Textos & Contextos. Año 1 N. 11 Desde el Eje Cafetero de Colombia            Volver a Portada N.11

Patricia Noguera Escamilla
Profesora Titular Universidad Nacional de Colombia.
Directora IDEA Manizales

E-mail: anoguera@nevado.manizales.unal.edu.co
© Derechos reservados por el autor

 
 
Radiografía de nuestra universidad: entre pre-moderna y moderna

La academia, ha dado para mucho; se habla de ella todo el tiempo, sobre todo en los espacios universitarios tanto de la universidad generosamente llamada pública, como de la universidad privada. Sin embargo, en este breve ensayo quiero plantear algunos problemas por los cuales creo que la universidad nuestra tiene muchos elementos pre - modernos, es decir, en ella aún no ejercemos el derecho a pensar, como lo planteaba Kant (1986), cuando le preguntaban qué significaba eso que los alemanes, los franceses, los ingleses y en general la Europa que estaba entrando en la Modernidad, llamaban Ilustración.

Era la época de la desacralización del mundo, de la fiebre por la argumentación racional, de la aparición de la historia como un trayecto y un proyecto humanos, naturales y no regidos por los dioses. Era la época en que en toda Europa se vivía la euforia por el pensar. Era la manifestación de uno de los más grandes mitos de la modernidad: la razón, el sujeto racional como fundamento de todo conocimiento (Descartes, 1980).

Platón volvía a hacerse presente, ahora de una forma nueva: no debíamos confiar en lo aparente. Había que ir más allá de lo aparente, es decir, había que construir teorías (ver a dios, ver lo invisible), para poder llegar a la verdad. Esta se nos ocultaba, y era necesario buscarla por medio del discurso y su coherencia, por medio de la argumentación lógica, por medio de la universalidad de los fenómenos de la vida misma. La verdad sólo era aquella que podía argumentarse, debatirse, y sin embargo, después de muchas refutaciones, podía salir airosa, gracias a su propia consistencia.

Aristóteles, también reaparecía, ahora en la forma del empirismo, es decir de aquella corriente del conocimiento que partía de la experiencia, para llegar a una verdad,, por medio de filósofos como Bacon, Locke y Hume. La ilustración era hija de toda aquella lucha de la burguesía, de reafirmar el gran poder de la razón sobre cualquier otra forma de saber, como por ejemplo el saber religioso, o el saber mágico.

Así las cosas, el mandato de la modernidad ilustrada, consistía en continuar la tradición de la permanente duda metódica, de la permanente desconfianza en las verdades indemostrables, mandato que impregnó las academias europeas modernas que se dieron a la tarea de cumplir con el primer gran postulado de la razón moderna: ser pública, es decir, publicar el pensamiento de los docentes, para que sus alumnos y sus colegas hicieran aquello que era fundamental en la razón pública: discutir, acordar y desacordar. Gracias a este ejercicio, la universidad europea, hasta el momento actual, parte del sentido de lo público, y es un espacio donde los profesores deben mantener discusiones permanentes con sus pares, para revisar las verdades, teorías y saberes, de tal forma que éstos permanentemente se transforman, construyendo los grandes paradigmas del conocimiento moderno.

La escritura publicada es entonces el eje de la vida académica de las universidades europeas, y un profesor o un grupo académico, que no publique sencillamente no puede seguir gozando del privilegio de serlo, porque es el sostenimiento permanente de la actualidad crítica del saber (como también ha definido la modernidad Jurgen Habermas (1985), su convalidación dentro de la comunidad académica, lo que hace que dicho profesor pueda llamarse Profesor Asociado o Profesor Titular, o que su grupo pueda entrar dentro de la comunidad académica nacional e internacional.

Hasta el momento actual, las universidades europeas, estadounidenses, canadienses, e incluso las mexicanas y  brasileras, han logrado mantener esta sana tradición, que aunque en la modernidad adquiere el carácter racional, es incluso una costumbre medieval. Nadie imagina a Abelardo, sin las refutaciones de sus discípulos...es más, eran excelentes discípulos aquellos que tenían mayor capacidad de disenso. Nuestra universidad pública sólo es pública porque parte de sus recursos económicos son aporte del estado; sin embargo, ella no se parece casi en nada a la universidad europea del siglo XVI. Esto en parte se debe a las diferencias entre Europa y América...Europa construyó su modernidad, mientras que América ha venido copiándola desde que se fundaron las primeras universidades y colegios mayores.

Sin embargo, hoy, inicios del siglo XXI, no podemos mirar de soslayo este problema que cada día se agudiza más, al punto de merecernos un juicio exhaustivo por parte de analistas económicos, sociales y/o políticos, acerca del sentido público que puede tener una universidad en donde podemos decir, que el 85% de sus profesores nunca han publicado una sola letra ni realizado un solo proyecto de investigación. Una universidad donde menos del uno por ciento de sus estudiantes están vinculados a proyectos de investigación liderados por sus profesores, y donde la investigación interdisciplinaria, sobre problemas complejos ni siquiera es entendida por sus directivas, porque la universidad, aún la pública, vive en el feudalismo de la monodisciplinariedad, y el poder tiránico de las verdades irrefutables, es decir de los dogmas.

Los discursos de las ciencias tanto sociales como naturales, que fueron construidos precisamente para ser refutados, argumentados, superados incluso, en nuestra universidad se enseñan como terminados, indiscutibles, estáticos y ahistóricos. Mientras Galileo Galilei, Newton, Descartes o cualquiera de los grandes científicos mantenía una profunda correspondencia con sus contradictores, publicaba tratados que surgían de las discusiones, y anexaba dichas discusiones, para que quedara constancia de su interés por esclarecer los permanentes interrogantes que surgían de sus publicaciones, hoy en día en nuestra universidad lo poquísimo que se publica no se lee por los colegas, y si se lee, se entra en un silencio extraño, como si al refutarse se estuviera irrespetando a quien escribe.

Aquí encontramos un gran escollo: nuestra universidad no es interdisciplinaria lo que hace que la docencia sea disciplinar. Esto significa la fragmentación de los problemas en partes, hasta perder la conexión con el problema. Entendemos un problema de la matemática, y a partir de él, resolvemos muchos, con base en el problema conocido que nos sirve de modelo; pero cuando aparece un problema desconocido no somos capaces de resolverlo. Por qué? Porque la resolución del problema modelo no nos llevó a mirar otras modalidades o posibilidades de ampliación del problema, muchas veces por temor a entrar en otra disciplina. Y aunque se hable hoy en día de interdisciplimas como la bioelectrónica, o la etnomatemática, en nuestra universidad seguimos trabajando en el campo meramente disciplinar.

Para contrarrestar esta universidad sueño con otra que tenemos la obligación de construir si no queremos que desaparezca esta que tenemos hoy. Es un sueño del que me hago la ilusión sea compartido por muchos, profesores y alumnos. Nuestra responsabilidad social como miembros de la comunidad univesitaria no puede condescender con nuestro silencio vergonzante, envuelto en envidias provincianas y arribismo seudo-político.  Para empezar a proponer alternativas, presento una posibilidad experimentada en mi práxis académica que abre uno de los espacios públicos académicos más importantes de la vida académica en la modernidad.

En nuestra próxima edición: De la acción comunicativa en la universidad
o El sueño de una propuesta
 Bibliografía
 

DELEUZE Gilles y GUATTARI Félix. (1993) Qué es la Filosofìa. Barcelona: Anagrama.

DERRIDA Jacques. (1989) La escritura y la Diferencia. Barcelona: Anthropos.

DESCARTES René. (1980) Discurso del Método. México: Editorial Porrúa, S.A. Séptima Edición.

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VATTIMO Gianni. (1985) El fin de la Modernidad. Barcelona: Gedisa. 1