Para empezar, aclararemos los términos básicos que componen el encabezamiento del artículo, es decir, flora, vegetación y humedal. Es común oír cómo se emplean indiscriminadamente los términos flora y vegetación como sinónimos, sin embargo tienen distinto significado. Cuando hablamos de la flora de determinado ambiente o situación geográfica, nos estamos refiriendo al conjunto de especies vegetales presentes, como elementos aislados de los que sólo nos interesa las particularidades de cada taxón (especie). Sin embargo, cuando hablamos de la vegetación nos estamos refiriendo a comunidades de individuos de distintas especies vegetales que interaccionan entre sí y con el medio que los rodea. Es decir, que cuando hablamos de Espinar Alicantino, estamos mencionando a la vegetación que caracteriza a los montes de nuestra comarca, pero si mencionamos al Palmito (Chamaerops humilis) y al Espino Negro (Rhamnus lycioides), estamos hablando de la flora particular de nuestra zona. Para finalizar, flora sería a árbol, lo que vegetación a bosque. Del término humedal todo el mundo tiene una imagen más clara y precisa, aunque algo estrecha en relación al significado que posee para los estudiosos de los humedales (limnólogos) o para la misma legislación que hace mención a la misma. Pensamos en los humedales como espacios permanentemente cubiertos de agua, pero esto no es cierto, de hecho los estudiosos consideran a determinados espacios como humedales sin que se observe el agua en superficie (se les llaman criptohumedales -humedal oculto- ), siendo un claro ejemplo de los mismos los saladares o los cauces pedregosos de numerosos arroyos o ríos, en donde el agua permanece a escasos centímetros de la superficie sin llegar a aflorar a nuestra vista. También asociamos erróneamente al término de humedal, el hecho de que las aguas han de ser permanentes, pero no tiene por qué ser así; un barranco es una zona húmeda, a pesar de que solo circule por él el agua libre durante unos escasos días al año. Finalmente, es normal que pensemos en los humedales como acúmulos o pasos de aguas continentales (dulces o salobres), pero de nuevo nos equivocamos, ya que el mar situado sobre la plataforma continental, hasta una profundidad de 10 m., también es considerado, junto con las playas, como una zona húmeda. En definitiva, debemos considerar como humedal todo espacio, ya sea de origen natural o artificial, en el que exista agua dulce o salada (en superficie o subsuperficialmente), circulante o estancada, permanente o temporalmente, de forma que sea capaz de albergar formas superiores de vida acuática o de vegetación especialmente adaptada a la existencia de agua subsuperficial. Los humedales constituyen ecosistemas enormemente ricos en formas de vida, entre las cuales, la vegetación representa una de las más características señas de identidad, por lo que todo amante de estos espacios debería conocer, aunque sea de un modo superficial, algunas de las formaciones más representativas y el valor ecológico de las mismas, así como las especiales adaptaciones y formas adoptadas por el mundo vegetal para desarrollarse en un medio que fue el origen de la vida y la principal razón de su existencia sobre nuestro planeta.
Juan Carlos Aranda (Biólogo)Texto extraido del artículo "Flora y vegetación de nuestros humedales (1)"
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