Cuenta
la historia que andaba un trovador viajando a pie, cuando en medio del
bosque se topó con la algarabía más grande que
hubiese escuchado en su vida. Era un caos delirante en el que se mezclaban
graznidos, improperios, amenazas y maldiciones.
Intrigado,
el trovador corrió al lugar donde se originaba el ruido.
En un claro,
todos los pájaros del mundo, con ojos inyectados en odio, se
ensañaban con algo, o alguien, que desde el suelo pugnaba por
escapar. Era una pelea injusta, dispareja, y el trovador, inflado de
solidaridad, se armó con un garrote y arremetió contra
los pájaros, haciéndolos huir.
Espantado el peligro, apareció el objeto del ataque: terroso,
exangüe, respirando con dificultad, herido a golpe de garras y
picotazos, yacía un búho, un simple búho.
El trovador curó las heridas del búho, le dio de comer
y de beber, y le cuidó hasta su recuperación. Entrada
la noche, cuando el búho estuvo en condiciones de hablar, el
trovador le interrogó sobre el motivo de la inquina en su contra.
-¿Por qué si eres pájaro como ellos, tus semejantes
se afanan en destruirte?
-Ocurre amigo trovador - respondió el búho con voz entre
cortada - que, de todos los pájaros del universo, yo soy el único
que ve claro de noche, el único con luz propia en medio de la
oscuridad. Así, en carne viva, soy la antitesis de la ignorancia,
y al verme, mis congéneres se reconocen prisioneros de las tinieblas,
esclavos atados con las cadenas de su desconocimiento. Por esto me
temen, por esto me odian. Su falta de saber los lleva a ser acusadores,
inquisidores, enemigos jurados de toda idea de progreso. Paria entre
legos, es este el precio que debo pagar por cultivar mi virtud.
Apesadumbrado, el trovador recordó las veces que estuvo forzado
a huir de alguna comarca por contar en sus décimas verdades que
molestaban a los necios que habitaban.
- Grande es tu pena, búho solitario - se coló la voz del
trovador, por encima de las llamas de la fogata.
- No hay pena alguna, bardo andante. Tener luz, ser sabio, conocer,
jamás será una pena. Es un derecho que tenemos los seres
vivos, y no debo, ni tengo, porque renunciar a su disfrute. No soy yo
el que tiene que volverse ciego, ¡Son los otros los que tienen
que aprender!
Y tenia razón el búho. Por años, la intolerancia
ha perseguido al conocimiento, queriendo acorralarlo, negando sus aportes
y alcances. Pero nunca la ha vencido, y el progreso ha sido la constante
de la humanidad, y lo seguirá siendo con el
paso de los tiempos.
A partir de aquel día, el trovador tomó el ejemplo del
búho, y desechando las tinieblas. por el resto de sus horas caminó
erguido y confiado en busca de la luz, la superación, la perfección.
El trovador nació el día de ese encuentro.
¡Ojalá todos los hombres nacieran a un encuentro similar!
Atrévete a llegar donde te has propuesto,
Haz como si fueras sordo......
Mil voces cobardes se alzarán contra tu sueño;
No permitas que nadie robe tu sueño
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