Las armas de la Edad Media



Durante casi toda la Edad Media, la tecnología de las armas no se diferenció mucho de la utilizada en el mundo antiguo, conservándose variaciones del garrote, el cuchillo, la lanza, el hacha y las flechas. Una novedad importante fue la utilización de la lanza por parte de la caballería pesada. Los caballeros de la Edad Media eran mucho más potentes que cualquier caballería de la antigüedad. Su equivalente más próximo podría haber sido la caballería de Alejandro Magno.

En el siglo X, Europa había sobrepasado al mundo antiguo en casi todos los campos, incluyendo el de las armas. La evolución de los poderosos jinetes dio como resultado innovaciones destinadas a protegerse de este tipo de guerreros. Esto provocó la invención de armas largas que tenían como objetivo desmontar o enganchar a los jinetes.

Los arcos de largo alcance y las ballestas fueron invenciones occidentales, aunque la ballesta ya era conocida en la antigua China.

La tecnología revolucionaria de la Edad Media fue el desarrollo de las armas de fuego, es decir de los cañones y de las pistolas, de las que trataremos más adelante.




Las armas de proyectil

En las batallas de la Edad Media, los arcos de todo tipo desempeñaban un importante papel. Se utilizaban como armas de ataque directo contra blancos individuales en el campo de batalla y durante los asedios. En algunos casos se usaban como armas de fuego contra un área determinada.

El disparo de proyectiles permitía causar bajas a distancia entre los adversarios. Los arqueros se utilizaban como tropas ligeras para mermar las fuerzas y minar la moral del ejército enemigo, causándole pérdidas antes del comienzo de la escaramuza. Si se lograba debilitar o afectar a las fuerzas enemigas, las posibilidades de ganar la batalla aumentaban.



Los arcos

Los arcos utilizados en la Edad Media eran de varios tipos: arcos de corto alcance, arcos compuestos y arcos de largo alcance. Los arcos de corto alcance medían entre 1 y 1,20 metros, y eran bastante sencillos de fabricar y manejar. Eran el tipo de arco empleado con mayor frecuencia. Tenían un alcance medio, exactitud y fuerza, y requerían una buena experiencia y un perfecto entrenamiento para que su utilización fuese efectiva.

Los arcos compuestos eran originarios de Asia. Estaban formados por láminas de madera o tiras de hueso atadas juntas. Las láminas los convertían en arcos poderosos, pero requerían mayor fuerza y entrenamiento que el arco común. Este arco relativamente corto fue el arma favorita de los jinetes arqueros, principalmente de los mongoles y otros pueblos asiáticos que eran especialistas en equitación. Una variante del arco compuesto tenía los extremos curvados hacia fuera (lo que se conseguía calentándolo al vapor y curvando las láminas durante el proceso de fabricación). Este arco curvo era de mayor potencia y requería un alto grado de fuerza y destreza.

Los arcos de largo alcance se originaron en Gales y de allí pasaron a Inglaterra. Eran arcos de casi dos metros fabricados de una sola pieza de madera, normalmente tejo. El arco de largo alcance disparaba flechas de un metro. Las flechas podían tener puntas anchas que penetraban las armaduras de cuero y causaban laceraciones, y se utilizaban para combatir a la infantería. También existían flechas de punta estrecha que penetraban la malla o los petos y se disparaban contra los guerreros con armadura. Para disparar el arco de largo alcance era necesario tener bastante entrenamiento y práctica. Los hombres expertos en este tipo de arma podían disparar seis flechas bien dirigidas por minuto. Esta clase de arco acertaba blancos a larga distancia y era bastante potente. Los numerosos contingentes de arqueros experimentados fueron una fuerza devastadora en muchos de los campos de batalla de la Edad Media. Podían disparar tanto flechas individuales como una lluvia de flechas hacia una zona determinada.

Los ingleses alentaban el uso del arco de largo alcance organizando torneos de arquería por todo el país. El resto de los deportes estaba prohibido en domingo. Así surgió una gran reserva de arqueros experimentados que podían ser reclutados para los ejércitos. La ley obligaba a cada condado inglés a proporcionar un determinado número de arqueros anualmente. Por lo general no había escasez de aspirantes, ya que la paga de los soldados era buena en comparación con la de otros trabajos.


Las ballestas

Las ballestas ya eran conocidas en la antigua China pero, al parecer, se inventaron de nuevo en Europa alrededor del 900. Tenían un buen alcance y eran más poderosas que la mayoría de los arcos, aunque llevaba bastante más tiempo cargarlas. Un ballestero podía disparar una media de dos flechas por minuto.

El arco de la ballesta se sujetaba horizontalmente y se disparaba mediante un gatillo que liberaba la cuerda tensada. Para cargarlo, se apuntaba con la parte delantera del arma hacia el suelo, sujetándola con el pie. Podía tirarse de la cuerda hacia arriba y hacia atrás con ambas manos o con la ayuda de una manivela. Las ballestas disparaban saetas o rallones, que eran mucho más cortos que las flechas típicas. Las saetas tenían plumas para proporcionarles estabilidad en el vuelo y una afilada punta de metal.

Los ballesteros solían llevar unos grandes escudos con abrazaderas de madera para protegerse mientras se agachaban a cargar sus armas. De este modo formaban un muro que los protegía. Cuando disparaban, sólo eran visibles sus ballestas y las cabezas cubiertas con cascos. Si tenían que luchar contra una fuerza similar de arqueros de largo alcance, normalmente se veían obligados a retirarse.

La ballesta era un arma mortal muy popular por el simple motivo de que no necesitaba casi entrenamiento para manejarla. Los soldados con poca experiencia podían aprender su manejo muy rápidamente, y un disparo bien dirigido podía matar a un caballero que hubiera pasado toda su vida entrenándose en las artes de la guerra. Las ballestas eran consideradas injustas en algunos círculos (en los de los caballeros, principalmente) porque requerían una escasa destreza. Ricardo I de Inglaterra, Corazón de León, fue herido dos veces por disparos de ballesta, la segunda con consecuencias fatales. La idea de que un hombre de su grandeza fuese herido de muerte con tanta facilidad por un soldado común, resultaba insoportable para la nobleza. En el siglo XII, un Papa intentó prohibir el uso de las ballestas por considerarlas inhumanas.

Los soldados de infantería provistos de armas de mano eran el tercer componente principal de los ejércitos medievales, junto con la caballería y las tropas de lanzamiento de proyectiles. La infantería luchaba cuerpo a cuerpo y su presencia era muy importante tanto en las escaramuzas como durante los asedios. La infantería estaba formada por campesinos, soldados rasos y caballeros derribados.


Las armas de mano

Durante la Edad Oscura, los francos luchaban con un hacha arrojadiza llamada francisca, de donde proviene el nombre de su tribu. Sus vecinos, los sajones, luchaban con grandes cuchillos de una sola hoja llamados scramasax, palabra de la que deriva su apelativo.

Al desarrollarse la caballería pesada comenzó a utilizarse la espada, que también se empleaba en el combate cuerpo a cuerpo. Entre las variantes de este tipo de arma destaca una espada a dos manos que requería mucho espacio para su manejo. Los combatientes utilizaban una variedad de armas que incluía hachas (de una y dos manos), mazos, mayales y martillos. Una variante del mazo consistía en una bola de púas unida a una barra con una cadena. Como las armaduras se modificaban constantemente para contrarrestar los efectos de la espada, se incrementó el interés por las armas que servían para perforar y golpear.

Las lanzas

La lanza básica fue un arma muy útil durante toda la Edad Media porque su fabricación era barata y su manejo simple. Podía armarse con ellas a los soldados de infantería y a los campesinos, enviándolos directamente a combatir. En la mayoría de los casos eran de poca utilidad pero, con experiencia y entrenamiento, los grandes cuerpos de lanceros podían resultar efectivos.

Las armas de asta evolucionaron durante el periodo medieval, llegando gradualmente a un punto en el que las formaciones de infantería entrenadas para su manejo resultaban efectivas en extremo. Las variantes más avanzadas tenían una punta de lanza con una o más armas debajo. Este arma adicional podía ser un gran cuchillo, hacha, martillo o pica.

Las lanzas evolucionaron como respuesta a la caballería y trajeron consigo el renacimiento de una formación parecida a la antigua falange griega. Los caballos no se atrevían a cargar contra a una tropa disciplinada de hombres armados con largas lanzas extendidas. Una densa formación de largas lanzas levantadas también proporcionaba cierta protección contra las flechas.

Los soldados de infantería aprendieron primero a situarse tras estacas de madera clavadas en el suelo para derribar a la caballería. Más tarde aprendieron a desplegar lanzas, picas y otras armas largas para conseguirlo. Esto daba capacidad de movimiento a la formación y permitía el transporte de las estacas anti-caballería. En una escaramuza, las armas añadidas al extremo de las lanzas se utilizaban ya para derribar a los jinetes de sus monturas tirando de ellos o empujándolos, ya para causar heridas al jinete o al caballo. Aunque los hombres que llevaban armadura no quedaban indefensos una vez derribados, como han pensado algunos, sí se encontraban temporalmente en desventaja hasta que lograban levantarse.

En la segunda mitad de la Edad Media, cuando las ciudades empezaron a crecer, formaron sus propias milicias para defenderse y para cumplir con el servicio militar feudal. Las lanzas eran populares entre estas milicias por ser relativamente baratas y efectivas para su coste. Entrenándose con esas armas, las milicias llegaron a desarrollar útiles tácticas de batalla. Con el tiempo, las formaciones de hombres armados con este tipo de armas aprendieron tácticas no sólo defensivas, sino también ofensivas. Las formaciones en masa de piqueros podían atacar a otra infantería e incluso a la caballería. Los suizos no disponían de pastos suficientes para disponer de caballería, pero llegaron a ser prestigiosos piqueros. A veces luchaban como mercenarios para otros ejércitos continentales. Las tierras bajas de Flandes y las tierras altas de Escocia también disponían de prestigiosas unidades de piqueros.


 

Las armas y el equipamiento de la caballería

Desde la aparición de la caballería, aproximadamente en el 1000 a. C, las tropas a caballo habían desempeñado varios papeles fundamentales en las batallas. Actuaban como exploradores, guerrilleros, fuerza de choque en las escaramuzas y retaguardia. También servían para perseguir al ejército enemigo durante su retirada. La caballería estaba dividida en diferentes categorías, dependiendo de su equipo y de su entrenamiento. Algunas de estas categorías estaban mejor preparadas que otras para desempeñar ciertos cometidos. La caballería ligera prácticamente no llevaba armadura y servía mejor para la exploración, las misiones de guerrilla y como retaguardia. La caballería pesada utilizaba armadura y era más adecuada como fuerza de choque contra el enemigo. Todos los tipos de caballería eran excelentes para la persecución del adversario.

Los caballeros de la Edad Media entraban dentro de la categoría de caballería pesada, y el código de caballería enfatizaba su papel como fuerza de choque contra el oponente. A partir del siglo XIII, el término "hombre de armas" empezó a utilizarse para describir a los guerreros con armadura que luchaban a pie o a caballo. El nuevo término se aplicaba tanto a caballeros como a escuderos, señores y soldados profesionales.

Las principales ventajas con las que contaban los caballeros durante la batalla consistían en la velocidad, la intimidación, el poder y la altura. A medida que avanzaba la Edad Media, el equipamiento de los caballeros se perfeccionó con vistas a desarrollar estas ventajas.



Las armas

El arma con que abría la lucha la caballería era la lanza. Resultaba ideal para ensartar a enemigos a pie, especialmente cuando se les perseguía. La intimidación que causaban sus ataques era aún mayor si los caballeros iban armados con lanzas. Gran parte de la fuerza del caballo podía transmitirse por la punta de la lanza en el momento del impacto. Los caballeros se convertían en proyectiles vivientes durante la carga.

Los historiadores no se ponen de acuerdo sobre la importancia de los estribos para que los caballeros pudieran levantarse sobre sus monturas. Los estribos aparecieron en Asia y llegaron a Europa en el siglo VIII. Hay quien piensa que los estribos eran cruciales cuando los caballeros se incorporaban sobre su montura. Así podían sostenerse al mismo tiempo que asían la lanza, transmitiendo toda la fuerza del caballo a través de la punta. Nadie discute la ventaja de esta multiplicación de fuerza, pero otros sugieren que la silla alta, desarrollada en tiempos de los romanos, ya permitía a los jinetes transmitir esta fuerza antes de la aparición de los estribos. El tapiz de Bayeux, que representa la conquista de Inglaterra en 1066 por parte de Guillermo, muestra a los reputados caballeros normandos sirviéndose de sus lanzas para acribillar a quienes se cruzan en su camino; pero no las utilizan en horizontal, sino para golpear desde lo alto o a modo de arpón. En esa época, los estribos eran conocidos en Europa desde hacía al menos dos siglos. Durante el resto de la Edad Media, los ataques con las lanzas en horizontal fueron la principal característica de los combates entre caballeros. En cualquier caso, esta no era siempre la táctica adecuada.

La carga inicial de la caballería tenía a menudo como resultado la pérdida de lanzas o terminaba en una escaramuza. En cualquiera de los casos, los caballeros solían cambiar el arma por la espada. Las espadas de la caballería evolucionaron hasta convertirse en sables de hoja ancha y pesada. Un hombre alzado sobre los estribos podía descargar un sable con tremenda fuerza sobre la cabeza o tronco de sus adversarios. Las espadas eran las armas preferidas de los caballeros porque podían llevarlas consigo y enseñarlas de forma ostentosa. También podían ser armas personalizadas. Las espadas eran las armas más empleadas en combates cuerpo a cuerpo entre los caballeros. Las buenas espadas también eran caras, por lo que poseerlas era un símbolo de distinción de la nobleza.

Otras opciones de armas para las escaramuzas eran el martillo y el mazo (variantes del garrote), el hacha y el mayal. Los martillos y los mazos eran especialmente populares entre los religiosos y monjes guerreros, que pretendían obedecer así la amonestación que hace la Biblia contra el derramamiento de sangre, lo que era inevitable con las armas blancas.

Los caballeros no usaban, bajo ninguna circunstancia, armas arrojadizas de ningún tipo. El matar a un oponente con una flecha, saeta o bala era considerado poco honorable. Siempre que fuese posible, los caballeros luchaban contra enemigos de su mismo rango a los que mataban sólo cara a cara. 



La Armadura

La armadura de cota de malla fue utilizada por los últimos romanos y por algunas de las tribus germánicas invasoras, entre ellas por los godos. Las armaduras de cota de malla mantuvieron su popularidad entre la nobleza de la Europa medieval hasta que, en el siglo XIII, comenzó a usarse la armadura de placas, que proporcionaba mayor protección. Este cambio fue debido en parte a que una flecha o la afilada punta de una espada podían atravesar la cota de malla. Sobre la armadura de cota de malla se vestía una túnica, en especial durante las Cruzadas, para reflejar el sol.

Los cascos también evolucionaron desde simples diseños cónicos a grandes cubos de metal, tras lo que se convirtieron en grandes piezas esculpidas para desviar las flechas. Posteriormente, los cascos pudieron ensamblarse al resto de la armadura.

Las armaduras completas, que podían pesar hasta 30 kilos, aparecieron en el siglo XIV. Las armaduras de placas estaban bien diseñadas, y los caballeros conservaban una sorprendente agilidad. Si un caballero con armadura caía del caballo, podía levantarse fácilmente sin ayuda. Existen anécdotas y descripciones de guerreros que llevando una armadura hacían el pino y otros ejercicios en los momentos de calma. Las armaduras que se construyeron posteriormente ponían mayor énfasis en desviar los proyectiles y reforzar las zonas más expuestas a los golpes. Después aparecieron modelos más elaborados de armaduras de placas con grabados, que eran más ceremoniales y prestigiosas que prácticas.

La armadura representaba un elevado gasto para el caballero, que debía costear su propio equipamiento y el de su escudero. Un señor importante debía proporcionar armaduras a varios guerreros. Su fabricación era un negocio rentable, y hasta se desarrolló un importante mercado de armaduras de segunda mano. Los soldados rasos del bando victorioso podían hacerse con cuantiosas sumas despojando a los caballeros muertos de sus armaduras.


Los Caballos

Los caballeros estaban particularmente orgullosos de sus caballos, que eran criados para lograr velocidad y fuerza. Se necesitaba un entrenamiento a fondo para poder dirigirlos durante la carga y las escaramuzas. Los caballos eran entrenados para lanzarse a la carga de forma casi independiente. De ese modo el caballero quedaba libre para sujetar el escudo y la lanza. Los historiadores no se ponen de acuerdo sobre si los caballos debían ser fuertes para poder llevar el peso de un guerrero con todo su equipo, o pequeños para tener mayor velocidad y agilidad.

La equitación era otra característica que distinguía a los caballeros de elite de los plebeyos. Se practicaba durante la caza, actividad muy popular entre los nobles que ha perdurado hasta nuestros días con la tradicional caza del zorro.

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