Mario Hernán López
Profesor Universidad de Caldas
Departamento de Economía y Administración

E-mail: mariohl@emtelsa.multi.net.co
© Derechos reservados por el autor
 

LA NATURALEZA COMO UN ASUNTO POLITICO
 

La critica más grande a la racionalidad moderna se está construyendo desde el pensamiento ambiental. Esta corriente que tiene sus orígenes a nivel internacional en los movimientos creados como respuesta a los impactos culturales y ecológicos del industrialismo - así como por el interés en mejorar la calidad de la vida y en especial por buscar la transformación de los términos de las relaciones de los seres humanos con el entorno natural - ,  se ha convertido en la más rica de las fuentes críticas a la actual conciencia occidental y a los enfoques del desarrollo basados en la implementación de procesos productivos alimentados basados en una concepción utilitaria de la naturaleza .

El desarrollo, entendido tradicionalmente como la búsqueda de la satisfacción a ultranza de las necesidades humanas apoyado en revoluciones tecnológicas que multiplican la demanda y la oferta de las especies para satisfacer los apetitos viejos y nuevos de una población en permanente crecimiento, ha traído un conjunto de consecuencias que están poniendo la vida en el umbral de la irreversibilidad. Esta ha sido denominada como una crisis civilizatoria que desborda lo estrictamente ecológico.

El informe Brundtland de la Comisión de Naciones Unidas para el Medio Ambiente y Desarrollo (1987) reconoció la división entre países pobres y ricos como el más grave problema ambiental en estos tiempos. La misma comisión popularizó la propuesta central del desarrollo sostenible : es el desarrollo que satisface las necesidades del presente sin comprometer la capacidad de las futuras generaciones de satisfacer sus propias necesidades. Esta definición ha venido siendo enriquecida de muchas formas, una de ellas a raíz de los cuestionamientos que se hacen a las actuales formas de producción y consumo ; otra como consecuencia del reclamo legítimo de los países pobres para mejorar sus niveles de vida en el marco de una nueva relación económica internacional ; y en tercer lugar, a la urgencia de detener a la mayor brevedad el deterioro generalizado de la naturaleza.

El fracaso ambiental de los modelos de desarrollo basados en la acumulación, con sus secuelas ecológicas, sociales, económicas y culturales, obligan a la reconstrucción de la visión del mundo, a la generación de un estilo de pensamiento alternativo que Fernando Mires resume así (1) :

Frente a lo tecnológicamente arriesgado, lo tecnológicamente adecuado ; frente a los gastos excesivos de energía, la utilización de recursos renovables ; frente a la especialización extrema, una socialización de los conocimientos técnicos y científicos ; frente a la producción en masa, el apoyo a la producción artesanal y a las cooperativas locales y regionales de libres productores asociados ; frente a la vida en pequeñas familias encapsuladas, la idea de comunidad ; al predominio urbano, la vida en contacto con lo rural ; frente a la destrucción indiscriminada de la naturaleza, los principios de equilibrio ecológico ; frente al predominio del mercado mundial, surge la idea de mercados interregionales, o simplemente locales ; frente a la noción de crecimiento, la noción de escasez (...)

Se trata de buscar que la propuesta de la sustentabilidad esté asociada con un proceso de cambio integral, a una nueva concepción del desarrollo en cuyo eje se encuentran las transformaciones en la distribución del poder económico y social, así como en la creación de los mecanismos que posibiliten el establecimiento de relaciones políticamente fértiles entre el Estado y la Sociedad Civil. En el terreno de los intereses políticos se puede afirmar que la clave en el desarrollo alternativo no es la forma como se maneja el ambiente, sino quien tiene el poder para decidir como se maneja.

La implementación de un desarrollo alternativo implica tomar con urgencia un conjunto de decisiones que hacen parte del ámbito político, con lo cual se generan enfrentamientos entre los intereses de corto plazo que caracterizan a los agentes políticos convencionales, contra los propósitos de la sustentabilidad cuyo horizonte es más amplio.

En correspondencia con el principio 10 de la Declaración de Río sobre el medio ambiente y el desarrollo, donde se expresa que "el mejor modo de tratar las cuestiones ambientales es con la participación de todos los ciudadanos interesados (...)", Colombia ha involucrado en su legislación elementos claves para garantizar la participación de la comunidad en la toma de decisiones sobre estos temas.

La creación de estos canales debe ser entendida como una estrategia para acercar el Estado a los procesos sociales, con el evidente riesgo de limitarse a institucionalizar la participación sin alterar los fundamentos reales del modelo de desarrollo que privilegian los sectores productivos interesados en asumir las nuevas reglas del comercio mundial, sin pensar realmente en el interés colectivo por garantizar un ambiente sano.

La creación de la Sociedad Civil ambientalmente comprometida está sometida a profundas limitantes, por cuanto no parece viable construir comunidades con capacidad de expresión política en medio de la pobreza y la intolerancia. La pobreza y la violencia hacen casi irrealizable el ideal de los llamados nuevos movimientos sociales, pero de forma paradójica es en su generación, desarrollo y fortalecimiento como se logra avanzar en la transformación de la sociedad.

En tanto la perspectiva ambiental ya no esta solamente relacionada con los procesos ecológicos (en su sentido biológico) sino que examina las múltiples dimensiones que se derivan de la relación sociedad - naturaleza, es posible que la contribución más importante que pueden hacer los ambientalistas sea la discusión acerca del modelo actual de desarrollo y sus implicaciones sobre la gestión social.

Este es el reto más grande que enfrenta la construcción de un nuevo tipo de desarrollo en el cual, como lo propone William Ospina (2) lo que verdaderamente importa no es la sostenibilidad de la sociedad industrial ni el futuro del capital sino el tipo de relación de los humanos con el orden natural.

Notas
(1)Mires, Fernando. La Nueva Ecología. El Sentido Político de la Ecología en América Latina. En Ecología Solidaria. Edit. Trotta. Madrid. 1996. páginas 29 y 30

(2)Ospina, William. Naturaleza y Futuro. En Disoñadores de futuro. Edit. adc-colombia multicolor.Santafé de Bogotá.1997

Volver a portada de Número tres de Textos & Con-textos 1