Tengo
en mis manos dos cajas que Dios me ha dado para que sostenga.
El me dijo:
"Pon todas tus penas en la negra y todas tus alegrías
en la dorada".
Yo escuché
sus palabras y en ambas cajas guardé mis alegrías
y mis tristezas.
Pero la dorada se fue poniendo más pesada y la negra
estaba tan liviana como
antes.
Con curiosidad
abrí la caja negra para saber por qué seguía
tan liviana y
encontré, en el fondo de la caja, un hueco por el cual
se habían caído todas mis
tristezas. Mostré a Dios el hueco y reflexioné
en voz alta: "¿Me pregunto dónde
habrán ido mis penas?.
El me sonrió:
"Hijo mío, todas tus penas están conmigo".
Le pregunté: "Señor,
¿por qué me has dado las cajas, por qué
la dorada y la negra con un hueco?.
"Hijo mío, la dorada es para que cuentes tus bendiciones,
la negra es para que
olvides todas tus penas".
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