A las 8: 05hs de la mañana el F-227 despegó de Carrasco. El plan de vuelo de su piloto, el
comandante Cesar Ferradas, era dirigirse de Montevideo a Santiago pasando sobre Buenos Aires y
Mendoza. El viaje duraría cuatro horas y la última media hora volaría sobre los Andes.
             La mayor preocupación de los pilotos era que las montañas de los Andes oscilan entre dos mil y
seis mil metros, (teniendo en cuenta que el pico mas alto de la Cordillera, el Aconcagua, mide 7 mil
seiscientos metros) y la mayor altura que podía alcanzar el Fairchild era de  7 mil metros. Por lo tanto
tendría que atravesar los Andes por algún paso donde las alturas fueran menores.
             En el momento en el que el Fairchild llegó a la cordillera, el auxiliar de vuelo Ovidio Martínez le
dio la noticia a los pasajeros de que era imposible atravesar la cordillera, ya que las condiciones climáticas no se lo permitirían, con lo cual debieron aterrizar en Mendoza, provincia de Argentina. Allí pasaron una noche y al otro día a las 14: 18hs el Fairchild partió de Mendoza con rumbo Santiago, comandado por el copiloto Dante Lagurara.
             El avión ascendió hasta llegar a los 6 mil metros de altura. A medida que avanzaban, un manto de nubes blancas aparecía bajo ellos, pero esto no era problema, ya que la visibilidad era buena por encima de las nubes.
             A las 15: 21hs  Lagurara se comunicó con el control de tránsito aéreo de Santiago para avisar que sobrevolaban el paso Planchón. Minutos mas tarde se volvió a comunicar para decirles que divisaba Curicó.  El avión giró en ángulo recto para tomar la ruta anterior. Dando por buena la información recibida, la torre de control autorizó para descender a los 3 mil quinientos metros cuando se dirigía al aeropuerto de Padahuel. Cuando el avión descendió penetró en una nube y comenzó a dar sacudidas.
Lagurara conectó las señales de abrocharse los cinturones y de no fumar ya que los pasajeros estaban
yendo de un lugar a otro  y jugando con un pelota de rugby. El navegante les dijo que el avión se iba a
sacudir un poco, por lo cual debían permanecer sentados, y además en un momento aterrizarían. Minutos después el avión empezó a sacudirse de forma anormal y luego penetró en una bolsa de aire que lo hizo descender varios metros bruscamente. Algunos de los pasajeros se veían nerviosos y otros para disimular el miedo hacían chistes sobre su situación. Luego otra bolsa de aire los hizo descender varios metros mas
hasta sacarlo de la nube, el paisaje que se veía por las ventanillas, no eran los valles de Chile, sino, tan
solo una inmensa montaña a escasos tres metros del ala. Al ver esto varios de los pasajeros comenzaron a rezar y otros se miraban aterrorizados esperando el impacto contra la montaña.
             El piloto forzó los motores intentando obtener altura, el avión se elevó un poco, pero el ala
derecha tocó la ladera y se desprendió del avión. Al cortarse paso por encima del fuselaje  y cortó la cola, dejando una enorme salida en la parte trasera de lo que quedaba del Fairchild. El navegante, el ayudante
de vuelo y tres chicos más salieron despedidos por donde anteriormente estaba la cola. Segundos después el ala izquierda se partió y una de las aspas de la hélice rasgó el fuselaje.  Se oyeron largos gritos de terror. En lugar de deshacerse, el avión siguió unos segundos mas sin alas ni la cola, hasta aterrizar sobre su vientre, en un largo valle por el que descendió deslizándose a gran velocidad.
         Dos pasajeros mas  salieron despedidos por la parte trasera. Al detenerse, la fuerza de
desaceleración hizo que la base de los asientos se rompiera y que estos aplastaran violentamente a los
pasajeros que viajaban en la parte delantera, contra el guarda equipaje del avión, que se encontraba
anterior a la cabina.
         La distancia entre el punto de impacto y el lugar donde el Fairchild se detuvo era de cinco
kilómetros. Y la altura del lugar, donde se hallaban los 32 supervivientes que hasta el momento quedaban, era de 3 mil quinientos metros sobre el nivel del mar.




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