Año 1992. Estoy viajando a la ciudad de Mercedes (Pcia. de Buenos Aires). El Juez de Menores me ha convocado a prestar testimonio en una causa iniciada por una mujer, enferma terminal de cáncer, que reclama sus cuatro hijos menores de edad, que se encuentran en poder de Los Niños de Dios. A ella la han expulsado por tener una enfermedad incurable, lo que significa internamente falta de fe.
En el viaje no puedo menos que rememorar mi propia experiencia. Cuando tenía trece años de edad, en pleno centro de la ciudad de Mendoza me predicaron unos norteamericanos pertenecientes a esa secta, y me invitaron a visitar el "Hogar" en que vivían. Me fascinó ese tipo de vida, ya que convivían personas de distinta nacionalidad en aparente armonía y felicidad suprema. Al poco tiempo me instigaron para que huyera de mi casa y me incorporara al grupo. Tardé diez años en comprender que me había incorporado a una picadora de carne, que destruye física y moralmente.
Me han venido a buscar en auto. Viene también el Dr. Héctor W. Navarro, abogado especialista en sectas, nombrado para que haga una pericia sobre el material secuestrado en los allanamientos realizados. El juez no quiere que pasemos por las terminales de ómnibus.
El policía que hace de chofer nos parece un paranoico. Desconfía de todo. Antes de llegar a Mercedes llama desde Luján avisando nuestra pronta llegada hablando en clave: "Aquí traigo el paquete desde Rosario". Le contestan: "Traiga el paquete después de las 13". Preguntamos la razón de la demora. Nos contesta el policía: "El juez quiere que ustedes lleguen después del horario abierto al público, nadie los tiene que ver". Sonreímos ante tantas precauciones inútiles.
Al llegar a Mercedes, ya son las dos de la tarde. No queda nadie en el Juzgado, salvo el juez y el secretario. Pero en la puerta, sonriendo sobradores, están los dirigentes máximos de la secta en la Argentina, justamente quienes no debían enterarse de nuestra participación. Cunde la confusión entre los policías y sube aún más el nivel de paranoia, ahora justificada. Desconfían de todos, aún de nosotros. ¿Quién les avisó?. Mucho tiempo después se descubrirá que Los Niños de Dios, utilizando las tres "C" como ellos dicen (cama, coima y cuña) han conseguido que un servicio de informaciones trabaje para ellos, así como uno de los policías que debían colaborar con el juzgado, el llamado internamente como "El Pulpo Negro".
Estamos inmersos en un policial negro clase "C". En una lucha entre los servicios. Nos siguen, nos filman a escondidas, cámaras fotográficas sorpresivas. En un momento no sabemos si quienes nos están vigilando son los servicios de gendarmería, si son Los Niños de Dios o nuestros propios custodios.Mi testimonio es largo y agotador. Por otra parte el Dr. Navarro continúa revisando el inmenso material bibliográfico secuestrado. Ha preparado un diccionario para descifrar los libros de la secta, escritos en clave (comunión para ellos es cama-unión, romanos significa policía, etc.).
Las investigaciones logran ubicar a dos de los niños retenidos ilegalmente por la secta. Son dos robots que recitan textos bíblicos mal aprendidos. Los envían de vuelta a los EEUU, tarde ya, porque su madre ha muerto sin haber podido volverlos a ver. El padre de los niños tendrá un dificultoso trabajo para hacer que se sobrepongan a los abusos que sufrieron durante tantos años.Una alegría: Entre los testigos convocados se encuentran ex miembros que han huido de la secta, al igual que yo. Muy destacados. "Hart", que estaba entre los líderes más importantes. El llamado "Watchman", creador de la sección musical y varias jóvenes, que conservaban el doloroso recuerdo de haber sido abusadas sexualmente. Tuvimos largas reuniones, reímos y lloramos nuestros recuerdos.
Watchman estaba muy angustiado, su esposa y sus hijos continuaban en la secta, quién sabe dónde. Temía lo que podía estar ocurriendo con ellos. Nos contó algo que no podrá ser entendido por los lectores. Solamente los que hemos pasado por una experiencia así lo podemos comprender: Cuando Watchman estaba en Costa Rica un tal Peter Amsterdam, uno de los tres dirigentes máximos de la secta, le había remitido su hija de diez años para que fuera iniciada sexualmente por Watchman y por el llamado Salomón Costarricense. Ambos estaban aterrorizados, sin saber qué hacer. Si se negaban serían gravemente sancionados. En especial con la pérdida de sus propios hijos. Vale aquí aclarar que en la secta los hijos no viven en la mayoría de los casos con sus padres. Con la excusa de que en cada "Hogar" se enseña solamente a niños de determinada edad, reparten los niños por todo el mundo. Si los padres quieren abandonar la secta no pueden recuperar sus hijos, porque han firmado actas por las cuales los han entregado en tutela a los líderes.
Watchman y Salomón tuvieron que cumplir con la orden, y Watchman no podía recordar el hecho sin vergüenza y remordimientos. Terminados nuestros testimonios, cada uno volvimos a nuestro lugar de origen, pero seguimos en contacto por carta y teléfono. Nos alegramos al saber que Watchman había podido recuperar a uno de sus hijos, Romeo. Al mismo tiempo otro dolor. Su padre se enteró de que su hijo había sido abusado sexualmente por su tutor. La angustia de Watchman crecía día a día por sus otros hijos aún en la secta y por los cada vez más punzantes remordimientos. Finalmente Watchman no pudo más y el 1º de junio pasado se suicidó.
Todos los que pudimos escapar de la secta estamos conmovidos. Por Watchman y por nosotros mismos. Son demasiados los que no pueden más, tanto dentro como fuera de la secta. El haber huido no soluciona ni limpia lo que hicimos, nos sentimos sucios para siempre. Me duelen las maniobras a las que fui obligado para conseguir el apoyo de un diputado cordobés, y tantas cosas ... Pero los que más sufren son los niños. Cuando yo huí de la secta fue por no poder aceptar las enseñanzas del libro de educación infantil que en ese momento había impreso la secta, en el que recomendaba que los mismos padres iniciaran sexualmente a sus pequeños hijos. A los niños que se muestran reacios a los abusos sexuales se los somete a bárbaros castigos bajo la forma de un exorcismo y hasta a cárceles clandestinas para menores, la más famosa de ellas ubicada en Macao, donde se aplicaba a los niños encarcelados la prohibición de hablar durante meses. Uno de los niños, Bengiamino Portuguese, no pudo resistir el castigo y se suicidó, lo que provocó la huida de sus carceleros y la clausura de esa cárcel. Pero hay muchas más en todo el mundo.
En esto ha terminado una nueva religión que se presentaba a principios de los 70 como tratando de unir la libertad sexual con la adoración de Dios. Ha degenerado en una organización prostibularia, que trafica con niños y somete a todos sus adeptos a la esclavitud.
Mientras tanto un fallo dividido de la Cámara de Apelaciones de San Martín no define nada. Se señalan los horrorosos hechos comprobados, pero no se encuentran culpables. Los graves delitos cometidos ocurrieron en Malta, Lisboa, Macao, Tenerife. No se puede procesar en la Argentina por delitos cometidos en otros países. La secta utiliza ese principio judicial y transfiere a sus adeptos continuamente de un país a otro. Quienes están en la Argentina cometieron graves delitos en otros países. Aquí no se los puede procesar. Cuando se descubren los delitos cometidos en la Argentina, ya los criminales se encuentran en Birmania o en Australia. Y así nunca pasa nada, vanagloriándose del hecho de que casi nunca los condenan. Sin embargo alguien sí los condenó. La gente. Durante años debieron dejar nuestro país, porque les estampaba la puerta en sus narices cuando se presentaban. Pero la memoria colectiva es corta. Los Niños de Dios están volviendo a la Argentina. En cualquier momento estarán tratando de venderle un "Chiquivideo". Los niños que allí aparecen cantando y bailando han sufrido todo tipo de castigos cuando se equivocan en la grabación, pero eso no sale, se apagan las cámaras. No los compre. Son canciones alegres regadas de dolor.
Mientras tanto en la secta tratan de sacar partido del suicidio de Watchman. María, la actual profetisa de la secta luego de la muerte de David Berg, dice haber recibido un mensaje de él desde los cielos. En esa videncia Watchman le pide a su hijo Romeo que vuelva a ingresar a la secta, que no haga caso a lo que le decía en vida, que ahora está arrepentido y que está pagando con "duros castigos" en el cielo por haber testimoniado contra la secta. María está mostrando tener menos escrúpulos que su antecesor. Son tan infantilmente fraguadas sus visiones y profecías que solamente la pueden creer los infantilizados miembros de la secta. En eso sí tienen bien puesto el nombre. Serán por siempre "Niños".
Los que hemos salido, ¿estamos mejor, hemos madurado? Son diez, veinte años durante los cuales vivimos fuera de la realidad, y el tiempo perdido no se recupera nunca. Comprendemos que hemos perdido una vida dentro de ese absurdo. El suicidio de Watchman no hizo otra cosa de refirmar algo evidente. El ya había perdido su vida en los veinte años que estuvo dentro de la secta.