Antonio Fernández Molina, pintor y
escritor, es una figura impar en nuestro ámbito cultural; el suyo es un mundo, la suya es
una expresión, sin concomitancias posibles con ningun otro, con ninguna otra.
"Pertenece, dice Claudio Bastida, a la estirpe de los vanguardistas natos, a la de
los superrealistas, a la de los raros, a la de los malditos; a todas ellas, pero no una a
una, sino englobadas, formando una sola estirpe híbrida y extraña dentro de lo
extraño". Aquel gran degustador -por decirlo de alguna manera- de lo esotérico, de
lo misterioso, que fue Juan Eduardo Cirlot, dijo de los dibujos de Fernández Molina que
son un nuevo nacimiento a partir de todas las roturas; que son una preforma.
Como el personaje y su obra, también la carrera de Antonio Fernández
Molina es distinta. Sin pasar por ninguna Escuela de Bellas Artes, se va haciendo por
días más pintor a medida que su formación de escritor va creciendo primero adelantada,
luego divergente, finalmente en línea paralela, según hace ver como sin querer el autor
de esta monografía.