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El SILENCIO DE UN SOLDADO


A la memoria de mi hermano Raúl, con el más grande y fraternal afecto...


Partió rumbo a la eternidad, tal cual él lo había previsto hace algún tiempo atrás, cuando tomó conciencia de la gravedad de la enfermedad que lo aquejaba. Puede parecer inverosímil, pero lo cierto es que, ahora estoy convencido que Raúl programó su alejamiento de la tierra minuciosamente. Nos abandonó físicamente, para siempre, súbitamente y emprendió vuelo hacia el infinito desde una sala del Hospital Militar en el que se había internado un día antes, obligado por las circunstancias.

Esa madrugada se encontraba acompañado de Raúl, su segundo hijo, el fiel, permanente compañero de todos sus momentos difíciles, ayudante incansable en cada una de las crisis inesperadas que últimamente se le presentaban, receptor de sus últimos mensajes y deseos, solitario responsable del cumplimiento de sus indicaciones finales.

Se fue un frío amanecer del mes de octubre, que aún nos sacudía con oleadas de gélidos amaneceres. Días antes habíamos conversado largamente sobre el presente y los retos diarios a que lo sometía una enfermedad que sólo él creía conocer, aunque dudaba que pudiera dominar, sí hacerla menos dolorosa.

En su día final, creo haberlo acompañado desde la lejanía de mis aposentos, víctima de múltiples e inesperados dolores artrósicos, que ningún medicamento me podía aliviar, tornándose casi inaguantables, por ello, sufrí un largo y agitado insomnio en el que él me acompañó con su gallarda figura de soldado a mi lado y la paciencia ejemplar que poseía. Lo ví y sentí igual a como actuaba siempre en los últimos años, alegre, optimista, repitiéndome sus ya casi clásicas palabras: "cada día me siento, mejor, mejor y mejor". Que largas y provechosas para mí fueron las horas de esta última despedida a distancia, en las que, impulsado por fuerzas interiores cuya oportunidad no llegaba a entender, fui evocando retrospectivamente una serie de aspectos de una vida intensa, sincera, seria, llena de muchas ejemplares y fecundas acciones, realizaciones, entrega y devoción por todo lo que hizo y hasta lo que no pudo hacer y de inolvidables horas felices vividas juntos en medio del humilde, pero maravilloso hogar que nos vio nacer, crecer y desarrollarnos con fraterno afecto, comunión de ideales, esperanzas y de muy rica vida espiritual; mutua tolerancia y respeto cuando no coincidíamos en algo, y eran muchas las veces, por diversas razones: no teníamos la misma edad, habíamos sido educados en colegios diferentes, pertenecíamos a grupos diferentes en el barrio y la escuela, y lógicamente se presentaban algunas discrepancias por tener o mantener puntos de vista propios frente a situaciones o problemas de la vida diaria, sin embargo, Raúl siempre se distinguió por ser desde muchacho un conciliador nato, analista profundo, agudo observador, ingenioso y lleno de calor humano, podía ceder en algo, pero nunca declararse derrotado.

 

Cuando crecimos y empezamos a madurar supo hábilmente, pese a nuestras diferencias generacionales lograr que coincidiéramos y viviéramos inquietudes semejantes cuando estuvimos en búsqueda de ideales, pensamientos y sentimientos que nos unieran a todos los hermanos, frente al dolor, la injusticia, el abuso; hizo esfuerzos por encontrar una identificación plena ante la patria y sus problemas, la pobreza y sus dramas, la mezquindad y el abuso. Crecimos guiados y educados por unos padres ejemplares, que unidos por el amor de toda una vida nos inculcaron los mejores valores para afrontar la diaria realidad de todos los días, impulsándonos a ser y constituir una familia solidaria, fraterna, respetuosa de sí misma y todos los demás, familia dentro de la cual todos estábamos, debíamos estar siempre, dispuestos a darnos la mano, ayudándonos mutuamente, preparados, listos a defender a nuestra familia con valor, tesón y perseverancia.

Raúl, desde muy pequeño y durante toda su existencia, siempre estuvo a la vanguardia de la vida, buscó y practicó desde temprano el amor, la integridad, la tolerancia, buscando y dando comprensión y teniendo siempre deseos de superación ejemplares, sabía y conocía la trascendencia de su existencia y le gustaba compartir con los que más quería sus conocimientos, pensamientos y filosofía, en todo lo que se propuso ser quiso ser el mejor y trató de tener una conducta ejemplar, con la mas grande humildad, sin melodramas ni aspavientos. No creo que haya alguien que habiendo compartido su compañía y amistad o a quién él simplemente conoció, en cualquier circunstancia, no lo recuerde con cariño, cuando no, con admiración y respeto.

Llegó la época en la que los hijos mayores empezamos a partir en diáspora por los caminos que el destino nos señaló, entonces él lidero a los menores: Enrique Alcides, Charo, y Toño ellos asimilaron todo lo bueno que siempre les supo dar e hizo en la vida. Todos sintieron siempre, deferencia gran cariño y respeto por las hermanas mayores, Julia y Evelina, las Samaritanas de la familia a las que tanto les debemos. Temprano fue secretario de papá y celoso guardián de sus obras cívico patrióticas y su producción pedagógica. Su calidad de hijo situado en la mitad del grupo familiar le dio ante mamá y la abuela Julia, por la ausencia de los hijos mayores, un status especial de cariño y deferencia.

A él también le tocó dejar el hogar paterno para ingresar al ejercito. La familia nuclear se volvió a empequeñecer, porque las nuestras eran partidas definitivas, sin retorno. Yo ya estaba casado con Teresa y llevando en brazos a nuestra primera hija: Roxana de apenas dos meses y medio de nacida lo visitamos en su internado al ingresar a la Escuela Militar de Chorrillos. En caravana, la familia en pleno fue a la famosa Escuela el primer domingo que le tocó visita. Que felicidad y orgullo tan grande sentimos al rodearlo y contemplarlo impecablemente uniformado con su uniforme kaki y sus botines tipo borceguíes negros, reintegrándose simbólicamente al calor familiar y recibiendo y conociendo también a la que era su primera sobrina y la primera nieta de papá Enrique y mamá Dona. Años más tarde con familia formada la escogería como madrina de bautizo de su última hija Tammy Angélica.

Roxana y su familia, también Giovana, desde la lejanía de Madrid, lloran su temprana partida y recuerdan con especial cariño la visita que le hicieron cuando trabajaba en El Alto, guarnición del ejército, donde vivía con su familia y las múltiples oportunidades que compartieron tantos y tan gratos momentos.

Últimamente nos informaba una y otra vez, usando palabras sencillas, sin dramatizar, para que todos sin mayores esfuerzos pudiéramos entenderlo, sobre las características, signos y síntomas de la enfermedad que lo había atrapado, y, se esforzaba para que comprendiéramos como a medida que transcurría el tiempo, mayores eran las dificultades que sentía para realizar sus actividades habituales y los diarios sacrificios que realizaba para tratar de seguir conservando una normalidad, que cada día era menor, y que lo obligaba a restringir hasta sus salidas más elementales. "Lucho permanentemente por mejorar mi calidad de vida diaria, pese a mis limitaciones físicas, me esfuerzo por no preocupar a nadie. Ahora, no me importa el pasado, ni pretendo vislumbrar el futuro. Pienso y vivo el hoy". "Creo que lo peor que le puede pasar a una persona es que le falte oxígeno a sus pulmones, no creo que haya mayor carencia vital", me aseguró en una de las últimas visitas que le hice, donde sin embargo se esforzaba por aparentar una normalidad que ya no existía, él se estaba extinguiendo y nosotros ciegos ante la realidad, tratábamos, porque siempre tuvimos fe en lo divino, de no darnos cuenta que la luz se estaba apagando, pese a nuestras múltiples, continuas oraciones.

Ahora, que ha emprendido el viaje hacia la eternidad, ese viaje que no tiene retorno y se ha integrado a la inmortalidad con la que soñaba, que vislumbraba y esperaba con serena tranquilidad, sé que es muy poco lo que puedo expresar sobre él, porque mi lenguaje se ha empobrecido, las palabras tardan en llegar a mi cerebro inmerso en el dolor que su ausencia física nunca imaginada, menos esperada me provoca, dolor que llega hasta las más recónditas profundidades del alma, dolor que nada ni nadie puede evitar, ni mitigar, dolor que se acrecienta cuando me encuentro frente a las cosas que tocó, miró u observó, en cada sitio que visitó o compartió con generosidad y grandeza, y la que nos permitió conocer y vivir cerca de su familia nuclear: Pipa, Luis Enrique, Raulín, Tammy en cada rincón de su casa en la que tantas veces nos acogió con cariño incomparable. En el sillón de mi escritorio que lo acogía cuando me visitaba, y que ahora yace vacío, para compartir juguetes espirituales, confidencias, problemas, escoger algunos libros de la biblioteca y darme sin egoísmo sus seleccionadas lecturas filosóficas.

En la vida diaria, es posible que haya quienes crean que pueden evadir el dolor o el pesar que sentimos por esta ausencia inesperada, aceptando que en este viaje Raúl se fue rumbo hacia otra existencia paradisíaca, ingresando a una dimensión desconocida, a vivir en otros mundos que no conocemos, a compartir con otros privilegiados situaciones edénicas, a re-encontrarse con los seres más queridos que lo antecedieron en la partida. Todo esto está fuera de mi entendimiento y conocimiento, pero, ahora me imagino imposibles de ser vislumbrados por quienes como yo aferrados a la existencia en la tierra, aún no nos hemos acercado a la vida trascendente. Me revelo ante la muerte, como siempre me he revelado ante lo desconocido de la vida, lo irracional, complejo e injusto. Comprendo que, a lo mejor no haya que pueda entender mis emociones y sentimientos. Para mí, ésta, es una partida inesperada, injusta, demasiado apresurada y aunque él con su sabiduría poco común, con su prédica diaria y reiterativa, su palabra premonitoriamente sabía, quiso convencernos de su inevitabilidad, yo en especial, nunca me resigné a aceptar sus argumentos y creencias, por sólidos que parecieran, y siempre esperé el milagro divino de una recuperación que le diera más años de vida y que prolongara su fructífera existencia. Tenía aún tanto que dar, que enseñar, que trasmitir que todos los que lo queríamos y apreciábamos sus dotes de comunicador nos hemos quedado en una orfandad paralizante.

Pasa por mi mente en mis evocaciones la figura de un niño rozagante, travieso, muy curioso. Lo recuerdo vestido con su traje de niño impecable, estilo marinero, corriendo detrás mío los días en que llegaba a casa en mis salidas leonciopradinas, jugueteando con mi gorra blanca a la que alcanzaba colgada en un viejo sombrerero de madera en la sala de la casita de Cangallo, empinándose sobre la punta de sus zapatos bien lustrados, para enfundarse en ella y sentirse un cadete. Desde pequeño fue muy pulcro en el vestir y cuidadoso de las prendas que usaba, tanto como en sus expresiones, gestos y mensajes.

Javier Prado 441, frente a la casa donde vivíamos, fue la escuelita fiscal que lo acogió para iniciar sus estudios primarios que luego los terminó en el Colegio Alfonso Ugarte, cuya sección primaria dirigía el viejo maestro amigo de papá don Eufemio Adrián, con quien años más tarde haría una gran amistad. Alfonso Ugarte le dio la oportunidad de destacar por su inteligencia, ingenio, perseverancia, demostrando además su gran espíritu creativo y pragmático. Ahí fue declamador de décimas de pié forzado y empezó sus practicas de básquetbol, deporte que fue una de las pasiones de su vida y en el cual destacaría nítidamente en la Escuela Militar con el número SIETE (7) en las espaldas.

La secundaria lo encontró en la Gran Unidad Escolar Pedro A. Labarthe, entonces para llegar puntualmente a su colegio pidió y obtuvo que papá le comprara una bicicleta. con la que se convirtió en un buen ciclista. Cuando atrapado por la crisis de la adolescencia no se encontraba a si mismo, fue atacado por una apendicitis mal curada, y terminó en una sala de cirugía del Hospital Dos de Mayo, ahí nos encontró, sin solicitarlo, a todos los hermanos con nuestros padres a la cabeza, solidarios y fraternos alrededor de sus dolores y de sus inquietudes, haciendo turnos para cuidarlo día y noche, demostrando una unidad que siempre fue inquebrantable y que después tratamos que el tiempo y las circunstancias buenas o malas, alegres o tristes la acrecentara. Cuántas veces reímos juntos y otras compartimos el llanto. No fuimos inmunes ni a la alegría ni al dolor.

Meses después que me gradué de dentista e instalé consultorio en la calle La Pelota del jirón Camaná, él quiso seguir mis pasos. Mi amigo el protesista Ladislao Kadar con laboratorio en la calle Mogollón lo acogió para enseñarle los rudimentos de la prótesis dental y después de observarlo, sutilmente lo desanimó de postular a Odontología en San Marcos. Eso no es para ti, supe que le dijo. Triunfante la Revolución Cubana, fascinado por la epopeya de los barbudos, pensó en ser guerrillero, como miles de románticos jóvenes latinoamericanos de la época y al no encontrar eco a sus deseos y sin recursos para poder escaparse para viajar por su cuenta a Cuba, y tras una histórica arenga sentimental de nuestra madre, orientó su vida hacia el ejército.

En la Escuela Militar de Chorrillos encontró su verdadera vocación profesional, era ordenado, disciplinado, estudioso, analítico y perseverante. Pronto, siendo cadete se convirtió en uno de los primeros de su grupo y en admiración del barrio de los maestros donde vivíamos y junto al "Chacal" Lizarzaburu y el chino Mesías daban semanal demostración de excelente presentación y cumplimiento del deber. De este modo se convirtió en motivo de orgullo de la familia y en ejemplo del barrio, muchos de cuyos jóvenes vecinos quisieron seguir sus pasos y se enrolaron en Chorrillos con diversa fortuna. Egreso como subteniente de infantería e inició una brillante carrera en una alejada guarnición de la selva peruana, donde jamás exigió a sus subordinados algo que él mismo no pudiera hacer. Educó, formó a la tropa a su cargo, enseñó con tesón con el ejemplo de su vida diaria.

En casa empezó la diáspora, Efraín, el hermano mayor terminó sus estudios de medicina, se graduó y se marchó a ejercer como médico en EE.UU. Yo termine como cirujano-dentista dentista, empéce a ejercer y luego, opte por la política y me case con Teresa, Rubén estuvo en Tacna y Trujillo ejerciendo la docencia e iniciándose en la Psicopedagogía y al regresar a Lima, se casó con Consuelo y empezó vida propia. Y Mamá sentía mucho dolor con estas partidas y siempre repetía que no se resistía a aceptar que los hijos se fueran del hogar paterno. Cada separación fue dolorosa y muchas lágrimas se derramaron por los hijos que se marcharon para siempre de la casa, para hacer vida propia , aunque nunca la abandonaron sentimentalmente, ni se desligaron de ella. El hogar paterno no decreció se acrescentó con la llegada de los nietos Su carrera militar fue brillante desde los inicios en Pinglo. A mediados del 67 nació mi último hijo: Rafael, y lo escogimos como padrino, esto nos acercó mucho más en el campo espiritual. Al año siguiente se re-encontró con Pipa en el Callao, él estaba destacado al CMLP,. al poco tiempo se casaron, y formaron una familia ejemplar. Luego siguió su periplo por diversos lugares del país lo que sirvió para hacerlo crecer profesionalmente, llegando a niveles extraordinarios. Con esfuerzo y muchos sacrificios se convirtió en uno de los mejores de su promoción. Todos seguíamos con atención y admiración sus pasos y lo mirábamos con legítimo orgullo avanzar hacia las metas que se había trazado, alentándolo a seguir adelante. Nacieron sus hijos y en cada ocasión todos estabamos reunidos para celebrar el acontecimiento. La familia era cada día mas numerosa, papá y mamá, convocaban para disfrutar de la compañía de hijos y nietos. fueron los mejores años que pasamos al lado de ellos devolviendo migajas de todo lo que nos habían dado. Raúl fue un hijo que les dio muchas alegrías y que supo tener la grandeza y sabiduría de dar y compartir lo que sabía y tenía. El desde su atalaya de San Felipe. contemplaba la vida y estaba culminando una carrera que debería llevarlo a la cima. No le debía nada a nadie, todo lo logrado era el fruto de su tesón, honradez y esfuerzo. Todas las condiciones físicas, éticas, profesionales, y de liderazgo estaban dadas.

Este coronel con todas las calificaciones más brillantes esperó con serenidad y paciencia, hasta diría buen humor, que le hicieran justicia a sus méritos y allanaran el camino para que siguiera avanzando hasta la meta. Cuando se produjo el despojo, la injusticia, el desconocimiento de sus calidades profesionales, con dignidad y valor poco común, desconocido dirá yo en el medio en el que había pasado la mayor parte de su vida, renunció a la comodidad del servilismo y dijo NO, y con la frente alta, sin un reproche, se marchó a sus cuarteles de invierno.

Una vida en la que solo supimos recibir lecciones de dignidad, hombría de bien, honradez acrisolada y capacidad ejemplares se ha extinguido, les ruego que comprendan mi dolor y lo poco que puedo escribir sobre mi hermano, partícipe de muchas horas felices, compañero incomparable de las difíciles y sobre todo HOMBRE en la más grande acepción del término.

Magdalena, 27 de noviembre de l999

OSCAR E. GOMEZ PERALTA

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