Te prestaré
por un tiempo a unos padres para que los ames mientras vivan.
Podrán ser 10, 20, 30 años o más, hasta
que los llame.
Te pregunto:
¿podrás cuidarlos?
Quiero
que aprendas a vivir con ellos, les he buscado unos hijos
y te he
elegido
a ti. No te ofrezco que se quedarán contigo para siempre,
sólo te los
presto.
Ellos te darán ternura y te darán alegría
por tenerte.
El día
que los llame no llorarás ni me odiarás porque
los regresé a Mí. Su
ausencia corporal quedará compensada por el amor y
por los muchos y
agradables
recuerdos. Ten presente que si algo te entristece, que si
el golpe del
dolor te
hiere algún día, tu pena es mía y así,
con todo esto, tu luto será más
llevadero
y habrán de decir con agradecida humildad: ¡Hágase
Señor tu voluntad!