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Las reacciones humanas ante la ocurrencia de hechos traumáticos o desastres se presentan en tres períodos, en cada uno de los cuales se presentan reacciones específicas: preimpacto, impacto y postimpacto.
Período de preimpacto
Período de amenaza: en la esfera psicológica se presenta gran confusión, indecisión para tomar medidas, sensación de impotencia, aumento de la ansiedad en los individuos ante la posibilidad real de un desastre. Las personas pueden hacer negación del riesgo o, por el contrario, presentar actitud fatalista. Hay un estado de intenso sobresalto. Se puede presentar el llamado "mito de la invulnerabilidad personal" que se refleja en la actitud y la creencia de que el suceso no le traerá consecuencias a él o a su familia. Hace referencia a la imposibilidad de que dichos sucesos lo involucren o descarga la responsabilidad de su protección en el gobierno.
En la esfera colectiva, a medida que la amenaza se hace patente y es percibida como tal, en las reacciones interpersonales aparecen conductas que fluctúan entre la hostilidad y el más estrecho acercamiento para planificar medidas de apoyo. A veces aumenta el fervor religioso como elemento aglutinante y de seguridad.
Período de alerta: Hace relación
a la situación de inminencia de que un desastre ocurra. Se pueden
presentar cuadros relatados como hiperactividad que bajan la funcionalidad
del individuo y lo hacen ineficiente. También puede presentarse
la negación manifestada como rechazo de la percepción de
la realidad externa cuando hay sentimientos dolorosos o atemorizantes.
Reacciones conversivas: cesación de una función corporal, eliminándose o atenuándose a través del síntoma el sentimiento penoso a través del cual se enfrenta el conflicto psicológico.
Pánico individual: se suplanta la capacidad de juicio y hay pérdida del control que el individuo tiene sobre sí mismo, acompañado de otros síntomas psicológicos y somáticos.
Hiperactividad: ráfagas de actividad que no llevan a mejorar la funcionalidad del individuo y no son aplicables en pro de la comunidad afectada.
Reacciones psicóticas: perturbaciones mentales graves (poco frecuentes)
Las reacciones psicológicas y las conductas de supervivencia están muy relacionadas con la personalidad del individuo, el grado de adaptación que ha tenido en experiencias anteriores, el manejo adecuado de las defensas psicológicas y los antecedentes de entrenamiento previo, razón por la cual son diferentes las reacciones individuales y colectivas durante este período.
A nivel individual las personas presentan dificultades para adaptarse y hacer frente a la situación. Aumenta la ansiedad, el temor, la preocupación y a veces, el manejo excesivo de la culpa. Puede presentarse entorpecimiento de la capacidad de respuesta, sentimiento de ser el mayormente afectado, desorientación, confusión y dificultad para la toma de decisiones. El miedo es la emoción dominante y ponerse a salvo la mayor preocupación. El pánico se presenta cuando hay imposibilidad para escapar.
A nivel colectivo, las comunidades son dóciles a las órdenes de los socorristas y se fortalece la red social de ayuda. Al llegar a un lugar seguro, las víctimas emprenden la organización de auxilios, ayudando a otros damnificados.
En esta fase las víctimas, tanto individual como colectivamente, deben enfrentarse a las contingencias del diario vivir frente a un ambiente que ha cambiado en forma radical, constituidas a su vez por sensaciones de desarraigo, sustentadas en la pérdida parcial o total de su familia, su comunidad, sus recuerdos personales... Se presenta un inventario de las pérdidas emocionales, físicas y socioeconómicas. Se inicia el intento de búsqueda de recuperación de lo que fuera el hábitat de la persona.Volver a portada de Número dos de Textos & Con-textosPueden presentarse sentimientos de dependencia, pasividad, frustración. Se presentan cuadros de ansiedad, apatía, temor, depresión, indiferencia, impotencia, desesperanza. Sentimientos que conforman lo que se ha llamado el síndrome del derrotismo (que se sufre frente a tensiones intensas).
En el campo de la salud mental cobra mayor fuerza la necesidad de dar una atención integral a las comunidades y sujetos sometidos a riesgos de enfermedad o a enfermedades mentales dadas y precipitadas o agravadas como consecuencia de la situación de desastre.
De lo anterior se deriva la necesidad de planificar y ofrecer ayuda al individuo, a la familia y a la comunidad, dándoles elementos u ofreciéndoles soporte para afrontar y superar la situación de crisis que se ha planteado en su ámbito biopsicosocial, en procura de devolverle o replantearle su cotidianidad.
Al analizar las descripciones de las reacciones de los individuos ante sucesos traumáticos, se ve una constelación signológica, sintomatológica, que se refleja en los aspectos biológicos, psicológicos, interpersonales y socioculturales del comportamiento que no dan una idea de cómo y cuán profundamente un suceso traumático, que no forma parte de la escala normal de la experiencia humana, afecta al individuo y a su medio familiar, entorpeciendo con ello el presente y el futuro de la comunidad. De esto se deriva la necesidad del manejo de las contingencias por medio de experiencias multidisciplinarias.
Reacciones individuales: Se presentan sentimientos de impotencia frente a la pérdida de la cotidianidad, gran sensación de dolor frente a las pérdidas sufridas. A veces el individuo reacciona en forma hostil al verse invadido en su espacio vital y ver reducida su autonomía, lo que reactiva sus conflictos de dependencia/independencia.
Algunas personas necesitan tratamiento y hospitalización por problemas mentales graves, mientras otras continúan presentando ansiedad y depresión crónica. Sin embargo, la gran mayoría sume la experiencia y las pérdidas sufridas.
Es frecuente la presencia de un aturdimiento psíquico que hace relación al sentimiento de monotonía, desinterés, distanciamiento e indiferencia hacia personas que anteriormente eran importantes en la vida de la víctima.
Reacciones colectivas: Se presentan dificultades para mantener relaciones estables, dándose situaciones de hostilidad manifiesta. Se empieza a culpabilizar de su situación al Estado o a otros estamentos. Algunas comunidades, o partes de estas, asumen el papel de víctimas y expresan el sentimiento de tener derecho a todo. A veces estas posiciones alteran y distorsionan las reacciones entre las personas y los sistemas de apoyo. Algunas comunidades continúan presentado dificultades para integrarse. A nivel psicosocial hay gran dependencia y baja iniciativa. La sensación de frustración crece, así como su hostilidd.
A nivel colectivo se presenta también el llamado síndrome de desastre que ocurre cuando las personas parecen estar desorientadas, vagan sin rumbo, son apáticas y sin voluntad propia. Presentan como reacciones la sorpresa, incredulidad, miedo, angustia y búsqueda inconsciente de familiares y pertenencias, pasando por una serie de etapas contempladas como trauma, estado de sugestión, estado de euforia y de ambivalencia.
Bruno de Lima y sus colaboradores describen los períodos que se presentan en el postimpacto:
Investigaciones derivadas de estudios realizados en Europa y América Latina han concluido que individuos y familias, por igual, son vulnerables a las reacciones de tipo emocional.Período heroico: las personas son llamadas a actuar y desarrollan actitudes heroicas para salvar la vida y la propiedad, aumenta el altruismo y la solidaridad. Período de luna de miel: puede extenderse hasta seis meses después de ocurrido el desastre. Hay fuerte sentimiento de solidaridad, grandes expectativas frente a ayudas externas. Período de desilusión: puede extenderse entre dos meses y dos años. Ante ayudas no concretadas o que las víctimas consideran insuficientes, aparecen sentimientos de frustración, fracaso, rabia, amargura. Se empieza a manifestar en su haber conductual irritabilidad, negativismo, oposicionismo, agresión y actitudes violentas. Es lo que se ha llamado en llamar el segundo desastre. Período de reconstrucción: los individuos y las comunidades sumen la responsabilidad de solucionar sus necesidades básicas de vivienda, educación, empleo y salud. Ante este panorama los individuos sienten la necesidad de verbalizar sus vivencias con la esperanza de aquietar sus emociones y como medio de hacer claridad en los ocurrido, lo que puede ser agravado por el llamado segundo desastre. Segundo desastre. Erickson ha llamado segundo desastre a las consecuencias de tipo emocional que se derivan de la desorganización social y física de una comunidad destruida por una catástrofe, presentándose cuadros de carácter psicológico o psiquiátrico que obedecen a la incapacidad de hacer frente a todos los cambios sociales que ocurren súbitamente. La desorganización social que sobreviene a un desastre, repercute en un aumento de los ingresos a hospitales por problemas de origen mental. Síndrome de desarraigo. Sensación de aniquilamiento dada por un cambio profundo y repentino que produce pérdida del pasado del individuo y del aquí y del ahora. Sensación de extrañeza ante la pérdida de un sistema familiar, su entorno físico, la alteración de sus expectativas o el cambio profundo de estas estructuras. Se responde a las nuevas y extrañas circunstancias con temor, intensas pesadillas nocturnas, reacciones depresivas y profundos sentimientos de culpa por estar a salvo cuando sus seres queridos han perdido la vida.
Puede presentarse un comportamiento neurótico que se presenta como reacción al desastre que comparten por igual víctimas y no víctimas y se observa en que los ingresos a hospítales crecen de manera notable en los años sucesivos.La experiencia de Armero obtenida por el grupo de salud mental del Tolima nos enseña que las víctimas de desastres que presentan problemas mentales, se recuperan prontamente entre un 20 y un 25 %, presentan trastornos transitorios de intensidad leve o moderada del 70 al 75% y desarrollan trastornos mentales persistentes o graves entre un 5 y un 10 %.