Iba un hombre
caminando por el desierto cuando oyó una voz que le dijo:
Levanta
unos puños de piedritas, mételos a tu bolsillo y
mañana te sentirás a la
vez
triste y contento.
Aquel hombre
obedeció. Se inclinó, recogió un puñado
de piedritas y se los
metió en el bolsillo. A la mañana siguiente, vió
que las piedritas se
habían
convertido en diamantes, rubíes y esmeraldas.
Y se sintió
feliz y triste. Feliz por haber recogido las piedritas;
triste, por
no haber recogido más. Lo mismo ocurre con la educación.
William
Cunningham
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