Textos & Contextos. Año 1 N. 20 Desde el Eje Cafetero de Colombia           Volver a Portada N. 20

POR LA SALUD MENTAL

Gustavo Román Rodríguez, M.D.
Psiquiatra. 
e-mail: roman@avan.net
 © Derechos reservados por el autor
 

 
 La vulnerabilidad del adolescente
 

          Vivimos en una época de decadencia. Los jóvenes ya no respetan a sus
           mayores. Son groseros y mal sufridos. Concurren a las tabernas y pierden
           toda noción de templanza". Así reza una inscripción existente en una tumba
           egipcia de alrededor del año 3000 antes de Cristo. Sócrates en el año 450
           a.de C. se expresaba de análogo modo.

           En los tiempos que corremos, numerosos grupos de profesionales se
           ocupan de analizar a los adolescentes: los antropólogos examinan sus
           costumbres; los educadores expresan su frustración ante la imposibilidad
           de motivarlos y mantenerlos quietos en la aulas; los psiquiatras, psicólogos
           y sociólogos se enfocan en los problemas de consumo y adicción a drogas,
           la delincuencia y violencia juvenil; la policía trata de ingeniárselas para
           apartarlos de la senda del mal; los epidemiólogos y sexólogos estudian con
           asombro el incremento de las enfermedades de transmisión sexual ; los
           comerciantes de la música y la ropa investigan y recurren a sofisticados
           medios publicitarios para obtener beneficios de esta agitada edad.
           Definitivamente la segunda década de la existencia es tan distinta de la
           niñez y de la edad adulta en cuanto a sus aspectos físico, emocional y
           social, que a sus miembros se les debe considerar como una clase distinta
           de la sociedad, dotada de intereses, necesidades y problemas
           enteramente específicos.

           En 1904, el educador G. Stanley Hall en su monumental estudio sobre la
           Adolescencia, fue el primero en ofrecer una magnífica descripción de este
           período de turbulencias y sobresaltos, y llegó a compararla a 'un segundo
           nacimiento'.

           La adolescencia entre nosotros, se ha situado entre los 13 y los 18 años,
           pero estamos enfrentados a la progresiva aparición de relaciones sociales
           y sexuales a una edad más temprana. Hasta no hace mucho, esta
           precocidad se atribuía a las presiones que ejercían los adultos sobre los
           niños en el sentido de obligarlos a "crecer con mayor rapidez".
           Actualmente, se interpreta este fenómeno como una aceleración de orden
           fisiológico. En los últimos cien años, la menarquia -primera menstruación-
           ha venido anticipándose en cuatro meses por década, de modo que la
           edad promedio se sitúa hoy en los 12 años, previéndose que descienda a
           los 11 en el año 2000.

           Esta aceleración también se ha dado en la talla y el peso . Tanto varones
           como mujeres alcanzan tallas y pesos propios de la edad adulta en una
           fase anterior a la registrada por sus progenitores, y acusan estaturas más
           elevadas que estos. Naturalmente que en este proceso hay enorme
           influencia de factores genéticos, culturales y nutricionales.

           Los niveles de maduración emocional y social en cambio, parecen eludir a
           todo intento de medición. Esta dificultad, ha legitimado el término "crisis de
           identidad", para describir la pérdida de continuidad del adolescente con
           respecto a su propia niñez, bajo el impacto de los diversos cambios que
           afectan cada aspecto de la existencia y en especial la imagen física y
           emocional de sí mismo. Para repetir la expresión de un colega estudioso de
           la adolescencia, al levantarse cada mañana, el joven ve en el espejo a una
           persona que no es él.

           Todo este proceso de cambio y el esfuerzo requerido para reorganizar el
           propio Yo, colocan al adolescente en un estado de vulnerabilidad con
           respecto a las ideologías, las religiones y los valores , cuyos influjos
           pueden traducirse en alteraciones del comportamiento, en rebeldía o en
           hostilidad abierta hacia la sociedad.

           Lo importante es entender que muchos de los aspectos de la conducta de
           los adolescentes, no son un reflejo claro de su personalidad, sino una
           consecuencia del proceso de su desarrollo físico y mental. Así
           entenderemos mejor, su lucha por la independencia y la necesidad de
           encontrar su propia identidad. 1