Base
Científica Antártica "Gral. Artigas"
El desarrollo de una idea
Transcripción del
artículo publicado en la Revista El Soldado No. 154 - diciembre 1999, con
motivo de cumplirse los 15 años de fundada la Base Artigas.
Autor: Cnel. Porciúncula
Siendo Presidente del
Instituto Antártico el Cnel. Hugo P. Ferreira, planteó la posibilidad de
que nuestro país dispusiera de una Base Antártica propia. La pregunta de todos los
miembros del Consejo era siempre la misma. ¿Es posible que podamos instalar una
base en la Antártida?, ¿Cuánto tiempo se estima necesario para prepararnos?.
Lo cierto es que había una verdadera impaciencia por contar con la Base lo
antes posible, pero era imprescindible primero saber donde se instalaría y
reconocer el terreno donde se construiría, sus rutas de acceso, los medios de
transporte que se podrían disponer y que material se debería adquirir para
hacer funcionar las instalaciones para un número dado de integrantes.
En el desarrollo del proyecto se
consideró por los integrantes del Instituto que para instalar una Base en la
península antártica o en las islas próximas se debía pensar en que todos los
abastecimientos debían ser transportados anualmente, y por única vez en el
verano, y que no eran posibles recompletamientos parciales durante el resto del
año. por tal motivo, el transporte de los materiales de construcción de
la base, así como su equipamiento y abastecimientos de todas las clases,
presentaría un problema logístico que solo una barco podría resolver.
Tal base debería ser de dimensiones
pequeñas, dadas las condiciones de nuestro Instituto, pero que permitiera
desarrollar algunos proyectos científicos que serían en definitiva el aporte
nacional para un reconocimiento de nuestro país por parte de los entonces
integrantes del Tratado Antártico.
Así planteadas las cosas, se designó
al Teniente Coronel Omar Porciúncula para concurrir a Nueva Zelandia con la
misión de recopilar toda la información necesaria a los efectos de aprovechar
al máximo la experiencia neozelandesa en la actividad antártica, y su eventual
aplicación en la fundación de una base uruguaya.
El Consejo del IAU con el informe
proporcionado desde Nueva Zelandia, de sus bases antárticas, y de sus bases
pre-antárticas de la ciudad de Christchurch, tomó la decisión de instalar la
base antártica en el menor tiempo posible (temporada 1984 - 1985), y que los
detalles tendrían que ser resueltos inmediatamente.
Sucedió en la Presidencia del IAU, al
Cnel. Ferreira, el Cnel. Lirio Arnaud con quien se comenzó a trabajar para la
planificación de la fundación de la base uruguaya en la Antártida. Se
designó para la organización general de la base, incluída la instalación y
además su jefatura posterior, al mencionado Tte. Cnel. Porciúncula.
A esta altura de los acontecimientos
era muy difícil hacer previsiones detalladas en cuanto a equipo y personal sin
haber visto el lugar, por lo que se imponía elegir el sitio de ubicación ,
reconocerlo físicamente y comprobar que los medios aéreos y navales de que
disponía nuestro país eran posibles de emplear no solo para su instalación
sino para su independencia futura.
Antes de dejar al frente del IAU al
Cnel. Arnaud, el Cnel. Ferreira, había gestionado con los auspicios de la
Fuerza Aérea Uruguaya, una expedición empleando un avión Fairchild que se
había acondicionado para esa misión. La misma debía confirmar las
posibilidades del medio aéreo al alcance de nuestro país para servir no
solamente a la instalación de la base sino también para su asistencia en el
futuro.
Volver arriba
El empleo del medio naval, se
produciría cuando la Armada tuviera preparado el barco más conveniente y con
los cambios necesarios para su empleo en aguas tan peligrosas como en donde se
instalaría nuestra base.
Ligado a esto último, era
necesario que en la elección del lugar exacto se contara con la posibilidad de
ser abastecida desde unidades navales.
El vuelo Fairchild se realizó sin
inconvenientes mayores gracias a la pericia de los pilotos de nuestra Fuerza
Aérea, los entonces Tte. Cnel. (Av) Eduardo Aguirre y el May. (Av) Athos
Pallas, y ya desde el arribo al aeropuerto antártico de Chile "Tte. Marsh", se recibió el apoyo total de los hermanos chilenos en el terreno.
Con el apoyo de un helicóptero
chileno, se cumplió a satisfacción los requerimientos en cuanto a la
selección de lugares posibles para ubicar la base. La primera prioridad era su
localización próxima a la costa, ya que ésta no solamente proporcionaba el
acceso al exterior para las actividades logísticas, sino que brindaba un medio
absolutamente indispensable para lograr libertad de movimientos a través de
pequeñas embarcaciones (botes Zodiac), las cuales se preveían como los
principales medios de movimiento y de trabajo, imprescindible por otra parte
para el apoyo de los equipos científicos en sus investigaciones al área
circundante.
Otros elementos importantes para la
selección del lugar eran los caminamientos terrestres a las bases chilena y
rusa, ambas de gran importancia.
Finalmente junto al Cap. Fontanot,
y con su conformidad en lo relacionado a que la costa de la Bahía Collins
permitía las operaciones por barco en un grado razonable, se resolvió que el
lugar donde se encuentra ahora la Base Artigas, sería el más conveniente, lo
cual fue aprobado por el Cnel. Roque Aita, quien se desempeñaba como Jefe de
misión. La ocupación en el momento que se hizo, no pudo ser más
oportuna, ya que una expedición de China Popular tenía la intención de
establecerse allí. Cuando llegaron son sus equipos en un barco de gran
porte, que contaba entre otros medios, con dos helicópteros y cientos de
futuros integrantes de la Base "Gran Muralla", con desagradable
sorpresa se encontraron con la Base Científica General Artigas...
Volver arriba
ETAPA DE
CONCRECIONES
Al regreso a Montevideo se presentaban
las etapas más difíciles, en primer lugar, había que resolver que tipo de
edificios se iban a emplear, en el primer momento se pensaba contar los
alojamientos y con un galpón para uso general.
Los alojamientos debían ser de
paredes, techos y pisos térmicos, de manera de lograr un confort razonable sin
necesidad de una calefacción exorbitada y nada práctica.
El galpón debía permitir en esta
etapa alojar la cocina, los baños, los retretes, el lavadero, el taller
mecánico y eléctrico, y último y quizás el más importante, el espacio para
los generadores, que debían ser suficientemente amplios para permitir trabajar
a su alrededor y para su correcta ventilación, sin perjuicio de su toma de aire
exterior y escape. En ese momento se suponía que el transporte de material
desde Montevideo, sería por barco, ya que los miembros de la Armada en el IAU,
tramitaban en su Fuerza la preparación para la actividad antártica de una
unidad naval con este fin.
Vistos los requerimientos mínimos para
la construcción de los alojamientos y del galpón era necesario elegirlos y
para ello se visualizaron varias opciones. El Consejo resolvió finalmente
adquirir el alojamiento en Nueva Zelandia, e inmediatamente se realizó el
pedido a una empresa en Wellington, siendo la operación patrocinada por la
Agencia Antártica del gobierno de ese país.
En cuanto al galpón, se encargó a una
frima uruguaya que tenía probada experiencia. El resto del material
sería concentrado en Montevideo y transportado por el barco de nuestra Armada
hasta Punta Arenas, donde se recogerían los últimos materiales y todo se
llevaría a la Bahía Collins (Isla Rey Jorge).
En los meses de julio y agosto se
recibió información de que los preparativos para alistar el barco por parte de
la Armada habían encontrado dificultades técnicas y por último se confirmó
que no se podía contar con el medio naval para esta etapa de la fundación de
nuestra base. Esto fue un imprevisto que pudo haber demorado en años el
acceso de al continente blanco, pero la Fuerza Aérea, con los Fairchild y
Fokkers, se se propuso realizar, parte o toda la operación ya que el
Comandante de la Fuerza lo aprobaba.
La sustitución del barco por los
aviones, significaba como es de suponer, cambios muy importantes, ya que se
debía contar con una ayuda mucho más comprometida e importante del gobierno
chileno, ya que la pista del aeropuerto Tte. Marsh se volvía muy necesaria. El
centro de operaciones no sería como se había pensado al principio, Montevideo,
y desde allí a Bahía Collins, sino que se emplearía a Punta Arenas como
receptor, por su pista, de todo lo que transportarían los vuelos desde
Montevideo, y en una operación por separado serían llevados a la pista de Tte.
Marsh y desde allí con los vehículos de la futura base, entre ellos los botes
zodiac, y la embarcación que se pudiese conseguir, hasta bahía Collins.
También se pensaba que sería factible
transportar por tierra desde Tte. Marsh a nuestra futura base y como tal se
planificaba.
Pero a este respecto se debe decir que
los hechos no se ajustaron a los planes, ya que la entrega del dinero no se hizo
sino hasta el último momento, por lo que las compras de mucho material no se
pudieron realizar, afectando la parte de la operación que se haría por tierra.
En esta etapa de preparación de la
fundación de la base uruguaya, el nuevo Presidente del IAU, era el entonces
Coronel Galarza, quien tenía a su cargo la tarea por demás compleja de obtener
los recursos para la operación. Como se recordará, el año 1984 era muy
difícil para la economía de nuestro país y conseguir el dinero para empezar a
adquirir los materiales era urgente. El Comandante en Jefe del Ejército
era el Tte. Gral. Hugo Medina, con quien el Cnel. Galarza se apoyaba para
su comunicación con la Junta de Comandantes en Jefe.
Del punto de vista práctico, se podía
establecer sin lugar a dudas, que al disponerse del medio aéreo para todos los
transportes, la concentración del material tendría que hacerse en Punta Arenas
y no en Montevideo, como ya se dijo. Por tal motivo, se debía coordinar
con las autoridades chilenas todos los requerimientos en ese lugar.
Sin dudas que era una
comunicación que
debía ser realizada en Santiago, hacia donde viajaba junto a otro miembro del
Consejo, el Jefe de la Base, Tte. Cnel. Porciúncula. En la capital
chilena se tuvo contacto con autoridades de la Armada y de la Fuerza Aérea,
donde se pudo comprobar el grado de apoyo que se brindaría a la misión.
Se solicitó entonces que parte del material que se pensaba centralizar en Punta
Arenas, fuera llevado hasta la bahía Collins por el barco chileno que
aprovisionaba todas las bases de ese país, siendo esta solicitud concedida.
En nuestro país, el Tte.Gral. H.
Medina, había confirmado al Cnel. Galarza, que el Ejército iba a apoyar con
los medios que disponía, tanto en material como en personal, ya que
consideraba
que la parte de instalación de la base se tornaba como una misión de la
Fuerza.
Volver arriba
También el Dpto. de Finanzas del
Comando del Ejército fue adelantando dinero para las primeras adquisiciones, ya
que el tiempo era escaso, y los rubros que había solicitado el Ministerio de
Defensa, no aparecían.
Otro valioso apoyo del Ejército fue el
ofrecimiento del Cnel. Luis A. Pírez, Jefe de la Brigada de Infantería Nº. 5,
de las instalaciones, personal y vehículos de la Unidad, para que siriviera de
base de operaciones del Instituto Antártico, y a partir de ese momento se
empezó a cumplir el ideal que fuera pensado al inicio de la etapa, que era
armar la base en Montevideo, lo más parecido a lo que sería en Bahía Collins,
para que cuando se estuviera en el lugar definitivo, el trabajo de la
instalación sería los más eficiente posible. Hay que recordar que allí
no se tendría más protección del frío que la construcción inmediata del
primer edificio.
El propósito, más que los planes, ya
que se dependía de las autoridades de otros país, eran tansportar por los
aviones de FAU aquellas cosas que se obtenían en Montevideo, o que tuvieran que
ser centralizadas necesariamente aquí. Una vez en el lugar, se juntarían con
el resto del material que se haría enviar a los proveedores al puerto
chileno. Para ello nuestro Embajador en Santiago, el Dr. Lupinacci había tomado
contacto con las distintas autoridades portuarias y otras realcionadas con el
sector no militar. Como se podrá suponer, con las FF.AA. chilenas se
había establecido un relacionamiento tal que aseguraba la solución de
cualquier dificultad...
Dentro de los apoyos importantísimos
recibidos, se debe destacar la cesión de un predio en las afueras de Punta
Arenas, perteneciente a un Club campestre de la Fuerza Aérea de Chile.
Allí se armarían los alojamientos que venían en barco desde Nueva Zelandia.
La
necesidad de que nuestro personal lo
armara en forma adelantada no ea solo para asegurar que todas las partes
funcionaran correctamente, sino que se adquiriera la práctica necesaria, para
armarlo luego en el menor tiempo posible, evitando así el estar expuestos a la
intemperie.
Esta parte se sumplió en forma
excelente, y para ello viajó a Punta Arenas un equipo comandado por entonces
Tte. Cnel. Eduardo Techera y el Cap. Jorge Rosales. El grupo también
estaba integrado por un arquitecto y el técnico electricista Emiliano
Martínez, que darían garantía total de que el resto de los instaladores de la
base pudieran dedicarse sin riesgo a sus otras tareas. Es obvio insistir
en la importancia del buen funcionamiento de la vivienda en esas circunstancias,
sabido que solo una vez se había podido reconocer la zona del emplazamiento.
Dentro de la larga lista de
dificultades que se fueron presentando, además de la ausencia del medio naval
con el que se había contado en las primeras planificaciones, otro golpe muy
duro a la preparación del material, y a la calidad y costo del mismo fue la
demora en recibir los rubros dispuestos para la operación. A consecuencias de
esto último, muchas de las adquisiciones debieron hacerse en Punta Arenas, por
ejemplo un tractor de doble tracción, al que se trató vanamente de comprar con
una aviso en el pequeño diario local. Como final de compra del tractor,
se debe decir que se realizó en la zona franca, pero el remolque tuvo que
hacerse cortando a la mitad un camión fuera de servicio. Tal era la
urgencia, ya que el barco chileno, que por única vez nos cruzaría nuestros
equipos de mayor tamaño, aquellos que no podían ser transportados en el
Fairchild, tenía una fecha fija para partir y no nos podía esperar.
Volver arriba
Esta etapa fue exitosa, ya que el grupo
del Tte. Cnel. Techera, quien tenía a su cargo recibir los materiales que
venían llegando a Punta Arenas, por el puente aéreo que había instrumentado
nuestra FAU, y el equipamiento que llegaba por barco, como los alojamientos
desde Nueva Zelandia, iban siendo organizados de tal forma que se estaba
construyendo la base de manera experimental, tal como se había planificado...
Llegaba ahora el último tramo de la
operación: un grupo viajaría en el avión Fairchild con tan solo los efectos
personales, puesto que el avión iba al máximo de su capacidad de carga, debido
a que hubo que agregarle tanques adicionales de combustible, para el cruce del
Canal de Drake.
Una vez en Tte.
Marsh, el grupo se
alojaría en la base chilena hasta recibir de los sucesivos vuelos de nuestro
avión, trasladando poco a poco lo que se había estoqueado en nuestra base
accidental en Punta Arenas y que no había podido cargarse en el barco chileno
"Piloto Pardo".
Un segundo grupo con con el Capitán
Jorge Flores y el arquitecto viajarían en el barco junto a la otra parte de la
carga, cuyo ítem más importante eran los alojamientos que se habían adquirido
en Nueva Zelandia.
El cruce del canal de Drake fue sin
contratiempos para los vuelos de nuestra aeronave, por la pericia y
profesionalismo de de los pilotos. El cruce en barco, no fue tan
agradable, porque a pesar de la experiencia de tantos años de la Armada
chilena, surcando esos mares, el Piloto Pardo se encontró en su ruta, en esa
oportunidad con olas de 15 metros que dejaron un recuerdo imborrable en los
miembros del contingente uruguayo.
Al grupo que cruzó en avión se
agregó el Cnel. Galarza, quien tomó el comando de la delegación y participó
en ese caracter en las reuniones con las autoridades locales chilenas, quienes
no solamente habían apoyado en la etapa de la selección del lugar, sino que
eran verdaderos camaradas en cuanto a su generosidad para apoyar en todo momento
el emprendimiento. El Presidente del IAU partió con el último vuelo del
puente aéreo Punta Arenas - Tte. Marsh y el grupo quedó alojado en la base
chilena esperando al Piloto Pardo con los artículos más pesados del
inventario.
Volver arriba
TIEMPO DE REALIZACIONES
Luego de dos días de visitas a pie a
lo que sería el futuro hogar, arribó el barco con el material ubicado en sus
bodegas de forma tal que tenía que ser el primero en desembarcarse, para luego
seguir con su recorrido de las otras bases antárticas chilenas.
En esos días se sufría un viento
fuerte y permanente, que se apreciaba por nuestra parte ante el mar con el
oleaje muy alto. El capitán del barco fue categórico en cuanto a que no se
podía realizar el desembarco en esas condiciones en Bahía Collins por lo que
se hizo en el muelle de Tte. Marsh.
En oportunidad del viaje para elegir la
ubicación de la base, se había tenido una charla con los jefes de la base
soviética y de acuerdo a las prácticas corrientes en la Antártida, habían
ofrecido su colaboración. Era el momento de requerir esa ayuda y la misma fue
solicitada para que un vehículo anfibio, alcanzaran desde el barco a
Bahía Collins, los paneles del alojamiento, el tractor con su remolque, los dos
generadores, con dos tambores de 200 litros de gasoil, y los dos botes zodiac,
con un tambor de nafta.
Todo el resto del equipamiento quedó
en la playa próxima a Tte. Marsh a cargo del entonces Alf. Pinasco. Los
demás se pusieron a armar los alojamientos, es decir, el más chico, que
serviría de refugio para poder seguir con las otras tareas. Se contaba con un
pequeño generador eléctrico que se había comprado en un remate en Montevideo,
y que los mecánicos habían dejado a punto, con él se hacían funcionar
las herramientas eléctricas para el armado de lo que sería el primer refugio.
Al segundo día, Martínez, el técnico electricista había puesto en
funcionamiento el generador grande, y en momentos que se terminaba de
armar el primer alojamiento, ya se tenía luz eléctrica.
Al día siguiente , a lo que se caba de
relatar, y cuando se disponía a descansar el personal, se sintieron gritos y
después golpes en la puerta -realmente anecdótico- Un hombre joven pedía
ayuda en lo que supo era idioma alemán, porque un bote había quedado sin motor
y se lo llevaba la corriente mar adentro.
Se sacó entre todos uno de los botes
zodíac, que ese día se había preparado para cualquier contingencia, y con
Martínez que era el experto se salió a buscarlo. Rápidamente se le encontró
y junto a su compañero se le remolcó a la base, que era la soviética.
Cuando se llegó a dicha base, en medio de una conmoción se aprestaban a ir a
buscarlos, por lo que la colaboración que se había recibido de su parte por el
transporte de esos botes y demás, la suerte había querido que una noche
después se estuviera visita con su compañero de remolque.
A medida que la capa de nieve iba
haciéndose menos espesa, se hacía más fácil para el tractor y su remolque
recorrer el camino de Tte. Marsh a la base, pero había dos tramos de repecho
que era necesario desprender el tractor del remolque y ayudarlo con un gato, con
una larga linga de acero afirmada en la bajada siguiente.
Con dedicación, con esfuerzo y
superando dificultades, el 22 de diciembre de 1984 se izó el Pabellón Nacional
en la Base Gral. Artigas de la Antártida y orgullosos la vimos tremolar al
viento. Era suficiente premio y
motivo de orgullo para los que allí estábamos como asimismo para todos los que
colaboraron en su
materialización.
Volver arriba