Los Castillos

 

Las fortificaciones y los trabajos de preparación del terreno se habían empleado para la defensa desde la Edad de Piedra. Sin embargo, los verdaderos castillos no aparecieron en Europa hasta el siglo IX, por una parte como respuesta a los asaltos de los vikingos y por otra como manifestación de la descentralización del poder político feudal. Desde el siglo IX hasta el XV se construyeron por toda Europa miles de castillos. Un censo realizado en Francia en 1905 contabilizó, sólo en ese país, más de 10.000 restos de castillos.


Durante el período feudal los nobles del lugar proporcionaron la ley y el orden, además de protección contra asaltantes, como los vikingos. Los castillos eran construidos por los nobles para dar protección o para proporcionar una base segura desde la que pudieran operar las fuerzas militares del lugar. El evidente valor defensivo de un castillo oscurece el hecho de que principalmente era un instrumento ofensivo. Funcionaba como base de operaciones para soldados profesionales, sobre todo de la caballería, que controlaba el campo circundante. En una época en la que por diversas razones la autoridad centralizada de los reyes era débil, una red de castillos y las fuerzas militares a las que brindaban apoyo proporcionaban una relativa estabilidad política. 

La expansión de los castillos en Europa

Desde el siglo IX, los hombres poderosos empezaron a llenar de castillos el paisaje de Europa. Al principio eran de diseño y construcción sencilla, pero con el tiempo se convirtieron en fortalezas de piedra. Muchos de estos castillos pertenecían a reyes o a vasallos de los reyes, pero la mayoría parecen haber sido construidos por nobles del lugar, para su propio interés. Se justificaban basándose en posibles ataques de los bárbaros, pero los utilizaban para ejercer el control en la zona. Esto era posible gracias a que en Europa, en esa época, no había defensas estratégicas y tampoco existían autoridades centrales.

Un ejemplo de la expansión de los castillos en Europa fue la región Poitu, en Francia. Allí había tres castillos antes de que empezaran los ataques vikingos en el siglo IX, pero en el siglo XI eran ya 39. Esta tendencia se repitió en toda Europa. Los castillos se podían construir rápidamente. Hasta la aparición del cañón los defensores de los castillos tenían una gran ventaja sobre cualquier atacante.

La expansión de la construcción de castillos y el mantenimiento de grandes contingentes de soldados para su defensa no tuvo como consecuencia la paz y la defensa mutua contra los invasores, sino la guerra continua.


La evolución de los castillos

Los primeros castillos eran de un tipo denominado de "montículo y plaza". El montículo era un amontonamiento de tierra ancho y alisado, con una altura habitual de 15 metros. Encima se construía una gran torre de madera. Debajo había un recinto llamado patio interior dentro de una empalizada de madera. Aquí se ubicaban bodegas, corrales y chozas. Tanto el montículo como el patio interior eran pequeñas islas rodeadas por una zanja llena de agua, excavada para construir el montículo. Un puente y un camino estrecho empinado conectaban las dos partes del castillo. En momentos de peligro, las fuerzas defensivas se retiraban al interior de la torre si no podían mantener el patio interior.

En el siglo XI, la piedra empezó a sustituir a la tierra y a la madera en la construcción de los castillos. Se reemplazó la torre de madera que había encima del montículo por una fortificación de piedra de forma circular llamada refugio contra proyectiles. Luego se convirtió en la torre, o torre del homenaje. Una pared de piedra cercaba el antiguo patio interior y la torre del homenaje, y a su vez estaba rodeada por una zanja o un foso. Una única puerta fortificada protegida por un puente levadizo y por una rejilla llevaba al interior del castillo. El ejemplo más conocido de un tipo básico de torre del homenaje de un castillo es la Torre de Londres, construida por Guillermo el Conquistador. Esta gran estructura cuadrada, al principio se erigía en solitario y estaba blanqueada para llamar la atención. Posteriores reyes mejoraron este castillo con las paredes de cerramiento y con otras mejoras que se pueden ver en la actualidad.

Los diseños de los castillos avanzaron cuando los cruzados que habían ido al Este volvieron con noticias acerca de las fortificaciones y la maquinaria para los asedios que habían encontrado en sus viajes. Los castillos concéntricos estaban diseñados de forma que guardaban una torre del homenaje central detrás de dos o más anillos de murallas. Las murallas al principio se reforzaban con torres cuadradas y posteriormente con torres circulares. Era fácil cortar las esquinas anguladas de las torres cuadradas, por lo que la torre era muy vulnerable. Las torres redondas eran más resistentes a los ataques. En la parte superior de las torres y de las murallas se añadían instrumentos de combate para hacer más eficaz la lucha desde arriba.

El cañón apareció en Europa a principios del siglo XIV, pero la artillería eficaz para los asaltos no se usó hasta mediados del siglo XV. El diseño de los castillos cambió como consecuencia del poder de los cañones. Las altas murallas perpendiculares fueron reemplazadas por murallas inclinadas. A finales del siglo XV, los castillos estaban en declive como consecuencia del creciente poder de los reyes. En el siglo XI, Guillermo el Conquistador reclamó la posesión de todos los castillos de Inglaterra para arrebatárselos a los nobles. En el siglo XIII era necesario pedir permiso a un rey para construir un castillo o reforzar uno ya existente. Los reyes intentaban desmilitarizar los castillos con el objetivo de evitar que pudieran ser útiles para rebeldes en potencia.

Los castillos dejaron de ser utilizados por los nobles como vivienda y cayeron en la ruina. Las ciudades fortificadas se hicieron cada vez más importantes conforme la riqueza de la tierra se fue desplazando a las ciudades.


La construcción de los castillos

La construcción de un castillo podía llevar desde un año o menos hasta 20 años. Durante varios siglos, la construcción de los castillos fue una importante industria. Los maestros albañiles famosos estaban muy solicitados y los grupos de constructores de castillos se desplazaban de sitio en sitio. Las ciudades que deseaban construir catedrales debían competir por los trabajadores con los nobles que deseaban que construyeran sus castillos.

La construcción del castillo de Beaumaris, en el Norte de Gales, empezó en el año 1295. El diseño era simétrico, sin puntos débiles. En el punto álgido de su construcción requirió de los esfuerzos de más de 30 herreros, 400 albañiles y 2000 obreros. Éstos hacían casi toda la excavación, el transporte, levantaban materiales, cavaban pozos y rompían piedras. Este castillo nunca llegó a terminarse. La construcción del enorme castillo de Conway, construido en Gales por Eduardo I de Inglaterra, llevó 40 meses. 

Las murallas de los castillos eran armazones de mampostería rellenos de escombros de piedra y pedernales mezclados con argamasa. La anchura de las murallas oscilaba entre 1,8 y 4,5 metros.


Ocupación de los castillos

La ocupación o la defensa de los castillos era una práctica militar habitual a finales de la Edad Media, debido a la proliferación de los castillos y de las ciudades fortificadas y a su importancia estratégica. Aunque una pequeña fuerza podía defender un castillo, hacía falta un importante contingente para ocuparlo. El atacante tenía que tener un ejército lo suficientemente grande como para poder controlar el campo que rodeaba el castillo, rechazar a cualquier tropa de auxilio y asaltar directamente la fortaleza, o al menos mantener un cerco estrecho. Esto era muy costoso. 

Al acercarse un ejército al castillo, los lugareños normalmente se refugiaban en el interior llevando con ellos cualquier objeto de valor, sobre todo comida y armas. Sin embargo, si se esperaba que el asedio fuera muy largo, se podía rehusar la entrada a los campesinos que no pudieran luchar para así conservar los alimentos. Hay muchos ejemplos registrados de personas que fueron expulsadas de ciudades asediadas para preservar la comida. Cuando el rey inglés Enrique VIII asedió la ciudad de Rouen, los defensores expulsaron a los débiles y a los pobres para conservar la comida. Los ingleses impidieron el paso por sus líneas de estos desafortunados. Viejos, mujeres y niños se apiñaron entre la ciudad y el ejército inglés durante meses escarbando en busca de sobras y muriendo de inanición hasta que se negoció la rendición.

Al llegar un ejército, se podía negociar inmediatamente la posibilidad de rendición y los términos de ésta, sobre todo si había pocos hombres en el castillo o en la ciudad. En caso de que las negociaciones fracasaran, los atacantes sopesaban cuidadosamente la posibilidad de asaltar la fortaleza. Si se repelía un asalto rápido o se consideraba demasiado arriesgado, los atacantes impedían la salida del castillo y comenzaban el asedio. Una vez que la artillería del asedio había disparado a la ciudad se consideraba que el asedio había comenzado oficialmente. En la mayoría de los casos, retirarse sin un buen motivo era inaceptable y estaba considerado como un deshonor.

Un asedio largo era algo parecido a un evento social. El asedio de Neussn en el siglo XV, sólo duró unos meses, pero los atacantes construyeron un largo campo que incluía tabernas y pistas de tenis. Los nobles que tomaban parte en un asedio se acomodaban y, a menudo traían con ellos a sus esposas y familias. Los mercaderes y los artesanos de los pueblos vecinos acudían con rapidez para instalar tiendas y ofrecer sus servicios.


Formalidades del asedio

La realidad de la guerra durante este período era que los castillos y las ciudades casi nunca eran capturados realmente al asalto. Los asaltos, normalmente, eran un acto de desesperación, estaban facilitados por actos de traición o se hacían amparados en el sigilo. Un asalto costaba demasiadas vidas a menos que la plaza asediada contara con muy pocas fuerzas. Era mucho más frecuente orquestar un asedio según las leyes predominantes de la guerra y del honor, y ocupar el castillo con relativamente pocas bajas. Para los defensores sería una traición rendirse sin lucha, por lo que el asedio se mantenía y se destrozaban las murallas del castillo. Si el señor del castillo no estaba dentro, su segundo al mando, llamado castellano o alguacil, podía rendir al castillo con honor después de muchos días si no había aparecido una fuerza de auxilio. Los castellanos a menudo solicitaban un contrato que especificara claramente cuales eran sus obligaciones y bajo que circunstancias no serían penalizados por rendirse.

En los raros casos en los que la posibilidad de rendición no existía o era rechazada, la política aceptada era que tras un asalto victorioso había poco lugar para la compasión. Los soldados corrientes e incluso los civiles presentes en el interior podían ser masacrados y el castillo o la ciudad podían ser saqueados. A los caballeros capturados normalmente se les mantenía con vida y se les retenía para conseguir el rescate. Todos los atacantes recibían una parte del botín. La aplicación práctica de esta política era otro aliciente para que los defensores negociaran la rendición tras un período razonable de asedio. El rey Enrique V de Inglaterra tomó la ciudad de Caen en 1417 tras un largo asedio. Después permitió a su ejército saquear la ciudad de un extremo a otro en respuesta a la obstinada resistencia de los defensores. Todos los hombres de la ciudad que no eran sacerdotes fueron asesinados. En su siguiente parada, el castillo de Bonneville, los defensores aceptaron la rendición y entregarles las llaves tras siete días sin recibir ayuda, aunque ambas partes sabían que no había perspectiva de ninguna tropa de auxilio.

El Krak de Chevaliers era el más famoso de los castillos de los cruzados en Oriente Medio y todavía se levanta imponente en la moderna Siria. Durante la era de las Cruzadas fue defendido por los caballeros Hospitalarios y resistió más de una docena de asaltos y ataques durante cerca de 130 años, hasta que finalmente cayó en manos de los egipcios en 1271. La historia de su captura fue inusual, pero típica, en el sentido de que sus defensores no lucharon hasta morir.

Los árabes desestimaron un ataque contra la puerta principal del Krak des Chevaliers porque al penetrar allí llegaban hasta una serie de pasadizos mortalmente estrechos y hasta una segunda puerta, que era incluso más poderosa. En su lugar atacaron la muralla sur socavando la gran torre en la esquina sudoeste. Esto les permitió entrar más allá del muro exterior. Sin embargo, antes de atacar la torre del homenaje central, que era incluso más poderosa, intentaron una estratagema. Enviaron una paloma mensajera al castillo con un mensaje del jefe supremo de los Hospitalarios ordenando la rendición de la plaza. Inferiores en número y sin esperanzas de recibir ayuda, los defensores aceptaron la orden del mensaje, aunque sabían que era falso, y rindieron el gran castillo con honor.


Excavaciones

El principal problema para ocupar un castillo o una ciudad fortificada era el superar las murallas que impedían la entrada y protegían a los defensores. Una solución a este problema el socavar una parte de la muralla, para derrumbarla. Esto sólo era posible antes de que los castillos tuvieran fosos, o antes de que el foso estuviera vacío de agua. Era imposible excavar cuando la muralla estaba construida en piedra sólida.

Los excavadores primero abrían un túnel hasta la muralla y después continuaban hasta llegar a sus cimientos. El túnel se sostenía mediante apoyos de madera que gradualmente iban soportando la carga de la muralla que había sobre la tierra que estaba siendo excavada. En un momento convenido de antemano, se prendía fuego a las maderas del túnel. Al arder las maderas desaparecía gradualmente la sujeción de la estructura de la muralla y, si todo salía como había sido planeado, una parte de la muralla se venía abajo. El muro hundido creaba una entrada para un asalto directo de los soldados al castillo.

Las excavaciones eran laboriosas y llevaban mucho tiempo. Los defensores que se daban cuenta de la excavación del túnel reforzaban el muro amenazado con un muro auxiliar para que el derrumbamiento no abriera totalmente las defensas. Los defensores también sabían hacer contraexcavaciones, excavando sus propios túneles debajo de las murallas, para intentar interceptar el túnel del enemigo. Cuando se encontraban los dos túneles se producían verdaderas batallas bajo tierra.


El asedio

El ejército atacante instalaba posiciones alrededor del castillo para evitar fugas o misiones de combate de los soldados asediados. Los atacantes tomaban las granjas y villas cercanas. Se creaban patrullas para informar del acercamiento de cualquier ejército de auxilio y para buscar comida. Los jefes atacantes examinaban la situación y decidían si simplemente sometían a asedio el castillo o si se preparaban activamente para atacarlo. Si simplemente iban a dejar que los habitantes del castillo pasaran hambre hasta llegar a la rendición, los atacantes se concentraban en mantener a los defensores encerrados y en evitar que cualquier fuerza de auxilio obligara a levantar el asedio. La elección de la mejor forma de atacar un castillo podría incluir cualquiera de las siguientes opciones:

* Excavar una parte de la muralla
* Seleccionar una división de la muralla para abrir brecha mediante el lanzamiento de piedras (o con cañones, aunque éstos no fueron eficaces hasta el año 1450, cerca del final de este período).
* Seleccionar una parte de la zanja (y del foso, en caso de que lo hubiera) para rellenarla.
* Construir torres de asalto y escaleras para subir por  las murallas.
* Seleccionar una puerta u otra parte para destrozarla con un ariete.

 

La velocidad de trabajo en los preparativos del asalto era proporcional a la urgencia que había en tomar el castillo, las perspectivas de rendición y los hombres disponibles. Si los atacantes tenían grandes suministros de comida, no se esperaban auxilios, y los defensores parecían dispuestos a rendirse una vez que su honor estuviera a salvo, entonces los trabajos para preparar el asalto eran poco más que un espectáculo. Si los suministros del atacante eran escasos, la llegada de auxilio era inminente y los defensores eran obstinados, entonces los preparativos podían llevarse a cabo día y noche.

Cuando se terminaban los preparativos, se les daba a los defensores una última oportunidad de rendirse antes de que comenzara el asalto.



El equipo del asedio

El equipo del asedio se usaba para superar las murallas y otras defensas del castillo, para que la fuerza superior del ejército atacante pudiera enfrentarse a los defensores con una desventaja mínima. La mayor parte del equipo estaba diseñado para tirar abajo las murallas o abrir una brecha. A demás de la escalera simple para subir, el equipo de asedio usado más frecuentemente durante la Edad Media incluía el lanzapiedras, la catapulta de trayectoria plana, la torre de asedio, el ariete, y el pavise.

Una vez que se había abierto una brecha o que se había colocado una torre de asedio, una fuerza voluntaria de soldados encabezaba el asalto. A esta fuerza se le acabó dando el nombre de la "vana esperanza", por las bajas que se esperaba que tuvieran. Pero los componentes de esta fuerza que sobrevivían, en la victoria eran generalmente los más recompensados con ascensos, títulos y botines.

El lanzapiedras era una gran catapulta potenciada por un contrapeso pesado, normalmente una gran caja de rocas. Se ponía el brazo largo de lanzar debajo, contra la masa del contrapeso y se cargaba una piedra de gran tamaño. Cuando se liberaba el brazo el fuerte peso caía, levantando el brazo de lanzamiento y disparando el proyectil de piedra de gran tamaño en una trayectoria elevada arqueada. Los proyectiles arrojados por este arma caían hacia abajo y su uso estaba sobre todo indicado para destruir la parte superior de las torres y las almenas. Era difícil dañar muros totalmente verticales con el lanzapiedras, a menos que los proyectiles cayeran justo en la parte superior del muro. Se montaba fuera del radio del alcance de los arcos y se le defendía de una posible misión de los defensores para quemar el arma. La catapulta era útil para destrozar tejados de madera y a continuación prender fuego a los escombros con proyectiles incendiarios.

La catapulta de trayectoria plana era un tipo distinto de catapulta que estaba potenciado por cuerdas o tiras de piel enrolladas. Un trinquete enrollaba a las cuerdas, tensándolas. Al aflojarse, las cuerdas giraban tirando del brazo lanzador hacia delante. Cuando el brazo golpeaba una barra pesada que estuviera en estado de contención, se disparaba cualquier proyectil que estuviera en el canasto al final del brazo. La barra de contención se podía ajustar para cambiar la trayectoria del proyectil. Estas catapultas tenían una trayectoria recta, a diferencia de la de trayectoria plana, pero podían causar el mismo daño. Solían hacer falta muchos disparos para causar un daño apreciable en una muralla. Sin embargo, los proyectiles disparados y los fragmentos rotos de la muralla ayudaban a rellenar la zanja, creando una pila de escombros desde la que los atacantes podían escalar los muros.

Las torres de asedio se acercaban a las murallas y a continuación arrojaban desde ella una plancha hasta la parte superior de la muralla. Los soldados de la torre podían avanzar entonces por la plancha y entablar la lucha cuerpo a cuerpo con los defensores. Dicha torre solía ser enorme. Tenía que ser protegida con pieles húmedas para evitar que la quemaran. Se movía con lentitud y dificultad, a causa de su peso. Había que empujarla o arrastrarla hacia delante con poleas que habían sido montadas previamente con estacas cerca de la base de la muralla del castillo. Había que preparar la tierra con anticipación, normalmente con una calzada de tablas planas de madera encima de tierra fuertemente comprimida, para facilitar el movimiento de la torre. Un área para la lucha, situada en la parte superior de la torre, permitía disparar a los arqueros al castillo mientras se acercaba la torre. Los soldados montaban las escaleras dentro de la torre una vez que estaban cerca. Los asaltos desde una torre de asedio nunca cogían por sorpresa a los defensores, a causa de toda la preparación previa. Los defensores cogían escaleras para fortalecer la parte amenazada de la muralla o para evitar que tiraran la plancha. Ellos intentaban luchar contra la torre según se iba acercando. Hasta el último momento del asalto, las máquinas de guerra disparaban contra su objetivo en la muralla para dificultar los preparativos de los defensores y su respuesta al asalto. Si el primer grupo de atacantes provenientes de la torre lograba pasar, una corriente continua de hombres les seguía por la plancha para finalizar la ocupación del castillo.

El ariete era un gran tronco con una cabeza de hierro que estaba introducida dentro de una abertura móvil y se hacía rodar hasta una parte de la muralla o una puerta. Una vez en la muralla se balanceaba el tronco adelante y hacia atrás contra el muro. La fuerza de los golpes abría brecha en la placa de madera de la puerta o el muro de piedra, creando una abertura para el ataque. La parte de arriba del ariete estaba cubierta con pieles húmedas para evitar que ardiera. El manejo del ariete era un trabajo peligroso. Los enemigos situados arriba arrojaban rocas de gran tamaño, agua hirviendo o aceite ardiendo sobre el ariete, con la intención de destrozarlo o de matar a los hombres que lo manejaban. Incluso cuando se destruía un portal o un puente levadizo, había normalmente varios rastrillos y, además, tenían que abrirse paso por la puerta. En el asedio de Tiro, durante el invierno de 1111-1112, los defensores árabes idearon una defensa ingeniosa contra el ariete. Tiraban ganchos con los que sujetaban el ariete y lo alejaban de la muralla. Así dificultaban continuamente su utilización.

Los arqueros atacantes y los ballesteros se refugiaban cuerpo a tierra detrás de grandes escudos de madera llamado pavises. Una estrecha rendija para disparar, situada en la parte superior, permitía disparar a los defensores. El rey de Inglaterra, Ricardo Corazón de León, recibió una herida mortal en el hombro por una flecha corta lanzada por una ballesta mientras miraba desde el lateral de un pavise.


Defensas de los castillos

El principio básico de la defensa de los castillos era elevar al máximo el peligro y el ángulo de exposición de los atacantes, reduciendo los de los defensores. Un castillo bien diseñado podía ser defendido eficazmente por una fuerza reducida y resistir durante un largo período. Una defensa resistente permitía mantenerse a los defensores, si contaban con un buen suministro de provisiones, hasta que una fuerza de auxilio expulsara a los sitiadores o hasta que los atacantes se vieran forzados a replegarse por falta de suministros, bajas o enfermedades.



Torre del homenaje

La torre del homenaje era un pequeño castillo situado a menudo dentro del grande. Era un edificio fortificado que a menudo servía como residencia para el señor del castillo. Si los muros exteriores caían, los defensores podían retirarse a la torre del homenaje para la defensa final. En el caso de muchos castillos, el complejo empezaba con la torre del homenaje, que era la fortificación original. Con el tiempo, el complejo se ampliaba para incluir una muralla exterior y torres, que servían de primera línea de defensa de la torre del homenaje.


Murallas

Las murallas de piedra estaban hechas a prueba de fuego y protegidas contra las flechas y otros proyectiles. Un enemigo no podía trepar por las paredes verticales sin el equipo apropiado, como escaleras o torres de asalto. Los defensores ubicados encima de las murallas podían derribarlos o arrojarles objetos. Los atacantes estaban totalmente al descubierto y debían disparar hacia arriba, lo que era una gran desventaja respecto de los defensores, que estaban muy protegidos y disparaban hacia abajo. La fortaleza y el valor de protección ofrecido por las murallas de los castillos se aumentaba, cuando era posible, construyéndolas sobre riscos u otras elevaciones. Las puertas y ventanas en las murallas eran mínimas y muy protegidas.

Torres

En las esquinas, y quizá a intervalos a lo largo de una gran muralla, las torres se ubicaban como puntos fuertes. Los torres se extendían más allá del plano vertical de la superficie de la muralla, permitiendo disparar a los defensores desde ellas. Desde una esquina de la torre, los defensores podían disparar a lo largo de dos diferentes superficies de la muralla. Una puerta podía protegerse situando una torre a cada lado. Algunos castillos empezaron como simples torres y acabaron convirtiéndose en un complejo mucho más grande formado por las murallas, una torre del homenaje interior y las torres adicionales.


Almenas

A menudo se mejoraban las murallas y las torres para que proporcionaran mayor protección a los defensores. Una plataforma situada tras la parte superior de la muralla permitía a los defensores luchar y mantenerse en pie. Se construían rendijas en la muralla superior para que los defensores pudieran disparar o luchar, quedando parcialmente cubiertos. Estas rendijas podían tener postigos de madera para dar más protección. En las murallas superiores se ponían rendijas para disparar, llamadas troneras, desde las que los arqueros podían tirar mientras estaban casi totalmente protegidos.

Durante un asalto, se extendían hacia fuera plataformas cubiertas de madera desde la parte superior de las murallas o desde las torres. Éstas permitían a los defensores abatir directamente a los enemigos que estaban bajo las murallas, o arrojar sobre ellos piedras o líquidos hirviendo, mientras estaban protegidos. En la parte superior de las plataformas colocaban pieles humedecidas para que los atacantes no las pudieran incendiar. Las versiones de piedra (llamadas merlones) de las plataformas de madera se podían construir sobre puertas u otros puntos clave.

Fosos, zanjas y puentes levadizos

Para acentuar la ventaja proporcionada por la altura de las murallas, se podía excavar en la base una zanja alrededor de todo el castillo. Donde era posible, esta zanja se llenaba de agua para crear un foso. Tanto las zanjas como los fosos dificultaban los asaltos directos contra las murallas. Los hombres con armaduras se arriesgaban a ahogarse si caían al agua, aun cuando fueran relativamente poco profundas. Los fosos impedían que se socavaran las murallas del castillo, debido al riesgo de que las excavaciones se hundieran durante la construcción y sepultaran a los excavadores. En algunos casos, los atacantes tenían que vaciar el foso antes de iniciar un asalto. Después rellenaban la zanja en varios sitios, para poder levantar junto a las murallas las torres de asalto y las escaleras.

Los puentes levadizos ubicados a lo largo de un foso o de una zanja permitían a los ocupantes del castillo entrar y salir cuando fuera necesario. Cuando había peligro, se elevaba el puente levadizo restableciendo la zanja y cerrando las murallas. Los puentes se elevaban mediante un mecanismo que estaba dentro del castillo, protegido de los atacantes.


Rejilla

Era una verja fuerte que se deslizaba hasta el suelo de la puerta del castillo, para bloquear la entrada. La puerta de un castillo estaba dentro de la torre de entrada. El túnel estaba bloqueado por una o más rejillas, en el centro o en sus extremos. El mecanismo que levantaba la rejilla estaba en la parte superior de la torre de entrada, fuertemente custodiado. La rejilla era una verja de madera resistente o de hierro. Tanto los defensores como los atacantes podían disparar o clavar sus armas a través de la rejilla.


Barbacana

Un castillo poderoso tenía una puerta interior y otra exterior. Entre los dos había un área abierta, llamada barbacana. Ésta estaba rodeada por murallas y diseñada para que se convirtiera en una trampa para cualquier atacante que traspasara la puerta exterior. Una vez dentro de la barbacana, los atacantes sólo podían regresar por la puerta exterior o luchar para abrirse paso por la interior. Mientras tanto, eran objetivos al descubierto para las flechas y otros proyectiles.


Defensores

Un número relativamente pequeño de hombres podía proteger un castillo en tiempos de paz. Por la noche se levantaba el puente levadizo y se bajaban las rejillas, cerrando la puerta de forma eficaz. Bajo la amenaza de un asalto, se necesitaba una fuerza mucho mayor para defender el castillo.

Se necesitaban arqueros y ballesteros hábiles, para disparar desde las murallas y las torres a los atacantes cuando realizaban el asalto o cuando lo preparaban, intentando vaciar de agua el foso o llenar la zanja. Cada baja en los atacantes minaba su moral y capacidad de lucha. Un número importante de bajas podía detener el ataque.

Si los atacantes conseguían acercarse para entablar la lucha cuerpo a cuerpo, se precisaba un importante contingente de espadachines para rechazar el ataque. Se necesitaban hombres que arrojaran piedras o derramaran líquido hirviendo desde las plataformas. También se necesitaban hombres para reparar las secciones dañadas de las murallas o para apagar los fuegos iniciados por los proyectiles. Una defensa agresiva buscaba oportunidades para salir del castillo y atacar al ejército asaltante. Una incursión rápida que quemara una torre de asalto o un lanzapiedras en construcción retrasaba el asalto y bajaba la moral de los atacantes.

En épocas de emergencia, se alistaba a los campesinos del lugar para ayudar en la defensa. Aunque no estaban instruidos como soldados y no dominaban el manejo del arco o la espada, podían ayudar en muchas otras tareas.

 

Mas Datos:

http://clio.rediris.es/clionet/fichas/mede_fortalezas.htm

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