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Los llamados desastres naturales ponen al descubierto la vulnerabilidad de las sociedades. Es exactamente lo que sucedió en el eje cafetero y en particular en Armenia y su área de influencia. En esta región se viene acumulando una crisis social que pasa desapercibida a las ciencias sociales y al arte y que por tanto no se constituye en fuente de conocimiento que permita plantear soluciones.Veamos dos ejemplos: el departamento del Quindío tiene posibilidades inmensas de producción de alimentos según un estudio de los japoneses. Sin embargo es deficitario en su producción e importa la mayor parte de lo que consume. En toda la región (y quizás en el país) no se tiene la más elemental noción del concepto de seguridad alimentaria, por tal razón, el primero y más evidente efecto del terremoto fue el hambre. Armenia necesita 150 toneladas diarias de alimentos de inmediato. La pregunta es: ¿por cuánto tiempo después de pasados los efectos de la catástrofe, el país puede enviar este volumen de alimentos a la región afectada?
El centro de Pereira se ha degradado socialmente desde hace muchos años, y no precisamente a causa de los vendedores ambulantes, sino de la situación de extrema miseria que se ha concentrado a dos cuadras de la plaza de Bolívar sin que las autoridades tomen medidas de rehabilitación social como por ejemplo lo hizo la ciudad de Cúcuta con sus "ñeros". El terremoto destruyó en Pereira una parte del centro con lo cual las condiciones de extrema miseria se multiplicarán y el problema social que para ningún alcalde ha sido importante tomará proporciones de difícil solución por los métodos de planificación convencionales.
El terremoto del 25 de enero no puede considerarse como un hecho aislado y fortuito que trajo la desgracia inexorable. La desgracia ya se venía incubando de largo tiempo atrás con el nombre técnico de vulnerabilidad social: la falta de programas de prevención, las altas tasas de desempleo, la inseguridad alimentaria, el desequilibrio campo ciudad, la crisis cafetera, el aumento de la violencia. Todo ello no hace sino concretarse y explotar en el momento de mayor tensión natural y social que significa el desencadenamiento de las amenazas naturales latentes y que todo el mundo sabe que existen pero para las cuales no se han tomado medidas que conduzcan a disminuir su vulnerabilidad.