Aparentemente y con la Biblia en mano es muy fácil la respuesta: “Un hombre de origen humilde hijo de María y de José, carpintero y sin abolengos, fuera de aquél de pertenecer a la estirpe de David.
Nació particular y pobremente en un pesebre, desplazado por la furia de Herodes a tierra extraña: Egipto.
Creció en el seno de una familia, estudioso de la ley y seguramente jugó con los niños de su edad, ayudó en los trabajos de la casa y cuando mayor cumplió la misión de evangelizar, predicar el amor y la justicia y como consecuencia de ello, padeció, murió y resucitó para permanecer con su iglesia.
Pero… hoy ¿Quién es Jesús?
La luz de esa palabra hecha vida aún 2000 años después, me lleva a ver ese Jesús vivo, nacido en los pesebres, puentes, suburbios, hospitales, montañas y ciudades, en esos niños sin origen, sin padres, sin ley, a merced de la injusticia social.
También hoy Jesús sigue desplazado de su tierra, de su trabajo, de sus campos y siguen niños lanzados al frío cemento de la inclemente injusticia de quienes con el poder de las armas, del odio, la guerra y el hambre, se convierten en extraños para el hermano.
Perdió el hogar, pero más que eso, perdió el derecho a ocupar un lugar en la escuela, y en los patios de recreo y las calles y caminos se plagaron de minas quiebra piernas y sigue andando en el dolor mutilado de pies, manos y hasta en el alma le duele el dolor de la guerra.
Creció ese Jesús con los jóvenes sobrevivientes de la maldad y amordazada la voz y su palabra apenas si se escucha débil y apagada por el trueno de las ráfagas de bombas, balas, odio y miseria.
Jesús padece de hambre, de injusticia, de incomprensión, de ausencia de valores que sostengan a la pobre humanidad y muere cada día en las calles, en las montañas, en los hogares, en los templos y en los corazones que niegan a este Jesús, olvidamos que este Jesús es quien da sentido a mi vida, a tu vida, a nuestra vida, a este Jesús que sigue amándome a pesar de mis debilidades y que me pide verlo no sólo en la cruz, sino en quien va a mi lado y que a veces me cuestiona o entorpece mi camino.
¡ESE JESÚS, ES MI JESÚS!
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