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A TREINTA AÑOS DE UN ESTALLIDO.

Luis Cifuentes S.

El 15 de Junio de 1997 se cumplieron 30 años del inicio de la fase pública de la Reforma Universitaria. La ebullición, por cierto, había comenzado antes. Es posible afirmar que los movimientos de reforma en Chile forman un continuo que fue gatillado por el Manifiesto Liminar de Córdoba (1918) y que pasó por los sucesos reformistas de los años 20 y 30, así como los de 1945 y 1952 en la Universidad de Chile; los de 1933 y 1953 en la Universidad de Concepción; el debate que cobró bríos en la Universidad Católica en los 50; la primera ocupación nacional de locales universitarios protagonizada por los estudiantes de la Universidad Técnica del Estado (1961) y el primer seminario de reforma con participación de académicos, estudiantes y autoridades en la misma UTE (1963); los seminarios reformistas iniciados por Luis Scherz en la UC de Valparaíso (1964) y la Convención de Reforma en la U. de Chile (1966), que coincidió con un aumento en el debate en todas las universidades del país.

Los estudiantes de la Universidad de Córdoba (Argentina) habían dicho en 1918: "La juventud vive siempre en trance de heroísmo, es desinteresada, es pura. No ha tenido tiempo de contaminarse. No se equivoca nunca en la elección de sus propios maestros. Ante los jóvenes no se hace mérito adulando o comprando. Hay que dejar que ellos mismos elijan sus maestros y directores, seguro de que el acierto ha de coronar sus determinaciones. En adelante, sólo podrán ser maestros en la futura República Universitaria los verdaderos constructores de almas, los creadores de la verdad, de la belleza y del bien".

En la misma vena, en 1961, los jóvenes de la UTE habían afirmado: "Constituimos la razón de ser de la universidad. Reclamamos por ello nuestro derecho a participar plena y activamente en la dirección de los destinos universitarios. Frente a la idea de permanecer estáticamente gobernados, planteamos nuestra actitud de ser activos gobernantes. La experiencia del movimiento estudiantil de Chile y Latinoamérica, demuestra fehacientemente, que los universitarios somos capaces de participar en el gobierno de la universidad. Como centro de la vida universitaria experimentamos en carne propia sus bondades y defectos. Tenemos derecho a participar en la elección de nuestros maestros y autoridades".

En la inauguración del año académico 1967, Miguel Angel Solar, presidente de la Federación de Estudiantes de la UC (FEUC) señaló, en presencia del rector: "La falta de representatividad de la autoridad universitaria ha sido enfrentada por los estudiantes... mediante una lucha por cambiar la estructura de poder de la universidad... La conducta de los alumnos es consecuente con la situación descrita. Es así como la indisciplina, la falta de consideración con la jerarquía, la desobediencia reiterada, son hechos que mirados en forma absoluta podrían ser negativos, pero que a la luz de las consideraciones anteriores, son totalmente explicables y moralmente lícitos".

El terreno estaba bien abonado para un florecimiento. Este se anunció con un trompetazo el 15 de Junio del 67, cuando la Casa Central de la Universidad Católica de Valparaíso fue ocupada sus estudiantes. Durante el mes siguiente, y luego de la represión policial de que fue objeto el movimiento porteño, cientos de jóvenes de la U, la UTE y la UC viajaron en buses al puerto a apoyar a sus congéneres de la UCV. El movimiento había adquirido un carácter nacional y muy luego los sucesos se precipitarían.

El 10 de Agosto fue tomada la Casa Central de la UC de Santiago; el 13 de Agosto finalizó la toma de la UC de Valparaíso con un acuerdo reformista; el 21 de Agosto terminó la toma de la UC, con la renuncia del rector Silva Santiago; el 22 de Agosto asumió Fernando Castillo como prorrector designado de la UC; el 14 de Septiembre fue tomada la Casa Central de la UTE; en Octubre, la Facultad de Filosofía y Educación de la U. de Chile eligió decano en claustro de docentes y estudiantes, en rebeldía contra el Consejo Universitario; el 27 de Octubre finaliza la toma de la UTE y se constituye la primera Comisión de Reforma con participación plena de delegados estudiantiles; en Noviembre, Fernando Castillo (UC) es el primer rector elegido en claustro de académicos donde votan representantes del estamento discente.

Cabe señalar que todos los conflictos finalizaron cuando académicos y estudiantes presentaron un frente común. Tal vez la imagen más perdurable del año 67 haya sido el lienzo colocado por los estudiantes de la UC en el frontis de su universidad durante la toma, que rezaba "Chileno: El Mercurio miente", en respuesta a acusaciones de que su movimiento estaba "controlado por el Partido Comunista". La historia se repite.

Tal fue el itinerario reformista de 1967, pero, por cierto, el proceso no terminó allí. El 16 de Abril del 68, Raúl Allard es designado rector de la UCV; en Junio se crea la Comisión de Reforma de la Universidad de Concepción; en Julio se constituye la Comisión Central de Reforma de la U. de Chile, presidida por Enrique París; el 8 de Agosto, Raúl Allard es elegido rector de la UCV en claustro de académicos y representantes estudiantiles; el 13 de Agosto, Enrique Kirberg (UTE) se transforma en el primer rector elegido en claustro pleno (votación universal) de profesores y estudiantes; en Diciembre, Edgardo Enríquez (U. de Concepción) es el primer rector electo en claustro pleno triestamental (académicos, estudiantes y funcionarios). En todas las universidades chilenas se desata el proceso reformista, que se plasmaría en estatutos orgánicos reformados para las universidades estatales promulgados en 1971.

Objetivos y logros.

La Reforma Universitaria tuvo objetivos comunes a la totalidad de las universidades chilenas y su fenomenología fue también muy similar. Los tres objetivos centrales fueron: modernización, democratización y compromiso social de la universidad. En los tres ámbitos hubo logros.

En cuanto a la modernización, tanto la investigación como la extensión fueron desarrolladas y reconocidas como funciones esenciales de la universidad y nuevas funciones se hicieron presentes : la prestación de servicios, la educación de trabajadores, la integración cultural, la creación artística, la reflexión filosófica. Se contrató profesores con horario completo, iniciándose una carrera académica, se procedió al ordenamiento administrativo y financiero de varias casas de estudio y se colocó énfasis en la capacitación del profesorado con importantes programas de becas de posgrado.

En el terreno de la democratización, el gobierno de la universidad pasó a ejercerse en organismos colegiados con participación de todos los estamentos por medio de representantes democráticamente electos. Al mismo tiempo, la problemática más importante de la universidad, del país y del mundo se discutió a nivel departamental y de facultad, en claustros triestamentales. Las autoridades fueron elegidas en claustro pleno, con participación de toda la comunidad.

En el campo del compromiso social de la universidad, se potenció la extensión universitaria por medio de escuelas de temporada y de una nutrida actividad cultural, mientras se creaban cursos vespertinos, se construían nuevos pensionados y se desarrollaban masivos programas de becas. Todo esto redundó en una mayor presencia de la universidad en los sectores menos privilegiados y en un notable aumento del acceso de esos sectores sociales a la universidad. En una universidad estatal la fracción de estudiantes de origen obrero o campesino llegó al 30% en 1973.

Es interesante subrayar que la Reforma introdujo, en todas las universidades, mecanismos democráticos de elección de cuerpos colegiados que garantizaron el pluralismo. A pesar de la aguda polarización nacional, todos los rectores electos hicieron grandes esfuerzos por conducir la universidad por medio de procedimientos consensuales. En 1973 había, en los Consejos Superiores del país, representantes de todas las corrientes doctrinarias presentes en las respectivas comunidades. Se produjo, simultáneamente, una ampliación de la matrícula universitaria, con creación de sedes académicas en numerosas ciudades chilenas. La Reforma adquirió, así, una presencia nacional y una trascendencia directa en la vida de muchas comunidades regionales.

En cuanto a participación y cogobierno, estos son términos diferentes. El cogobierno es un tipo específico (y debatible) de participación. Me he referido a este tema en otro lugar, de manera que no abundaré. Sólo quiero subrayar el carácter formativo de la participación: ella constituyó un curso masivo e intensivo de dirigentes, del que el país se beneficia hasta hoy.

En síntesis, la Reforma cambió positivamente la autopercepción de las comunidades universitarias chilenas, elevando sus expectativas de desarrollo, promoviendo la participación y el debate y ligando la vida universitaria a la realidad nacional. El dramático fin del proceso (1973) no llegó a borrar sus huellas.

Debilidades de la Reforma.

A pesar de sus importantes logros y del entusiasmo que despertó, la Reforma tuvo sus problemas e insuficiencias. Fuera de las omnipresentes debilidades humanas, a las que no escapan moros ni cristianos, hubo en la Reforma errores de comprensión y de ejecución.

En primer lugar el origen y dirección estudiantil del movimiento reformista (que adoptó diversos grados en distintas universidades) generó una limitación de enfoque y de elaboración. Los jóvenes carecían de la experiencia académica suficiente como para abarcar la complejidad de la universidad en todas sus dimensiones y sus ideas no fueron suficientemente complementadas por la mayor experiencia de los académicos y funcionarios. Esto condujo a un grado de sobresimplificación en el debate de los aspectos más propiamente académicos de la Reforma, que contrastó con el buen nivel de la discusión en los aspectos estructurales y de gestión.

En segundo lugar la universidad no fue impermeable a la marea de los tiempos. La extrema polarización política que desgarró al país a comienzos de los 70 afectó también a la universidad. Todas las corrientes doctrinarias fueron culpables de sectarismo e intentos de exclusión de sus adversarios. Esto redundó en un empobrecimiento del debate a partir de 1971 y en un descenso de la participación de la comunidad en las tareas de dirección de la universidad, dado que la problemática política nacional pasó a primer plano y absorbió la casi totalidad de las energías de todos los grupos protagónicos.

En tercer lugar algunos sectores del movimiento reformista se vieron aquejados de una fiebre democraticista. Las autoridades unipersonales, elegidas con procedimientos democráticos y transparentes, eran acosadas con exigencias de "consultar al claustro" antes de tomar decisiones menores. Esta deformación, aparte de causar una gran pérdida de tiempo en discusiones inútiles, condujo a muchas autoridades a la vacilación, cuando la dinámica de los acontecimientos exigía decisiones día a día.

En cuarto lugar la retórica y la rigidez ideológica cobraron una importancia hasta entonces desconocida en la vida universitaria. A modo de ejemplo, hubo sectores reformistas que señalaban el aumento en el porcentaje de estudiantes trabajadores como prueba decisiva del éxito de la Reforma. Sin embargo, lo realmente trascendente era el posible cambio en la composición social de las promociones de egreso, es decir, el grado de éxito que alcanzaran los estudiantes de origen obrero y campesino en sus estudios. Pero este criterio, así como otros que permitieran cuantificar los logros de la Reforma en términos de productividad o efectividad, fueron despreciados o ignorados por muchos.

En suma, la Reforma, a pesar de sus logros, distó mucho de ser un proceso idílico. Enfrentó los vientos adversos de su tiempo y, finalmente, sucumbió a una crisis histórica de envergadura nacional.

Nostalgias y futuros.

Se habla nuevamente de Reforma en las universidades chilenas. A quienes sueñan con una repetición del proceso de los 60, digo que no sólo el entorno histórico es hoy radicalmente distinto, sino que hasta los principios en torno a los cuales podría nuclearse un movimiento reformista están en discusión. Se abren paso nuevas comprensiones de la democracia, de la participación, del compromiso; se suman a los grandes temas de aquella década la defensa del medio ambiente, la legitimidad de las minorías, el respeto a la diversidad en las ideas, en los proyectos de vida, en los comportamientos y en las estructuras. La riqueza en los valores e identidades, así como en la comprensión de la complejidad del mundo es hoy mayor que hace 30 años. Los 60 no volverán; cualquier cambio universitario futuro tendrá que ajustar cuentas con su presente, siendo descubierto e inventado por sus protagonistas.

Pero una Reforma es, sin duda, necesaria. La crisis actual requiere de profundos cambios. Ellos deben ser propuestos por las comunidades universitarias de hoy en base a una profunda reflexión acerca de la realidad actual, teniendo como norte los intereses superiores de la nación. En este contexto, acaso las irrepetibles experiencias de tres décadas atrás puedan dar a luz alguna esperanza.

Luis Cifuentes S.


FUENTE: SITIO WEB DEL CEI
http://cipres.cec.uchile.cl/~cei
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