Hace algunos años llegó un extraño
paquete al correo de Johannesburg, en
Sudáfrica, procedente de cierto lugar de Inglaterra. El empleado
postal
explicó al destinatario que había sido despachado “por
cobrar” pero Ted Beckman
se negó a pagar $ 3.25, importe del correo. El paquete fue almacenado
y el
tiempo pasó. Llegó el momento en que fue puesto a subasta
y adquirido junto con
otros envíos, por un comerciante de Durbán. La sorpresa
que llevó este hombre
fue mayúscula. Al desatar el paquete resultó que contenía
un lote de joyas
valorada en unos cincuenta mil dólares. Una lacónica
nota aclaraba que lo
enviaba Mary Beckman, la hermana mayor de Ted, como parte de la herencia
recibida de su madre. Se buscó al heredero que había
rehusado el pago postal,
pero éste acababa de morir en su cuarto de una miserable pensión,
donde vivía.
El parte policial mencionaba que se habían encontrado en sus
bolsillos unos
dieciséis dólares. Su compañero de cuarto explicó que
en el momento de ir al
correo tenía el doble de esa cantidad, pero se había
negado a pagar los $3.25.
Cuando usted lea estas líneas, estará por entrar el 2004.
Este año es una
especie de paquete cerrado aún, lleno de oportunidades para
usted y para mí. El
remitente es Dios, el contenido es tiempo. ¿Estaremos dispuestos
a pagar el
precio necesario para tener derecho al tesoro que contiene para nosotros?
Las
oportunidades para aprovecharlo se puede contar en miles: 527,040 minutos,
contenidos en 8,784 estuches de 24 horas, que a su vez vienen envueltos
en 366
días, ya que es un año bisiesto. El precio que se nos
exige para tener acceso
al tesoro, es sencillo. Primero, sentarnos y soñar, ver con
la imaginación, no
lo que somos, sino lo que quisiéramos ser. Luego escribir esos
sueños para
convertirlos en metas. Será una forma de definir lo que queremos
hacer con ese
tesoro.
Segundo, trabajar confiadamente a través del año
para convertir en
realidad, lo que hemos sido capaces de imaginar.
LO NEGATIVO: Ser tan tontos que nos neguemos a pagar el precio necesario
para
tener derecho al tesoro que hay en el tiempo bien utilizado.
LO POSITIVO: Comprender que el precio en el esfuerzo que hay en marcar
y fijar
nuestras metas, es insignificante en comparación a la recompensa
a que nos da
acceso.
El día de ayer no lo volveremos a vivir jamás.
Una vez que se cumplan las veinticuatro horas del día, cae para siempre
en
el pasado irrecuperable.
El día de mañana no nos pertenece.
El futuro pertenece al autor del tiempo y de la vida.
Desperdiciar el día de hoy sólo porque habrá un mañana
es no reconocer que
ese mañana no es nuestro.
El único día que es nuestro es hoy.
Hoy es el día que podemos aprovechar para construir un mañana feliz,
o
desperdiciar y así echar a perder nuestro futuro.
El hoy se nos ha sido dado con dos propósitos:
prepararnos un buen mañana aquí en esta tierra, y preparar nuestra
alma
para toda la eternidad.
Si queremos disfrutar de un buen fruto mañana, tenemos que sembrar buena
semilla hoy.
Y para nuestra alma, como dice la Biblia:
¨Si ustedes oyen hoy su voz, no endurezcan el corazón¨ (Hebreos
3:7,8).
Este es el día más importante de nuestra vida.
Tal como el nómada de Arabia, reconozcamos el valor de este día,
que es
nuestro.
Con Cristo, tendremos quien nos enseñe cómo aprovecharlo para vida
eterna.
Cuidemos esta joya así como cuidamos nuestra propia alma.
"¡que tengas un hermoso día!"
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