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Aclaración: Esto yo no lo escribír , guarda con lo que vayas a pensar. Lo puse porque me cague de la risa al leerlo en otra página. .






RELATOS Y AVENTURAS DE UN PERVERTIDO !!!


El Club de Relatos Eróticos presenta: Narraciones de un Pervertido
Siempre he flirteado con esta perversión, y si bien la he practicado en forma muy sui-generis, escasa y muy inofensiva. En un principio todo comenzó estando de vacaciones, yendo a veranear a San Clemente con mi familia. Tenía yo 14 años entonces, y el sexo en un estado constante de excitación. Solía masturbarme cada día y hasta más de una vez. No había pornografía en todos lados como hay ahora, así que tenía que rebuscármelas con algunas revistas que traían algunas fotos de chicas en bikini. Era lo más que podía desear. Me imaginaba con ardor el sexo femenino, conjeturaba como se sentiría, como olería,como se abriría a mi penetración desesperada.

En ese estado subo al micro que iba a llevarnos y veo que a mi lado me toca una chica de unos 22 o 25 años, con un cuerpo espectacular, o al menos así me pareció a mí. Tenía puestos unos jeans muy ajustados que marcaban la vulva entre sus piernas, y no podía dejar de mirar esa parte. Unas tetas divinas y bastante notables se asomaban apenas de una remerita corta. Mi pija estaba al palo nomás verla sentada allí, así que cuando me dirigió la palabra prácticamente estaba al borde del orgasmo. Me hablaba como si fuera un niño, y ni recuerdo las nimiedades que me decía. Sólo recuerdo esa entrepierna, las tetas y unos ojos oscuros pero muy vivaces.

Fue entonces que, simulando tener frío debido al aire acondicionado, que me coloqué un saco que traía sobre las piernas, y mientras me hablaba me bajé la bragueta y saqué la pija, aún pequeña seguramente, pero muy dura, y comencé una masturbación frenética que me hacía sentir como afiebrado. Creo, viéndolo desde la luz del tiempo, que la chica se debe haber dado cuenta, y quizás la excitó la situación. Era algo surreal, un niño de 14 pajeándose a lo loco al lado de una mujer, mirando con locura sus ojos como brasas y las partes del cuerpo que no veía totalmente pero adivinaba.

La chica no hizo ningún movimiento delator, siguió hablando como si nada, y yo a los pocos minutos no pude contenerme y lancé un chorro de leche que no terminaba nunca. La situación me dio vergüenza, pero la chica siguió tan alegre y despreocupada que parecía intencional. Incluso recuerdo que se me acercó más. Luego, me limpié la mano y lo demás con un pañuelo que llevaba y me quedé dormido. Al llegar la chica me dio un beso caliente en la mejilla, lo que me hizo parar la pija nuevamente. Con el recuerdo me hice varias pajas en días sucesivos.

Al llegar a San Clemente, estábamos en una casa con un gran jardín con pinos y un seto. Recuerdo que en las tardes, luego de la playa, me quedaba cerca del seto entre los árboles, y veía volver a las chicas de la playa, y trataba de mirarles el culo y distinguir los pelos de la concha y los pezones endurecidos por el agua y el viento. Fue así como, varias veces, veía alguna particularmente excitante y sola, sin hombres cerca, y sacaba el miembro debajo del seto y, mientras miraba inocentemente, la mano me llevaba a ese coito imaginado con esa hembra que caminaba frente a mi vista, incluso mirándonos a los ojos.

Una llegó a conocerme y saludarme, sin saber que el nene que ella veía, debajo de la vegetación se encontraba eyaculando litros de semen y gozando con la vista de su culo, imaginando que esa leche entraba profundamente en el orificio oculto.

Un año después, recuerdo que en un recreo me quedé sin salir al patio para estudiar algo. Una chica,compañera mía, una de las figuras que evocaba en el baño cada día, dueña de unas piernas muy lindas y un culo bastante interesante por cierto, se quedó en el asiento de adelante. En cuanto no quedó nadie en el aula salvo nosotros dos, no tardé en sacarla y empezar el trabajo de frotado, oyendo a la minita blanco de mi masturbación hablando a media voz, repitiendo una lección de historia. Eyaculé de forma feroz, y unas gotas se me escaparon y fueron a parar a su pelo, largo y sedoso. Cuando nos íbamos, traté de quedar sutilmente detrás de ella en la fila y noté las manchitas apenas visibles del semen seco. Con esas imágenes tuve para varios días de pajas.

Una vez, otra variante, de mis 13 o 14 años.Caliente como siempre, subí a un colectivo y estaba medio lleno. Me puse sin querer en un sitio y de repente se abrió ante mí un culo soberbio envuelto en jean. Una cosa de locos. La poronga se me disparó al frente y como quien no quiere la cosa me acomodé con una mano en la cual sostenía un bolsito exactamente en el hueco entre los glúteos de la chica, una morocha de pelo duro, que al sentir el roce se dio vuelta y habrá decidido que me dejaba estar, ya que no se movió un milímetro, y aún más, se apretaba contra el puño cerrado, ya que no me animaba a tocarle el culo con la mano abierta. Acabé encima mío, y seguí viaje con la mano instalada, y mojado a más no poder.

Entretanto, cultivaba también el fetichismo, aunque eso queda para otra sección. Igualmente resumo: necesitaba bombachas de mujeres jóvenes y deseables. No tenía muchas, y no conseguía tampoco lo que quería, que eran bombachas usadas. Entonces recurría a dos o tres fuentes. Mi cuñada, mujer de mi hermano, mayor que yo, era una. La cuñada de ella, otra. Una hija de un matrimonio amigo, bastante gordita pero joven, un recurso más. Pero donde más obtenía era en la terraza de mi departamento, y allí comencé a practicar también el exhibicionismo, refinándolo aún más, ya que las bombachas que había estaban muy limpias y eran bastante insatisfactorias. Una variante era, cerca del balcón de mi departamento, iniciar una masturbación cuando se asomaba alguna vecina de enfrente, en especial había una que planchaba a la tarde cuando yo llegaba de la escuela. Creo que en esa época sacaba la pistola cada dos por tres al ver a la mina...

Ya contaré mas adelante las experiencias con mi cuñada mayor y con la menor. Creo que tengo tiempo y además me interesa saber si a ustedes Les interesan mis cuentos... De no ser asi callaré nuevamente. Sigo: Lo que más frecuentaba era la terraza. Salía en algunos momentos, y buscaba si enfrente había alguna mujer joven (o lo más posible) colgando ropa. Cuando encontraba una, me bajaba los pantalones y enfrentándola con decisión, comenzaba la tarea. Si la mujer miraba de frente, me ocultaba o disimulaba. Si sospechaba o al menos me parecía, me cortaba para adentro.

Lo que trataba de lograr era una paja frente a sus ojos, pero que nunca me viera directamente. Muchas veces me salía perfecto, y la leche volaba hacia la mina, cayendo en el suelo y allí la aplastaba con el pie. Algunas veces era la gloria: Había minas tomando sol. Si era una, bárbaro, acababa como loco, pero si eran más, me hacía dos o tres pajas seguidas. Recuerdo una vez que había algunas minitas, entre 17 y 25, enfrente, con sus bikinis y unos cuerpos entre bárbaros y pasables. Acabé como nunca cuando una de ellas se agachó y me mostró abiertamente un culo cubierto apenas por una tanga blanca. Creo que el chorro salió a través de la baranda del balcón, tal fue la excitación que me produjo.

A veces orinaba en la rejilla, poniendo cuidado de que se apreciara mi pene semierecto desde donde ellas estaban. Pero eso lo hacía para prolongar el placer. La vez que fue más extraordinaria fue cuando enfrente algunas minas tomaban sol, y vino otra, una que tendría alrededor de 28 o 30 años, junto a otra más joven, de cerca de 16. Las dos colgaban ropa y la mayor tenía puesta una pollera que el viento levantaba y dejaba ver una bombacha negra. Creo que caí de rodillas y acabé litros de esperma sobre las baldosas. Recuerdo que pensaba "Que situación más excitante..." Las minas nunca imaginaron el papel que tuvieron en esa escena.

Una de las veces más excitantes fue otra, que tenía que ver con el peligro de ser descubierto. Era ya mayor y recurría a la terraza como un recurso en verano, y ya que hacía rato que salían muy pocas minitas jóvenes a colgar ropa enfrente, me dedicaba a observar a dos o tres que tomaban sol en el edificio vecino. No había grandes cuerpos, pero al menos estaban bastante desvestidas, a veces se sacaban el corpiño (mirando para todos lados como imbéciles, y yo las miraba a gusto sin ser visto) y se mostraban bastante bien a mi vista. Ese día estaba yo pajeándome casi sin ganas mirando a la misma rubia en bikini blanco, cuando de arriba de mi cabeza oí "AHHHHH".

Miré enseguida, sobresaltado, pero no vi nada. De repente vi una sombra encima de mí, muy fugaz. Una vista más, unas voces, risas y deduje enseguida. En otro edificio tenía una sobreterraza con un tanque de agua,justo allí de donde venía el sonido y las risas. No me costó mucho pescarlas, yo era un veterano del escondrijo en la terraza, y ellas ni siquiera se ocultaban mucho. Asomaba la cabeza una de golpe y la otra reía, y comentaban algo. Yo, entonces, empuñé decidido mi pija (ya mucho más grande que en los primeros relatos) y, escondiéndome a medias, empecé a acariciar y mojar con saliva la cabeza coloradísima e hinchada. Una gota brillante salía del glande.

Me estremecía pensando que de arriba estarían quizás viendo ese miembro erecto por ellas, por su posible mirada y su presencia. Comencé el ritmo y adelanté las caderas. Con una mano me acariciaba los huevos, duros como pelotas de goma. No sé si me vieron o no, pero acabé con largos chorros que dejé escapar libremente, en el piso dejaron bien marcadas las gotas blancas. Esa vez ni limpié, me fui. Al rato volví para otra sesión, pero ya no estaban.

La tercera vez más excitante, fue cuando una chica joven pero gordita estaba colgando ropa.Yo me puse a caminar por la terraza con el miembro erecto brotando de la bragueta, rojo e inflamado. No lo acariciaba, y al pasar frente a la gorda le daba la espalda. Cuando llegaba al borde, me quedaba como mirando para abajo algo interesante y me la meneaba despacito. En una de esas eyaculé, y me fui despacio. Cuando llegué a la puerta vi a la chica que se asomaba, curiosa de ver qué me interesaba tanto allí abajo. Me reí un rato.

Otra cosa excitante allí arriba fue una vez que leí en la pared un nombre, de mujer y empecé a escribir. Nada ofensivo,un diálogo pavo,ahora no recuerdo pero no era nada erótico ni sexual. Al tiempo los diálogos adquirieron un tono más carnal, y recuerdo un día que estaba particularmente excitado y no encontraba nadie enfrente ni cerca para hacerme una paja. La calentura me llevó a poner la pija en la pared, medirla y ponerle a la chica que esa era mi tamaño. A partir de ahí la cosa era más y más caliente.

Escribíamos con la llave, y había otras docenas de escrituras. Al tiempo me dijo que tenía 15 años y vivía allí, en el edificio, y proponía un encuentro.Yo verseaba, diciendo que sí y poniendo excusas. Un día quise saber quién era y me escondí en nuestro propio techo para el tanque, desde donde no podía verme, y la vi llegar. Flaquita, sin tetas pero un lindo culito y buenas piernas, con un vestido amplio que se levantaba un poco con el viento. Era morochita y tenía pelo enrulado. La conocí al instante, nunca pensé que fuera esta piba la que escribía con tanto ardor. Lo de la pija en la pared la había conmovido particularmente. Pienso que de haber sido astuto podía habérmela cogido, pero no era ésa la onda de la cosa.

Le había dejado hasta muestras de semen en la pared, y le había pedido de su flujo. Nunca me las dejó. Era tan excitante o más que una relación directa, y así se mantenía. La espié varias veces. Llegaba, colgaba la ropa rápidamente y se dedicaba a leer y escribirme respuestas. Nunca la vi ni siquiera tocarse. Lo más cercano fue una vez que, leyendo, se sentó en la escalera y levantó la pollera del vestido que llevaba siempre, revelando toda la pierna y una bombachita rosa, de la cual se acomodó el elástico en un gesto despreocupado y habitual, sin saber que yo la veía y ya había tomado las medidas del caso.

Cuando se levantó, una carga de semen se había derramado en su honor, sin que lo imaginara. Ahora, una de las veces que creí enloquecer de excitación viendo una terraza fue cuando me había mudado al Centro, y un día de verano me había puesto a mirar enfrente y veo una mujer de alrededor de 30 años, de muy buen cuerpo, que tomaba sol en topless. Hasta ahí, interesante pero no para tanto. Pero me quedo mirándola y veo que, mira para un lado y otro y se arrima a la rejilla de la terraza suya y se agacha. Me costó entender qué hacía hasta que vi que estaba meando en el desague.

No se por qué, pero eso me re-excitó... Me subí a un banco, sacándola trabajosamente y pajeándome a mil por hora. Eso no fue todo, al ratito se sienta de nuevo, vestida sólo con su slip, y se empieza a pasar bronceador. Cuando llega a las tetas, amplias, se acaricia, se acaricia, y se queda ahí. Indudablemente una masturbación, menos genital que la mía, pero real. Creo que estuvo al menos media hora, yo acabé dos veces seguidas y tuve que alejarme de la ventana. La vi algunos días más ese verano, siempre meando en la rejilla cada ratito, aún con otras minas en la terraza, y luego masajeándose las tetas con fruición.

Bello espectáculo. Cuando meaba se bajaba por adelante la bombachita y casi llegaba a verle los pelitos. Una mina en bolas enfrente de mi casa, no podía creerlo.

Lo máximo en cuanto a esta onda de exhibicionismo oculto fue con mi profesora de inglés. Ella era una mujer no muy joven, pero tampoco vieja, ligeramente gordita y con excelentes tetas, muy pero muy prominentes. No se realmente por qué era soltera, ya que yo la hubiera cogido de buena gana.

Ella venía, nos sentábamos en la mesa del comedor de mi casa, y me daba la lección. Muchas veces conversábamos sobre temas diversos, tanto en inglés como en castellano. Generalmente pasaba al baño, lo que motivó que yo robara la llave de la cerradura y luego un día me puse a doblar el agujero del lado de adentro para poder espiar cuando ella iba, y llegar a ver donde se paraba. Así, varias veces vi cómo se bajaba la bombacha, se sentaba y oía el ruido de la meada. Con el ojo cementado a la cerradura, sin parpadear, me hacía pajas en tiempo récord.

Un día se dio que estaba muy, muy caliente. Creo que había estado viendo las bombachas de mis compañeras de secundario, que tenían entonces, como yo, 15 años y estaba enloquecido. Ella empezó la clase y yo saqué el miembro, sin pensar que estábamos solos, que podía sonar el teléfono o algo y debería levantarme, sin tener tiempo de guardarla. No me importaba... estaba ciego. La saqué, como decía, y al frotarla sentía el olor que emanaba, y no me preocupaba. Veía que la boca de ella pronunciaba las palabras, pero no oía. Me había ensordecido, y pienso que se escucharía hasta el ruido húmedo que hace la masturbación muy acelerada.

Además, me movía, era imposible no darse cuenta, pero ella seguía, casi apoyándome sus grandes tetas en mi brazo libre, hablándome de gente y cosas que no me importaba nada. Sólo la hubiera hecho callar arrojándome sobre ella y poseyéndola desesperadamente. Pero eso era imposible. Sin embargo ella se removía en la silla, ¿o me parecía a mí?

Ahora sé que lo debía hacer, seguro se habría excitado casi como yo. Debía estar oliendo mi sexo, y si no era consciente era inconscientemente. Cuando acabé, casi gemí, no escuché nada, el placer fue inmenso y apreté las mandíbulas mientras chorros y chorros de semen no paraban de salir. Con el pañuelo me fui secando y seguí la clase, pero el tema fue cualquiera, creo que el olor del semen era algo en medio de los dos que no era posible ignorar.

Creo que me tomó más afecto, como si tuviéramos una relación sexual, ya que yo no perdí el interés en verla desnuda y ella a veces me regalaba una vista de sus tetas dejando caer algo o revolviendo al descuido su cartera delante de mí. O se acomodaba el corpiño ante mi vista, sonriendo. Sus pezones a veces estaban tan erectos... y su gesto cuando yo terminaba de eyacular y me acomodaba las ropas (las pajas eran casi una parte de la clase desde ese momento) era protector, casi maternal. Creo que si hubiéramos abierto la cosa y nos hubiéramos sacado la careta hasta me habría limpiado la cabeza del choto.

A veces yo buscaba algo abajo de la mesa y veía sus piernas un poco gorditas y blancas, abiertas de par en par. No me daba cuenta entonces pero sé ahora que ella sabía perfectamente lo que pasaba. Cada orgasmo mío era un halago: ella lo provocaba, y el perfume del semen era un regalo. Seguramente se masturbaría, era demasiado carnal para su celibato... ¿elegido? Nunca lo hablamos, a pesar de que ella envejeció siempre soltera, y nos hemos visto varias veces desde entonces.

Ahora me siento avergonzado y no he vuelto a llamarla. Me arrepiento de no haberla podido coger años atrás, hubiera sido mucho menos difícil de aceptar ahora, y mucho más placentero para los dos.

La vez más reciente y, muy excitante también fue durante un viaje en Europa, era por trabajo y estaba solo. En un barco que cruzaba una zona nórdica, debí dormir en unos camarotes públicos. Estaba con un amigo y nos acostamos en dos literas, cuando en eso llegan dos minas y sin más ni más se sacan todo, quedan en bombacha y corpiño una y bombacha sola la otra y se acuestan. Nos hablaban con total naturalidad, pero nosotros estábamos al palo en segundos. Bueno, la cosa es que las minas se pusieron a dormir y mi amigo cedió al sueño en un rato también.

A mí la cosa me había desvelado y me puse a andar por el barco. En eso veo una litera con una minita que era un ángel, rubia, de unos 16 años, una diosita... No pude contenerme, saqué la pija ahí mismo y observando que nadie mirara me hice una paja que terminó arriba de la mina. Ella por suerte no se despertó, pero recibió en el pecho, en su pullover que no se había sacado, una respetable carga de semen. Cuando al día siguiente salí a cubierta no la vi por ningún lado, pese a que quería saber cómo habrá reaccionado cuando se depertó y quizás tenía mojado el pullover de leche fresquita, si es que no se había secado dejando una mancha blanquecina.

En el mismo viaje, más adelante, me tocó una minita muy joven, de alrededor de 17 años a mi lado en un avión. Hablé con ella un rato, pero no había demasiada onda. Así que esperé a que las luces se apagaran, dieron la película y ella se dispuso a dormir.Yo aparenté hacer lo mismo, y me tapé con una manta, y me empecé a pajear mirándola lo que mas podía y sintiendo su calor. Eyaculé cuando toqué por casualidad su culo envuelto en un pantalón apretado de tela suave. Luego me enteré al bajar de la nave que era pariente o amiga de un futbolista muy conocido, cuya mujer viajaba también, pero ella en primera clase.

Todo esto que cuento fueron experiencias ajenas a la vida sexual normal, y no es que todo el tiempo fuera así, no vayan a confundir.

Otra paja fuera de lo común fue con una dentista que tenía la costumbre de apoyarme las tetas y calentarme mientras me atendía. No me llevaba muchos años y si bien no daba bola como para coger normalmente, parece que ella lo hacía intencionalmente, ya que a veces no le hacía falta rozarme el hombro con las tetas y poner su entrepierna en mi codo.

Una vez fue a buscar algo y yo estaba al palo... quedé solo en el sillón, e instintivamente la saqué y me hice una rápida pajita, tirando la leche con la mano en parte en el artefacto que hay para escupir, donde la corriente se la llevó, y reservé un poco que coloqué en los guantes que la chica había dejado colgados, ya que era época invernal.

Una vez recuerdo una escena muy excitante, me encontraba con un amigo y un par de chicas que en esa época eran del secundario. Las dos me excitaban todo el tiempo con su aliento, con su nariz, su ombligo, sus piernas y a veces sus bombachas que me dejaban ver sin querer y su calor que emanaba de ellas como brasas.

Una de ellas fue mi novia un tiempo y la cogí en sus 16 años, una experiencia maravillosa ya que la desvirgué. No salió una gota de sangre ya que la chica se masturbaba bastante, y ella gozó mucho, ya que empecé chupándole la concha un rato largo. Pero esa es otra historia. Lo que quiero narrar es más retorcidito. Las chicas no tenían preferencia aparente por uno de los dos, pero yo recibía señales de las dos.

En un momento estábamos mirando la televisión y las dos me pasaron la pierna por delante, abriéndolas al máximo en un gesto despreocupado, pero llevaban el jumper escolar y habían estado todo el día fuera de su casa, así que me obsequiaron con un olor a concha increíble, en dos diferentes aromas, y la vista de sus bombachitas, sorprendentemente parecidas, amén de unas piernas de aquellas. Me calenté tanto, que temí que se me fuera la mano y se me escaparan de las redes.

Fue así que acerqué la nariz lo más que podía a sus caderas y las fui oliendo disimuladamente a cada una, mientras mirábamos los videos. A la otra no llegué a cogerla, simplemente le di unos besos profundos un día y le toqué las tetas, pero no me animé. Luego me arrepentí, pero como ya dije la otra no se me escapó. Lo que hubiera deseado era tenerlas a las dos y enterrarles la pija un poco a cada una, pero eso fue tema para mis masturbaciones por un tiempo.

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