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En el año de 1989, la ciudadanía de Manizales, recibió con beneplácito la invitación a participar en un concurso de diseño urbano titulado El paseo de los Fundadores. Varios grupos de arquitectos presentaron sus proyectos, quedando como ganadores los arquitectos, profesores de la Universidad Nacional Sede Manizales, Gerardo Arias y Gilberto Flórez con un bello proyecto que fue expuesto igual que todos los demás, en la Sala de Conferencias del Teatro fundadores de Manizales. El diario La Patria publicó el domingo 9 de noviembre de ese año, fotografías y comentarios sobre el proyecto ganador en la pagina 8b, generando una gran simpatía por el proyecto en el sentido de que era el resultado de un concurso donde habían participado grupos diversos e idóneos representantes de la ciudadanía, lo cual garantizaba la integralidad del proyecto, y representaba propuestas para una ciudad actual y futura que permitían de un lado embellecerla respetando los espacios públicos que eran puntos de encuentro y de paseo de la gente de Manizales y de otro lado educar a sus habitantes por cuanto a través del paseo habría una serie de monumentos y de edificios muy representativos de la ciudad que soñamos.Sin embargo la ciudadanía no volvió a saber nada de este proyecto, pero sí se enteró años después, de que se le había encargado al pintor y escultor Guillermo Vallejo, la creación de un monumento a los colonizadores que sería colocado en el antiguo lago de Aranguito ubicado en Chipre, donde precisamente estaba contemplado dentro del proyecto de Gilberto Flórez y Gerardo Arias, colocar una hermosa torre que terminaba con una antena de comunicaciones que son el presente y el futuro de las ciudades contemporáneas, y que según Javier Echavarría, constituyen "parte de la infraestructura de Telépolis" que es una de las figuras de las ciudades contemporáneas, figura que también es Manizales. Esta torre respetaba el espacio público que es este antiguo lago de Aranguito, constituyéndose en un balcón al infinito del paisaje siempre bello y siempre diferente de nuestra ciudad; además contemplaba entre otras cosas, la construcción de un museo vivo de la ciudad y la creación de espacios de recreación para los ciudadanos.
De lo anterior surgen entonces dos problemas que nos parecen fundamentales dentro de nuestra tarea de pensar, comprender e interpretar la ciudad que a diario construimos, reconstruimos y vivimos; el primero de ellos se plantea a manera de pregunta, que ojalá tenga respuesta por parte de la Oficina de Fomento y Turismo: ¿qué sucedió con el proyecto ganador? Si un jurado calificador idóneo lo seleccionó dentro de otros proyectos como el que mejor respondía a las necesidades y expectativas de nuestra ciudad en su historia, en su actualidad y en su proyección de futuro, por qué este proyecto no se llevó a cabo, y sí se lleva a cabo un proyecto que no está respondiendo ni al presente ni al futuro de Manizales?
No vamos a debatir aquí el problema económico y político que estará seguramente detrás de las decisiones tomadas respecto a no llevar a cabo el proyecto ganador de un concurso y realizar el proyecto de Guillermo Vallejo sin consultar voces diversas que tuviesen autoridad moral, histórica, estética y profesional para aprobarlo. Vamos a plantear a la ciudadanía el sentido de una memoria - palabra que tiene relación etimológica y de sentido con monumento y con conmemoración- que no está presente en el inconsciente colectivo de la ciudadanía de Manizales, sino que se impone como una pieza de museo, para recordarnos un aspecto de la Fundación de Manizales que como muchos aspectos de las fundaciones de ciudades latinoamericanas, poseen en el fondo características de violencia, sometimiento, destrucción ecosistémica y cultural.
Las memorias urbanas no se imponen por decreto ni por buena voluntad de un grupo de políticos o de artistas. Las memorias urbanas surgen del denso entramado de la vida ciudadana, parte de la cual es el derecho a discutir y a decidir sobre las intervenciones que la Alcaldía quiera realizar en la ciudad. Las memorias urbanas tienen un gran poder simbólico, no por lo que significan en sí mismas, sino por el sentido que estas permiten construir y reconstruir dentro de una ciudad que es actualidad y no nostálgico pasado . Nuestro dispositivo simbólico se activa cada vez que encontramos signos que permiten establecer con ellos, relaciones de pertenencia, identidad e identificación. Por ello el monumento que está realizando el pintor Guillermo Vallejo, podría colocarse en un lugar donde corresponda a una actualidad y a una ciudad soñada. Podría ser perfectamente Neira, Aranzazu o Pácora, consultando previamente, por supuesto, a representantes de las poblaciones y a las memorias vivas de estos pueblos. Pero en Manizales nos parece que no se debe colocar este monumento, máxime para celebrar el sesquicentenario de la ciudad, si se hace una lectura juiciosa de ella. La ciudad es actualmente otras cosas en las cuales hay que invertir reflexión, estudios serios, proyectos discutidos por profesionales y ciudadanos, sin mediación de intereses particulares aún los mejores y más bien intencionados, porque las memorias de una ciudad, expresadas en sus monumentos, deben tener una actualidad y deben ser punto de encuentro, elemento de identificación cultural de quienes estamos vivos y soñamos con una Manizales bella, urbano - ambientalmente sostenible o, como es el caso de este monumento, la memorias del pasado de nuestra ciudad pueden enviarse a mausoleos (palabra que también tiene una raíz con memoria como muerte de su vida), o a museos, donde también las memorias cesan de serlo, para convertirse en trofeos de los imperialismos o en ejemplares de coleccionistas obsesivos por apropiarse del patrimonio de un pueblo.
El pintoresco trabajo de Vallejo podría, como hemos planteado arriba colocarse en otro contexto que le corresponda más, y en Chipre se debe hacer lo que fue aprobado en el Concurso, que corresponde más con el contexto actual de Manizales, dentro de una contemporaneidad tecnológica, científica, estética y urbana.