Gracias
a mi madre y su sabiduría no le temo a la muerte. Ella fue mi
mejor amiga y mi mejor maestra. Cada vez que estábamos juntas,
ya sea al despedirnos a la noche o antes de emprender un viaje,
decía: "Te veo mañana". Era una promesa que siempre cumplió.
Mi abuelo era pastor y, en aquellos días, a comienzos de siglo,
cada vez que un miembro de la congregación moría, el cuerpo
permanecía en la sala de recibo del ministro. Para una niña
de ocho años, esta experiencia puede resultar muy aterradora.
Un día, el abuelo vino a buscar a mi mama, la llevó a su sala
y le pidió que tocara la pared.
-¿Cómo
la sientes, Bobbie? -preguntó.
-Bueno,
esta dura y fría -respondió ella. Entonces la llevó hasta el
ataúd y le dijo:
-Bobbie,
voy a pedirte que hagas la cosa mas difícil que se puede pedir.
Pero si la haces, nunca volverás a tenerle miedo a la muerte.
Quiero que pongas tu mano en la cara del señor Smith. Como ella
lo quería mucho y confiaba en él, pudo cumplir con su pedido.
-¿Y?
-quiso saber el abuelo.
-Papá
-dijo ella-, se siente como la pared
-Así
es -dijo él-. Esta es su vieja casa; nuestro amigo, el señor
Smith, acaba de mudarse y no hay ningún motivo para tenerle
miedo a una casa vieja.
La
lección echó raíces y desarrolló durante el resto de su vida.
No le tenía nada de miedo a la muerte. Ocho horas antes de abandonarnos,
hizo el pedido más insólito. Mientras estábamos alrededor de
su cama conteniendo las lágrimas, dijo:
-No
traigan flores a mi tumba porque no estaré ahí. Cuando me libere
de este cuerpo, volaré a Europa. Vuestro padre nunca quiso llevarme.
-El cuarto estalló en una carcajada y no hubo mas lágrimas por
el resto de la noche. Al besarla y desearle buenas noches, ella
sonreía y decía:
-
"Te veo mañana". Pero al día siguiente, a las 6:15 de la mañana,
el médico me llamó para decirme que había emprendido su vuelo
a Europa. A los dos días, estábamos en el departamento de mis
padres revisando las cosas de mamá, cuando encontramos una pila
de escritos suyos. Al abrir el paquete, cayó al piso un papel.
Era la siguiente poesía. No se si la escribió ella o si había
guardado con mucho cariño la obra de otro. Lo único que se es
que fue el único papel que se cayo, y decía:
El
Legado Cuando muera, da lo que queda de mí a los niños. Si necesitas
llorar, llora por los hermanos que caminan a tu lado. Rodea
a alguien con tus brazos y dale lo que necesites darme a mi.
Quiero dejarte algo, algo mejor que palabras o sonidos. Búscame
entre la gente que conocí y amé. Y si no puedes vivir sin mí,
déjame entonces vivir en tus ojos, tu mente y tus actos de bondad.
Como mejor puedes amarme es dejando que las manos se toquen
y dejando libres a los niños que necesitan ser libres. No muere
el amor, las personas si. Por eso, todo lo que queda de mi es
amor... Bríndame...
Papá
y yo nos miramos y sonreímos al sentir su presencia. Y una vez
más fue mañana.
John
Wayne Schlatter Del Libro "Otra taza de chocolate caliente para
el Alma"
|