Pablo Mejía
E-mail: pmejia@emtelsa.multi.net.co
La palabra escarcela viene del italiano “scarsella”, y esta a su vez de “scarso”, que quiere decir avaro. Y aunque se trata de una pequeña bolsa que se ata a la cintura, las mujeres de nuestra región han acostumbrado referirse de esa forma a la cartera, llamada también bolso o bolsa. Esta introducción la hago porque observé a mi mujer buscando algo en su cartera, y al verla sacar infinidad de cosas de la misma, me produjo gracia recordar algo que leí hace poco referente al tema y que definitivamente se queda corto en sus apreciaciones.
Sin duda la cartera es primordial en el vestuario diario de una señora; no tanto por la elegancia que imprime a quien la porta, sino porque de otra forma no podrían cargar la cantidad de objetos que voy a mencionar más adelante. El número de bolsos que posee una mujer es directamente proporcional a su estatus social y capacidad económica, porque si por ellas fuera, tendrían varias docenas en diferentes estilos, colores, materiales y tamaños. Las más pobres cuentan con uno o dos segundazos que les regaló una amiga pudiente; quienes tienen una situación económica menos apremiante mantienen en el closet dos o tres carteras en buen estado, y las adineradas cuentan con varias docenas, cuidándose de tener una que salga con cada par de zapatos. Las sardinas acostumbran cargar un pequeño morral en la espalda y las universitarias optan por las mochilas.
Varias veces en la semana las mujeres se ven en la necesidad de cambiar de cartera y hay que verlas renegando por el desorden que tiene dentro de la misma, pero siempre deciden que después la organizan porque están afanadas. Es cierto que los hombres nos desesperamos con mucha facilidad, sobre todo con ciertos asuntos que por su repetición diaria nos sacan de casillas. Un ejemplo bien claro es cuando la señora tiene que buscar en la cartera las llaves o cualquier otra cosa. Cuando es el llavero lo que busca, lo primero que hace es agitar el bolso para escuchar el sonido característico de un manojo de llaves en su interior; acto seguido procede a meter la mano y valerse del sentido del tacto para tratar de encontrarlas; al no dar con ellas, decide abrir algunos de los bolsillos interiores y buscar allí, hasta que resuelve empezar a sacar algunas cosas para comprobar de una vez por todas si fue que las dejó en alguna parte.
Al desocupar la cartera aparecen varios objetos de uso personal que son utilizados por la mayoría de las damas, además de otros opcionales según el gusto de la propietaria. Lo que no deja de aterrar a quien observa la maniobra es la gran cantidad de vainas que cabe en tan reducido espacio. Lo más común que podemos encontrar allí es un paquete de cigarrillos, el cual en muchos casos viene dentro de una elegante cigarrera; dos encendedores, uno de los cuales está vacío; un lápiz labial, dos delineadores con la punta quebrada y una polvera con un espejito que siempre está sucio y quebrado; una caja de chicles y unas mentas; una calculadora científica que solo utilizan para sumar y restar cuando tratan de cuadrar la chequera y una agenda electrónica que nunca aprendieron a manejar; un cepillo para el pelo; dos lapiceros de propaganda, de los cuales no sirve ninguno; un paquetico con pañuelos de papel y un protector diario por si las moscas; un desodorante de muestra gratis, una crema de manos y un pequeño perfume.
A quien se aterre por la cantidad de cosas que he nombrado, le puedo decir que aún faltan los objetos que más bulto hacen. Sin importar que salgan de día o de noche siempre llevan un estuche con gafas para el sol y otras para ver de cerquita; el teléfono celular lo cargan en un estuche protector y cuando timbra, mientras lo encuentran y lo sacan de la cartera, ya ha dejado de sonar; por eso al llamar a una señora al celular hágalo dos veces seguidas: una para que lo busque y la otra para que conteste. Puede estar haciendo el verano más recalcitrante y nunca podrá faltar en el interior de la cartera un pequeño paraguas. También es común que carguen un costurero portátil para solucionar un dobladillo inoportuno o un botón desprendido.
Las billeteras de las mujeres deben ser grandes y con muchos compartimentos, para que les quepan todas las tarjetas de crédito que han tenido y nunca han desechado así hayan vencido hace muchos años; varias estampitas de la Virgen, el Niño Jesús de Praga y el beato Ezequiel Moreno; fotos de los hijos, el marido, los papás y algunos sobrinos; recortes de periódico con las notas sociales que han salido referentes a su familia; y un monedero repleto de monedas de menor denominación.
La libreta de teléfonos también cuenta con su espacio dentro de la cartera y tiene una característica bien particular: que allí además de los números telefónicos, anotan recetas de cocina, direcciones, una oración que les enseñó una amiga, las señas para dar con la casa de un pintor, listas de compras y cuanto deban anotar durante el día. Al consultar la libreta tienen el inconveniente que muchas anotan los teléfonos en cualquier hoja y deben buscar en cada una de ellas para dar con el número requerido; y las más organizadas se encuentran con el problema de que no recuerdan si deben buscar por la primera letra del nombre, el apellido o el apodo de quien necesitan llamar.
En el fondo de la cartera nunca faltan varias monedas de denominaciones salidas de circulación, una medallita de La Milagrosa, gran cantidad de picadura de cigarrillo, un confite derretido y diferentes pastillas que no tienen ni idea para qué sirven.