Jorge Hernán Calderón
Ocampo
MD Psiquiatra
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REACCIONES
EMOCIONALES INDIVIDUALES FRENTE A DESASTRES
Todo desastre representa un acontecimiento traumático
en la vida que se traduce en desequilibrio y vidente crisis que amenaza
la integridad biopsicosocial del individuo y, por consiguiente, de la comunidad.
Vivir significa experimentar situaciones de stress
(separaciones, pérdidas, fracasos) y cada individuo presenta cierto
grado de adaptación y cierto número de defensas psicológicas
que le permiten tener a salvo su cotidianidad y actuar atenuando o enfrentando
las situaciones de crisis que se le presenten.
Cuando se rompe abruptamente la cotidianidad se afecta
la estabilidad emocional y el balance biopsicosocial, la satisfacción
de las necesidades básicas que hacen de colchón de seguridad
para cada individuo se resquebraja o falla, afectando con ello la seguridad
para el individuo, en razón de las pérdidas físicas,
afectivas, de trabajo, vivienda, sistema de recreación e integridad
socio cultural.
Se presentan una serie de reacciones psicosociales y
desadaptativas lo que establece grave disfunción en la esfera psicológica
y social del individuo, al afrontar una situación sorpresiva, arrasadora
y de enormes proporciones destructivas.
Dentro de una situación de desastre no superado,
el hombre se angustia al sentirse amenazado, al no poderse realizar de
un modo adecuado en el medio social en que está incluido, además
de cuestionarse e inquietarse en cuanto a su manera de existir o coexistir
dentro de un grupo humano. Todo esto da pie a la expresión emocional
del agobio como resultado de la amenaza sobre su sentido de pertenencia
y el deterioro de sus relaciones con los seres humanos que le importan
y que se expresa como huida, agresión defensiva o acciones dirigidas
contra la posibilidad de morir.
El sujeto, al vivenciar situaciones que van más
allá de la experiencia habitual de sí mismo y de sus circunstancias,
trata de reaccionar frente a la pérdida repentina del contenido
significativo que tienen las personas y las cosas que son su pertenencia,
perdiendo con ello los límites de su seguridad y quedando demasiado
expuesta su intimidad frente al grupo, creciendo su dependencia y decreciendo
su autonomía.
La inadaptación de los individuos se presenta
cuando se siente indebidamente afligido por los conflictos y procura resolver
los problemas negando la realidad, se aparta de los demás de forma
que hace imposible una solución, no comprende, no admite ni acepta
lo inevitable.
Toda emergencia que tenga relación con una situación
de peligro y sufrimiento humano, dada por un evento determinado, es susceptible
de atención desde el punto de vista psicosocial y psicobiológico.
Hyman (1983) cita cuatro grupos que son susceptibles de atención:
Personas con graves lesiones físicas, a las cuales
se les debe dar una explicación clara y no alarmadora de lo que
sucedió.
Supervivientes no lesionados, quienes presentan sentimientos
de culpable impotencia. Se les debe aclarar la situación.
Familiares de las víctimas, quienes también
presentan sentimientos de culpa e impotencia. Igualmente se deben manejar
con terapia de aclaración.
Miembros de rescate, quienes presentan trauma psicológico,
sentimientos de cólera, impotencia y culpa.
Los problemas sociales que viven las víctimas
de los desastres pueden causar síntomas emocionales leves, inespecíficos
y transitorios que se agravan si no son tratados oportuna y adecuadamente.
Algunos autores hablan de los problemas del vivir que,
de alguna manera, vulneran la salud mental, entendida (según expertos
de O.M.S./O.P.S) como "la condición de vida humana que resulta de
un armónico desarrollo intelectual, emocional y social del individuo
y que se caracteriza por una conducta orientada hacia el logro de un bienestar
subjetivo y objetivo, personal y colectivo, a través de la realización
de sus potencialidades y la contribución a los procesos de cambio
del medio.
Los llamados problemas del vivir o de naturaleza psicosocial
hacen referencia a la vivienda temporal, falta de servicios sanitarios,
desempleo o subempleo, transporte irregular, educación inadecuada,
servicios de salud deficientes y oportunidades recreativas para niños,
adolescentes y adultos limitados.
En los desastres se establece un desequilibrio en la
relación humana alterando el estilo de vida y presentándose
situaciones de desasosiego y depresión por pérdida.
En estudios parciales realizados con individuos y familias
que sufrieron la experiencia de Armero (1985), se encontraron como trastornos
mentales más frecuentes: trastornos del comportamiento, agresividad,
exaltación, crisis de angustia, tendencia al aislamiento, hiperactividad,
depresión, tendencia a la repetición exagerada de la experiencia
traumática, episodios de confusión, indecisión para
emprender acciones, irritabilidad, llanto fácil y trastornos del
sueño.
Proceso de duelo
Casi la totalidad o la totalidad de las víctimas
de un desastre presentan, como reacción a las pérdidas sufridas,
un proceso de duelo que está dentro de los problemas del vivir dentro
de una situación de desastre no superada.
El proceso de duelo presenta un trabajo de elaboración
que se da mediante la aflicción, lo cual es saludable. La aflicción
conlleva tres etapas:
Romper los lazos con las personas o cosas perdidas
Adaptarse a la vida sin la presencia de las personas
o cosas perdidas
Establecer nuevas relaciones
En el trabajo de elaboración del duelo se pasa
de la negación a la resolución o creación de nuevas
relaciones; la falla en este proceso lleva a situaciones patológicas
como la depresión. Ante una catástrofe el superviviente necesita:
Comprender lo que pasó, de tal manera que pueda
conservar su autoestima y satisfacer su búsqueda de significado
(acusarse, sentir ira, superar la negación)
Tener la oportunidad de expresar sus sentimientos de
tristeza, ira, pena, desesperación, soledad, ansiedad, abandono.
Propiciar la catarsis: verbalizar el dolor emocional
Que se le escuchen sus pensamientos y planes
Que se le plantee una respuesta social: identificar
y alentar los sistemas de apoyo.
Otro de los problemas del vivir está representado
por el mal manejo del estrés. El estrés hace relación
a la respuesta de adaptación a unas demandas llamadas factores de
estrés:
Factores psicoemocionales: frustración, miedo,
cansancio, celos...
Factores físicos: hambre, calor, frío,
trabajo nocturno, fatiga, traumatismos...
Factores biológicos: malnutrición, exceso
de café, alcohol, exceso de azúcar y grasas, exceso o deficiencia
de proteínas
El estrés es una respuesta no específica
del organismo a toda demanda que se le imponga y está dado por todo
acontecimiento de la vida personal o social a la que el organismo dé
una respuesta. Se trata de un proceso biológico con múltiples
consecuencias.
Los efectos del mal manejo del estrés en el organismo
son proporcionales a la intensidad de la situación y a la duración
de la misma. Debido a demandas excesivas de adaptación, hace que
se actúe ineficazmente a nivel de los procesos biológicos
y bioquímicos, presentando agresión psicoorgánica:
infarto del miocardio, hipertensión arterial, úlcera gástrica,
depresión, fatiga, alteraciones psicomotoras.
El sufrir el impacto de una experiencia catastrófica
se ve reflejado en el contexto de toda la vida del paciente, además
de las pérdidas que ha sufrido y su significado específico.
Es importante explicar que el suceso catastrófico tendrá
significados diferentes para cada persona.
La persona entra al juego de múltiples factores
que requieren del psiquismo un esfuerzo adicional y que presentan una compleja
conjunción de circunstancias que inciden en la salud mental y en
el enfermar. Cada individuo presenta una serie de mecanismos de defensa
que hacen parte de un proceso psíquico inconsciente, automático,
que tiende a atenuar o a evitar lo que resulta displacentero para él,
evitando así una excesiva tensión para el psiquismo.
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