Patricia Noguera Escamilla
Profesora Titular Universidad Nacional
de Colombia.
Directora IDEA Manizales
E-mail: anoguera@nevado.manizales.unal.edu.co
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1.Panorama o estado del arte de la relación violencias - medio ambiente
Desde una perspectiva epistemológica, las violencias han sido tema de estudios de las llamadas Ciencias Sociales, que a su vez han sido concebidas en la modernidad como ciencias sin naturaleza, de la misma manera que las ciencias naturales han sido concebidas en la modernidad como ciencias sin hombre.
Esto significa que la dimensión ambiental, dentro de los estudios sobre violencia puede convertirse en un campo problemático que explicite escenarios y actores nuevos, dentro del campo fenomenológico y rizomáticamente complejo de los estudios sobre violencia. Igualmente, la dimensión, la problemática y la perspectiva ambiental, han introducido ya, dentro de su campo interdisciplinario de trabajo en algunos sectores académicos como el Instituto de Estudios Ambientales (IDEA) de la Universidad Nacional, el problema de las violencias como potenciador de fuertes impactos tanto en el ambiente cultural, como en el ecosistémico.
Las dos dimensiones problemáticas tienen factores en común, que permiten un acercamiento no sólo desde el punto de vista propiamente de campo epistemológico, sino desde el punto de vista de su cotidianidad.
Un factor común a las dos es el de cierto tipo de relaciones de poder. Los escenarios donde se ejercen las violencias, expresan formas de poder manipulantes que niegan la alteridad, la diversidad y la biodiversidad. Estas negaciones expresan a su vez una ética instrumental, donde ya sea el otro (humano) , o lo otro (ecosistemas) son asumidos por quien o quienes detentan poder, como objetos manipulables y en últimas, "desechables". Seres humanos y ecosistemas, son negados a partir de su reducción a instrumentos, objetos o recursos.
Las violencias y la dimensión ambiental, son temas muy nuevos dentro de la vida académica como campos de investigación, por lo cual se ha escrito muy poco sobre esta relación. Podríamos decir que no existe una tradición en investigaciones que trabajen en este campo, lo que hace difícil poder mostrar con rigor el estado del arte y el tratamiento que se le ha dado a este aspecto. Sin embargo, si entendemos lo ambiental como la relación compleja entre las diversas culturas y los ecosistemas, entendiendo la cultura como la forma natural de ser de la especie humana, podemos afirmar que existen formas de relación cultural y de ellas con los ecosistemas, donde hay una tendencia mayor a la manipulación, al saqueo, a la devastación, al homicidio y al ecocidio. Una cultura que no comprende sus ecosistemas tiende a devastarlos y a devastarse a sí misma. La ética se ha entendido como una filosofía y una teoría de los valores humanos, olvidando que el humano hace parte de las complejas transformaciones de la vida, pero que a su vez él tiene poder para impactarla de una forma tan violenta que sólo queda la devastación.
El reduccionismo economicista tanto de la naturaleza ecosistémica vista sólo como recurso y el concepto de desarrollo imperante, (incluyendo el de desarrollo sostenible), unidos a las políticas de privatización de la naturaleza ecosistémica y / o urbana, llevan a grandes genocidios (por ejemplo el indígena) y ecocidios (por ejemplo la destrucción de biotas como las selvas o los ríos) La violencia ejercida sobre estos ecosistemas no es aún tema de los estudios sobre violencias, salvo, en Colombia, los iniciados por el IDEA. Así mismo, la violencia ejercida sobre los ecosistemas se devuelve, como una bola de nieve, a las culturas.
Violentar en Manizales el relicto de Monteleón y de la ladera aledaña en donde se han construido numerosas urbanizaciones es un ejemplo de la magnitud que pueden tener las violencias sobre el ambiente.
Igualmente, el reduccionismo economicista del capitalismo tanto moderno como postmoderno, (este último disfrazado con nuevos ropajes), es un caldo de cultivo de nuevas formas de violencia. Las adicciones sólo se constituyen en problema social, y en potenciadores de hechos violentos, en las culturas con grandes marcajes de la instrumentalidad moderna, que termina escindiendo a sus actores de la dimensión de lo "sagrado" (no como religiones doctrinarias, sino como dimensión poética, mítica y hermética, es decir como dimensión simbólica). Esta amputación, ejercida desde la familia, la educación, es una forma de violencia que adquiere morfologías como el alcoholismo y la drogadicción, así como otras neurosis e histerias, como las anorexias, por ejemplo, o su contrario.
Estas, que podríamos llamar violencias contra el cuerpo y todo lo que éste simboliza, hacen que a su vez, plantas como la coca, la marihuana, el tabaco y la amapola, se satanicen y se ejerza violencia contra ellas y, por tanto, contra los ecosistemas en los cuales ellas ejercen una función. De otro lado, los miles de hectáreas sembradas de coca, o amapola, (de marihuana no tanto, porque ya fue oficializada en USA), constituyen, junto con los miles de hectáreas sembradas de café o caña un violentación profunda de la biodiversidad ecosistémica que, como ya se planteó, se torna en una bola de nieve.
2. Factores de riesgo y factores protectivos
Un factor de riesgo ha sido la génesis histórica de desplazamientos violentos sufridos por nuestras comunidades desde el llamado "descubrimiento". Esto ha generado huellas y marcajes, podríamos decir geológicos en cuanto que son huellas en los territorios de la memoria, en el inconsciente colectivo, en el imaginario genético histórico, que se expresan de manera simbólica en las formas de relación de nuestra cultura actual, con los ecosistemas.
La especulación del suelo, tanto agrario como urbano, lleva a los desplazamientos continuos, y muchas veces, a que en nombre de lo social o de lo ecosistémico, se ejerzan desalojos, expropiaciones, invasiones sin tener en cuenta el riesgo social y / o ecosistémico que se corre.
El aras de salvar el espacio público, este se privatiza desalojando a sus actores, de tal manera que estos espacios públicos pierden el sentido lúdico, comunicativo y simbólico (es decir, estético en sentido expandido) que un espacio publico es.
Aunque existen en nuestra constitución numerosos mandatos, leyes, derechos y deberes que tienen que ver con el respeto a la vida, con el derecho a un ambiente sano, etc, no existe aún una pedagogía de la paz. Dicho de otra manera, la ecología, la ética, u otras disciplinas de los curricula escolares se enseñan de la manera más antiética, y antiambiental: con imposición, performatividad, y desde una visión monodisciplinaria (muy características aún del sistema escolar primario, básico, medio, y superior).
Tanto en las áreas típicamente urbanas, como en las agrarias (separación que cada vez más se torna odiosa), existe un imaginario: el de los miedos, que hace que un espacio urbano se torne violento, y por lo tanto un problema ambiental urbano. Este es un factor de riesgo muy grande en lo que se refiere a violencias urbanas, miradas desde la dimensión ambiental.
3.Criterios y recomendaciones
La invisibilidad de la relación entre violencia y ambiente, hace dificultuoso tener criterior claros en cuanto a formulación de políticas institucionales, dado que lo ambiental es aún un problema marginal de la educación, de la academia, pese a los esfuerzos que se hacen en pro de "ecologizar" la familia o la escuela.
Una escuela para la Paz, una escuela ambiental, exige una transformación de las formas coercitivas y performativas de enseñanza, hacia una formas comunicativas, críticas, interdisciplinarias, de construcción de saberes. Los problemas ambientales de ciertas prácticas pedagógicas no son de ninguna manera exclusivamente físicos, sino ante todo éticos.
Es necesario trabajar en la construcción de modelos económicos que comprendas los límites que les coloca la alteridad ecosistémica, con el fin de abrir un diálogo entre la economía y la ecología, que teniendo la misma raiz, sin embargo han divergido grandemente en los último 200 años.
Se sugiere abrir líneas de investigación y espacios
de legitimación de este campo problemático, que implica una
ruptura con el orden epistemológico de la modernidad científica
y abre nuevas perspectivas de análisis comprensivo de los dos problemas
en sus diversas relaciones.
(1) Conclusiones
de la Mesa de trabajo sobre Violencia y Medio Ambiente en el Primer Congreso
Internacional sobre Violencia Social, Violencia Familiar y Derechos Humanos
realizado en Manizales, (Universidad de Caldas/Bienestar Familiar/COLCIENCIAS)
del 25 al 27 de mayo de 1999. La autora de este artículo coordinó
la mesa y elaboró la presente relatoría. Integrantes de la
Mesa de Trabajo: Gloria Carmenza Toro (ONG CIFISAN), Gina Valentina Valencia
(Trabajadora Social - Turismo), Renata Gallo (Derecho), Beatriz Montoya
(Trabajadora Social - Turismo), Ana María Castellanos (Educación
Ambiental y Paz), Alba Lucía Cruz (Trabajadora Social), Enrique
Arbeláez (Alianza social indígena).