación, el espectáculo, o la poesía. Tal vez peco de idealista (oportunista, dirán otros), pero creo que de cierta manera el documental debe cantar también su subjetividad y su provisionalidad. ¿Quién mejor que Jagger para resolver el dilema del distanciamiento? Gimme Shelter comienza con su interpretación de “Jumping Jack Flash”. De las bufandas al saltito equivoco, del pecho a la boca, del gesto de muchacho al guiño de la estrella [femenina], del desorden a la fe, de la voz que le obedece fabulosamente al cuerpo que parece escaparse por su cuenta, Jagger parece idóneo para desenrollar, enfrentar y aclimatar ese dilema [del distanciamiento] frente a un público que en Gimme Shelter comienza siendo probo y acaba de ímprobo. Conforme el documental avanza, Jagger va perdiendo su aura, y quedando en chico preocupado frente a la moviola. |
Los Rolling Stones [los otros Stones] se van reduciendo [en el documental] cada vez más, hasta ser monopolizados por Mick Jagger exclusivamente. Poco de Charlie Watts al principio. Algo, sobre todo el vestuario, de Keith Richards. El rostro [cosas de la fotogenia] de Mick Taylor, y casi nada de Bill Wyman. El penoso proceso de creación se ve reducido a una revisión esporádica de una grabación. Lo demás es el escándalo de la gira por los Estados Unidos. Gira que culmina en el concierto gratuito de Altamon, San Francisco, el que de manera bastante tosca busca repetir el “milagro” de Woodstock [con apenas meses de diferencia]. El de Altamon es famoso al contrario del de Woodstock por haber costado 4 vidas, por el papel protagónico de los casi fascistas Hell’s Angels y por sus niveles de violencia e intolerancia. Todo esto es muy visible en Gimme Shelter. Y quizá sea lo que tenga más valioso como documental. Uno averigua en Gimme Shelter que el aura de Jagger es poderosa porque en el fondo reactualiza la [folklórica?] extravagancia inglesa, acumulando lo que arrebata malamente a otras divas y divos (incluido el lamento blues en que transforma su voz). También se reconoce en Gimme Shelter, que Tina Turner “masturba” el micrófono y hace el amor con su voz, ante un Ike Turnes apenas visible. Asimismo, sabemos que los feed back, y las maldades de la acústica son los gajes de los músicos [a veces no se escucha el coro que debía hacer Keith Richards, otras veces nunca entra el solo de guitarra]. Estas fallas acústicas no desmerecen la presencia artística ante todo del sobre enfocado Jagger. También se informa en Gimme Shelter que un grupo de tan alta magnitud, labora con empresarios casi ineptos, incapaces de organizar un buen concierto al aire libre. Eso si confiamos en que las tomas de las conversaciones de estos empresarios en el documental, no sean extemporáneas. Por contraste el concierto de Woodstock, documentado por la película Woodstock (Michael Wadleigh, 1970) destacó por su organización. Recuerdo la minuciosidad con que se documentaba en esa película, el acondicionamiento de los excusados, por ejemplo. O el claro giro empresarial que tenía desde el comienzo. [Toda Utopía comienza como Sociedad Anónima]. En Gimme Shelter, en cambio, se documenta la preparación de un encuentro que se pretende milagroso [y utópico], y que muy fácilmente podía preverse como desastroso. En todo caso, Altamont llenó de culpas a una generación. Fue el “fin de la utopía”. Otra cosa valiosa del documental es la convivencia en el concierto de cosas tan disímiles como el amor libre, el cándido “power-flower”, los perros y las flores, los niños y las motos, los desnudos y los Hell Angel’s, todos en un terreno desértico y en un tiempo frío. Quizá haya demasiados planos de los Hell Angel’s en el documental, los que identifican y certifican el lugar de los malos. El concierto de Altamont en sí, musicalmente hablando, - otro acierto del documental-, fue un desastre. Un montón de promesas incumplidas que se resbalan por la pendiente de la frustración y la violencia, que termina por opacar, entre otros, a Jefferson Air Plain, y después a los Stones Al final se sospecha que Jagger no podía ser “hermano” de nadie, mucho menos de las bandas de solitarios e insolidarios, de cándidos y drogadictos, nudistas y sádicos que se reunieron en Altamont, el lugar del fin de la utopía. Su lugar estaba en otra parte, en la simulación, la entrega y la música. Alguna vez me doy por aludido cuando el profesor Monsivais habla de las bandas de muchachos mexicanos [digamos aquí latinoamericanos] que se mueven bajo el paradigma del rock y son a la vez “neocolonizados y nacionalistas”. Hablo por una generación “interrupta” entre los 80s y los 90s, para quienes el cielo del rock’n’roll era inimaginable sin Jagger. En Gimme Shelter Jagger y su banda trastabillan, pero no por culpa de la música. Y, claro, muy lejos del cielo. |
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