Hernán Giraldo Mejía. Arquitecto

Coordinador Grupo de Trabajo Académico de Patrimonio
Universidad Nacional de Colombia, sede Manizales.

E-mail hernanka@emtelsa.multi.net.co
 

¿Paisajismo contra patrimonio?
A propósito de la Plaza de Mercado de Armenia / Quindío . Monumento nacional
 
¡¡¡Lo que faltaba!!! No contentos con el terremoto, los huracanes y el crudo invierno, ahora se trata de arrasar lo poco que queda del patrimonio cultural urbano arquitectónico del Quindío, que en una visión de conciencia cultural contemporánea no solo pertenece a este departamento sino a la nación entera. Sería injusto achacarle toda esta obra a la naturaleza, sino que lo diga la ciudad del bahareque, que bien resistió la embestida; debe delatarse entonces que no todo se debe solo a partir de las 13.20 del 25 de enero de 1999, pues los hechos así lo demuestran en el caso específico de los dos únicos monumentos nacionales con que cuenta el Quindío y en este caso Armenia, sin considerar por ahora la arquitectura no monumental, orgullo de las diferentes poblaciones y base fundamental de la industria del turismo que se viene desarrollando.
La misma cochada que hasta hace pocos años atrás sólo veía en la estación del ferrocarril de Armenia un sitio sucio, asociado a la cueva del humo, como se le llamó por mucho tiempo; pero viendo en el un globo de terreno central y muy jugoso para obtener múltiples ganancias privadas y empobrecer la ciudad de sus lugares de memoria y significativos; olvidando que fue allí donde en 1927 llegó la tan esperada modernidad y que el maestro Guillermo Valencia a la entrada del primer tren denominara a Armenia la Ciudad Milagro. Varias veces se planteó entonces su demolición y las consabidas propuestas de conjuntos de vivienda, cruce de avenidas con puentes en forma de trébol (el único que se construyó paradójicamente asesorado en Pasto, sólo sirvió para ser inaugurado pues ni pueden pasar los carros ni el terremoto pudo con él.); sin faltar la fórmula mágica de un parque, como quien dice "ni pa´Dios ni pa´sus santos; porque en lo anterior no contaba las edificaciones que conformaban el conjunto de la estación (casa del jefe de estación, cuartel de los trabajadores, bodegas, trilladoras, etc); sólo a nivel académico en facultades de arquitectura de Bogotá y Manizales se hicieron algunos proyectos de restauración y recuperación; hasta que fue decretada Monumento Nacional de la arquitectura republicana, hoy resulta impensable su demolición y se tienen proyectos que recuperan no sólo el conjunto de la estación, sino del sector.
La historia de las galerías de Armenia, también Monumento Nacional desde 1994, esta vez de la arquitectura y urbanismo modernos, ha sido casi igual, con el agravante de que puede ser más azarosa (como se la ha querido ver en las últimas décadas) pues ya no sólo es el patrimonio del edificio o estructura, de una avanzada técnica para su momento (1937) y una concepción urbana que al cubrir cuatro manzanas en un espacio público, conforma los diferentes pabellones, separados por la prolongación de las vías de la retícula urbana, lo que la hacen única en el país; sino el más importante el patrimonio social que representa su dinámica económica cultural que posee.
Los grados de intensidad de las administraciones anteriores no han podido derribarla, ni aún con la excusa del incendio de hace algunos años en el pabellón de granos; o el problema de los vendedores ambulantes muy ajeno al edificio; pues el problema no es tanto de unas clases sociales que la atienden y frecuentan sino en la incapacidad de gestión y administrar el proceso de construir y reconstruir la ciudad.
Esto por demás, que no se tome como consuelo de tontos o argumento de avivatos, no sucede sólo en Armenia. Incendios y otras acciones no siempre accidentales sucedieron en las plazas de mercado de Guayaquil en Medellín, Chambacú en Cartagena (hoy tema de gran actualidad), Les Halles de París, también se ha pensado en Manizales. Privatizar lo público parece ser la respuesta a la apropiación del espacio público dado por la miseria y el desempleo; la ganancia del bien privado sobre los bienes de la comunidad o la sociedad civil. Y para ello nada mejor que la jardinería de nuestros paisajistas criollos, cortando el árbol que da frutos, derribando los pabellones para hacer un Plan Voisin a la cuyabra, actitud enfermiza de perpetuarse a costa de lo que propició la riqueza y el bienestar de gran parte de la sociedad de Armenia, hoy fracturado en esa peligrosa polarización en que tiende a caer la ciudad la del norte y la destruida del sur, que empieza en las galerías y el centro tradicional camino a convertirse en un fantasma con parque propio.
Bienvenidas las flores y las luminarias, pero respetando la ley que protege el conjunto de la Plaza de Mercado de Armenia como Monumento Nacional, práctica cultural convertida en Patrimonio; teniéndose en cuenta los diagnósticos de los especialistas en estructuras que ven factible la consolidación de las galerías; poniendo a sopesar los costos sociales por encima de los económicos: ese es el reto si es que se quiere figurar con ética y profesionalismo. Y no quedar como el puente de La Cejita muy cerca de la estación, que bien podría dejarse como el tercer monumento nacional de Armenia, pero esta vez a la corrupción.
Volver a portada de Número tres de Textos & Con-textos 1