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Querido Raúl

El tiempo inexorable de la vida ha llegado a su fin, has nacido para la eternidad; como siempre polémico pero al fin eres tu mismo, respeto tu decisión.

Hoy pasó por mi memoria cual película todos los momentos que recorrimos juntos en nuestra niñez y juventud, siempre fuimos muy distintos, éramos la cara de una misma moneda pero con valor diferente, fuimos amigos mas que hermanos, nunca estuvimos de acuerdo, si yo decía día para ti era noche, si para mi era blanco para ti era negro, pero que bien solucionábamos nuestras diferencias, con la disuasión o con el pleito pero sin maldad, sino guiados por nuestras convicciones.

En nuestra adultez casi vivimos alejados, tu formación militar te hizo inaccesible, parco, silencioso, casi indiferente, fue tarde nuestro reencuentro al pasado, como nos acercamos al final, tu continuabas con tu mismo caracter y tus nuevas inquietudes, lo trascendental y lo enigmático, yo casi no había cambiado en nada, seguía juguetón y casi irrespetuoso, pero con el mismo amor a los nuestros al igual que tú, con cierta diferencia, tu amor era silencioso, el mio efusivo.

Ayer en mi camino diario de vuelta a casa te recordaba con aquella canción "Alma, Corazón y Vida", y me trajo nostalgia, te veía con tus catorce años enamorado de Pipa, tu hoy querida esposa, bromista y pendenciero, incursionabas en todo a cuantas victimas tuviste debido a tu ingenio. Luego te la diste de inventor "eureka" fue tu fuente de ingreso y tu primer cliente joven Lalo, antes fuiste pequeño empresario, alquilabas el tablero de basquet colocado en una vieja escalera o tu bicicleta, hasta administrador tenías, Cholan te veía el negocio, y que decir de tu afición por la fotografía y tu famoso "antes y después" con el que te trajiste abajo a los mas "faites" del barrio. Luego fué tu época de bailarin de rock and roll, tus camisas de colores fuertes y jeans, tu rebeldía por no ir a la universidad, buscando la facultad de menor número de postulantes, tu pasaje como técnico dental y por ti me entere de lo que era la veterinaria y lo "huevo" que era el ingreso pero jamás postulaste a ella, yo fui el "huaman" que postuló, como no recordar tu fiebre por la revolución cubana y tu pretendido viaje a Cuba, creo que con la habilidad que te caracterizó siempre me usaste, me contaste sabiendo que yo se lo diría a mamá, como te admiraron en el barrio, eras un héroe, la reencarnación de Leoncio Prado que iba a luchar por la Independencia de América, como te quemé la película, pero creo que contribuí a tu definición por la carrera militar, cuando papá te dijo, o ingresas a la universidad o hablo con tu tío Flavio para que te meta de soldado raso, pero tu deseo era ser ingeniero para eso fuiste a Goñi, pero lo asombroso fué aquella noche en mi cuarto me dijiste, compadre quiero hacer atletismo para mantenerme en forma, pero requiero de un rabioso que me acompañe al barrio Obrero a entrenar, no sabía tu decisión de ingresar a Chorrillos, me la hiciste Nico.

Tu ingreso a la Escuela Militar cambió totalmente tu vida, te transformaste de tal forma que asustabas, tomaste en serio tu carrera y te fijaste metas y objetivos, tu debías ser Comandante General de Ejército, pero sólo la ignominia de un gobierno autoritario que rompió las reglas del glorioso ejército peruano, te impidió llegar a esta meta, pero la lección de hombría y decencia que nos diste en tu casa cuando ante la injusticia y el abuso de poder del ejecutivo frenó tu brillante carrera militar, y tomaste la sabia decisión de pedir tu pase al retiro, demostrando tu grandeza y valentía, tu no ingresaste a Chorrillos para ser uno más, sino para ser grande y brillante como Cáceres, un militar persuasivo no pumitivo.

Como los elefantes que regresan al lugar en que nacieron para morir, en la última década volvimos a ser los amigos del ayer, como me reconfortaba nuestras conversaciones, como lamentaba el tiempo perdido, me sentí orgulloso de que me confiaras tu salud y con que amor y alegría te preparábamos con Lida tu remedio, hermano si algo pude hacer por ti lo hice con amor, con cariño y con la esperanza de mantenerte entre nosotros por más tiempo.

Pero así como Dios nos da la vida, también dispone cuando se la debemos devolver, sé que estas feliz en la mansión del padre eterno, que no te debemos recordar con llanto ni pena, pero no me pidas que mis ojos derramen de lo más profundo de mi corazón mi llanto que regarán aún mas mi cariño por ti, para mi no has muerto ahora me acompañaras en lo que me queda de vida, y pronto estaremos juntos en el vaiven de las olas del mar viendo renacer en cada amanecer o atardecer con el crecimiento de la neblina, espíritu del mar, nuestras vidas.

Hasta pronto querido hermano Raúl.

Enrique Alcides

Lima, 15 de Octubre de 1999


La foto mostrada en la parte superior fue tomada el día de la graduación de mi padre de la Escuela Militar de Chorrillos, en ella aparece un jóven Tio Enrique, autor de esta preciosa carta.

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