Intro del Editor

Esta Carta abierta al Presidente fue publicada en el número 459, año VIII, de la revista La Semana de Editorial Perfil, edición del 19 de septiembre de 1985. El número de registro de Propiedad Intelectual que se indica es el 305xxx.

Agradeceré a quien tenga tiempo y recursos para hacer lobby frente a dicha editorial o, mejor aún, ubicar y solicitárselo al autor mismo, para que me autorice a tener esta cosita publicada aquí. Este sería el método tradicional. También agradeceré a quien haga tantas copias como desee, online (en la Red) u offline (en medios electrónicos, papel, etc.) y provea para su democrática distribución. Este es el método hacker. Dejemos que la práctica decida cuál funciona mejor.

Y desde ya, gracias al autor... por existir

Nota: me he tomado la libertad, como segundo editor, de hyperlinkear algunos comentarios propios y ajenos. Espero no estar desafiando la paciencia de nadie.

Nota a la nota: los únicos hyperlinks activos a la fecha son los internos; los futuros hyperlinks externos están indicados con simples subrayados. Estoy abierto a sugerencias de más links, o targets para los ya indicados.

Carta abierta al Presidente

Señor Presidente:

He tardado varias semanas en redactar estas cuatro páginas, cosa que decidí hacer exclusivamente por un imperativo de conciencia, dado que no tengo ni he tenido militancia política alguna. Sólo pretendo que lleguen finalmente a sus manos y que Ud. pueda disponer de tiempo para leerlas.

Durante los años que viví en los EEUU creo haber detectado algunas de las características menos conocidas de los americanos del Norte que quizás expliquen cómo es que, siendo ellos individuos mediocres, han logrado conformar un conjunto brillante, mientras que, siendo nosotros individuos brillantes, sólo hemos constituido un conjunto mediocre. Cabe mencionar que yo bien podría resaltar las numerosas virtudes argentinas y los abundantes defectos de los norteamericanos, pero creo que eso no ayudaría en nada a mejorar nuestra sociedad, mi Argentina, que es el propósito que persigo, y les daría a ellos una oportunidad para superarse, cosa que no me interesa.

1) Célula Comunitaria

Los medios de comunicación masiva de los EEUU publicitan un mensaje simple pero trascendente: "Apoye a su comunidad local".

Punto y aparte, puesto que así se constituye la célula esencial de una comunidad. Todo comienza por la vereda, los vecinos, los ruidos, los horarios, la basura... Luego sigue la cuadra, la esquina, la manzana, la plaza, la escuela, el club, la parroquia. Posiblemente algunos pueden pensar que estos detalles no son tan importantes como para afectar la marcha de una sociedad. Sin embargo, justamente a partir del buen funcionamiento de todas y cada una de las células comunitarias se produce un fenómeno de transformación de cantidad en calidad, principio que enunciara, curiosamente, Karl Marx.

Para muchos ciudadanos de la República Argentina el mensaje aludido resultaría incomprensible, dado que la población, en general, consume su tiempo, esfuerzo y capacidad en discutir cosas muy alejadas de su vivir cotidiano.

Exagerando un poco para destacar el concepto, desde el punto de vista argentino el orden de prioridad para solucionar nuestros problemas aparentemente pasaría primero por el Sistema Solar (guerra de las galaxias, etc.), después por el Planeta Tierra, luego Latinoamérica, después la República Argentina, etc., etc. Es obvio que cuando llegamos al tema de cuándo y dónde se deben pasear los perritos o de respetar las reglas de tránsito, nuestra mente está más allá de esas banalidades. Así en las unidades básicas del justicialismo y en los comités radicales, cualquiera discute la deuda externa en vez de preocuparse por los temas que aquejan al barrio, tratando de articular una mejor convivencia. Pero ocurre que las relaciones con los vecinos no nos interesan, excepto los amigos, que pasan a estar de "nuestro bando" en nuestra "lucha" contra el resto (¿!).

2) Kiss baby Kiss

La palabra "kiss" en inglés quiere decir "beso", pero la sigla "K.I.S.S." es un axioma gerencial muy difundido en EEUU que significa "Keep it simple stupid", cuya traducción libre podría ser "Hacela fácil estúpido".

Nosotros, en cambio, para cada solución nos encargamos de encontrarle 10 problemas nuevos. Además, con frecuencia, tardamos tanto en tomar una decisión, cualquier decisión razonable y simple, que en el momento en que finalmente se la pone en práctica, el problema ya ha pasado a ser otro, y necesita otra solución.

Cuando los yanquis adoptan un curso de acción, no siempre es el acertado, pero tienen previsto la realimentación sobre la marcha (el famoso "feedback"), que les permite introducir medidas correctivas a mitad de camino. Los argentinos preparamos las medidas con hormigón armado. O la cosa funciona de entrada y para siempre, o no sirve.

Y por supuesto, que tampoco conocemos el kiss. Ejemplo: cualquier bioquímico conoce la farmacopea argentina; es decir, el conjunto de normas que deben cumplir los productos farmacéuticos. Son cientos de páginas que reúnen las más estrictas reglamentaciones de su equivalente en Alemania, Francia, EEUU e Inglaterra. Resultado: es tan exigente que resulta literalmente imposible de cumplir. Todo el mundo está en infracción, pero tampoco se penaliza a nadie.

3) Claridad

Los norteamericanos presentan ideas claras, breves, y al grano, que nosotros interpretamos como demasiado simples e ingenuas (ver puntos 1 y 2). En cambio, cuando los argentinos hacemos nuestros planteos al resto del mundo (particularmente en el pasado), un 50% no se entiende y el otro 50% no deja lugar a dudas que son impracticables. Para un yanqui, la distancia más corta entre dos puntos es una línea recta, y cuanto más separados se encuentran los dos puntos, más recta tiene que ser la línea.

A esta altura quisiera hacer un breve paréntesis para proponer que deberíamos aprovechar las virtudes yanquis en beneficio de la Argentina, justamente porque somos pro-Argentina. También propongo aprovechar las virtudes francesas, alemanas, japonesas, judías, brasileñas, peruanas, etc., pero yo no las sabría explicar, aunque seguramente deben existir. Desde ya, como toda generación, la vigencia de mis comentarios es relativa a las circunstancias particulares del caso a las que se quiera aplicar.

4) "Argentinos, a las Cosas". Ortega.

Si se trabajara lo que se habla, y se pensara lo que se morfa, la Argentina sería potencia. Así de simple. En realidad, lo decimos todo sin explicar nada (ver punto 3) y trabajamos bastante, pero mal (ver punto 5). Todo ellos irremediablemente lleva a la amigocracia intensiva que ha engendrado una clase dirigente endocriada, demasiado satisfecha de sí misma. No me refiero sólo al empresariado, sino a toda la clase dirigente. Los personajes más conspicuos son atacados por broncemia, extraña enfermedad hematológica que hace pensar al paciente que su figura es apta para ser inmortalizada en busto de bronce, igual que San Martín. En el fondo, fatalmente, todos tenemos parte de responsabilidad por la mala calidad de nuestra dirigencia (ver punto 8) que no es más que el reflejo de lo que pasa más abajo.

En los EEUU cada burro ocupa su lugar. Eso sí, cada uno también tiene que rendir lo suyo. El sistema de premios y castigos es inviolable; inclusive, para los presidentes; ni qué hablar para el patrón, la maestra o el quiosquero. Y cada uno tiene que cumplir con su deber, sin dar indicaciones acerca de cómo tiene que trabajar el otro. Para ellos el trabajo es como el matrimonio: algunos momentos de esplendor y muchos años de mantenimiento. Y el que se aburre del "matrimonio", tiene que aplicar su imaginación, pero siempre cumpliendo con las reglas de juego antedichas (ver punto 8).

La mentalidad argentina busca la seguridad a cualquier precio, inclusive, so pena de ser dependiente (que es la peor de las inseguridades). El norteamericano sabe que nadie le va a regalar nada y que necesariamente tiene que superarse. Es una mentalidad madura en ese sentido. Es curioso que sean tan chiquilines en otras cosas, ¿verdad? Pero nadie se atreve a sacar los pies fuera del plato sin tener con qué. En los Estados Unidos de América el dinero es sagrado y la ganancia venerable, cosa que heredaron del utilitarismo protestante.

5) Método y Disciplina

Para organizarnos un poco, no necesitamos dejar de ser patriotas o transformarnos en robots.

Un ejemplo: cuando la crisis del petróleo, los yanquis mordieron el polvo y Nixon tuvo que pedirles por TV que ahorraran gas. ¡Nada menos que a ellos que habían sido educados y acostumbrados a una climatización de incubadora! Pues a partir de esa misma noche, todo el país, por tiempo indeterminado, consumió el mínimo de gas. Bastó que Nixon lo pidiera una vez. En situación semejante, acá, probablemente hubiera aumentado el consumo, por si se acaba, ¿vio? (ver punto 8).

Otro ejemplo: si queremos encontrar una calle desconocida, nuestra costumbre es preguntar a los peatones circunstanciales, quienes a su vez siempre responden (¿es que sabemos todo los argentinos?) con alguna indicación, aunque no sepan bien. Así, por tanteo y error, mediante aproximaciones sucesivas, llegamos a destino.

Un gringo, invariablemente, consulta su plano, que lo guarda bien a mano en la guantera de su auto. Si tiene que ir en bus o en tren (cosa bastante común) lo consulta antes de salir.

No, no nos confundamos. No son ni bobos ni autómatas, sino más bien organizados. Así, los días de semana les sobra tiempo para trabajar bien, dormir bien, rendir, ganar buena platita, y además, jugar al bridge, tenis, golf, bingo o quién sabe cuántos hobbies y actividades que cultivan con variedad e intensidad. En EEUU existen 1500 orquestas sinfónicas activas. Dije un mil quinientas orquestas sinfónicas.

Nuestros horarios y hábitos gastronómicos sólo nos permiten subsistir (en la mayoría de los casos) y quejarnos, ya sea de la digestión o de la falta de tiempo o del clima o de quién sabe cuantos males que se han ensañado con nosotros. Casi todos nos sentimos currados por la vida, aunque sigamos desperdiciando sus oportunidades. Y eso, más que vivir, es durar, aunque pensemos que hemos nacido para ser condes y condesas.

6) Ciclo del Método Inductivo/Deductivo

Básicamente, el método inductivo consiste en comenzar por lo particular para llegar a lo general. Inversamente, el método deductivo consiste en partir de lo general para llegar a lo particular. Ambos son necesarios. Ahora bien, veamos cómo se aplican estos dos métodos en ambos países.

Tomemos el caso de hacer funcionar un aparato nuevo. Un norteamericano lo primero que hace es buscar el folleto de instrucciones (método deductivo bien aplicado).

En cambio, sólo cuando todos nuestros improvisados intentos han fracasado, recién los argentinos nos decidimos a leer las instrucciones (método inductivo mal aplicado). ¡Cuántas veces me veo tentado de gritarle a más de un profesional universitario: "No pienses, flaco; seguí las instrucciones"!

Muchos compatriotas insisten que no se puede aprender de la experiencia ajena, y yo debo suponer que se refieren a cuestiones como el dolor, etc. Pero en otro orden de cosas, por supuesto que se puede aprender de la experiencia ajena, caso contrario no sería posible transmitir conocimientos de generación en generación. Cualquier yanqui sabe esto de memoria, y por eso es que en el ejemplo anterior da por sentado que el fabricante debe saber más que él de un aparato que aún no conoce (ver punto 5). Inexplicablemente, los argentinos muchas veces nos sentimos obligados a reinventar la rueda (ver punto 2). Tenemos la tendencia a querer analizar cualquier cosa desde cero.

Por el contrario, la enseñanza en la Argentina está basada fundamentalmente en el método deductivo (ver punto 1), lo cual no permite inculcar en los alumnos el sentido de indagación ordenada y sistemática requerido para asimilar la experiencia ajena y para generar conceptos nuevos. Por su parte, no es casualidad que los yanquis apliquen el método inductivo (particularmente en ciertas materias) para desarrollar en los estudiantes la capacidad de descubrir hechos verdaderamente primarios y para verificar la validez de los conocimientos considerados como ciertos.

7) Permeabilidad ante Ideas Nuevas

La sociedad argentina es encuadrada y conservadora. Si cabe alguna duda basta con ponerse un sombrero y salir a la calle. Esto es extensivo a ideas políticas, económicas y culturales, y ocurre porque tenemos una inseguridad intrínseca (ver punto 4) y el complejo de inferioridad del provinciano (¿acaso no hemos sido provincianos del mundo, estando lejos de todo y con ganas de estar allá?). Por eso nos hemos dedicado a pasar en limpio (aunque con mala letra) muchos borradores que otros han tirado a la basura por caducos. Es decir, hemos copiado mal lo que no teníamos que copiar, que también tiene que ver con nuestra generalizada crisis de identidad (ver puntos 8 y 9) y con nuestra equivocada aplicación del ciclo explicado en el punto 6 anterior.

La sociedad nortemericana tiene muchos defectos y creo conocer algunos bastante importantes, pero la amplitud frente a nuevas ideas no es uno de ellos. Prácticamente las está esperando. Basta con recordar los beneficios que les ha dejado la revolución hippie: la humanización de las relaciones, el disfrutar de las cosas simples de la vida, el movimiento ecológico, la protección del medio ambiente, etc. Ahora bien, lo importante de todo esto es que la cultura hippie ya no existe (duró sólo 10 años), pero los gringos han capitalizado su aporte y el de muchos otros también. A los argentinos nos cuesta incorporar conceptos renovadores y los absorbemos muy lentamente. Tampoco entiendo por qué nos encanta tanto etiquetar.

8) Conquistadores vs. Colonizadores

Una diferencia histórica clave entre la Argentina y EEUU es que allá llegaron colonizadores a construírlo todo: no había nada que sacar. Además, como no podían volver a sus lugares de origen debido a las persecuciones religiosas, entre otros motivos, necesariamente tuvieron que unirse y trabajar en equipo. Por nuestra parte, nos ha quedado la impronta de los conquistadores, que venían para llevárselo todo, en una actividad individualista digna de la mejor causa. Por eso es que demasiados compatriotas nuestros continúan convencidos de que la consigna consiste en salvarse solo; poco importa quien es el más capaz para una funciónd, y el equipo no tiene, aparentemente, necesidad de existir. Así es cómo, a pesar de que ya han transcurrido varias generaciones de argentinos, muchos siguen pensando en términos de "hacerse la América", lo cual explica por qué tenemos tanta mala memoria, que más que frágil o pasajera es instantánea, o que no podamos planificar (¿y qué sentido tienen los planes si el único plan que me importa es salvarme yo cuanto antes?), lo cual nos lleva a vivir de crisis en crisis; o nuestra capacidad de improvisación sólo necesaria en una sociedad desorganizada. En EEUU no es ventaja ser improvisador.

¿Será posible que existan argentinos que quieran instalar una heladería para trabajar en verano y vivir gratis el resto del año? Un argentino sueña con sacarse el PRODE para dejar de trabajar. Si un yanqui llegara a sacarse el PRODE, al día siguiente abre una fábrica. En EEUU nadie sueña con dejar de trabajar. Sería absurdo. Es absurdo.

Por otra parte, es cierto que el latino nació para disfrutar de las cosas buenas que da la vida, pero si insistimos únicamente en eso, tenemos que pagar el precio correspondiente. Innegablemente somos muy humanos los argentinos, cosa que me enorgullece porque es toda una virtud. El problema es que mucho me temo que si Nietzsche viviera, seguramente me susurraría al oído: "Demasiado humanos m'hijo".

Media palabra en defensa de nuestros abuelos gallegos y tanos. Muchas veces he escuchado que la culpa de todo la tienen los inmigrantes porque "lo que pasa es que aquí vino la resaca de Europa"; Un momentito: y aunque fuese así, ¿acaso la inmigración a los EEUU fue de primera categoría? Por supuesto que no lo fue, pero la diferencia radica en que allá la horma del sistema los encarrila de entrada, mientras que el pandemónium que supimos desarrollar localmente hace que hasta el más cumplidor haga agua.

9) Autenticidad, Coherencia

En nuestra querida Argentina contamos con demasiados pequeños burgueses (particularmente entre los jóvenes, algunos con sangre más azul que la del príncipe Carlos) que hablan con la izquierda y viven con la derecha. También tenemos demasiados grandes burgueses que declaman su sensibilidad por el esfuerzo del asalariado pero que actúan exactamente en su contra a la hora de los hechos. Este tipo de incoherencias hace mucho daño al cuerpo social y confunde la instrumentación de cualquier programa de gobierno.

En los EEUU los izquierdistas (muy pocos) viven y actúan como izquierdistas, los conservas como conservas, los católicos siguen a pie juntillas la doctrina y la liturgia de la Iglesia Católica (sin interpretaciones personales) y si no les gusta cambian de religión; los dirigentes obreros son eso y han desarrollado la organización sindical más poderosa del mundo libre; los hippies fueron hippies; los yuppies son yuppies, etcétera.

Para estos comentarios he dado por sentado que nuestra madurez nos permitirá comprender que nada ganamos con autoensalzar nuestro lado bueno, sino todo lo contrario.

Soy argentino, 37 años, casado, dos hijos, intérprete simultáneo y he escrito un libro de "Cuentos de oficinas argentinas". Las editoriales me confiesan que les hace reír, llorar y pensar, pero que prefieren reeditar autores ya conocidos (ver punto 7) y que en todo caso yo debería tratar de financiar mi edición o conseguir acomodo (ver punto 4).

Quiero a mi país y a pesar de tener 1001 posibilidades de trabajar bien en el extranjero, por suerte no me ha afectado la crisis de identidad que padecen muchos de mis compatriotas. Yo me quedo acá porque esto es lo mío.

Saluda a Ud. muy atentamente:

Jorge A. Vilches
C.I. 5.815.167 P.F.
Buenos Aires

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