INFORME ESPECIAL

Diario EL PAIS, JUEVES, 23 DE MARZO DEL 2000

La policía ugandesa cree que la secta usó bombas para la matanza colectiva

Dudas entre la teoría del suicidio o el asesinato

AGENCIAS, Kampala
La policía ugandesa ha encontrado un gran número de explosivos en la iglesia en la que al menos 530 personas, incluidos 78 niños, murieron el viernes en un supuesto suicidio colectivo. Stephen Okwalinga, un alto oficial de la policía, declaró ayer que las investigaciones muestran que las bombas fueron colocadas en seis puntos de la iglesia. Los primeros informes habían sugerido que los miembros de la secta apocalíptica habían usado gasolina para quemarse.

"No utilizaron gasolina... Parece como si hubieran usado explosivos", asegura Stephen Okwalinga, jefe de la policía de la región suroeste, a la que pertenece la remota localidad de Kanungu, donde ocurrió la matanza. "Parece que se sirvieron de bombas, que explotaron en seis lugares diferentes de la iglesia".

Otros, sin embargo, defienden otras teorías. Uno de los líderes de la secta Movimiento para la Restauración de los Diez Mandamientos de Dios había comprado 40 litros de ácido sulfúrico días antes de la tragedia, declaró la policía. Mezclado con gasolina, según los expertos, este ácido se convierte en una mezcla altamente inflamable y explosiva que emite gas letal mientras se quema. Y ésa es, según esos expertos, la posible causa de la explosión repentina y del fuego que devoró la iglesia el viernes 17 de marzo.

El antiguo cura católico Dominic Kataribabo compró 20 litros de ácido en latas el 12 de marzo y declaró al vendedor local que quería usarlo en baterías de coches. No se encontraron baterías de coches en las ruinas del complejo de la iglesia en Kanungu. Pero se halló un tambor vacío al fondo del edificio de la iglesia, y la policía creyó inicialmente que había sido usado para combustible.

"Está confirmado que compraron , pero aún estamos esperando que los forenses nos digan si fue usado en el fuego", declaró el portavoz policial Assuman Mugenyi.

Sin ceremonia

El número exacto de muertos no será nunca conocido. Cientos de cadáveres carbonizados fueron enterrados sin ninguna ceremonia en una fosa común el lunes, pero la policía cree que 530 han fallecido. La Iglesia católica rechazó oficiar una misa, ya que algunos líderes eran curas y monjas excomulgados.

Aunque la tragedia fue considerada en un principio como suicidio colectivo -a excepción del asesinato de los, al menos, 78 niños- numerosos testimonios de los familiares avalan la tesis de que muchos desconocían lo que iba a suceder. El martes se recuperaron los cuerpos en descomposición de seis hombres de la letrina de la iglesia. Los médicos dijeron que parecían haber sido asesinados poco antes de que se iniciara el fuego. La policía halló también otros cuerpos enterrados en el jardín, aunque probablemente habían muerto anteriormente de muerte natural. "La secta no permitía medicación para los enfermos. Sólo oración", declaró el portavoz policial. Las normas de vida eran rigurosas, con las relaciones sexuales prohibidas y la obligación de trabajos forzosos sin retribución. La policía sospecha que el máximo líder de la secta, Joseph Kibwetere, murió en el fuego. Sí están identificados los cuerpos de dos de sus colaboradores.

Las investigaciones, no obstante, avanzan con gran lentitud e innumerables obstáculos, debido a la lluvia, la falta de medios, su propia lentitud y la opacidad de la secta. "Un equipo especial de investigadores ha sido enviado ayer de Kampala y permanecerá el tiempo que haga falta", declaró a France Presse un portavoz de la policía. Los policías intentan localizar otras ramas de la secta en el país, después de su prohibición decretada por las autoridades.


Diario EL MUNDO, JUEVES, 23 DE MARZO DEL 2000

Las autoridades ugandesas sospechan que el líder de la secta suicida huyó

Un joven que se salvó afirma no haber visto a Kibwetere desde hace un año

JAVIER ESPINOSA. Enviado Especial

KANUNGU (UGANDA).- Cuando Peter Ahimbisibwe hablaba, bajaba la cabeza. Cuando le preguntaron qué pensaba del Movimiento para la Restauración de los Diez Mandamientos, tan sólo consiguió articular dos palabras: «Tengo miedo». «Todavía está bajo los efectos del shock. La verdad es que es realmente un milagro que salvara la vida», afirmó el ministro de Asuntos Exteriores de Uganda, Amama Mbabazi.

Ciertamente, el chaval de 17 años se puede considerar afortunado. El viernes pasado, Peter no pudo soportar más el hambre y decidió regresar a su choza para conseguir algún alimento. Salió de la granja denominada El Arca de Noé a las 7.30 horas. Allí quedaron su madre y su hermana, miembros del desquiciado grupo desde hacía un año. Horas después, junto a cientos de seguidores del culto, morían abrasadas.

Peter recibió la noticia cuando se encontraba en su domicilio. A partir de esa fecha, se ha convertido en el principal testigo de las Fuerzas de Seguridad ugandesas para esclarecer este macabro suceso. Ayer acudió, en compañía del ministro Mbabazi, a recorrer el antiguo campamento.

Viaje a Nairobi

El chico aseguró que Kibwetere, el líder de la secta, no se encontraba el día 17 en su Arca de Noé. La policía local certifica que ha recibido la misma información de varios residentes de Kanungu. «Hace mucho tiempo que no lo veíamos, quizá un año», declaró el muchacho. «Es una declaración que coincide con un familiar de Kibwetere con el que he hablado. Me dijo que éste se encontraba enfermo de diabetes y que podía haber viajado a Nairobi para recibir asistencia médica», señaló Mbabazi.

El propio miembro del Ejecutivo explicó que la policía sospecha que Kibwetere no murió el pasado viernes. «Creemos que existió una conspiración criminal. Hemos recabado también información sobre la posible huida de Credonia Mwerinde, que actuaba, de hecho, como la dirigente del lugar en ausencia de Kibwetere. Piense que, días antes del crimen, consiguieron reunir bastante dinero al vender su ganado», advirtió Mbabazi.

Mwerinde era la propietaria del terreno. Ella se consideraba una suerte de elegida, en este caso de la Virgen María, «con quien decía tener contacto directo», precisó el sacerdote Robert Gay.

A Peter le resulta muy difícil rememorar sus días como discípulo. «Los lunes y los viernes teníamos que ayunar. El resto de la semana, la comida también era muy mala. Sólo una vez al día y poca. No te dejaban hablar. Lo único que hacíamos era rezar y cuidar el jardín. Decían que teníamos que orar mucho para que Dios dejara entrar en el cielo a nuestra Arca de Noé, afirma el chaval con la voz entrecortada.

El ministro de Asuntos Exteriores reveló nuevos datos escalofriantes sobre lo acaecido. «Entre las víctimas se cuentan cuatro niños que no eran miembros del grupo. Estaban jugando en la colina y los convencieron para que entraran en la habitación donde se inmolaron», dijo.

Algunos pequeños, hijos de miembros del culto, que habían abandonado el recinto para corretear por el prado, también fueron reconducidos hacia la habitación. La policía cree que la secta pudo usar, además de la gasolina y la gelatina inflamable con la que se embadurnaron, dos latas de ácido sulfúrico de 20 litros cada una.

«El ex sacerdote Dominic Kataribabo -cuyo cadáver fue identificado entre los cuerpos calcinados- compró ese material el día 12. Es una sustancia que arde fácilmente. Pensamos que lo utilizaron como una suerte de explosivo», señaló Stephen Okwalinga, responsable de la policía en esa región.

El titular de Asuntos Internos, Edward Rugumayo, aclaró el martes ante el Parlamento que el saldo final del suicidio colectivo asciende a 530 muertos, aunque sólo se pudieron contabilizar 330 cadáveres. «El resto eran simplemente cenizas», dijo Rugumayo. El ministro añadió que la demencial cofradía -prohibida ahora oficialmente- dispone de 4.200 militantes en toda la nación.


Diario EL PAIS, MARTES, 21 DE MARZO DEL 2000

La policía ugandesa encuentra más cadáveres enterrados en la iglesia usada por la secta

Sepultadas en una fosa común las 500 víctimas carbonizadas en la inmolación colectiva

AGENCIAS, Kanunga
Entre lo que queda de los muros de cemento de la iglesia que servía de hogar a los miembros del Movimiento para la Restauración de los Diez Mandamientos de Dios, la policía ugandesa hizo ayer otro macabro descubrimiento. Rompiendo una fina capa de cemento fresco que cubría las letrinas del edificio donde casi 500 personas se inmolaron en un incendio el pasado viernes, los agentes descubrieron al menos otros 20 cuerpos. Más cadáveres han aparecido enterrados en el jardín y en el cuidado huerto de los miembros de la secta. La policía sospecha que fueron asesinados.


Fotografía en la que aparecen los supuestos
líderes del Movimiento para la Restauración
de los Diez Mandamientos de Dios (Ap).
"Encontramos cinco cadáveres en la superficie, pero cuando encendimos la antorcha había más debajo", señalaba ayer Richard Opira, funcionario de salud pública. "No presentan heridas, así que creemos que fueron estrangulados o quizás envenenados", añadió Opira. El inspector general de la policía ugandesa, John Kisembo, también señaló que podrían haber sido asesinados. Otras cuatro letrinas permanecían ayer selladas y podrían contener más cuerpos, según la policía, que esperaba la llegada del equipamiento adecuado para proseguir los desenterramientos.

El balance de víctimas del incendio de la iglesia de Kanungu que registra la policía ugandesa mediante el recuento de las calaveras encontradas llegaba ayer a las 330, de las cuales 78 son niños, según informó el ministro del Interior, Edward Rugamayo. Los funcionarios que trabajan en el lugar señalaron que muchos cuerpos permanecen todavía entre las ruinas del edificio o han ardido de tal manera que han sido reducidos a cenizas, por lo que la cifra total podría elevarse hasta los 500 muertos, según aseguró el ministro.

Presos de una cárcel vecina comenzaron ayer la tarea de cavar una gran fosa común donde fueron enterrados los primeros cadáveres. Cerca de cien familiares de las víctimas permanecían asomados a las ventanas de la iglesia para contemplar el montón de cuerpos apilados, algunos de niños pequeños que permanecían acurrucados o abrazados unos a otros. Algunos de los familiares sollozaban suavemente mientras sujetaban ramitos de romero para combatir el hedor, ya que la carne que quedaba en los restos comenzaba a pudrirse tras las lluvias caídas durante la mañana. Un bulldozer acabó la tarea emprendida por los presos. Derribó los restos de los muros de la iglesia y los empujó junto al resto de los cadáveres a una gran fosa abierta en la tierra.

La policía ugandesa ha abierto una investigación porque la presencia de niños entre las víctimas induce a pensar que muchas eran demasiado jóvenes para ser consideradas participantes voluntarios en el suicidio colectivo. El descubrimiento ayer de nuevos cadáveres ha hecho aumentar las sospechas de asesinato.

Puertas selladas

La policía afirma que las puertas y las ventanas fueron selladas con clavos y que los miembros de la secta cantaron durante horas antes de que la iglesia ardiera. Aunque parece claro que los seguidores del Movimiento por la Restauración de los Diez Mandamientos de Dios entraron voluntariamente en el edificio vistiendo sus mejores ropas, muchos de los vecinos de la zona aseguran que los líderes les engañaron para que acudieran a realizar las plegarias contándoles que estaban a punto de ser salvados. Era en la iglesia donde iban a ser salvados mientras el resto del mundo era destruido por no seguir los Diez Mandamientos.

Son muchos los que creen que fueron asesinados y que las puertas y ventanas fueron selladas para evitar su huida. "Estaba planeado por sus líderes", afirma Ruenda Didas, un administrativo local. "No me creo que toda esa gente hubiera planeado morir".

Faustine Tirenderana, un anciano granjero que ayer se acercó al lugar del incendio para saber qué había sido de sus vecinos, contó a Reuters cómo la tranquila vida de éstos se había visto alterada en los últimos meses. Los líderes, que sólo dejaban a sus seguidores comunicarse por gestos, habían vaticinado que el mundo se acabaría el pasado 31 de diciembre. Al no cumplirse su predicción, los fieles comenzaron a cuestionar a sus líderes, que incluían a varias monjas y curas católicos excomulgados. Algunos comenzaron a demandar que les devolvieran el dinero y las propiedades que habían entregado al entrar en la secta. Los líderes decidieron prorrogar la fecha del fin del mundo "y asegurarse de que llegaba", añade Tirenderana.

Una tragedia anunciada

El máximo líder del Movimiento por la Restauración de los Diez Mandamientos de Dios escribió a su esposa para anunciarle el suicidio de los miembros de la secta un día antes de que éste se produjera, según uno de sus hijos. Joseph Kibwetere, de 68 años, envió a su esposa Teresa una maleta llena de libros y una carta -la primera en tres años- en la que le pedía que siguiera "con lo que hemos estado haciendo porque nosotros vamos a perecer". En declaraciones al diario ugandés New Vision, el hijo de Kibwetere asegura que su familia le cree muerto, aunque no hay confirmación de que se encuentre entre las víctimas del incendio.

Kibwetere había sido un destacado miembro del Partido Democrático, basado en las creencias católicas, durante las décadas de los sesenta y setenta. Su carrera política terminó abruptamente con el triunfo de su partido rival en las elecciones generales de 1980. Kibewetere, que era un rico granjero de pollos, tuvo que huir de su hogar y se refugió en una ciudad cercana. Siete años después comenzaba su liderazgo religioso tras proclamar que había oído una conversación entre Jesucristo y la Virgen María y que la tenía grabada en una cinta de casete.


Diario EL PAIS, LUNES, 20 DE MARZO DEL 2000

La policía halla 45 niños entre los cientos de muertos en el suicidio colectivo en Uganda

Algunas fuentes elevan hasta 500 los muertos en la segunda mayor matanza ritual conocida

REUTERS, Kanungu
Cientos de cadáveres cubrían ayer el escenario, en el suroeste de Uganda, de uno de los mayores suicidios colectivos de la historia. Yacían entre los restos de una iglesia que se alzaba sobre las colinas verdes y bajo la lluvia que se colaba a través del tejado de acero semiderruido. Los cuerpos incluían los pequeños cadáveres de al menos 45 niños. Las víctimas son miembros de un culto cristiano apocalíptico que el viernes prendieron fuego a la iglesia en la que estaban reunidos. Aunque los primeros informes hablan de más de 200 muertos, la policía aseguraba ayer que podrían superar los 500.


Restos de los miembros de la secta ugandesa
que aparecieron carbonizados en la iglesia de
Kanungu (Epa).

Algunos de los cadáveres, con el pelo y sus ropas chamuscados por el fuego y sus rasgos borrados, alzaban sus brazos en lo que parecía un signo de socorro, mientras otros simplemente yacían boca abajo o apoyados sobre sus codos con la cabeza hacia atrás. Algunos de los muertos parecían haberse abrazado entre las llamas. Un bebé estaba acurrucado en posición fetal sobre el suelo. Muchos de ellos estaban en actitudes de terror. Contra una pared, un cuerpo carbonizado parecía indicar que había intentado huir.

Los soldados y policías permanecían ayer de pie en torno a los cadáveres mientras los familiares de las víctimas llegaban al lugar y los forenses estudiaban el terreno. "Déjame solo, quiero irme con ellos", gritaba Justine Rushenya mientras un soldado la impedía entrar en el edificio. Rushenya, una mujer de mediana edad, declaró más tarde que había perdido a 13 miembros de su familia en el suicidio colectivo, incluidos su madre, su padre y varios hermanos y hermanas. "He perdido a todas estas personas y no sé cómo nos recuperaremos", repetía constantemente.

En una habitación cercana, huesos de pollo y pan molido mostraban a los testigos la última fiesta que disfrutaron los miembros de la secta. Según las autoridades locales, los miembros del culto habían sacrificado una vaca y habían solicitado 70 cajas de soda la noche anterior al suicidio, creyendo que estaban en su camino hacia el cielo.

Antiguos católicos

Los seguidores de la secta, hombres y mujeres, la mayoría antiguos católicos, habían vendido sus pertenencias, se habían puesto túnicas blancas, verdes y negras y habían llevado a sus hijos a la iglesia del llamado Movimiento de Restauración de los Diez Mandamientos de Dios en el remoto pueblecito de Kanungu. Esta aldea está en el distrito de Rukingeri, 320 kilómetros al suroeste de Kampala, la capital ugandesa.


Tragedia en Uganda

Con las puertas atrancadas y las ventadas claveteadas desde por la mañana, el viernes estuvieron cantando durante varias horas, hasta que prendieron fuego a la iglesia. Los vecinos del lugar decían que nunca se sabrá cuántos de ellos desconocían lo que iba a ocurrir.

"Todo el día habían dicho que la iglesia era el arca de Noé", decía Florence, una vecina del pueblo. "Ésta es el arca y se les dijo que en tiempos de calamidad vinieran aquí". "Se les había dicho que en algún momento de este año el mundo terminaría, así que los líderes lo provocaron y quizás la gente que está ahí dentro pensó que ya había ocurrido", cuenta.

Un corresponsal de Reuters pudo ver al menos 200 cuerpos dentro de la iglesia y contó 11 niños, aunque algunos vecinos dijeron que creen que el doble o triple de personas vivían en ese lugar y podrían haber muerto. Un bidón lleno de combustible estaba al final de la iglesia. "Hubo una explosión, y luego otra", dijo el administrador del distrito, Kalule Sengo, en el lugar de la tragedia. "Debe de haber sido una explosión del combustible".

Portavoces de la policía ugandesa dijeron desde Mbarara, en Uganda, que el número de muertos podría llegar a 500. Al menos 45 son niños.

Según estas fuentes, los médicos forenses y los efectivos policiales que investigan el caso no han informado aún de la cifra final, y la identificación de los cadáveres es "imposible", ya que los restos han quedado calcinados. Ayer por la mañana, los habitantes de la región se dirigían por un sendero hacia las ruinas de la iglesia para intentar identificar los restos de familiares o amigos. La secta había reclutado a sus miembros en el sur del país y también en Ruanda.

El ministro de Exteriores de Uganda, Amama Mbabazi, declaró al periódico gubernamental Sunday Vision que el Gobierno necesita revisar las leyes en relación a las sectas y cultos y establecer las medidas precisas para "proteger a la gente corriente del culto a la personalidad de los líderes religiosos".

Curas y monjas excomulgados e investigados

REUTERS, Kanungu
Los líderes de la secta que el viernes cometió un suicidio colectivo en Uganda habían sido investigados por explotación de menores, según recogía ayer la prensa local. Se trata de Joseph Kibwetere, un antiguo activista de la oposición, y varios curas y monjas católicos excomulgados. La policía no sabía ayer si se encontraban entre las víctimas. El supuesto profeta Kibwetere fue visto por última vez en un hospital de la vecina Kenia, donde estaba siendo tratado de problemas del corazón.

Las autoridades locales de Kanungu investigaron en 1998 a esta secta, a la que acabaron cerrando una escuela infantil que gestionaba. "Los niños sólo reciben un plato de puré, duermen sobre el suelo desnudo sin mantas ni colchones, parecen desnutridos y son sometidos a trabajo infantil sin el conocimiento de sus padres", decía entonces una carta del administrador local del distrito, Frank Ntaho, reproducida ayer por la prensa local. "Mientras prosiguen mayores investigaciones, el consejo del distrito ha decidio interrumpir el funcionamiento de esta escuela con efecto inmediato". La escuela tenía 300 niños.

La secta estaba registrada como una ONG desde 1997, aunque funcionaba desde principios de los noventa. Antes del suicidio, los líderes de la secta habían pedido a sus 235 miembros registrados que vendieran sus propiedades y se prepararan para ir al cielo.

Inmolaciones en masa de grupos apocalípticos

EFE , Madrid
Junto con la matanza ritual de Uganda, estos son los suicidios colectivos más importantes desde 1978.

  • 20 de noviembre de 1978
    Los 914 seguidores de la asociación El Templo del Pueblo, fundada por el pastor protestante estadounidense James Warren Jones, se suicidan en la localidad de Jonestown (Guyana), al ser inducidos por su líder a ingerir frambuesas con cianuro. Los escasos supervivientes narraron después cómo los menos convencidos de la grandeza del sacrificio fueron obligados a ingerir el veneno o murieron acribillados a tiros.

  • Diciembre de 1991
    Treinta miembros de una secta en México fallecen cuando el reverendo Ramón Morales les obliga a continuar rezando mientras gases tóxicos se extienden por su templo. Las autopsias revelaron la presencia de alcohol industrial venenoso en una bebida consumida durante sus rituales.

  • 19 de abril de 1993
    David Koresh y 87 de sus seguidores, entre ellos 18 niños, mueren en el incendio de Monte Carmelo, la granja fortaleza de Waco, Tejas (EE UU), mientras el FBI intentaba un asalto con gases lacrimógenos para terminar con un sitio armado de 51 días.

  • Octubre de 1993
    En Vietnam se suicidan medio centenar de miembros de una remota tribu dirigida por Ca Van Liem, una persona ciega que recibía grandes donaciones a cambio de promesas de una rápida entrada al paraíso.

  • Octubre de 1994
    Localizados en una granja y tres chalés de Suiza los cadáveres abrasados de 48 miembros de la Orden del Templo Solar. También fueron hallados en Quebec (Canadá) otros cinco cuerpos, incluido el de un bebé, en similares circunstancias.

  • Diciembre de 1995
    Se encuentran a las afueras de Grenoble (Francia) los cuerpos calcinados de 16 miembros de la secta de la Orden del Templo Solar, cuyos integrantes se consideran descendientes de los templarios. Entre los cadáveres, que yacían formando el diseño de una estrella, figuraban afamados profesionales y dos agentes de Policía.

  • 22 de marzo de 1997
    La Policía de Saint Casimir (Canadá) descubre en una casa los cuerpos carbonizados de tres mujeres y dos hombres de la Orden del Templo Solar.

  • 27 de marzo de 1997
    Suicidio colectivo de 39 miembros de la secta Heaven's Gate. Los suicidas esperaban unirse a la nave extraterrestre que, según ellos, seguía al cometa Hale-Bopp.
    Locura sectaria

    AL MENOS 235 miembros de una secta se autoinmolaron el viernes en Uganda en el mayor suicidio colectivo después de la espantosa matanza originada por el envenenamiento, al parecer voluntario, de más de 900 miembros de otro grupo de fanáticos en Guayana en 1978. El fanatismo no es monopolio de nadie y muchas sociedades modernas pueden encontrar episodios de este tipo en su pasado, jalonado de crímenes y suicidios por motivaciones religiosas o ideológicas.

    Puede resultar chocante que no lejos de donde millones de personas intentan sobrevivir en condiciones infrahumanas, como en Mozambique u otras regiones de ese maltratado continente que es África, otros acuerden quitarse la vida por motivos o esperanzas que resultan incomprensibles. Los suicidios colectivos ocurridos en los países ricos, como el de la secta del Templo Solar en Suiza o el de Waco en Estados Unidos, suelen vincularse a los procesos de desarraigo que se originan en sociedades extremadamente competitivas. Unos pueden desesperar en soledad y otros se unen para aventuras que a veces acaban en sucesos de autodestrucción común.

    Pero si es motivo de reflexión que pobres y menos pobres, a veces incluso ricos, busquen en la muerte una salida y esperanza ante la vida que viven, lo es aún más el hecho de que estas prácticas sean consecuencia del dominio destructivo que determinadas formas de fanatismo pararreligioso tienen sobre determinadas personas, en su mayoría jóvenes. Los Estados tienen el deber de velar por que individuos desequilibrados o sin escrúpulos no puedan utilizar la libertad de culto o el pretexto de la religión para llevar a la locura o incluso a la muerte a sus ciudadanos. Sea en Uganda o en Suiza.


    Diario EL MUNDO, DOMINGO, 19 DE MARZO DEL 2000

    Misería y miserables

    Todos sabemos qué es y qué implica la miseria, especialmente si la situamos en Africa, pero para comprender algunos comportamientos convendrá tener presente el doble significado de la palabra miserable, que tanto describe a quien es «desdichado e infeliz» o está «abatido, sin valor ni fuerza», cómo a quien es «perverso, abyecto, canalla».

    Lo que acaba de ocurrir en Uganda tiene a miserables por protagonistas. Uno, al menos, el líder, era un sujeto perverso en grado sumo, producto de esa peligrosísima mezcla que se produce cuando el fanatismo religioso prende en una sesera desquiciada, en un tipejo paranoico.

    El resto eran miserables en su primera acepción, gentes que se sentían desdichadas, náufragos de sí mismos y de su entorno que se subieron a la barca equivocada en busca de un norte que habían extraviado y ávidos de sentirse inmersos en un refugio emocional -las sectas lo son- que les llevase a olvidar sus propias existencias dolorosas.

    Querían lo mejor para sí y dieron lo mejor de sí mismos, pero se lo entregaron a la persona equivocada. Cuando se llega al extremo protagonizado por el movimiento Restauración de los Diez Mandamientos de Dios una aberración culminada ya por otras muchas sectas, siempre se han dado previamente una serie de procesos psicosociales similares.

    Sea lo que fuere lo sucedido antes de la masacre, no cabe atribuir responsabilidades fáciles a un loco o al peligro de las sectas. El asunto es mucho más complejo y las responsabilidades más compartidas de lo que nos gustaría oír. Debemos acabar con el mito de que las sectas tienen un «poder de manipulación» irresistible que puede forzar la autoinmolación de sus adeptos.

    En estos momentos no se sabe nada de los desencadenantes del presunto suicidio colectivo ugandés, por lo que mal pueden aventurarse análisis, pero dejaremos sobre la mesa dos ideas: en todos los suicidios colectivos anteriores la mayoría de los muertos fue asesinada por responsables de la secta y, el fanatismo sectario, de corte cristiano o no, está floreciendo como tumores en el Tercer Mundo, haciendo metástasis en los colectivos más desfavorecidos, por lo que hechos como éste se reproducirán con cierta frecuencia.

    (Pepe Rodríguez es escritor y acaba de publicar Adicción a Sectas en Ediciones B).




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