Lunes
2 de febrero de 2004 - Edición 239
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Una
canita al aire
Por Saúl Hernández
Bolívar
De cómo nos siga viendo Europa va a depender
el apoyo que nos den o los palos que nos metan
en las ruedas.
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Dentro de pocos días, el presidente
de Colombia, Álvaro Uribe Vélez,
estará visitando la sede del Parlamento
Europeo en medio de la fuerte oposición
de activistas de la izquierda y sus representantes
en esa asamblea. Estamos acostumbrados en Colombia
a que los europeos critican demasiado y ponen
muchas condiciones pero ayudan poco, y es muy
probable que la visita de Uribe no cambie en
nada ese panorama porque, de por medio, se han
interpuesto unas recomendaciones en Derechos
Humanos hechas por el Alto Comisionado de las
Naciones Unidas, que por un lado son de difícil
-casi imposible- cumplimiento y, por el otro,
están basadas en una visión distorsionada
de la realidad.
Una de las recomendaciones es la de no otorgar
facultades de policía judicial a las
Fuerzas Militares, cuestión que ya se
aprobó en el Estatuto Antiterrorista.
Tal petición es incomprensible proviniendo
de otros Estados que poseen legislaciones particularmente
duras en materia de seguridad y estando dirigida
a un país agobiado por el terror. Esa
es, realmente, una recomendación sin
sentido. Si bien puede tener razón Antonio
Navarro Wolff cuando dice que la política
de Seguridad Democrática marcha tan bien
que no se necesitan unas facultades especiales
que pueden terminar por mancharla, no se debería
impedir dar todos los pasos que conduzcan a
terminar una guerra donde nosotros ponemos los
muertos, no los europeos.
La guerra de Colombia contra la subversión
no es, como se ha demostrado, una de esas confrontaciones
que terminan en acuerdos de paz, entre abrazos,
como recomiendan también los europeos.
En el cuatrienio de Pastrana, sentados a la
mesa, se avanzó pero en destrucción
y muerte, se fortaleció la guerrilla
como nunca lo había hecho y ejecutó
cuantos actos de barbarie quiso. Si lo que teme
Europa y el mundo es que las facultades extraordinarias
se vuelvan en contra de los colombianos de bien
la manera de ayudar es con cooperación
técnica, capacitación, acompañamiento,
etc. A nadie le interesa más que a nosotros
mismos que esas licencias no desborden las buenas
acciones de la Fuerza Pública, la institución
de mayor credibilidad entre los colombianos.
Seguramente se cometerán errores pero
no serán de mala fe como desde ya lo
sugieren en Europa las corrientes de izquierda
que respaldan el terror en Colombia.
No cabe duda de que las recomendaciones hechas
por el Alto Comisionado de la ONU para los Derechos
Humanos, a las que Colombia se comprometió
cumplir en la Declaración de Londres,
están fundamentadas en una visión
muy parcializada de la realidad del país.
El documento cae de nuevo en la ligereza de
vincular, de manera generalizada, a las Fuerzas
Militares con el paramilitarismo y de seguir
viendo este fenómeno como una política
de Estado. Parece que no les bastara con la
evidencia de los centenares de 'paracos' capturados
y dados de baja y de las decenas de militares
retirados del servicio y enjuiciados tanto por
connivencia con los grupos de autodefensa ilegales
como por su participación directa en
éstos.
Y aparte de la visión parcializada -que
podría ser de buena fe- está por
supuesto la mala intención de los auxiliadores
internacionales de la subversión, quienes
hacen gala permanente de un relativismo moral
que tiene como fin el de debilitar cualquier
resistencia intelectual hacia los insurrectos
(ahora terroristas). Al igual que a los ex miembros
del M-19, a Europa le parece una ignominia indultar,
amnistiar, perdonar -o como se llame- a los
paramilitares. Los guerrilleros del 'eme', que
cometieron todas las atrocidades imaginables,
tienen derecho a ser parlamentarios, y hasta
presidentes, pero Carlos Castaño y su
gente sólo merecen la tumba o la celda
sin sol. La izquierda pretende que Marulanda,
Jojoy y demás muchachos tengan perdón
y olvido, y para los combatientes de 'derecha'
que haya justicia, verdad y reparación.
Esto hace parte de un sinfín de mentiras
con las que se pretende manipular a la comunidad
internacional para que nos presionen y obliguen
a permanecer maniatados. Las ONG's pro-revolucionarias
(Cinep, Comisión Colombiana de Juristas,
Colectivo de Abogados Jesús Alvear Restrepo
y muchos etcéteras) consideran como violación
de los Derechos Humanos sólo los atropellos
de los paramilitares o del Estado, no de las
guerrillas que se definen como violación
del Derecho Internacional Humanitario tal y
como si se tratara de acciones de guerra completamente
comprensibles. Es más o menos como decir
que si la esposa es infiel, es una mujerzuela,
pero si lo es el marido, ¡ah, es una canita
al aire! De cómo nos siga viendo Europa,
como la esposa o como el marido, va a depender
el apoyo que nos den o los palos que nos metan
en las ruedas.
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Reelección presidencial*
Por Gustavo de Roux
Guerrero
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El alcalde saliente de Buga se quejaba
de no haber tenido tiempo para terminar
su obra. Lo mismo le pasó a Carlos
Lleras Restrepo y puede sucederle a Álvaro
Uribe, porque el periodo es tan corto que
ningún mandatario dispone de tiempo
suficiente para completar su programa de
gobierno. Cuatro años no dan para
mayor cosa. Buena parte se va en resolver
negocios que dejó pendientes la administración
anterior, el resto, en estudios y elaboración
de planes cuya puesta en marcha toma tiempo
y de los cuales algunos no comienzan a ejecutarse
hasta el final del periodo. Cuatro años
resultan, pues, insuficientes. Así
lo siente el país y por eso se discute
ya la posibilidad de la reelección
presidencial, un tema que hasta hace poco
era tabú.
Entre el manejo de un emporio industrial
y el del Estado existen diferencias, pero
también similitudes. No podría
marchar bien una empresa donde cada cuatro
años se cambiara de políticas.
Sin embargo, es lo que vemos a medida que
se suceden presidentes, que el sucesor no
continúa con los planes y metas que
fijó su antecesor, los cambia por
otros o simplemente los abandona; porque
cada presidente llega con ideas nuevas,
equipo nuevo y nuevos compromisos. No hay,
pues, continuidad en la administración,
lo cual se traduce en despilfarros de dinero,
de esfuerzos y de tiempo.
De sentido común es que un presidente,
que ha realizado una tarea que colma los
deseos y aspiraciones de la ciudadanía,
y en quien ésta confía, pueda
ser reelegido, y si la mayoría de
los ciudadanos desea y apoya la reelección,
sería antidemocrático que
la ley lo impidiera. Sin embargo, porque
no todos los candidatos a reelección
estarán a la altura de merecer esa
confianza, la gente teme con razón
que algunos se autorreeligirán, poniendo
la maquinaria del Estado a trabajar para
ellos. La preocupación es razonable,
como también lo es que cuatro años
de presidencia son insuficientes. Reelegir
a Álvaro Uribe sería la mejor
opción para el país, si pudiera
legislarse sólo para este único
caso, que desde luego no se debe, porque
la ley es para todos los casos.
En este negocio debemos ser realistas,
porque al fin de cuentas son los políticos
quienes deciden, y a todos no les suenan
eso de la reelección. Hay que ofrecerles
entonces un manjar que puedan digerir. La
solución sería prolongar el
período a siete años, o por
lo menos a seis. Así el mandatario
tendría más tiempo para actuar
y las obras que inició no quedarían
truncadas o a medio ejecutar. La medida
es conveniente para mejorar la administración,
darle estabilidad y hacerla más eficiente.
Ojalá la decisión de implementar
esta reforma no se diluya indefinidamente,
y que la nueva ley entre a regir con esta
administración Uribe Vélez
que es lo indicado, y no se la posponga
para la próxima, como suele suceder
cuando los intereses políticos priman
sobre el interés nacional.
*El Colombiano, enero 31 de 2004
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Populismo y asistencialismo
¿Es aceptable que una pareja
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y sea el Estado el que alimente a
sus críos en los restaurantes
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Entre
el tintero... |
- Misión especial de la OEA
asumirá verificación del proceso de paz
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