Construyo esta página como una de las columnas que sostienen mi casa. Llámame lezamiana si quieres, pero sigo creyendo que entre el agua y la arena habita un cangrejo azul al que llamamos poema.
Llevo algún tiempo pensando en la lengua (la tuya, la mía, las dos entrelazadas). Planeo hacer de esta página un lugar para el pensamiento. Un lugar para el deseo y la errancia. Un aquí donde confluyan todos los caminos que conducen al vacío que deconstruyo, como un homenaje a Nietzsche y a la Pizarnik. Quiero hablarte desde el silencio y que desde el silencio me escuches con tus oídos metafísicos.
Mi proyecto de página es un espacio para la literatura de los olvidados: la nuestra, la que se hace aquí en la República Dominicana y en nuestra diáspora. Mi proyecto es un lugar donde pueda ser esquizofrénica en español, sangrando en las frías arterias de la postmodernidad y sus cables.
Podríamos también hablar de la alegría, de mis amigos y sus cartas, de la música. Puedo traducirte fragmentos de Lovecraft y poemas suicidas de Robert E. Howard. Puedo sacudir las costras de lepra que ha dejado Cioran en mi cerebro. Pero también puedo cantarte una canción de esas de cuna y dormir contigo esta noche. O bien enseñarte alguna foto de una instalación genial o de un grabado.
Esta puede ser tu página también. Un lugar donde nos encontremos al perdernos. Espacio para la paradoja y las altas mareas. Acompáñame siempre, aunque me dejes sola.
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